Noelia nuestra vecina
Ambos
permanecíamos en silencio. Esperábamos a que el semáforo se pusiera en verde.
No podíamos hablar con tanta gente a nuestro alrededor y Jorge parecía estar
pasándolo mal por no poder decir en voz alta todo lo que por su cabeza pasaba.
Jugueteaba con la bolsa que tenía en la mano. Era completamente negra y no
dejaba ni atisbar el contenido. Mejor. En mitad de la calle habría
escandalizado a más de uno. En cuanto el muñeco verde se iluminó, le di un
codazo a mi amigo.
-Venga tío, que está en verde,
que estás ido.
Me
miró y después al semáforo y comenzó a andar. Íbamos al mismo ritmo, pero con
la cabeza en lugares distintos.
-¿Y si no tienen en este?, ¿qué
haremos? –me preguntó casi sin voz.
-Pues ir a otro, en alguno
tendrán –dije sin darle importancia.
-Se está haciendo muy tarde, lo
mejor sería dejarlo para otra semana –dijo desanimado.
Miré
el reloj. Tenía razón, pero había tiempo de sobra.
-Este es más grande, y alguna vez
me ha parecido verlas en el escaparate.
-Mira no sé, igual deberíamos
dejarlo, es una locura, y si sale mal, y si alguien nos ve.
-Tranquilo, verás como nos lo
pasamos genial, llevamos semanas planeándolo, lo tenemos todo bien pensado
–dije queriendo tranquilizarle.
-Lo tendrás tú, joder siempre que
te pregunto que pasará cuando acabemos me respondes…
-… déjalo en mis manos –dije
terminando la frase con cierta retranca.
-Si, encima cachondéate tío, no
mira, creo que voy a pasar, no lo tengo claro.
En
ese momento me paré y le agarré de los dos brazos colocándome frente a él. Me
aseguré de que no tuviéramos nadie lo suficientemente cerca como para poder
oírnos.
-¿Vas a rajarte ahora? –dije en
tono serio mirándole a la cara.
-Creo que sí –dijo apartando la
mirada.
-Mírame tío –dije alzando la voz.
Jorge
cedió y levanto la cabeza. Medíamos prácticamente lo mismo y pude clavar la vista
en sus ojos marrones. Realmente estaba asustado.
-No pasará nada, lo haremos, nos
divertiremos como hemos planeado, joder dime, cuántas pajas te has hecho estos
últimos días pensando en esto –dije esbozando una leve sonrisa.
-Alguna que otra –dijo
sonriéndome.
-Y qué quieres, ¿que se quede
solo en eso?
-No joder, pero…
-¿Quieres perder la virginidad?
–le dije bajando la voz.
-Tengo casi 22 años, tú que coño
crees –me respondió mirándome fijamente.
-Pues tranquilo, de verdad, nos
lo pasaremos bien y te estrenarás por todo lo alto.
-Vale –dijo mirando la hora- será
mejor que sigamos o no nos dará tiempo.
Sonreí.
Le di una palmadita en la espalda y ambos reiniciamos la marcha. Estábamos a
pocos minutos de nuestro destino y si había suerte, nos iríamos para casa.
-¿Puedo ayudaros? –dijo una voz
femenina a nuestra espalda.
Yo
fui el primero en darme la vuelta. Jorge me siguió. Hablé yo, como en el resto
de tiendas. La dependienta era una señora madura, pero muy bien conservada, de
cabello oscuro y piel morena, muy pintada, aunque le sentaba bien. Su sonrisa
era amistosa y ayudaba a hablar del tema con cierta naturalidad. Además, debía
estar muy acostumbrada a ese tipo de situaciones, pensé.
-Si, mire, buscamos unas esposas
–dije señalando con el dedo a unas que habíamos visto colgadas en una
estantería.
-¿Os gustan algunas en
particular? –preguntó.
-Es que hemos visto estas.
Me
giré y le enseñé unas que había tenido en la mano momentos antes. Tenían un
forro peludo y rosa en los aros, pero no nos convencían.
-Se venden mucho, además no hacen
daño –dijo sin perder la sonrisa.
Mientras
tanto, de reojo, pude comprobar cómo Jorge se iba poniendo más y más colorado.
Tenía la estúpida idea de que dos tíos entrando en un sex-shop para comprar
serían considerados gais y por nada del mundo quería que pensasen de él eso. Y
yo tampoco, pero insistí en que era ridículo y que muchos tíos compran juntos
en ese tipo de tiendas, es algo normal.
