Rubén y Jaime salen de caza
La
llamada perdida significaba que ya estaba abajo. Me metí el móvil en el
bolsillo y tras un último vistazo al espejo salí de casa. En la calle me
esperaba mi amigo Rubén en su destartalado coche.
-Hola tío –le dije nada más
subir.
-Qué tal, ¿preparado para una
noche loca? –me preguntó con una sonrisa en la cara.
-Ya lo creo –dije devolviéndole
la sonrisa.
Arrancó
el motor y nos dirigimos hacia el centro. A la zona de fiesta. Esa noche no iba
a ser la típica noche de marcha, unas copas y para casa. Ese día queríamos
llevarnos algo más a casa que una borrachera. Me paré un momento a mirar a mi
amigo.
-Vaya te has puesto muy elegante
hoy –dije son sorna.
-Vete a la mierda un rato –me
respondió.
Llevaba
un polo azul marino, unos vaqueros claritos y sus inseparables Reebook Classic,
gastadas, muy gastadas.
-Creí que querías ligar hoy.
-Qué coño quieres, ¿Qué salga de
esmoquin?
-Mejor no –le respondí entre
risas.
Ese
día salíamos a ligar. Pero queríamos algo especial. Llevábamos bastante tiempo
con nuestros juegos de rol donde uno ataba al otro y el otro al uno y estábamos
aburridos, queríamos otro participante y aunque a modo de broma siempre
habíamos hablado de la posibilidad de llamar a nuestro amigo Adrián, nunca
había cuajado del todo la idea. Incluso habíamos pensado en volver a jugársela,
pero preferimos no tentar a la suerte de
nuevo. Esa noche queríamos un tercero con quién jugar, pero que estuviera
despierto. Y a ser posible pasivo.
-¿Oye no dejas el coche algo
lejos? –le pregunté al ver que estábamos aparcando en un callejón muy apartado.
-No está bien así, en el centro
no hay quien aparque a estas horas –dijo según se quitaba el cinturón de
seguridad.
-Bueno, está bien, total no creo
que nadie quiera robarte este trasto –le dije dando un portazo.
-¡Eh!, cuidado mi trasto.
Bajamos
andando hasta la zona de fiesta y nos tomamos un par de copas en los bares
habituales. Estuvimos reconociendo el terreno, preguntándonos el uno al otro si
aquel o aquel otro chico nos molaba pero no vimos a nadie que nos gustase,
salvo por uno al que estuvimos a punto de entrar cuando apareció su novia.
-Deberíamos ir a un bar de ambiente
–le dije tras dar un largo trago a mi copa ya casi aguada.
-Joder no me gustan esos sitios
–dijo.
-Ya pero aquí me temo que no
encontraremos lo que buscamos –le dije gritándole al oído, la música estaba a
tope.
Salimos
del bar y fuimos a uno de ambiente bastante conocido en la ciudad. Rubén entró
disimulando todo lo que pudo.
-No te harás invisible por mucho
que mires a los lados y te rasques la cabeza tío –le dije.
-Sí, ya bueno. Sentémonos ahí y
pidamos algo.
Nos
pedimos otro par de copas y miramos lo que había por allí. Nada parecía estar
al gusto de Rubén. A mí me llamó la atención un chico de casi treinta, pero a
mi compañero no le gustaban tan mayores.
-Creo que ha sido una mala idea
–dijo desanimado.
-Bueno mira, si al acabarnos esta
no encontramos nada, nos vamos a tu casa y…
Le
di puse la mano sobre la entrepierna y me sonrió. Era la primera sonrisa que le
arrancaba en toda la noche, cuando me dio un manotazo en el brazo.
-Mira lo que acaba de entrar por
ahí.
