martes, 22 de julio de 2014

Rubén, Jaime e Iván



Rubén, Jaime e Iván

               La postura no era la más cómoda. Me coloqué lo mejor que pude, ya tenía experiencia en situaciones similares. De hecho, no era la primera vez que amanecía con las manos atadas y el culo dolorido. Sin embargo, no fue eso lo que me despertó. Tampoco el ruido no tan lejano de coches pasando por la calle que se colaba caprichoso por la ventana entreabierta. Ventana que además de dejar pasar el ruido callejero, permitía pasar impunes los primeros rayos de sol de aquella mañana de verano. No, nada de eso fue lo que me despertó. Hizo falta  algo más sutil. Giré la cabeza por encima de mi hombro y abriendo los ojos lo justo volví a ver Rubén. Él y su amigo Jaime se lo habían pasado en grande la noche anterior conmigo, y yo con ellos. Pero Rubén quería más. Tenía su polla gruesa y dura entre mis pies, y no hacía más que sobármelos y mojarme los calcetines con las gotas que su pene no quería para sí.
               Pese a que estaba bastante enfadado porque me habían dejado con las manos atadas y la boca llena de calcetines sucios, aquello me estaba gustando. No sabría decir si tanto o más que a Rubén, que no dejaba de gemir con la paja que se estaba haciendo a mi costa.
-MMMMMM si mmmm como me pones cabronazo –dijo en voz muy baja.
               Seguía y seguía follándome los pies muy despacio, estaba disfrutando de cada momento. Yo conseguí durante un buen rato hacerme el dormido, no movía un solo músculo, a pesar de que en ocasiones me hacía cosquillas con sus huevos. Me estaba divirtiendo mucho y prefería que Rubén terminase y me dejase ir, pero no fue así. Mi polla me besaba dura y juguetona el ombligo y para mi desgracia mi violador de pies se dio cuenta.
-¿Estás despierto putita? –dijo parando por un momento.
               Me hice el dormido pero los métodos de Rubén fueron muy efectivos para sacarme de la mentira o del mejor de los sueños.
-MMMMMMMMMMMMMMMmmm –grité a través de los calcetines que tapaban mi boca.
               Mi polla fue retorcida a conciencia. Abrí los ojos  tanto que incluso me molestó la luz que había en la habitación. En cuanto me soltó la polla le miré jadeante, asustado, respiraba muy rápidamente a través de la nariz, y notaba cómo la sangre se me agolpaba en la cabeza.
-Buenos días putita –dijo soltándome un sonoro cachete en las nalgas.
-MMMMmm –me quejé.
               Me giró dejándome boca abajo. Empezó a sobarme el culo con delicadeza mientras se colocaba entre mis piernas.
-Creo que tu culito será más follable ahora que lo pienso –dijo entre risas.
               Empezó a restregarme su rabo descapullado y húmedo por mis glúteos. Me hacía cosquillas.
-MMmm –gemí.
-Te gusta, ¿eh, mariquita? –dijo al tiempo que me separaba las nalgas.
               Fue describiendo círculos entre mis nalgas hasta que su polla empezó a presionar mi ano. Con más suavidad que la noche anterior empezó a apretar. Sentí como realojaba su miembro dentro de mí una vez más. Di un pequeño gemido inaudible gracias a la mordaza. Me restregué contra las sábanas, mi pene no hacía más que expulsar líquido, no me habían dejado correrme la noche anterior y estaba a plena carga.
-Me encanta tu culito, es mucho más tragón que el de Jaime –dijo conforme apretaba lentamente.
               Cuando la mitad de su rabo estaba en mi culito empezó a bombear suavemente, con cada embestida me la metía un poco más.
-MMMMMmmmm Mmmmmm –gemí.
-Uff sí, mm que rico.
               Continuó durante un buen rato. Los gemidos, que en un principio habían sido ahogados por el calcetín de mi boca empezaron a ser claramente audibles, y yo no era el único que gemía, Rubén también.
-MMMmm, si, toma, toma, putita –gritaba descaradamente.
               Sentí como se iba dejando caer. Su torso desnudo entró en contacto con mis manos, tenía poco bello, moví los dedos un poco. Ambos estábamos en un frenesí de sexo cuando una voz que a ambos nos resultaba familiar nos hizo parar en seco.
-Que dos cabrones sois, no me dijiste que se servía el desayuno en esta cama –dijo Jaime frotándose un ojo con una mano y sobándose el paquete.
Llevaba el mismo bóxer de la noche anterior y los mismos calcetines, nada más. Rubén y yo le miramos.
-Venga deja de quejarte y ven a jugar un rato –le animó Rubén cuando reinició el bombeo en mi culo.
               Por un momento Jaime amagó con salir de la habitación, pero se lo pensó mejor. Caminó hacia la cama pisoteando el mar de ropa sucia de Rubén y se sentó en la cama con la entrepierna delante de mi cara. Le miré sonriente, aunque debido a mi mordaza no debió ser muy visible la sonrisa. Su respuesta no se hizo de esperar, me arrancó de cuajo la cinta que me habían puesto en la boca la noche anterior.
-MMMMMMMmmmm –me quejé.
               Me sacó los dos calcetines que tenía en la boca. Estaban completamente empapados. No así mi boca que había quedado seca del todo. Durante unos instantes me olvidé de las embestidas que trabajaban mi culo. No tuve tiempo de decir nada, arrimó mi boca a su paquete. El resto ya estaba claro. Empecé a lamérselo como un loco. Era muy divertido buscarle la polla y los huevos a través del bóxer. Rubén, mientras tanto, continuó follándome el culo a saco. Cuando la polla de Jaime alcanzó su máximo apogeo, éste, se la sacó. Estaba brillante, húmeda y maloliente, y eso me excitaba aún más. Me faltó el tiempo para metérmela en la boca. Empecé a dar suaves lametazos.
-Ufff, así así –dijo Jaime acariciándome la cabeza.
-La chupa bien la putita eh –preguntó Rubén.
-Ya lo creo –le respondió.
               Yo continué chupando y succionando. Aprovechaba los destellos de placer que me daba mi polla al rozar con mi barriga y la cama. Intentaba frotarme entre embestida y embestida, necesitaba correrme, estaba a tope. Las pollas en mi boca y culo, unido al olor a sudor, a rabo, a ropa usada me estaban volviendo loco. Rubén aceleró el ritmo, me trabajaba el culo a conciencia, y yo transmitía ese énfasis al pene de Jaime. Pude ver por el rabillo del ojo  cómo Rubén le agarraba el tobillo derecho a Jaime y se llevaba el pie hasta su cara y se lo restregaba.
-Mm me encantan estos calcetines tuyos, cabrón, los pondré en mi lista de favoritos –le dijo a Jaime.
-Mi cajón entero está lleno de tus calcetines favor… buaa, cuanto más le das mejor chupa, dale fuerte –gritó Jaime dejando la frase a medias.
               Obedeció, vaya que si lo hizo. Empezó a sacudirme tan fuerte que ambos gemíamos a la vez. Noté tras un buen rato, cómo mi culo volvía a llenarse con el semen de Rubén, cálido y abundante.
-MMMm sii mmm que pedazo de polvo, de los mejores –dijo incorporándose.
               Mantuvo durante un rato más su rabo en mi culo. Aceleré el trabajo que venía haciendo con la boca hasta que conseguí que Jaime también me dejase su regalo.