-Si, no están mal, pero son como
muy de juguete.
-Pero no lo son –dijo la
vendedora.
-Verá, tienen esto.
Le
mostré el mecanismo por el cual las esposas se podían abrir sin la llave. Una
palanquita en el extremo superior de cada aro.
-Bueno, es por seguridad, además
tienen un pasador aquí –dijo cogiéndolas-, que anula la palanquita.
-Y no tendría otras, ya sabe, más
reales. Sin la palanquita.
La
vendedora nos miró a los dos. La sonrisa se le fue borrando. Jorge miraba al
suelo, a la vendedora, a mí, y a la salida.
-Tengo algo, pero son más caras,
no las suelen pedir, ahora os las saco –dijo dándose la vuelta.
-Tío, déjalo ya vámonos –dijo
Jorge casi tartamudeando.
-No empieces joder, no estamos
haciendo nada malo.
La
vendedora apareció con una cajita. Con la sonrisa inicial la abrió y nos las
enseñó.
-Mirad, estas son lo más parecido
a las esposas que usa la policía, pero no tienen el forro y pueden hacer algo
de daño si se aprieta mucho.
-Claro, bueno, pero teniendo
cuidado –dije queriéndole quitar importancia.
-Si, hay que tener cuidado y
sobre todo de no perder la llave.
-Entiendo, pero… lo prefiero he
tenido de las otras y bueno, en mitad de… ya sabe usted, pues se soltaban y nos
cortaba un poco el rollo –dije queriendo parecer natural, aunque también empezaba
a ponerme nervioso.
-Puede pasar con esas, pero desde
luego con estas no ocurrirá, ¿queréis probarlas? –dijo sacándolas de la caja.
-Oh, sí –dije cogiéndolas- Jorge,
te ha tocado.
No
le di tiempo a replicar. Le coloqué las esposas con rapidez.
-A ver, intenta soltarte –dije
sonriendo.
-No… no… puedo… -dijo muerto de
vergüenza.
La
vendedora y yo nos reímos. Fue ella quien usando la llave se las quitó.
-¿Qué precio tienen?
-Estas 32,95 Euros –dijo mirando
la caja.
-Nos las quedamos –dije
sonriente.
-Eres un puto cabrón –dijo Jorge
nada más salir de la tienda.
-Vamos hombre, no ha sido para
tanto, además nos ha sobrado pasta del bote, esta noche, cuando todo haya
acabado lo celebraremos.
-Me pediré la litera de arriba de
la celda cuando nos hayan encerrado –dijo.
-Como quieras –dije sonriendo.
Al
llegar al piso miré el reloj de mi muñeca. No teníamos ni media hora, habíamos
pasado la tarde recorriendo sex-shops en busca de unas esposas que no se
abriesen solas. No podíamos dejar nada al azar. Habíamos decidido que lo
haríamos en la habitación de Jorge. Decisión que había llevado más de una
discusión pero que finalmente había tenido que aceptar ya que era la mejor, una
cama de matrimonio, y la ventana daba a la calle, lejos de miradas indiscretas.
Ambos éramos compañeros de piso en segundo año de carreara y aunque nos
habíamos conocido ya en la universidad, nos llevábamos francamente bien. Éramos
buenos amigos.
-¿Qué haremos con todo esto?
–dijo vaciando sobre la cama, la bolsa negra que había paseado por media
ciudad.
De
ella cayeron unas cuerdas blancas, una mordaza con forma de bola negra y un
consolador color carne de lo más realista que le había costado a Jorge un
sonrojo a la hora de pagarlo.
-Bien, repasemos, cuando la
tengamos aquí, la tumbaremos sobre la cama, acuérdate de quitar las sábanas, y
todo, con el colchón nos basta.
-Sí, claro –dijo como si lo
hubiera olvidado.
-Pataleará, seguro, habrá que
sujetarla bien y ponerle la mordaza lo más rápido que podamos o la vieja chocha
de abajo subirá a ver que pasa, no sería la primera vez. Habrá que desnudarla y
atarle los pies lo primero, con las manos esposadas no debería dar muchos
problemas.
-Vale, entendido, sí –dijo
visiblemente nervioso– pero quién la esposará.
-Lo haré yo. Supongo que no
tendré problemas pero si se resiste ayúdame.
-Está bien –dijo sin más.
-Una cosa más, quisiera practicar
contigo.
-¿Cómo? –dijo abriendo mucho los
ojos.