Me
giré. Era un chico muy guapo, algo afeminado en los andares y en la forma de
vestir. Sólo aseguraría que tenía 18 años porque el portero le habría pedido el
carnet, pero no los aparentaba. Era delgado, en torno al metro setenta, de
rostro alargado y aniñado, su cabello castaño peinado a la última y sus enormes
ojos marrones estaban custodiados por unas llamativas pestañas. La verdad es
que daba bastante el cante. Vestía unos vaqueros verdes tan ceñidos que dejaban
poco a la imaginación y demasiado al deseo, una camiseta blanca de tirantes
holgada y unas zapatillas de tela verdes de marca. No sólo atrajo nuestra atención,
también la de un grupo de maduros que estaba en la barra y no hacían más que sonreír
y señalarle. El chico parecía tímido y algo cortado, se sentó en un taburete y
pidió un refresco.
-No lo dirás en serio –le dije.
-Cómo que no. Llevamos toda la
puta noche y nada, vamos, o nos lo levantará el grupo aquel de viejos, creo que
uno ya se lo ha follado dos veces con al mirada.
-Que no tío que…
No
me dio tiempo a argumentar nada más. Se levantó y se fue junto al chico, para
decepción del grupo de maduros. Cogí mi copa de mala gana y me senté con ellos.
-Hola soy Rubén –dijo mi amigo extendiéndole
la mano.
-Yo Iván – dijo con una sonrisa
de oreja a oreja y lanzándose a darle a mi amigo Rubén dos besos.
-Yo soy Jaime, somos amigos –le
dije secamente.
También
se acercó a mí y me dio dos besos. Olía muy bien, aunque era demasiado
amanerado para mi gusto. Y la verdad es que conociendo a Rubén, también para el
suyo, pero a juzgar por su paquete, el muchacho le había caído en gracia.
-¿Estás tú sólo? –le preguntó
Rubén.
-Mis amigos son unos mariquitas,
no han querido salir hoy, y no iba a quedarme en casa haciendo tan bueno –dijo
Iván sin perder la sonrisa.
-Qué cabrones –dije con cierta
indiferencia.
Noté
como Rubén se estaba calentando por momentos, se frotaba el paquete a veces, se
lo estaba comiendo con la mirada.
-Bueno y qué haces por aquí –me
decidí a preguntarle.
-No sé, tomarme algo, pasarlo
guay… ¿y vosotros?
-Pasarlo guay también –digo Rubén
poniéndole la mano en el muslo.
Me
quedé sorprendido al ver a mi amigo siendo tan descarado con el chaval, pero
más aún al observar al chaval, que parecía una mosquita muerta al entrar en el
bar, sentirse más que cómodo con la
situación.
-Vamos a ir mi amigo y yo al
baño, si te parece seguimos pasándolo guay ahí –dijo guiándole un ojo.
Apenas
había digerido lo que le había dicho Rubén, apresuré el sorbo que le estaba
dando a la copa y la dejé sobre la barra. Me levanté casi de cuajo del tirón
que me dio del brazo mi amigo. Había poca distancia hasta el baño. Rubén eligió
el último wáter de una fila de tres y nos encerramos dentro.
-Pero qué coño haces –le dije
enfadado.
-Cómo que qué hago, pues
conseguir lo que habíamos venido a buscar.
-¿Pero así?, no sé es un poco
raro ¿no? -le dije.
-Y qué querías, que fuese
haciendo entrevistas de candidatos por todo el bar, o que me mandasen los
currículums a casa, o que…
-Vale, vale –dije algo
contrariado-. A ver donde nos lleva esto, pero que sepas que no es así como me
había imaginado que haríamos esto.
-Tú sígueme el rollo –me dijo
aflojándose el cinturón.