-Sí, eso es, mmmm, trágatela toda cabrón –me dijo.
               No hizo falta que me lo dijera. Succioné y tragué hasta la última gota. Cuando terminé, Jaime se puso en pie y empezó a rebuscar en un pantalón vaquero que había en el suelo. Rubén me la sacó del tirón, cosa que ni me molestó de lo dilatado que tenía el culo. No perdí detalle de lo que buscaba Jaime. Resultó ser una diminuta llave que le entregó a Rubén. Éste me abrió las esposas y las tiró sobre la mesa del ordenador.
-Gracias -dije girándome y frotándome las muñecas
-Mira como está nuestra putita –dijo Rubén señalando a mi entrepierna.
               Mi polla estaba durísima. En cuanto me alivié la molestia de las muñecas llevé mi mano derecha al miembro con la única esperanza de aliviarme, pero fue una mala idea.
-Aaaaauuuuu –grité poniéndome en pie de forma precipitada.
-Nada de pajearte putita –dijo Rubén mientras mie hacía caminar en dirección al pasillo con mi oreja entre sus dedos.
-Ayy, me haces daño, para, necesito pajearme, por favor, te lo suplico –dije casi lloriqueando.
               Me sacó de la habitación y me llevó hasta la puerta de la calle.
-No, espera, para –dije asustado.
               La abrió y me empujó fuera. Caí sobre el suelo del rellano torpemente, vestido únicamente con una camiseta, unos calcetines y una polla tiesa. Detrás de Rubén apareció Jaime, me tiró mis pantalones y mis zapatillas y los perdí de vista tras el portazo. Miré a la puerta de enfrente. Avergonzado, me puse a toda prisa los pantalones y con las zapatillas de la mano salí corriendo escaleras abajo. Me calcé y salí a la calle. Caminé deprisa, muy enfadado. Esto me pasa por zorra, pensé. Y lo peor es que no era la primera vez que me hacían algo así, hacía pocos meses, una pareja de maduros me llevaron a un descampado y me follaron a gusto dejándome allí tirado. Me tocó caminar durante más de dos horas para volver a la ciudad jurando que no me volvería a pasar algo así, y ahí estaba, caminando hacia mi casa con mi rabo duro entre las piernas.
               Para colmo al llegar a mi portal me crucé con un señor muy mayor, con cara de perro que volvía de comprar el periódico. Me miró de arriba abajo mientras esperábamos al ascensor con gesto de desaprobación. Me despedí de él educadamente cuando se bajó en el segundo y me miré en el espejo. Comprendí perfectamente semejante mirada de desprecio. Tenía el pelo revuelto y sucio, la camiseta algo rota, mi pantalón abultaba escandalosamente y llevaba las zapatillas desatadas. Cuando llegué a casa me di cuenta de lo pronto que era. Ni mis padres ni mis hermanos se habían levantado aún, y es que no eran ni las diez de la mañana de un domingo. Corrí hasta mi habitación y me encerré en ella. Con una velocidad que no era propia de mí, me saqué las zapatillas sin dificultad, la camiseta y el pantalón, este último con cierta ansiedad, incluso me caí sobre la cama tras dar unos saltitos antes de lograr quitármelos. Arrancármelos más bien. Me faltó el tiempo para agarrarme la polla y empezar una paja frenética. Al mismo tiempo me metí dos dedos en el culo, sin ninguna dificultad, estaba aún dentro de mí la corrida de Rubén, incluso me llevé los dedos a la boca y la lamí, estaba absolutamente embriagado.
-Oooooohhh mmm.
               No duré mucho. Una copiosa corrida impactó en mi pecho y cara. Me la restregué por todo el torso y la cara, lamiéndome la mano después mientras me acariciaba mi polla. Sin embargo todavía no había terminado. No tardé en recuperar la erección. La siguiente paja fue mucho más placentera, me costó más, pero me recree pensando en Rubén y Jaime. Como esos dos machos me habían follado el culo y la boca. Me había cabreado mucho que me dejasen atado y amordazado toda la noche pero a la vez me dio muchísimo morbo. Tras descansar un rato me decidí a darme una ducha. Ducha que como no, acompañé de una paja, y de dos. Al salir del baño con la toalla en la cintura topé de bruces con mi hermano mayor.
-Ya era hora mariquita, ¿se puede dónde has estado esta noche? –me preguntó, como siempre tan amable.
-No te importa gilipollas –le dije cortante.
               Me fui a mi cuarto y me puse algo cómodo para andar por casa. Intentaba mantener la cabeza ocupada jugando al ordenador, navegando por internet y chateando con amigos, pero no hacía más que aparecer en mi mente las pollas de Rubén y Jaime. Dejé de masturbarme cuando ya no eyaculaba nada. Me dolía el rabo de tanta paja. Intenté quedar con amigos por la tarde para desconectar, pero ninguno pudo. Y yo seguía muy cachondo, quería volver a ver a mis dos nuevos amigos, y ni siquiera tenía sus teléfonos. Después de pensarlo mucho, me pareció buena idea presentarme en casa de Rubén, y ver qué pasaba. Decidí vestirme lo más provocativo posible. Me puse una camiseta rosa con el cuello abierto, mis vaqueros blancos, que me resaltaban el culo, mis calcetines favoritos, unos morados de Hello Kitty, pensando, como no en Rubén; y unas zapatillas Converse blancas. Preferí no llevar ropa interior, además, mi tanga preferido se había quedado en casa de Rubén. Pensé que quizá sería suficiente coartada para volver allí.
               Salí de casa recorriendo el camino inverso que hiciese por la mañana, aunque con mejor presencia, qué duda cabe. Después de casi veinte minutos de caminata me planté frente al telefonillo del portal de Rubén. Por un momento dudé del piso y de la puerta pero finalmente apreté el botón que creí correcto. La breve espera se me hizo eterna. No serían más de diez segundos lo que esperé pero me parecieron minutos.
-¿Quién es? –sonó la voz telefónica de Rubén.
               El corazón me dio un vuelco. Titubeé por un instante.
-Sssoy… soy... soy Iván –dije nervioso.
               Se hizo un incómodo silencio. Durante un momento pensé que me colgaría, sin embargo, la puerta hizo ese sonido tan característico que invitaba a empujarla. Así lo hice. Cuando el ascensor me dejó en su piso me paré frente a la puerta que había atravesado en bolas hacía tan solo unas horas. Toqué el timbre, esta vez no tuve que esperar, la puerta se abrió y pude ver a Rubén. Estaba casi desnudo, solo vestía un bóxer amarillo que juraría haber visto por el suelo de su habitación esa misma mañana, y los mismos calcetines blancos del día anterior.
-¿Te dejaste algo putilla? –me preguntó cortante, no sin recorrerme con la mirada de la cabeza a los pies, deteniéndose por un instante en los pies, antes de volver a mirarme a la cara.
-Pues la verdad es que sí –dije con una generosa sonrisa-. Me dejé el tanga esta mañana, salí con cierta prisa.
-Entiendo… pero no has venido a recuperarlo ¿verdad?
-No –dije sin perder la sonrisa.
-Vamos, pasa putita –dijo haciéndose a un lado.