-Si, hombre, mira, ponte ahí,
frente a la pared, como si esperases a que se abrieses la puerta del ascensor, ¿vale?,
yo estaré detrás, y trataré de esposarte, así, por sorpresa, necesito hacerlo
alguna vez antes, para no meter la pata.
Aunque
a regañadientes se dejó. Practiqué algunas veces. Me vino bien para saber cómo
colocarme mejor y ganar en velocidad.
-Será mejor que bajemos –dije
mirando la hora.
Mientras
bajaba en el ascensor volví a medir el tiempo que duraba el viaje. Hasta el
quinto y último piso, donde vivía nuestra vecina de enfrente y futura víctima, había
unos 35 segundos hasta que las puertas se volvían a abrir. Debía bastar. Nos
situamos a una distancia de nuestro portal, de tal forma que la viésemos llegar
y así acércanos al mismo tiempo con ella. Un encuentro casual de vecinos.
Durante las últimas semanas habíamos controlado lo que hacía cada día y el
viernes era el mejor momento. Su compañera de piso se iba a visitar a sus
padres, por lo que quedaría sola y nadie la echaría de menos. Después de comer,
se pasaba las tardes en la biblioteca, pero al cerrar ésta volvía a casa. Había
multitud de cosas que podían salir mal, que aquel día se encontrase con alguien
y no viniese a casa sola, o ni siquiera viniese, que nos cruzásemos con otro
vecino en el portal, que Jorge saliese corriendo en el último minuto… Pero
logré convencer a Jorge de que todo saldría según lo planeado, que no tenía
nada de que preocuparse.
-Eh, ahí viene –dijo Jorge
señalando.
-Vale, cuando yo te diga
–cruzamos y la saludamos con normalidad, como cualquier otro día, pero
recuerda, tenemos que entrar nosotros primero.
Asintió.
Todo estaba saliendo bien, era puntual, venia sola y Jorge no parecía querer
salir corriendo. Y no le culpaba. Se acercaba Noelia, nuestra encantadora
vecina. Rubia, cuerpazo casi tan alta como nosotros y con cuyas tetas
conseguían desviar la mirada de sus preciosos ojos azules. Decir buena era
quedarse a años luz. Estaba muy buena. Y por eso estábamos a punto de meternos
en aquel jardín. Un jardín con una sola flor. Venía vestida muy informal, a fin
de cuentas venía de la biblioteca. Unos pantalones vaqueros ajustados y muy
clareados, una camiseta azul tan ceñida que dejaba poco o nada a la imaginación
y unas cómodas zapatillas de lona blancas. Iba sujetando una carpeta y
escuchaba música distraída. Iba llamando la atención, daba igual que viniera de
la biblioteca o que saliese de fiesta, era un espectáculo, sin duda alguna. Y
en pocos instantes sería nuestra.
-Venga, vamos, disimula, no la
mires –dije agarrándole del brazo.
Ambos
cruzamos la calle. Me apresuré a abrir la puerta del portal. Tal y como
habíamos planeado, Jorge corrió a llamar al ascensor. Una voz femenina me hizo
parar. Sonreí. Todo iba según lo previsto.
-¡Esperad! –dijo Noelia corriendo
hacia el portal.
-Ah, hola Noe, no te había visto,
pasa –dije sujetando cortésmente la puerta.
-Gracias –me dijo con una
sonrisa.
De
cerca era aún más bonita. Llevaba el pelo perfectamente arreglado por debajo de
los hombros, ligeramente ondulado. No iba maquillada, no lo necesitaba en
absoluto. Sus ojos de un azul intenso eran lo único que conseguían mantener mis
ojos alejados de sus grandes y redondas tetas. Empecé a sentir que mi polla
reaccionaba, pero aún era pronto. En cuanto llegamos al ascensor, Jorge ya
había pulsado el botón del quinto y sujetaba la puerta para que no se cerrase.
-Hola –dijo este al verla, aunque
no se atrevió a mirarla a la cara.
-¿Qué tal? –se limitó a contestar
Noelia mientras se guardaba en el bolsillo los auriculares.
Entré
y me puse junto a Jorge, me siguió Noelia. No es lo que hace un caballero,
entrar primero, pero un caballero tampoco haría lo que iba a hacer en ese
momento. En cuanto Noelia se situó delante de nosotros, Jorge soltó la puerta y
esta se cerró. Me asaltó un temor, el plan era pillarla por la espalda, pero ¿y
si se ponía a hablar con nosotros? Pero no ocurrió. Nada más cerrarse la puerta
del ascensor, se giró a esperar pacientemente a que volviese a abrir. En se
instante Jorge y yo nos miramos. Hubo un instante de duda. Seguramente, si de
él hubiera dependido todo se habría chafado, pero ya tenía las esposas en la
mano, las había guardado en el bolsillo de atrás de mi vaquero.