No
tardé en oír la puerta exterior del baño y unos pasos, acto seguido unos
toquecitos a nuestra puerta, donde ya no sobraba mucho sitio, dicho sea de
paso. Rubén quitó el cerrojo y con no pocas dificultades dejamos pasar a Iván,
que continuaba con su incorruptible sonrisa. No hubo demasiadas palabras. Cerró
la puerta una vez con el chico dentro y con la tapa bajada hizo que nuestro
afeminado invitado se sentase en el wáter. Contemplé la escena como si no fuese
conmigo, Rubén dejó caer los pantalones hasta las rodillas y se sacó sus más de
17 centímetros de rabo de un bóxer azul marino. Cómo si de pura rutina se
tratase, Iván se metió el rabo de mi amigo en la boca y empezó a chupárselo.
-MMM que rico –dijo acariciándole
la cabeza-. A qué esperas, este cabrón la chupa de lujo.
-Pues a…
No
tenía argumentos. Me desabotoné el vaquero y saqué mi polla, que no estaba tan
animada como la de Rubén. Iván al verla saltó a la mía y empezó a chupármela con
gran dedicación y por qué no decirlo, experiencia.
-Joder pues es verdad, como la
chupa el cabrón –dije cerrando los ojos.
Mi
polla no tardó en ponerse a plena capacidad gracias al afanoso trabajo de Iván,
que no conforme con una quería dos, apretujó mi polla y la de Rubén y se las
metió juntas en la boca. La sensación era extraña, pero no por ello menos
placentera.
-MMMMMM siii tío mola –dijo Rubén.
-Ufff ya lo creo –dije sintiendo
el capullo de Rubén junto recibiendo un masaje fabuloso.
-Este cabrón la chupa mejor que
tú –me dijo dándome un codazo.
Ambos
disfrutamos durante un buen rato de una mamada, a veces al mismo tiempo, a
veces por separado. De pronto Rubén agarró del peló de la nuca a Iván y tiró
hacia atrás de él. Nuestros dos rabos salieron disparados de su boca con gran
curiosidad por el techo, y pudimos verle la cara de vicio y satisfacción que
tenía, solo sonreía, como no.
-Mira que cara de zorra tiene
nuestro amiguito –dijo Rubén.
De
Pronto le lanzó un lapo en la cara. Bastante copioso y con muy buena puntería.
Le impactó en los ojos que por un momento tuvo que cerrar y por primera vez en
la noche perdió la sonrisa, aunque no tardó en recuperarla. El lapo empezó a
resbalar por sus mejillas y a chorrear hasta el suelo por su imberbe barbilla.
Me animé y le lancé otro, con peor puntería, dio de lleno en la frente,
pringándole parte de su pelito castaño y dejándoselo pegado a la cara, esta vez
ni cambió el gesto.
-Creo que tenemos un ganador
–dijo Rubén eufórico.
-Sí, ya lo creo, déjale que
termine lo que ha empezado –le dije.
Le
soltó el pelo de la cabeza y como un resorte continúo haciéndonos una doble
mamada de auténtico escándalo. Yo no pude aguantar más y me corrí en su boca.
-Ufff que bueno, sigue cabrón
–dije en medio del éxtasis.
Continúo
y continuó hasta que fue Rubén, con un largo gemido quien terminó en su
boquita.
-Muy bien cabronazo, límpianos el
rabo –dijo Rubén.
El
chico continuó haciendo sus deberes hasta dejarnos los nabos relucientes. Mi
amigo y yo nos los guardamos en los pantalones.
-Ha estado genial chicos, me ha
gustado mucho –dijo Iván sonriente y poniéndose en pie.
-Ya lo creo, qué te parece si te
limpias eso y te vienes con nosotros, lo pasaremos bien –le dijo Rubén mientras
se colocaba el paquete y me guiñaba un ojo.
-Vale –dijo sin más.
-Te esperamos fuera, no tardes
–le dije.
Ambos
salimos al bar, había mucha gente por la calle, entrando y saliendo de otros
garitos. No era demasiado tarde aún. Miré a Rubén y le sonreí.
-Ha estado de puta madre –le
dije.
-Lo mejor está por venir –dijo
con un tono de misterio que ya conocía.
No
pasaron ni cinco minutos cuando nuestro nuevo y servicial amigo salió del bar.