               Entré y la puerta se cerró tan deprisa que noté el aire en mi nuca. Rubén se fue hasta la cocina. A los pocos segundos apareció en la entrada ahuecando una bolsa de basura negra. En ese momento me di cuenta de que ya estaba tramando algo. Tuve el impulso de abrir la puerta y largarme, pero mi polla me decía a gritos que quería quedarse y ver qué pasaba.
-Dame esa camiseta tan mona que llevas –me dijo haciéndome un gesto con la mano.     
               Me la quité rápidamente dejando mi torso desnudo, empecé a doblarla y Rubén me la arrancó impaciente de las manos y la metió de cualquier manera en la bolsa. Me miró a los pies, sabía lo que venía ahora, y directamente me agaché y me desaté las zapatillas, me las quité y se las entregué.
-Me encantan tus calcetines. Tienes que decirme donde los compras, le regalaré unos iguales a Jaime por su cumpleaños –dijo sin quitarme ojo de los pies.
-Claro –dije sonriente. Le habían gustado como supuse.
-Los pantalones –dijo.
               Me los saqué con cierta dificultad. Eran dos tallas menos de la que  correspondía y me estaban muy ceñidos. Se los di y pronto se unieron al resto de mi vestimenta en el fondo de la bolsa. Continuó por unos instantes mirándome los pies. Pensé que me pediría que le diese mis calcetines pero no fue así. Después se fijó en mi rabo que estaba muy duro mirando al techo. Su sonrisa me puso aún más cachondo. Se dio media vuelta y volvió a desaparecer, esta vez en dirección a su cuarto. Un tintineo ciertamente familiar me adelantó el siguiente movimiento de Rubén. Cuando apareció llevaba las esposas con las que me había pasado atado toda la noche. Esperaba que al presentarme voluntariamente no me atase pero calculé mal.
-Junta las manos –me dijo nada más llegar.
               Me giré y puse las manos a la espalda.
-No, hacia delante –dijo agarrándome y poniéndome frente a él.
               Eso gano, pensé en ese momento, aunque habría sido preferible que me las atase a la espalda viendo lo que vino después. Noté cómo el frío metal me abrazaba las muñecas. Aún tenía alguna marca de la noche anterior. Por si fuera poco se preocupó de que no se me saliesen por estar demasiado flojas. Incluso me molestaban, aunque preferí no decir nada.
-A cuatro patas putita –dijo dándome un cachete en la mejilla.
               Le miré como cuestionándole la orden con la mirada. Pero no había duda. Me puse de rodillas y luego apoyé mis manos sobre el suelo. No me lo esperé, y Rubén se colocó sobre mí y se sentó.
-Camina, vamos hasta el salón –dijo soltándome un sonoro azote en el culo.
               Pesaba demasiado para mi pequeño cuerpo, di dos pasos y perdí el equilibro. Ambos acabamos en el suelo. Durante un momento la tensión se rompió al estallar ambos en carcajadas. Creí que me iba a librar de su plan de convertirme en elemento de transporte doméstico pero no.
-Venga, colócate, y esta vez no te caigas putita –dijo mirándome desde arriba.
               Me coloqué y al sentarse sobre mí temblé un poco. Empecé a dar pasos muy pequeños porque las esposa no me daban nada de juego. Con varios amagos de irnos al suelo los dos recorrí los pocos metros que nos separaban del salón, aunque parecieron años luz. Me hizo ponerme junto al sofá. Donde Rubén descabalgó y se sentó cogiendo el móvil de la mesita. No me dio tiempo a apartarme ni a mirar a otro lado. Me sacó una foto y se puso a escribir con una sonrisita. Me cabree bastante con eso pero no le dije nada. Seguía empalmado con todo lo que me estaba haciendo. A veces me jodía ser tan zorra.
-Acércate un poco –dijo levantando los pies.
               Me coloqué debajo de sus pies y noté como me clavaba los talones la espalda.
-Au, cuidado tío –le dije ya algo molesto.
-Te jodes putita –dijo haciendo aún más presión con sus pies.
               Encendió la tele y dejó el móvil. Me esperaba algo más de acción. Durante un rato estuve tentado de pedirle a Rubén que me dejase ir pero aguanté entretenido viendo también la tele. Me sobresaltó el timbre del portero automático.
-Vete a abrir –dijo Rubén.
               Le miré con cara de terror. Apartó los pies de mi espalda y me empujó con ellos. Me puse en pie y fui hasta el telefonillo. Me tranquilicé al escuchar al otro lado del aparato a Jaime. Le abrí la puerta y volví al salón.
-Es Jaime –dije mirando a Rubén.
-Ya sé que es Jaime joder, vete a abrirle y le traes hasta aquí.
               Me di la vuelta refunfuñado para mis adentros. Dejé la puerta entornada y me puse a cuatro patas esperando que llegase Jaime. Ya de estar puteado al menos intentaría complacer a mis amigos. En cuanto llegó rompió a reír.
-Buen perro –dijo acariciándome la cabeza.
               Le sonreí y me coloqué en posición. Se subió sobre mi espalda y con la misma dificultad que con Rubén logré llevarle hasta el salón.
-¡Hola tío! –saludó Rubén.
-Hola
-Cuánto has tardado, encima que mando a buscarte –dijo Rubén buscando la risotada.
-Sí, ya sabes, tráfico. Incluso pensé en acampar en la cocina.
               Dejé al graciosillo de Jaime junto al sofá. Se sentó y justo en ese instante recibí una patada en el costado de Rubén.
-Auu –me quejé.
-¿Qué coño te pasa putita? ¿Vas a dejar que mi amigo Jaime se quite el solo las zapatillas?
               Me coloqué delante de Jaime y de sus zapatillas Adidas de color azul. Las desaté con cuidado bajo la atenta mirada de mis amigos. Le saqué primero al del pie derecho y a continuación la del pie derecho. Me esperaba encontrar con los calcetines usados del día anterior, como Rubén, sin embargo Jaime había tenido el detalle de cambiarse y llevaba unos blancos con el talón y la punta en azul claro y olían bien. Apenas descalcé a Jaime los pies de Rubén retornaron a mi espalda.
-¿Te acordaste de traer eso? –le preguntó Rubén a su amigo.
-Por supuesto –dijo sonriente.
               Se metió mano al bolsillo, le abultaba bastante, no reparé en ello hasta que metió la mano. Y pronto comprendí porqué. Sacó un consolador de unos 18 centímetros de largo. No me explicaba cómo podía llevarlo en el bolsillo de un vaquero.
-Ahí no hace nada, por qué no se lo dejas probar a la putita –dijo Rubén señalándome.
-Sí, no veo porqué no.
               Jaime se puso detrás de mí. Me separó las nalgas y metió un húmedo en mi culo.
-Mmmm –gemí.
-No creo que te haga falta dilatar a la putita, esta mañana le hemos dado bien.
-Pues tienes razón.
               Noté como el plástico frio del consolador se colocaba entre mis nalgas. Jaime empezó a apretar sin muchos miramientos.
-Auu cuidado porfa –dije.
-Te aguantas –me contestó.
               Continuó empujando el rabo de plástico. Notaba cómo se iba haciendo hueco dentro de mi culo. No era lo que había pensado cuando decidí volver, pero me estaba dando mucho morbo, además de por culo.
-Pues ya lo tiene dentro –proclamó Jaime.