-Ahora –le dije a Jorge en voz
baja.
Empujé
a Noelia con violencia contra la puerta del ascensor. Rápidamente le coloqué
las esposas en la mano derecha que sujetaba la carpeta. Al notar el metal sobre
su muñeca, Noelia soltó instintivamente la carpeta dejándola caer al suelo. Jorge
no me falló y la sujetó mientras yo llevaba a su espalda la otra mano. Fue
incluso más sencillo que en los ensayos media hora antes, ya que nuestra
víctima no se lo esperaba.
-¡Eh!, ¿qué haces? –dijo gritando
muy asustada.
-Cállate y no te haremos nada
–dije a su oído.
-NOOO NOOO ¡SOLTADME! –dijo
perdiendo los nervios- ¡SOCORROO!
Me
apresuré a taparle la boca con la mano. Aún no habíamos llegado al quinto y la
tenía inmovilizada, todo marchaba. Hice un gesto a Jorge para que recogiese la
carpeta del suelo. En cuanto las puertas se abrieron la obligué a caminar.
Pegué mi cuerpo a ella. Mi polla estaba ya estaba durísima, y los roces con su
culito redondo y prieto no ayudaban a lo contrario.
-Vamos rápido abre la puerta tío
–dije mirando a Jorge.
-Voy, voy –dijo rebuscando en sus
bolsillos.
Estaba
muy nervioso, le temblaba el pulso. No pude evitar sonreír brevemente.
-Date prisa.
-MMMMM mMM
Noelia
ya había empezado a patalear. Una de las patadas hizo que Jorge dejase caer las
llaves.
-Estate quieta zorra –le dije al
oído.
La
sujetaba con fuerza, pero estaba histérica del todo. Daba patadas por doquier.
Por fin, el torpe de mi compinche pudo abrir la puerta de casa. De un empujón
la metí dentro y cerramos con llave.
-¡Cabrones!, ¡soltadme!,
¡socorrooo!
Me
avalanzcé de nuevo sobre ella. Le cogí del brazo y traté de hacerla caminar,
pero se negó. Cayó al suelo. Continuó con la pataleta.
-¡¡SOCORROOO!!
-Vete a por la mordaza, ¡corre!
–le dije a Jorge.
Le
tapé la boca como pude hasta que apareció Jorge con la mordaza. No costó nada
ponérsela, pues en cuanto abrió la boca para gritar se la coloqué. Con ayuda de
Jorge se la atamos alrededor de la cabeza.
-MMMMM MMMMM –gritaba.
-Grita todo lo que quieras, con
eso puesto no se te oye –dije apoyándome contra la pared.
Estaba
exhausto, habían sido los cinco minutos más largos de mi vida. Mi corazón latía
a toda prisa. Jorge por su parte estaba pálido, mirándola. Pero lo habíamos
conseguido, la parte más difícil estaba hecha. Todo había salido según el plan.
-Venga, ayúdame a levantarla, hay
que llevarla a tu habitación –dije.
-Si, está bien –dijo Jorge.
Intentamos
levantarla pero el pataleo nos lo puso muy difícil. Finalmente la llevamos
agarrada por los brazos y la tiramos sobre la cama. La volteé dejándola bocarriba.
-¡Quítale los pantalones!
-¿Yo? –dijo Jorge con cara de
asustado.
-Alguien tiene que sujetarla
mientras ¿no? –dije encogiendo los hombros.
-MMMMm mmMMMMM MMMM
-¿Ves?, opina lo mismo –dije
soltando una carcajada.
No
había dejado de patalear. A decir verdad acercarse a sus piernas era una tarea
peligrosa, pero pensé que Jorge tenía que pringarse en todo aquello. En cuanto
se acercó lo más mínimo a ella, recibió una fuerte patada en un brazo.
-AAAAh, ¡serás puta! –gritó
frotándose el brazo.
-Empieza por las putas zapatillas
imbécil –dije perdiendo la paciencia.
Logró
sentarse sobre una de sus piernas, y no sin dificultad agarró su tobillo
izquierdo. Por fin le vi sonreír, empezaba a dominarle la excitación. Empezó a
desatarle el cordón. Noelia pataleaba pero Jorge tenía fuerza suficiente para
contrarrestar todos aquellos movimientos con tan solo apretarle el tobillo.