Se había lavado la cara y tenía el pelo algo mojado, aunque conservaba el look.
-Mmmm que rico está –dijo Rubén
haciéndole señales con la mano para captar su atención.
-Hola, ¿Dónde vamos?, ¿tomamos
algo? –preguntó inocentemente Iván.
-Sí que tomaremos algo –dijo
Rubén con sorna- vamos.
Los
tres salimos sin hablar demasiado. Iván se sorprendió de que no entrásemos en
ningún bar, pero pareció no importarle, cuando entramos en el callejón donde
teníamos el coche aparcado paró en seco.
-No iréis a violarme, ¿verdad
chicos? –dijo riéndose.
Rubén
y yo nos miramos y rompimos a reír.
-Tiene sentido del humor y todo
la putita –dijo mi amigo.
Iván
no pareció sentirse ofendido por el calificativo, incluso pareció gustarle.
Rubén se acercó a mí y me dio las llaves del coche.
-Vamos a mi casa, conduce tú, yo
voy algo cocido todavía.
-Como quieras –le respondí.
Me
senté al volante, detrás de mí Iván, y junto a él se sentó Rubén.
-Qué coño te crees que soy, ¿un
taxista? -le pregunté enfadado.
-Calla y conduce –me espetó.
Apenas
arranqué en dirección a casa, pude ver por el espejo retrovisor, cómo Iván
había empezado a comerle la polla de nuevo a Rubén.
-Así que cocido, ¿eh cabrón?
–dije de mala gana.
Aparqué
a escasos metros del portal de Rubén. Cuando paré el motor, el primero en
bajarse fue Iván.
-Acuérdate de coger eso de la
guantera –me dijo.
-¿Coger el qué? –dije mirando a
las plazas traseras donde ya no estaba Rubén sin entender a qué se refería.
Con
mis dos pasajeros fuera del coche abrí la guantera y allí estaban. Las esposas
que tantas horas de buen rato nos habían dado desde que las comprásemos tiempo
atrás. Estaba claro que Rubén quería seguir jugando y al verlas yo también
quise apuntarme a la partida. Las cogí y me las guardé en el bolsillo. Salí del
coche y me uní a ellos. Un gesto disimulado de Rubén me hizo sacarme a
escondidas las esposas y dárselas. Entramos en el ascensor y Rubén me guiñó
nuevamente el ojo.
-¡Ahora! –dijo.
No
hacía falta más, sujeté contra la pared del ascensor a Iván que no se lo
esperó. Rubén en un abrir y cerrar de ojos esposó sus manos a la espalda le dio
la vuelta poniéndose cara a cara con él.
-Vas a ser nuestra putita esta
noche, y vas a portarte bien, ¿de acuerdo?
-Sí, sí –dijo Iván con la cara
aún desencajada por el susto.
Me
hizo gracia ver a Iván asustado, aunque fue por poco tiempo. No tardó mucho en
recuperar una media sonrisa, además, sus verdes vaqueros no disimulaban lo más
mínimo su paquete. Se lo estaba pasando tan bien como nosotros o incluso más.
Al parar el ascensor salimos rápidamente, y entramos en casa. Rubén guio a Iván
a hasta su dormitorio, que estaba exactamente igual que la última vez que lo
había visto, concretamente la noche anterior; como una auténtica leonera,
camisetas del gimnasio por el suelo, gayumbos
y calcetines currados. Algunos de ellos los había tenido en mi boca
recientemente.
Rubén
fue bastante brusco con su invitado, lo tiró sobre la cama de cualquier manera.
Cayó de lado, aunque se colocó boca arriba, se le veía incómodo por estar
esposado pero tremendamente excitado.
-Toma tío, quiero que grabes esto
–dijo mi amigo dándome la cámara.
-Como quieras –dije cogiendo la
cámara-. Ya empezaba a aburrirme de nuestra primera peli –le dije entre risas.