Se sentó en el sofá junto a Rubén,  puso sus pies sobre mi espalda y siguieron viendo la televisión. Me quedé un rato aguantando la postura y adaptándome al consolador hasta que Jaime se decidió a pasar a la acción. Comenzó a sobarle el bóxer a Rubén. Tenía una vista casi privilegiada de la escena. Actuaban como si yo no estuviera ahí. Rubén continuó viendo la tele como si tal cosa, y Jaime inclinó la cabeza sobre su entrepierna, sacó la lengua y empezó a pasarla por el bóxer, marcándole con bastante definición el rabo que poco a poco iba ganando centímetros.
-Mmm –gimió Rubén.
-¿Te gusta? –le preguntó Jaime. Aunque no hubo respuesta.
               Jaime tiró del bóxer y sacó la polla de Rubén. Gorda y reluciente como la recordaba. Se la metió de lleno en la boca y comenzó una mamada que a juzgar por la cara de placer de Rubén estaba siendo muy buena. Jaime se desabotonó el vaquero y se metió mano a su entrepierna con la mano que tenía libre. Con la suya ya eran tres las pollas duras como piedras en ese metro cuadrado. Tuve la tentación de pajearme, pero separar una mano del suelo habría implicado separar la otra y perder el equilibrio. Miraba el rabo de Rubén con lujuria y deseo y este se dio cuenta.
-¿Qué miras putita? –me preguntó Rubén.
-No… nada… -dije tímidamente.
-¿Nada?, ¿seguro?
               Bajó un pie de mi espalda y empezó a sopesar mis huevos dándome pequeños golpecitos. Luego lo pasó por mi rabo duro y pegándomelo a la barriga. Noté cómo me pringaba con mis propias babas.
-Estás cachondo ¿eh putita? –dijo Rubén.
-Mmm sí tío mmm
-¿Te gustaría apuntarte a la fiesta de aquí arriba? –dijo señalando su entrepierna.
               Asentí con la cabeza y apartó sus pies. Me moví dejando caer los pies de Jaime al suelo con la consiguiente queja. Rubén se abrió de piernas invitándome a colocarme entre ellas. Así lo hice, me senté sobre mis pies y esperé a que Jaime me dejase hueco. Cuando me vio se sacó la polla de Rubén de la boca y me acerqué. Empecé a dar lametazos, mis babas se unieron a las de Jaime y las de Rubén.
-Vamos Jaime, no te cortes, donde chupa uno chupan dos –dijo Rubén.
               Jaime sonrió y empezó a dar lengüetazos a su rabo. Su lengua y la mía chocaban a veces. Nos miramos divertidos.
-Ufff que buenooo una doble mamada, no sabía que molase tanto.
               Jaime y yo sonreímos y seguimos dando lengüetazos como si de un helado se tratase al glande duro y brillante de nuestro amigo. Empezamos a estorbarnos cuando Jaime quería para él solo el suculento pastel, y yo también, tenía las de perder.
-Oye putita porque no me comes el rabo y me dejas el de Rubén para mí, ¿te parece? –dijo sacándoselo del todo.
               Me limité a asentir con la cabeza. Prefería seguir con el de Rubén, pero mejor eso que nada. Empecé con el de Jaime que estaba morcillón. Poco a poco fue ganando tamaño y los gemidos se fueron sucediendo por parte de los tres.
-Ufff para tío que me corro –dijo Rubén de pronto.
-Pues hazlo –le animó Jaime.
-No, prefiero un culito para eso, ya lo sabes. Qué te parece si te follas un ratito a la putita.
-A la putita le parece bien –dije espontáneamente.
               Ambos me miraron y rompieron a reír. Jaime aceptó la propuesta, se levantó quitándose el pantalón y el bóxer, me colocó frente al sofá y poniéndose de rodillas frente a mi culo empezó a follarme lentamente con el consolador.
-MMMm
-¿Te gusta, putita? –preguntó Rubén mientras se pajeaba.
-Uff sii mmm
               Rubén me contestó plantándome su pie derecho en la cara. No olía mucho, pero el calcetín estaba currado, muy currado. Mi respuesta fue darle lametazos, como sin duda esperaba. Paré un instante cuando noté que el consolador empezaba a salir lenta y placenteramente  de mi culo.
-Mmmm sí.
-Cambiaremos plástico por carne –dijo Jaime.
               Ni cinco segundos permaneció ocioso mi culo, el rabo duro y húmedo de Jaime empezó de nuevo a colonizar mi ano. Justo cuando empecé a gemir Rubén me metió el pie en la boca, estuve tentado de mordérselo, pero no creí que fuera buena idea. Jaime empezó a darme embestidas, muy despacio, disfrutando del momento.
-Me encanta el culito de nuestra putita –dijo Jaime.
-Y a mí el tuyo –dijo Rubén sacando su extremidad de mi boca y poniéndose en pie.
               Pude ver cómo se situó detrás de Jaime, que no paraba de sacudirme. Se arrodilló y por el gemido que dio Jaime, supuse que se la estaba metiendo.
-Mmmm uff despacio cabrón –le dijo.
-Tú sigue con tu putita –le contestó.
               Noté cómo las embestidas de Jaime cambian de ritmo, iban deteniéndose casi hasta pararse.
-Auu, mira que te digo que tengas cuidado –se quejó Jaime.
-Calla –dijo riendo Rubén.
               Estaba claro que Rubén ya había ensartado a su amigo. Empezó a follárselo y este a mí. Durante un rato, el bombeo de uno y otro parecieron sincronizarse, me costaba mantener el equilibrio. Los gemidos se entre mezclaban en un ambiente totalmente depravado. Rubén interrumpió la serenata para lanzar una extraña propuesta.
-El primero en correrse gana –dijo.
               La respuesta fue un incremento en el ritmo de las sacudidas por parte de Jaime, que resultó ser de lo más competitivo.
-Mmmm si, si, toma –dijo Jaime.
-Ufff despacio por favor –me quejé.
               Aunque inútilmente. Ambos se habían lanzado a la batalla por la corrida final. Los gemidos de los tres se tornaron casi en gritos, el olor y el sonido de los tres cuerpos trabajando a tope llenó por completo mis sentidos. Estaba extasiado. De pronto sentí cómo mi culo se llenaba del cálido elemento. Sin duda teníamos ganador.
-MMmmmm siii toma mmmm gané –dijo Jaime triunfal.
               Redujo lentamente el movimiento, aunque continuó con su rabo metido en mi culo. Rubén intensificó la follada que me llegaba a mí también de manera indirecta hasta que de pronto todo paró.
-Ufff mmmm joder –dijo Rubén con tono de satisfacción.
               Se desenganchó de Jaime y se puso frente a mí.
-Chupa putita –dijo poniéndomela frente a la cara.
               Me la metí de lleno en la boca. Lamí los restos de su eyaculación mientras Jaime se salía de mi culo. Hizo lo mismo que su amigo y me vi en pocos segundos con dos rabos metidos en la boca.
-Mmm la chupa de escándalo la putita –dijo Rubén.
-Ya lo creo –le respondió Jaime.
               Cuando el trabajo estuvo realizado, ambos se sentaron en el sofá extenuados. Me quedé de rodillas con una erección tremenda sin saber muy bien que hacer. Rubén se dio cuenta. Me puso un pie en el pecho y empujó hasta que caí de espaldas. Empezó a frotarme el rabo con su pie.
-Vamos pajéate para nosotros putita –dijo apartando el pie.