Deslizó su zapatilla de lona blanca. Al descubierto quedó un bonito calcetín
rosa. El pie que escondía no desentonaba con el resto de la chica, bonito, con
un pronunciado arco, y no calzaría más de un 40, aunque eso lo descubriría
enseguida.
-Pásame la zapa –le dije a Jorge
justo cuando se disponía a tirarla al suelo.
-Para qué la quieres –dijo
extendiéndomela.
La
cogí y me la lleve a la cara.
-Mmmm que bien huele esta chica,
deberías probarlo –dije con la mirada perdida.
-Quizá lo haga.
En
ese momento se fue al otro pie. Sin la parafernalia de desatarle el cordón, le
arrancó la zapatilla del pie y me imitó.
-Tíoooo me encanta.
-Ya te lo dije.
Tiré
finalmente la zapatilla al suelo. Confirmé mi buen ojo, un 39 de pie. Pero
teníamos trabajo.
-Te ayudaré, pero quítale ya los
putos pantalones –dije impaciente.
-MMMMMM MMMM
Noelia
había estado callada durante el instante en el que ambos raptores le
olisqueábamos sus zapatillas, pero tras oír lo del pantalón, sus pataletas se reiniciaron.
Le sujeté fuerte de las caderas y desabroché su vaquero. A la vista quedó su
lisa barriguita, su piel era suave y tersa.
-Tira de ellos, ¡rápido! –le
ordené.
Sin
querer, sus pataletas ayudaron a que sus ajustados pantalones saliesen con más
facilidad. Aunque fue tan solo un instante, el tiempo pareció pararse, mientras
los pantalones iban dejando desnudas las piernas de Noelia. Largas y bonitas.
-¡Azules!, te lo dije
-¡Ha sido suerte! –se quejó
Jorge.
Habíamos
apostado de qué color serían las braguitas de Noelia. Las habíamos visto
tendidas en las cuerdas de la galería de la cocina, junto con otras de su
compañera, pero aquellas azul cielo pertenecían como de buena tinta sabíamos en
ese momento, a Noelia.
-Sujétala tú ahora, será mejor
que la ate yo –dije apartándome.
Jorge
obedeció. Se le veía muy nervioso, pero lo estaba haciendo bien. Entre las
pataletas conseguí atarle una de las cuerdas al tobillo izquierdo y este a su
vez al extremo de la cama. Hice un nudo fuerte en el somier y cogí otra cuerda.
-MMMM mm MMM MMMMM
-Tranquila –dije sonriendo.
Estaba
histérica, pataleaba con la pierna que tenía libre tratando de todos los modos
posibles de que no pudiera cogerle el tobillo, pero acabé por sujetárselo. Se
lo até al extremo opuesto dejándola con las piernas muy abiertas.
-Bueno, no irá a ningún lado, en
cuanto le quite las esposas, le sacas la camiseta ¿entendido?
Asintió.
Rebusqué en el bolsillo y saqué la llave de las esposas. En cuanto las abrí
intentó zafarse pero las ataduras de los pies no le permitieron moverse en
exceso. Jorge tiró de su camiseta y apareció un sujetador azul cielo a juego
con las braguitas. Las tetas apenas se mantenían dentro, era todo un
espectáculo, pero aún teníamos trabajo para poder disfrutar de ellas. Le di una
cuerda a Jorge. Atamos cada mano a una esquina de la cama. Cuando terminamos,
me aseguré de que todas las ataduras resistirían. Todo estaba bien. Sonreí.
-Bueno, las fichas están en el
tablero… juguemos.
Me
quité las zapatillas. Las tiré a un lateral, donde pronto fueron acompañadas de
mi camiseta.
-¿Pero qué haces? –dijo extrañado
Jorge.
-¿Y tú que coño crees que hago?
–dije desabrochándome el cinturón.
-Oh, sí, claro –dijo como si lo
entendiese de pronto.
-¿Pretendías follártela vestido?
Solté
una carcajada. Terminé de sacarme los pantalones vaqueros. Mi polla se dibujaba
con detalle en mi bóxer blanco, aunque enseguida me lo quité. Noelia no me
quitaba ojo. Jorge me imitó. También estaba muy empalmado. Cuando me vio
mirarle se sonrojó de nuevo.