-No por favor tíos, no me grabéis,
eso no, no me gusta –dijo Iván mirándonos con cara de pena.
-Me da igual que no te guste
zorra, lo vamos a grabar y si no te gusta te aguantas –dijo Rubén mientras se
sacaba las zapatillas con los pies y se quitaba la camiseta.
Iván
no respondió. Se limitó a mirarme
buscando complicidad, pero no la encontró. Rubén continuó desnudándose. Esta
vez tocó el pantalón que con la rapidez habitual salió de sus piernas.
-Si fueras tan rápido vistiéndote
como desnudándote no llegarías tarde nunca –le dije.
-Vete a la mierda, y enciende la
puta cámara.
La
encendí y empecé a enfocarle. Su bóxer estaba tremendamente abultado. Se sentó
sobre la cintura de Iván y meneó el culo.
-Aaah, me haces daño –se quejó
Iván- se me clavan las esposas.
-Calla la puta boca zorra –dijo
soltándole un tortazo.
Le
sujetó la cabeza con las manos y le obligó a abrir la boca, le lanzó un lapo
dentro y se la cerró.
-¡Traga! –le gritó.
Yo
no me perdía detalle, estaba apoyado sobre la mesa sujetando la cámara con una
mano y frotándome el paquete con la otra, hice zoom en la cara enrojecida de
Iván que finalmente se tragó el escupitajo.
-¿Te ha gustado?
-Sí… -dijo tímidamente el chico.
Tal
y como me temía Iván no se libró de uno de los muchos morbos de mi amigo, le
obligó a abrir la boca todo lo que puedo y le metió su pie derecho enfundado en
un calcetín blanco por el tobillo con el logo de un puma en la parte superior.
-Chupa putilla –le dijo-.
Iván
estaba claramente desbordado por la situación, no se esperaba todo aquello ni
mucho menos, sin embargo cooperó, le lamió un pie y luego el otro.
-Creí que te había dejado bien
limpios esos calcetines ayer cabronazo –le dije a Rubén.
-Si pero hoy se han ensuciado
otro poco –dijo estallando en carcajadas.
-Sí ya veo que no tienes de qué
preocuparte –dije son sorna.
-¿Qué haces todavía con las
zapatillas puestas, quítatelas y ven para que nuestra putita te de un masaje de
pies con la lengua.
No
hizo falta que me lo dijera dos veces, continuando con la producción de mi
nueva película, enfoqué a mis pies y me
saqué las zapatillas. Pude ver cómo Rubén no me quitaba ojo de encima y sonrió
al verme los calcetines.
-Los grises y amarillos, me
encantan esos –dijo sonriente-.
Me
senté junto a ellos y le puse los pies sobre la cara a Iván. No hizo falta
decirle nada, empezó a lamerme las plantas con gran rapidez.
-Veamos que nos trae, enfoca aquí
–me pidió Rubén.
Obedecí.
Rubén se fue hasta los pies de nuestro invitado. Empezó a desatar las
zapatillas de tela que traía y comenzó a sacar lentamente la de su pie
izquierdo. Acercó la cara para aspirar. Hice zoom en su cara de placer y luego
en el calcetín de Iván, siguiendo con la tónica de sus pantalones y zapatillas,
eran verdes clarito, con el talón y la punta de calor blanco. Mi amigo se
incrustó la zapatilla del 42 en su propia cara y se llenó los pulmones con el
aire de su interior mientras sujetaba el pie de Iván por el tobillo.
-Mmmmmm me encanta como huele
nuestra putita –dijo Rubén completamente extasiado.
-Quítale la otra y pásamela –dije
mientras acomodaba mis pies sobre la cara de Iván.
-Claro –dijo Rubén- toma, y eso
que no te gustaba este rollo –dijo quitándole la zapatilla que le quedaba.