               Acerqué mi mano derecha y por ende la izquierda a mi polla. Empecé a pajearme. El tintineo de las esposa marcaron el ritmo de mi paja. A pesar del maratón pajas que había tenido durante todo el día logré eyacular no poca cantidad.
-Mmmmm
               Arqueé mi cuerpo y noté como mi leche me mojaba de nuevo la barriga y el pecho. Fui a limpiármela con la mano cuando Jaime puso su pie sobre mi torso y con movimientos circulares fue empapándose su calcetín con mi semen. Mantuve los brazos elevados durante todo el proceso. Pensé que me haría lamer aquella planta pero no eran para mí. Se giró y levantó el pie en dirección a Rubén.
-Toma, que sé que estos calcetines te gustan –dijo Jaime sonriendo.
-Serás puto cabrón –dijo devolviéndole la sonrisa.
               Atónico, contemplé cómo Rubén le lamía el calcetín empapado a Jaime con toda mi corrida. Cuando terminó, se puso en pie y salió de la habitación. A los pocos minutos, regresó con la bolsa de basura que portaba mis cosas y las llaves de las esposas que fueron arrojadas junto a mí.
-Desata a la putita –dijo Rubén.
               Jaime me quitó las esposas. Por segunda vez aquél día, me froté las muñecas, en una de ellas tenía incluso un poco de herida por el roce, pero no me dolía, al menos aún. Rubén me tiró la bolsa al lado.
-Vístete –dijo sentándose en el sofá.
               Le miré extrañado. Me resultaba extraño tener que vestirme con Rubén y Jaime mirándome. Normalmente hacía lo contrario. Abrí la bolsa y para mi sorpresa encontré mi tanga. Sonriente me lo puse. Luego me puse la camiseta y los vaqueros, que estando sentado en el suelo resultó todo un reto ponérmelos. Por último saqué mis zapatillas. Había algo raro, de una de ellas saqué unos calcetines. Eran blancos, con un puma dibujado, similares a los de Rubén y usados, muy usados.
-Oye estos calcetines no son míos –dije mirando a Rubén y mirándome los pies-. Los míos los llevo puestos.
-Sí que son tuyos, los que llevas son de Jaime –dijo Rubén arqueando las cejas.
-No pero…
               Comprendí que era absurdo discutir nada. Me quité mis calcetines favoritos y los dejé en el suelo. Enfadado me puse los de Rubén. Me dio algo de asco, estaban algo tiesos y muy sucios. Preferí no pensar mucho en ello y me calcé las zapatillas. Rubén cogió los que hasta hace pocos segundos eran mis calcetines y se los ofreció a Jaime.
-Feliz Navidad –le dijo dándoselos.
-Pero si estamos en agosto cabrón –dijo Jaime cogiéndolos.
-Bueno, pues considéralo mi regalo adelantado –dijo Rubén riéndose.
               Me puse en pie y me dirigí a la puerta.
-Adiós chicos –dije sin más.
-Hasta luego, y no vuelvas a presentarte aquí sin llamar antes –me regañó Rubén.
               Asentí y con la mano me despedí de Jaime. Ya bajando en el ascensor caí en la cuenta de que no tenía el teléfono de ninguno de los dos. Saqué mi móvil con la intención de subir para pedírselo y reparé en que tenía una llamada perdida de hacía escasos minutos. Resultó ser de Rubén.

miércoles, 9 de julio de 2014

Rubén y Jaime salen de caza



Rubén y Jaime salen de caza

               La llamada perdida significaba que ya estaba abajo. Me metí el móvil en el bolsillo y tras un último vistazo al espejo salí de casa. En la calle me esperaba mi amigo Rubén en su destartalado coche.
-Hola tío –le dije nada más subir.
-Qué tal, ¿preparado para una noche loca? –me preguntó con una sonrisa en la cara.
-Ya lo creo –dije devolviéndole la sonrisa.
               Arrancó el motor y nos dirigimos hacia el centro. A la zona de fiesta. Esa noche no iba a ser la típica noche de marcha, unas copas y para casa. Ese día queríamos llevarnos algo más a casa que una borrachera. Me paré un momento a mirar a mi amigo.
-Vaya te has puesto muy elegante hoy –dije son sorna.
-Vete a la mierda un rato –me respondió.
              Llevaba un polo azul marino, unos vaqueros claritos y sus inseparables Reebook Classic, gastadas, muy gastadas.
-Creí que querías ligar hoy.
-Qué coño quieres, ¿Qué salga de esmoquin?
-Mejor no –le respondí entre risas.
               Ese día salíamos a ligar. Pero queríamos algo especial. Llevábamos bastante tiempo con nuestros juegos de rol donde uno ataba al otro y el otro al uno y estábamos aburridos, queríamos otro participante y aunque a modo de broma siempre habíamos hablado de la posibilidad de llamar a nuestro amigo Adrián, nunca había cuajado del todo la idea. Incluso habíamos pensado en volver a jugársela, pero  preferimos no tentar a la suerte de nuevo. Esa noche queríamos un tercero con quién jugar, pero que estuviera despierto. Y a ser posible pasivo.
-¿Oye no dejas el coche algo lejos? –le pregunté al ver que estábamos aparcando en un callejón muy apartado.
-No está bien así, en el centro no hay quien aparque a estas horas –dijo según se quitaba el cinturón de seguridad.
-Bueno, está bien, total no creo que nadie quiera robarte este trasto –le dije dando un portazo.
-¡Eh!,  cuidado mi trasto.
               Bajamos andando hasta la zona de fiesta y nos tomamos un par de copas en los bares habituales. Estuvimos reconociendo el terreno, preguntándonos el uno al otro si aquel o aquel otro chico nos molaba pero no vimos a nadie que nos gustase, salvo por uno al que estuvimos a punto de entrar cuando apareció su novia.
-Deberíamos ir a un bar de ambiente –le dije tras dar un largo trago a mi copa ya casi aguada.
-Joder no me gustan esos sitios –dijo.
-Ya pero aquí me temo que no encontraremos lo que buscamos –le dije gritándole al oído, la música estaba a tope.
               Salimos del bar y fuimos a uno de ambiente bastante conocido en la ciudad. Rubén entró disimulando todo lo que pudo.
-No te harás invisible por mucho que mires a los lados y te rasques la cabeza tío –le dije.
-Sí, ya bueno. Sentémonos ahí y pidamos algo.
               Nos pedimos otro par de copas y miramos lo que había por allí. Nada parecía estar al gusto de Rubén. A mí me llamó la atención un chico de casi treinta, pero a mi compañero no le gustaban tan mayores.
-Creo que ha sido una mala idea –dijo desanimado.
-Bueno mira, si al acabarnos esta no encontramos nada, nos vamos a tu casa y…
               Le di puse la mano sobre la entrepierna y me sonrió. Era la primera sonrisa que le arrancaba en toda la noche, cuando me dio un manotazo en el brazo.
-Mira lo que acaba de entrar por ahí.