-Tranquilo, tienes buena
herramienta, le harás un gran trabajo –dije mirando sus aproximadamente 16
centímetros.
-MMMM mmm MMMM –trataba de gritar
Noelia.
-Eso es que le gusta más la mía
–dije señalándomela.
-Tampoco la tienes tan grande
–dijo restándole importancia.
-Si para ti 20 centímetros no es
tenerla larga…
Dejando
a un lado la ridícula conversación cogí del escritorio de Jorge unas tijeras,
me puse de rodillas entre las piernas de Noelia y estiré sus braguitas.
-MMMMmmmmMMMMmMMMMM
Empezó
a moverse con violencia, pero por mucho que se moviera no podría impedir lo que
vendría a continuación. Di dos cortes límpidos teniendo cuidado de no hacerle
el más mínimo daño, separé las bragas de su cuerpo y se las tiré a Jorge. Le
pillé desprevenido, casi se le caen, pero finalmente se las llevó a la nariz.
Mientras él se deleitaba con el olor, yo hacía lo propio con la visión del
coñito de Noelia. Lo tenía completamente depilado, limpito, una preciosidad.
Metí cuidadosamente un dedo, estaba algo húmedo, sonreí mirándola.
-Mmmm mmmmm mm MMMM
Por
un momento entre los gritos ahogados por la mordaza habría jurado que noté un
gemido. Con mi mano recorrí su muslo, fui bajando. Le saqué el dedo del coñito
y me puse frente a su pie. Acerqué la nariz. Aquel calcetín rosa olía como su
zapatilla, incluso mejor. Lo acaricié. Ella intentaba apartarlo pero las
cuerdas no se lo permitían. De pronto reparé en que Jorge estaba frente a la
cama pajeándose.
-¿Eres idiota?, ¿es que acaso
piensas pajearte?, vamos joder, hazle una buena comida de coño a nuestra
invitada –dije en tono autoritario.
Sin
decir nada, se subió a la cama. Me aparté un poco, había sitio de sobra entre
las piernas de Noelia. Se le veía nervioso, era normal, su primer chochito.
Mientras acariciaba el pie de Noelia observé cómo lo hacia. Tantos años de
porno y pajas le habían dado una sólida instrucción. Comenzó con unos tímidos
lametazos. Después, con delicadeza, le separó los labios con los dedos y metió
la lengua.
-MMMMMMM
Eso
sin duda había sido un gemido, Noelia se lo estaba pasando bien. Yo, por mi
parte, tenía una mano en su pie y otra en mi polla, no podía evitar pajearme,
me parecía estar viendo una peli porno desde la mejor de las butacas posibles.
Jorge continuó profundizando en su coñito, Noelia daba espasmos, uno tras otro.
-MMMM MMMM
En
cuanto me aburrí de ser espectador decidí pasar a la acción. Me fui hasta sus
tetas, le quité el sujetador y lo tiré. Tenía los pezones duros como el acero,
empecé a lamerle uno, dando pequeños mordisquitos, succionado, lameteando todo.
-Si que te gusta ¿eh? –dije
mirándola.
Ella
me devolvió la mirada.
-MMMMM
El
trabajo de Jorge seguía siendo de primera. Yo seguí durante un rato magreando,
lamiendo y besando sus grandes y redondas tetas, pero mi polla quería más,
babeaba.
-Voy a quitarte la mordaza, no
quiero que grites ¿entendido? –le dije muy serio.
Me
contestó con un gesto afirmativo. Le desabroché la mordaza y se la quité. Tomo
una gran bocanada de aire y antes de que pudiera decir nada, y colocado a
horcajadas sobre ella le metí la polla en la boca.
-MMM mm
-Chupa –dije sin más.
Empezó
a hacerlo, con dedicación. Su experta lengua recorrió la punta de mi polla con
rapidez. Paró en el momento en el que Jorge cambió su lengua por dedos, sin
embargo, tras un gemido, prosiguió chupándomela.
-Tienes que probar esto –le dije
a Jorge cerrando los ojos- mmmm, es
buenísima chupándola.
-Me muero de ganas –dijo.
-Pues no te mueras y ven aquí –le
dije sonriendo.
No
tuve que repetírselo, enseguida se puso a mi lado.
-En cuanto se la saque yo, se la
metes ¿vale?, que no ande dando voces –le dije.
-Vale, vale –dijo.
Noelia
no tuvo tiempo de respirar, a penas saqué mi polla, ya tenía la de Jorge en la
boca. Empezó a chupársela mientras mi amigo le magreaba las tetas.