Cogí
la zapatilla. Rubén no mentía, nuestro joven amigo olía delicioso. Miré de
reojo a su propietario. Estaba haciendo un buen trabajo con la lengua. Dejé la
zapatilla y me centré en la grabación. Rubén se puso de rodillas frente a los
pies de Iván y levantándolos por los talones empezó a oler sus curiosos
calcetines. A la altura del tobillo había un dibujo de una seta verde del
videojuego Mario Bros. Pero la seta no le interesaba lo más mínimo a Rubén que
empezó a lamerle la puntera, el empeine, el talón de cada pie y a frotárselos a
posterior contra su bóxer. Iván gemía, parecía estar muy a gusto. Por fin,
Rubén se decidió a quitarse el bóxer. Su polla salió apuntando al cielo dura
como pocas veces se la había visto, esperaba que se fuese a pajear con los pies
de nuestro amigo, todo un clásico en Rubén, pero en vez de eso le desabrochó el
pantalón y empezó a tirar de las perneras. Yo no perdí detalle mientras
continuaba la grabación.
-Vaya mira lo que escondía aquí
nuestra putita –dijo Rubén.
Un
tanga rosa muy pequeño apareció cubriendo la polla dura de Iván, que sobresalía
babeante. Cuando Rubén se deshizo de los pantalones se abalanzó sobre su
entrepierna y empezó a sobársela.
-Mmmm –gimió Iván.
-Mira la putita está cachonda
–dijo Rubén.
Me
bajé de la cama. Noté frio al pisar el suelo. Iván me había dejado los
calcetines completamente empapados en babas. Por un lado me resultó algo
desagradable pero por el otro me dio mucho morbo. Desabotoné mis pantalones
mientras sujetaba la cámara con la otra mano y dejé que cayeran al suelo para
quitármelos finalmente con los pies, me saqué el calzoncillo que me venía estorbando
desde hacía un buen rato y seguí grabando cómo Rubén le magreaba la polla y los
huevos a Iván a través del diminuto tanga.
-Dame la cámara, encárgate tú de
esto –dijo Rubén.
Así
lo hice, separé sus piernas y me puse en medio. Empecé a sobarle el paquete
hasta que decidí quitarle el tanga. Su entrepierna estaba totalmente depilada.
Tenía unos huevos más bien pequeños y la polla no le mediría más de 14
centímetros, pero era gordita y resultona. No pude resistirme y me la metí en
la boca. Estaba deliciosa y no hacía más que babear. Se la chupé durante un
rato mientras Rubén me hacía primeros planos. Al principio me sentí un poco
incómodo pero poco a poco me fui relajando. Sus gemidos me fueron poniendo muy
cachondo, con una mano aguantaba su polla y con la otra la mía mientras me la
meneaba.
-No dejes que se corra –me dijo
Rubén de pronto-, quiero que esta zorra esté cachonda todo el tiempo posible.
Le
miré extrañado. Él también se estaba pajeando mientras grababa la escena,
parecía mentira que nos hubiéramos corrido hacía menos de una hora y estábamos
los dos a tope gracias al niñato que nos habíamos llevado a casa. Seguí con la
polla de Iván durante un rato. Rubén se cansó de sostener la cámara y la dejó
sobre la mesa enfocándonos. Se acercó y se subió a la cama colocándose con las
piernas a cada lado de Iván, le levantó los pies dejándole su precioso culo
redondo y sonrosado completamente expuesto.
-Vamos a qué esperas, métesela –
me dijo.
-Sí, ¡fóllame! –gritó Iván con
tono de desesperación.
-Bueno, si os ponéis así…
Me
coloqué frente a él y sin miramientos se la metí. Del primer tirón conseguí
meterle casi la mitad de mi rabo. Apenas un quejido inaudible salió de su boca.
-Oye esta putita está muy
acostumbrada a esto –dijo Rubén.
-Mmm tiene un culo delicioso
–dije dando un tirón.
-Aaaah –se quejó Iván.
-Vaya, la putita se queja al fin
–rio Rubén-. Dale duro a esta zorra.