               Me giré. Era un chico muy guapo, algo afeminado en los andares y en la forma de vestir. Sólo aseguraría que tenía 18 años porque el portero le habría pedido el carnet, pero no los aparentaba. Era delgado, en torno al metro setenta, de rostro alargado y aniñado, su cabello castaño peinado a la última y sus enormes ojos marrones estaban custodiados por unas llamativas pestañas. La verdad es que daba bastante el cante. Vestía unos vaqueros verdes tan ceñidos que dejaban poco a la imaginación y demasiado al deseo, una camiseta blanca de tirantes holgada y unas zapatillas de tela verdes de marca. No sólo atrajo nuestra atención, también la de un grupo de maduros que estaba en la barra y no hacían más que sonreír y señalarle. El chico parecía tímido y algo cortado, se sentó en un taburete y pidió un refresco.
-No lo dirás en serio –le dije.
-Cómo que no. Llevamos toda la puta noche y nada, vamos, o nos lo levantará el grupo aquel de viejos, creo que uno ya se lo ha follado dos veces con al mirada.
-Que no tío que…
               No me dio tiempo a argumentar nada más. Se levantó y se fue junto al chico, para decepción del grupo de maduros. Cogí mi copa de mala gana y me senté con ellos.
-Hola soy Rubén –dijo mi amigo extendiéndole la mano.
-Yo Iván – dijo con una sonrisa de oreja a oreja y lanzándose a darle a mi amigo Rubén dos besos.
-Yo soy Jaime, somos amigos –le dije secamente.
               También se acercó a mí y me dio dos besos. Olía muy bien, aunque era demasiado amanerado para mi gusto. Y la verdad es que conociendo a Rubén, también para el suyo, pero a juzgar por su paquete, el muchacho le había caído en gracia.
-¿Estás tú sólo? –le preguntó Rubén.
-Mis amigos son unos mariquitas, no han querido salir hoy, y no iba a quedarme en casa haciendo tan bueno –dijo Iván sin perder la sonrisa.
-Qué cabrones –dije con cierta indiferencia.
               Noté como Rubén se estaba calentando por momentos, se frotaba el paquete a veces, se lo estaba comiendo con la mirada.
-Bueno y qué haces por aquí –me decidí a preguntarle.
-No sé, tomarme algo, pasarlo guay… ¿y vosotros?
-Pasarlo guay también –digo Rubén poniéndole la mano en el muslo.
               Me quedé sorprendido al ver a mi amigo siendo tan descarado con el chaval, pero más aún al observar al chaval, que parecía una mosquita muerta al entrar en el bar,  sentirse más que cómodo con la situación.
-Vamos a ir mi amigo y yo al baño, si te parece seguimos pasándolo guay ahí –dijo guiándole un ojo.
               Apenas había digerido lo que le había dicho Rubén, apresuré el sorbo que le estaba dando a la copa y la dejé sobre la barra. Me levanté casi de cuajo del tirón que me dio del brazo mi amigo. Había poca distancia hasta el baño. Rubén eligió el último wáter de una fila de tres y nos encerramos dentro.
-Pero qué coño haces –le dije enfadado.
-Cómo que qué hago, pues conseguir lo que habíamos venido a buscar.
-¿Pero así?, no sé es un poco raro ¿no? -le dije.
-Y qué querías, que fuese haciendo entrevistas de candidatos por todo el bar, o que me mandasen los currículums a casa, o que…
-Vale, vale –dije algo contrariado-. A ver donde nos lleva esto, pero que sepas que no es así como me había imaginado que haríamos esto.
-Tú sígueme el rollo –me dijo aflojándose el cinturón.
               No tardé en oír la puerta exterior del baño y unos pasos, acto seguido unos toquecitos a nuestra puerta, donde ya no sobraba mucho sitio, dicho sea de paso. Rubén quitó el cerrojo y con no pocas dificultades dejamos pasar a Iván, que continuaba con su incorruptible sonrisa. No hubo demasiadas palabras. Cerró la puerta una vez con el chico dentro y con la tapa bajada hizo que nuestro afeminado invitado se sentase en el wáter. Contemplé la escena como si no fuese conmigo, Rubén dejó caer los pantalones hasta las rodillas y se sacó sus más de 17 centímetros de rabo de un bóxer azul marino. Cómo si de pura rutina se tratase, Iván se metió el rabo de mi amigo en la boca y empezó a chupárselo.
-MMM que rico –dijo acariciándole la cabeza-. A qué esperas, este cabrón la chupa de lujo.
-Pues a…
               No tenía argumentos. Me desabotoné el vaquero y saqué mi polla, que no estaba tan animada como la de Rubén. Iván al verla saltó a la mía y empezó a chupármela con gran dedicación y por qué no decirlo, experiencia.
-Joder pues es verdad, como la chupa el cabrón –dije cerrando los ojos.
               Mi polla no tardó en ponerse a plena capacidad gracias al afanoso trabajo de Iván, que no conforme con una quería dos, apretujó mi polla y la de Rubén y se las metió juntas en la boca. La sensación era extraña, pero no por ello menos placentera.
-MMMMMM siii tío mola –dijo Rubén.
-Ufff ya lo creo –dije sintiendo el capullo de Rubén junto recibiendo un masaje fabuloso.
-Este cabrón la chupa mejor que tú –me dijo dándome un codazo.
               Ambos disfrutamos durante un buen rato de una mamada, a veces al mismo tiempo, a veces por separado. De pronto Rubén agarró del peló de la nuca a Iván y tiró hacia atrás de él. Nuestros dos rabos salieron disparados de su boca con gran curiosidad por el techo, y pudimos verle la cara de vicio y satisfacción que tenía, solo sonreía, como no.
-Mira que cara de zorra tiene nuestro amiguito –dijo Rubén.
               De Pronto le lanzó un lapo en la cara. Bastante copioso y con muy buena puntería. Le impactó en los ojos que por un momento tuvo que cerrar y por primera vez en la noche perdió la sonrisa, aunque no tardó en recuperarla. El lapo empezó a resbalar por sus mejillas y a chorrear hasta el suelo por su imberbe barbilla. Me animé y le lancé otro, con peor puntería, dio de lleno en la frente, pringándole parte de su pelito castaño y dejándoselo pegado a la cara, esta vez ni cambió el gesto.
-Creo que tenemos un ganador –dijo Rubén eufórico.
-Sí, ya lo creo, déjale que termine lo que ha empezado –le dije.
               Le soltó el pelo de la cabeza y como un resorte continúo haciéndonos una doble mamada de auténtico escándalo. Yo no pude aguantar más y me corrí en su boca.
-Ufff que bueno, sigue cabrón –dije en medio del éxtasis.
               Continúo y continuó hasta que fue Rubén, con un largo gemido quien terminó en su boquita.
-Muy bien cabronazo, límpianos el rabo –dijo Rubén.
               El chico continuó haciendo sus deberes hasta dejarnos los nabos relucientes. Mi amigo y yo nos los guardamos en los pantalones.
-Ha estado genial chicos, me ha gustado mucho –dijo Iván sonriente y poniéndose en pie.
-Ya lo creo, qué te parece si te limpias eso y te vienes con nosotros, lo pasaremos bien –le dijo Rubén mientras se colocaba el paquete y me guiñaba un ojo.
-Vale –dijo sin más.
-Te esperamos fuera, no tardes –le dije.
               Ambos salimos al bar, había mucha gente por la calle, entrando y saliendo de otros garitos. No era demasiado tarde aún. Miré a Rubén y le sonreí.
-Ha estado de puta madre –le dije.
-Lo mejor está por venir –dijo con un tono de misterio que ya conocía.
               No pasaron ni cinco minutos cuando nuestro nuevo y servicial amigo salió del bar. Se había lavado la cara y tenía el pelo algo mojado, aunque conservaba el look.