-Mmmmm uuuufff tiooo es mejor de
lo que esperaba.
-Claro que sí –dije entre risas-
¿tampoco te la habían chupado nunca?
-No tiooo mmmmm que buenooo.
Aprovechando
que Noelia estaba entretenida con la mamada, desaté lentamente, sin perder de
vista la escena, la cuerda que unía su pie derecho al somier. Tiré de la cuerda
que aún sostenía su tobillo e hice que levantase la pierna. La estiré y a pesar
de sus quejas que interrumpían la mamada conseguí atarle también el pie al
cabecero de la cama. Quedó comprobada la excelente flexibilidad de Noelia.
-Ayúdame con la otra pierna tío.
-Mmmm no, ahora no tío, estoy
casi.
Le
agarré del brazo y tiré de él.
-AAah tío, ¿qué coño haces? –dijo
apartando su brazo con violencia.
-No quieres follártela o qué,
gilipollas.
-Sí… claro –dijo.
-Por favor… chicos… soltadme ya
–dijo Noelia con tono de súplica.
Ambos
la miramos. Cogí la mordaza y se la volví a poner.
-Mejor calladita –dije sonriendo
mientras se la colocaba.
Entre
Jorge y yo le atamos la otra pierna a Noelia al cabecero de la cama. Tenía el
culo completamente levantado, su chochito estaba visiblemente húmedo. Me
acerqué y le di un lametazo, las babas de Jorge y los jugos vaginales de Noelia
se habían juntado, pero me daba igual, estaba muy excitado.
-Mmm que rico
-Ya lo creo, ¿puedo follármela?
–me preguntó Jorge.
-Claro, ha llegado el gran
momento, pero no te corras dentro ¿vale? –dije apartándome.
-No prometo nada –dijo
colocándose en posición.
-En serio –dije agarrándole del
hombro-, no te corras dentro ¿ok?
-Vale, vale –dijo un poco
cortado.
De
rodillas frente a ella acercó su polla. Lentamente empezó a presionar. Entró
sin dificultad el capullo.
-Mmmmm –gimió Noelia.
-Muy bien, dale –dije
arengándole.
Muy
despacio continuó metiéndosela. Cuando estuvo completamente dentro inició un
leve mete saca.
-MMMmm si –dijo cerrando los
ojos.
Noelia
me miró con cara de placer. Le devolví una sonrisa y le acaricié la planta del
pie que miraba al techo, después se lo besé olfateando de nuevo su calcetín
rosa.
-Lo estás haciendo muy bien –le
dije con una sonrisa cómplice.
Cerró
lo ojos. Sus tetas se meneaban al ritmo de las embestidas de Jorge. Los gemidos
que emitían los dos ponían en evidencia que se lo estaban pasando francamente
bien. Yo les observaba masturbándome lentamente. Después de un rato, Jorge la
sacó.
-Mmmmmmmm
Empezó
a correrse sobre la suave y tersa barriga de Noelia.
-Tíooo ha sido genial ¡guao!
–dijo apartándose.
-Es lo que tiene un buen polvo,
pero me da que la has dejado a medias –dije mirándola.
Noelia
me devolvió una mirada, que indicaba que no me había confundido lo más mínimo.
Me puse de rodillas frente a su culo, metí un dedo en su chorreante coñito y lo
empapé bien. Lo saqué y lo metí en su culito.
-MMMMMMMMMMMM MMMMMMMM
Fue
como si le hubiera dado un calambrazo. De pronto todo el pataleo, forcejeo y
griterío ahogado se reiniciaron. Pero me dio igual. Con la más diabólica de mis
sonrisas fui metiéndole el dedo. Se notaba muy cerrado, seguramente virgen.
-Será mejor que me des el
consolador –le dije a Jorge.
Noelia
puso los ojos como platos al oír aquello, pero más aún al verlo. Medía 20
centímetros y era muy grueso. Intensificó el pataleo, pero las cuerdas
aguantaban bien.
-MMMMMMM MMMMMMMMMM MMM
-SSsssh o te harás daño –dije
queriendo tranquilizarla.
De
nada sirvió, pues continuó exactamente igual. Cuando el primer dedo se
deslizaba con soltura le metí el segundo, costó un poco más. Me incliné sobre
su coñito y empecé a darle lametazos. Logré arrancarle algún gemido y hacerle
más llevadera la dilatación. Le follé el culo con los dos dedos hasta que
conseguí que se deslizasen con cierta fluidez. A veces me escupía en ellos.