Inicié
un lento mete-saca bajo la atenta mirada de Rubén.
-Dale duro –me arengó Rubén.
Me
vine arriba y empecé a darle fuerte, las embestidas eran brutales, a pesar de
estar tres sobre la cama, esta daba golpes contra la pared.
-AAAAah aaaaah aaaaah –gritaba
Iván
Seguí
y seguí hasta que no pude más y me corrí dentro de su culito.
-MMMMMMMM sii tíooooo me
encantaaa –dije.
Cuando
paré y la saqué su culo chorreaba. Estaba exhausto, pero estaba claro que ahora
me iba a tocar a mí sujetarle las piernas a nuestro amigo. Intercambié la
posición con Rubén, me puse sobre él y le agarré por los tobillos levantándole
bien su culito recién follado. Rubén se colocó de rodillas frente a él y
aprovechando la lubricación que aportaba mi corrida se la clavó sin miramientos
hasta el final.
-AAAAAAAAAAAAAAAh dioooss cuidado
por favor –gritó Iván.
-Calla zorra, o despertarás a
todo el vecindario –le espetó Rubén mientras se lo follaba a saco.
Continúo
durante un largo rato dándole fuerte. Ambos gemían, aunque Iván se quejaba más
que gemir. Yo sabía lo que era tener el pollón de Rubén en el culo. Por si
fuera poco, y para aumentarle el puteo a nuestro amigo, empecé a frotarle el
rabo con mi pie aún empapado en sus bababas. Rubén me advertía que tuviese
cuidado me repetía que quería que no se corriese todavía, cosa que me divirtió
mucho porque cuando estaba a punto paraba y continuaba al poco rato.
Dejé
que Rubén sujetase las piernas de Iván cuando me bajé de la cama para recoger
la cámara. Quise grabar la escena con mucho más detalle.
-Sí mmm eres una zorrita ¿eh?
–dijo Rubén.
-Sii, sí mmm, dame duro –gritó Iván.
Al
igual que hice yo, mi amigo se corrió dentro del culito de nuestro amigo. Capté
el momento en su cara. Enfoqué de nuevo hacia abajo cuando se la sacó su culo
era un manantial de semen, se limpió el rabo en los calcetines de Iván y acto
seguido se sentó sobre la cama. Me guio un ojo y dejé de grabar.
-Esta peli nos va a dar para
muchas pajas –le dije sonriente.
-Puf ya lo creo dijo.
-Eh tíos, por favor, ¿podéis
soltarme?, quiero pajearme estoy a mil –dijo Iván incorporándose levemente.
Rubén
y yo nos miramos. Una sonrisa cómplice fue más que suficiente.
-Qué sueño tengo –dije de pronto.
-Sí, deberíamos irnos a dormir
–dijo Rubén poniéndose en pie.
Recogió
un par de calcetines sucios del suelo y se los acercó a Iván.
-No, espera que haces, déjame que
me corra y me marcho –dijo en tono suplicante.
-No vas ni a correrte, ni a irte
–le respondió-. Al menos esta noche. Duérmete y por la mañana te vas.
Le
metió los calcetines en la boca y se la tapamos con un poco de cinta adhesiva. Iván
nos miró con cara de desesperación. Estaba muy empalmado, deseaba poder
pajearse a toda costa, pero no pensábamos permitírselo. Salimos de la
habitación y nos acostamos juntos en el cuarto de invitados. Durante un buen
rato estuvimos escuchando gemidos y quejidos, pero pronto la casa quedó en
silencio.
**Si te ha gustado comenta ;)**
ME ENCANTAN TUS RELATOS SON SUPER MORBOSOS, ESPERO CON ANSIAS TUS SIGUIENTES RELATOS...
ResponderEliminarY a mi también
EliminarSi, me gustó, en especial la sorpresa de la primera parte al final. Lol
ResponderEliminarLeam Moonkill . SL
Buenísimo
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