-Mmmm que rico está –dijo Rubén haciéndole señales con la mano para captar su atención.
-Hola, ¿Dónde vamos?, ¿tomamos algo? –preguntó inocentemente Iván.
-Sí que tomaremos algo –dijo Rubén con sorna- vamos.
               Los tres salimos sin hablar demasiado. Iván se sorprendió de que no entrásemos en ningún bar, pero pareció no importarle, cuando entramos en el callejón donde teníamos el coche aparcado paró en seco.
-No iréis a violarme, ¿verdad chicos? –dijo riéndose.
               Rubén y yo nos miramos y rompimos a reír.
-Tiene sentido del humor y todo la putita –dijo mi amigo.
               Iván no pareció sentirse ofendido por el calificativo, incluso pareció gustarle. Rubén se acercó a mí y me dio las llaves del coche.
-Vamos a mi casa, conduce tú, yo voy algo cocido todavía.
-Como quieras –le respondí.
               Me senté al volante, detrás de mí Iván, y junto a él se sentó Rubén.
-Qué coño te crees que soy, ¿un taxista? -le pregunté enfadado.
-Calla y conduce –me espetó.
               Apenas arranqué en dirección a casa, pude ver por el espejo retrovisor, cómo Iván había empezado a comerle la polla de nuevo a Rubén.
-Así que cocido, ¿eh cabrón? –dije de mala gana.
               Aparqué a escasos metros del portal de Rubén. Cuando paré el motor, el primero en bajarse fue Iván.
-Acuérdate de coger eso de la guantera –me dijo.
-¿Coger el qué? –dije mirando a las plazas traseras donde ya no estaba Rubén sin entender a qué se refería.
               Con mis dos pasajeros fuera del coche abrí la guantera y allí estaban. Las esposas que tantas horas de buen rato nos habían dado desde que las comprásemos tiempo atrás. Estaba claro que Rubén quería seguir jugando y al verlas yo también quise apuntarme a la partida. Las cogí y me las guardé en el bolsillo. Salí del coche y me uní a ellos. Un gesto disimulado de Rubén me hizo sacarme a escondidas las esposas y dárselas. Entramos en el ascensor y Rubén me guiñó nuevamente el ojo.
-¡Ahora! –dijo.
               No hacía falta más, sujeté contra la pared del ascensor a Iván que no se lo esperó. Rubén en un abrir y cerrar de ojos esposó sus manos a la espalda le dio la vuelta poniéndose cara a cara con él.
-Vas a ser nuestra putita esta noche, y vas a portarte bien, ¿de acuerdo?
-Sí, sí –dijo Iván con la cara aún desencajada por el susto.
               Me hizo gracia ver a Iván asustado, aunque fue por poco tiempo. No tardó mucho en recuperar una media sonrisa, además, sus verdes vaqueros no disimulaban lo más mínimo su paquete. Se lo estaba pasando tan bien como nosotros o incluso más. Al parar el ascensor salimos rápidamente, y entramos en casa. Rubén guio a Iván a hasta su dormitorio, que estaba exactamente igual que la última vez que lo había visto, concretamente la noche anterior; como una auténtica leonera, camisetas del gimnasio por el suelo, gayumbos  y calcetines currados. Algunos de ellos los había tenido en mi boca recientemente.
               Rubén fue bastante brusco con su invitado, lo tiró sobre la cama de cualquier manera. Cayó de lado, aunque se colocó boca arriba, se le veía incómodo por estar esposado pero tremendamente excitado.
-Toma tío, quiero que grabes esto –dijo mi amigo dándome la cámara.
-Como quieras –dije cogiendo la cámara-. Ya empezaba a aburrirme de nuestra primera peli –le dije entre risas.
-No por favor tíos, no me grabéis, eso no, no me gusta –dijo Iván mirándonos con cara de pena.
-Me da igual que no te guste zorra, lo vamos a grabar y si no te gusta te aguantas –dijo Rubén mientras se sacaba las zapatillas con los pies y se quitaba la camiseta.
               Iván no respondió.  Se limitó a mirarme buscando complicidad, pero no la encontró. Rubén continuó desnudándose. Esta vez tocó el pantalón que con la rapidez habitual salió de sus piernas.
-Si fueras tan rápido vistiéndote como desnudándote no llegarías tarde nunca –le dije.
-Vete a la mierda, y enciende la puta cámara.
               La encendí y empecé a enfocarle. Su bóxer estaba tremendamente abultado. Se sentó sobre la cintura de Iván y meneó el culo.
-Aaah, me haces daño –se quejó Iván- se me clavan las esposas.
-Calla la puta boca zorra –dijo soltándole un tortazo.
               Le sujetó la cabeza con las manos y le obligó a abrir la boca, le lanzó un lapo dentro y se la cerró.
-¡Traga! –le gritó.
               Yo no me perdía detalle, estaba apoyado sobre la mesa sujetando la cámara con una mano y frotándome el paquete con la otra, hice zoom en la cara enrojecida de Iván que finalmente se tragó el escupitajo.
-¿Te ha gustado?
-Sí… -dijo tímidamente el chico. 
               Tal y como me temía Iván no se libró de uno de los muchos morbos de mi amigo, le obligó a abrir la boca todo lo que puedo y le metió su pie derecho enfundado en un calcetín blanco por el tobillo con el logo de un puma en la parte superior.
-Chupa putilla –le dijo-.
               Iván estaba claramente desbordado por la situación, no se esperaba todo aquello ni mucho menos, sin embargo cooperó, le lamió un pie y luego el otro.
-Creí que te había dejado bien limpios esos calcetines ayer cabronazo –le dije a Rubén.
-Si pero hoy se han ensuciado otro poco –dijo estallando en carcajadas.
-Sí ya veo que no tienes de qué preocuparte –dije son sorna.
-¿Qué haces todavía con las zapatillas puestas, quítatelas y ven para que nuestra putita te de un masaje de pies con la lengua.
               No hizo falta que me lo dijera dos veces, continuando con la producción de mi nueva película, enfoqué a mis pies  y me saqué las zapatillas. Pude ver cómo Rubén no me quitaba ojo de encima y sonrió al verme los calcetines.
-Los grises y amarillos, me encantan esos –dijo sonriente-.
               Me senté junto a ellos y le puse los pies sobre la cara a Iván. No hizo falta decirle nada, empezó a lamerme las plantas con gran rapidez.
-Veamos que nos trae, enfoca aquí –me pidió Rubén.
               Obedecí. Rubén se fue hasta los pies de nuestro invitado. Empezó a desatar las zapatillas de tela que traía y comenzó a sacar lentamente la de su pie izquierdo. Acercó la cara para aspirar. Hice zoom en su cara de placer y luego en el calcetín de Iván, siguiendo con la tónica de sus pantalones y zapatillas, eran verdes clarito, con el talón y la punta de calor blanco. Mi amigo se incrustó la zapatilla del 42 en su propia cara y se llenó los pulmones con el aire de su interior mientras sujetaba el pie de Iván por el tobillo.
-Mmmmmm me encanta como huele nuestra putita –dijo Rubén completamente extasiado.
-Quítale la otra y pásamela –dije mientras acomodaba mis pies sobre la cara de Iván.
-Claro –dijo Rubén- toma, y eso que no te gustaba este rollo –dijo quitándole la zapatilla que le quedaba.
               Cogí la zapatilla. Rubén no mentía, nuestro joven amigo olía delicioso. Miré de reojo a su propietario. Estaba haciendo un buen trabajo con la lengua. Dejé la zapatilla y me centré en la grabación. Rubén se puso de rodillas frente a los pies de Iván y levantándolos por los talones empezó a oler sus curiosos calcetines. A la altura del tobillo había un dibujo de una seta verde del videojuego Mario Bros. Pero la seta no le interesaba lo más mínimo a Rubén que empezó a lamerle la puntera, el empeine, el talón de cada pie y a frotárselos a posterior contra su bóxer. Iván gemía, parecía estar muy a gusto. Por fin, Rubén se decidió a quitarse el bóxer. Su polla salió apuntando al cielo dura como pocas veces se la había visto, esperaba que se fuese a pajear con los pies de nuestro amigo, todo un clásico en Rubén, pero en vez de eso le desabrochó el pantalón y empezó a tirar de las perneras. Yo no perdí detalle mientras continuaba la grabación.
-Vaya mira lo que escondía aquí nuestra putita –dijo Rubén.
               Un tanga rosa muy pequeño apareció cubriendo la polla dura de Iván, que sobresalía babeante. Cuando Rubén se deshizo de los pantalones se abalanzó sobre su entrepierna y empezó a sobársela.
-Mmmm –gimió Iván.
-Mira la putita está cachonda –dijo Rubén.
               Me bajé de la cama. Noté frio al pisar el suelo. Iván me había dejado los calcetines completamente empapados en babas. Por un lado me resultó algo desagradable pero por el otro me dio mucho morbo. Desabotoné mis pantalones mientras sujetaba la cámara con la otra mano y dejé que cayeran al suelo para quitármelos finalmente con los pies, me saqué el calzoncillo que me venía estorbando desde hacía un buen rato y seguí grabando cómo Rubén le magreaba la polla y los huevos a Iván a través del diminuto tanga.
-Dame la cámara, encárgate tú de esto –dijo Rubén.
               Así lo hice, separé sus piernas y me puse en medio. Empecé a sobarle el paquete hasta que decidí quitarle el tanga. Su entrepierna estaba totalmente depilada. Tenía unos huevos más bien pequeños y la polla no le mediría más de 14 centímetros, pero era gordita y resultona. No pude resistirme y me la metí en la boca. Estaba deliciosa y no hacía más que babear. Se la chupé durante un rato mientras Rubén me hacía primeros planos. Al principio me sentí un poco incómodo pero poco a poco me fui relajando. Sus gemidos me fueron poniendo muy cachondo, con una mano aguantaba su polla y con la otra la mía mientras me la meneaba.
-No dejes que se corra –me dijo Rubén de pronto-, quiero que esta zorra esté cachonda todo el tiempo posible.
               Le miré extrañado. Él también se estaba pajeando mientras grababa la escena, parecía mentira que nos hubiéramos corrido hacía menos de una hora y estábamos los dos a tope gracias al niñato que nos habíamos llevado a casa. Seguí con la polla de Iván durante un rato. Rubén se cansó de sostener la cámara y la dejó sobre la mesa enfocándonos. Se acercó y se subió a la cama colocándose con las piernas a cada lado de Iván, le levantó los pies dejándole su precioso culo redondo y sonrosado completamente expuesto.
-Vamos a qué esperas, métesela – me dijo.
-Sí, ¡fóllame! –gritó Iván con tono de desesperación.
-Bueno, si os ponéis así…
               Me coloqué frente a él y sin miramientos se la metí. Del primer tirón conseguí meterle casi la mitad de mi rabo. Apenas un quejido inaudible salió de su boca.
-Oye esta putita está muy acostumbrada a esto –dijo Rubén.
-Mmm tiene un culo delicioso –dije dando un tirón.
-Aaaah –se quejó Iván.
-Vaya, la putita se queja al fin –rio Rubén-. Dale duro a esta zorra.
               Inicié un lento mete-saca bajo la atenta mirada de Rubén.
-Dale duro –me arengó Rubén.
               Me vine arriba y empecé a darle fuerte, las embestidas eran brutales, a pesar de estar tres sobre la cama, esta daba golpes contra la pared.
-AAAAah aaaaah aaaaah –gritaba Iván
               Seguí y seguí hasta que no pude más y me corrí dentro de su culito.
-MMMMMMMM sii tíooooo me encantaaa –dije.
               Cuando paré y la saqué su culo chorreaba. Estaba exhausto, pero estaba claro que ahora me iba a tocar a mí sujetarle las piernas a nuestro amigo. Intercambié la posición con Rubén, me puse sobre él y le agarré por los tobillos levantándole bien su culito recién follado. Rubén se colocó de rodillas frente a él y aprovechando la lubricación que aportaba mi corrida se la clavó sin miramientos hasta el final.
-AAAAAAAAAAAAAAAh dioooss cuidado por favor –gritó Iván.
-Calla zorra, o despertarás a todo el vecindario –le espetó Rubén mientras se lo follaba a saco.
               Continúo durante un largo rato dándole fuerte. Ambos gemían, aunque Iván se quejaba más que gemir. Yo sabía lo que era tener el pollón de Rubén en el culo. Por si fuera poco, y para aumentarle el puteo a nuestro amigo, empecé a frotarle el rabo con mi pie aún empapado en sus bababas. Rubén me advertía que tuviese cuidado me repetía que quería que no se corriese todavía, cosa que me divirtió mucho porque cuando estaba a punto paraba y continuaba al poco rato.
               Dejé que Rubén sujetase las piernas de Iván cuando me bajé de la cama para recoger la cámara. Quise grabar la escena con mucho más detalle.
-Sí mmm eres una zorrita ¿eh? –dijo Rubén.
-Sii, sí mmm, dame duro –gritó Iván.
               Al igual que hice yo, mi amigo se corrió dentro del culito de nuestro amigo. Capté el momento en su cara. Enfoqué de nuevo hacia abajo cuando se la sacó su culo era un manantial de semen, se limpió el rabo en los calcetines de Iván y acto seguido se sentó sobre la cama. Me guio un ojo y dejé de grabar.
-Esta peli nos va a dar para muchas pajas –le dije sonriente.
-Puf ya lo creo dijo.
-Eh tíos, por favor, ¿podéis soltarme?, quiero pajearme estoy a mil –dijo Iván incorporándose levemente.
               Rubén y yo nos miramos. Una sonrisa cómplice fue más que suficiente.
-Qué sueño tengo –dije de pronto.
-Sí, deberíamos irnos a dormir –dijo Rubén poniéndose en pie.
               Recogió un par de calcetines sucios del suelo y se los acercó a Iván.
-No, espera que haces, déjame que me corra y me marcho –dijo en tono suplicante.
-No vas ni a correrte, ni a irte –le respondió-. Al menos esta noche. Duérmete y por la mañana te vas.
               Le metió los calcetines en la boca y se la tapamos con un poco de cinta adhesiva. Iván nos miró con cara de desesperación. Estaba muy empalmado, deseaba poder pajearse a toda costa, pero no pensábamos permitírselo. Salimos de la habitación y nos acostamos juntos en el cuarto de invitados. Durante un buen rato estuvimos escuchando gemidos y quejidos, pero pronto la casa quedó en silencio.


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