Cogí el consolador que me había dejado Jorge y lentamente se lo metí en el coño
sin sacarle los dedos. Cuando se lo saqué estaba húmedo, perfecto para la
siguiente misión. Extraje mis dedos de su culo y empecé a meterle el
consolador.
-MMMMMMMMMM MMMMMMMMM
-Oye tío, ¿no deberías parar ya?
–preguntó Jorge.
-Calla joder –le grité.
Me
centré en el consolador, fui apretando, poco a poco, pero a cada centímetro
estaba más duro. También se hacían más sonoras las quejas de Noelia. Cuando
llevaba poco más de la mitad, paré.
-Ahora viene lo bueno –dije
mirándola a los ojos.
Le
saqué el consolador. Sin un solo instante para respirar le metí la cabeza de mi
polla del tirón.
-MMMMMMMMMMMMM
-Calla zorra –le grité.
Al
mismo tiempo que iba presionando con mi polla en su culo, empecé a meterle el
consolador nuevamente en el coño. Aquello no se lo esperaba. El grito y el
gemido se entremezclaron.
-MMMMM mmmmm MMMMMM
-Aprende chaval –dije mirando a
Jorge que se había sentado en la silla del escritorio y no perdía detalle de lo
que estaba ocurriendo sobre su cama.
Fui
aprentando lentamente ambas pollas. La de plástico entró antes, mucho antes. La
de carne tardó algo más, pero acabó entrando prácticamente toda entre los
gemidos y gritos sordos de Noelia. En el instante en el que mis huevos tocaron
su culo comencé a bombear.
-Aaah aaah aaah siii ahh
-MMMmmmm MMMM mmmm MMmm
Con
mis manos apoyadas en sus piernas fui dándole embestida tras embestida. El
bamboleo de sus tetas era hipnótico. Noelia cerraba a ratos los ojos. En
ocasiones conseguía presionar con mi pubis el consolador que tenía metido
provocándole pequeños latigazos de placer.
-MMMmmmmmmmmm
El
prolongado gemido de Noelia unido a la relajación total me indicó que se había
corrido de lo lindo. Yo estaba casi. Mi polla lubricaba en abundancia, y la
follada estaba siendo espectacular, apuré hasta que arqueando la espalda paré
de pronto.
-MMMMMMMMMM ooooh –dije casi de
forma inaudible y cerrando los ojos.
-MMMMMMMMMM MMMMMMMMMM
El
grito de desaprobación de Noelia por correrme en su culo pude oírlo a través de
la mordaza. Sonreí. Estaba extasiado, agotado, feliz. La saqué lentamente y a
continuación le extraje con delicadeza el consolador.
-¿Has visto? , así se da placer a
una tía.
-Ya veo –dijo Jorge.
Tenía
cara de querer tomar apuntes.
-Bueno, y ahora, ¿qué? –me
preguntó.
-Ahora me ayudas a desatarla
–dije con tranquilidad.
-¿Desatarla?, ¿cómo que
desatarla? –dijo dando un salto de la silla.
Me
fui hasta el lado derecho de la cama y empecé a desatarle uno de los tobillos a
Noelia.
-Vamos, hombre, que está incómoda
así, ¿no lo ves? –dije.
Una
vez más, y visiblemente resignado, obedeció. Le desatamos ambas piernas que
estiró con algún gemido, la postura no era de lo más cómoda para ella. Todavía
le salía algo semen del culo, la corrida había sido formidable. A continuación
seguimos con las muñecas. Cuando Noelia estuvo por fin libre lo primero que
hizo fue frotarse las marcas, que las cuerdas le habían dejado, aunque eran muy
leves, después se quitó la mordaza.
-Que mal sabe esto –dijo
tirándola al suelo con ganas.
Yo
me acerqué a ella poniéndome de rodillas sobre la cama y nos besamos
intensamente fundiéndonos en un abrazo. La cara de Jorge era todo un poema.
Ambos le miramos y empezamos a reírnos.
-Pero… -dijo Jorge, aunque no le
salió más, parecía no entender nada de nada.
-No tienes de qué preocuparte, ya
te lo dije.
Noelia
se bajó de la cama, se puso apresuradamente los pantalones y la camiseta,
parecía tener prisa por tapar su desnudez. Cogió el sujetador del suelo y
también sus zapatillas, pero no se las puso.
-No ha estado mal chicos, avísame
si tienes otro amigo virgen, me he divertido –dijo mirándome.
-Claro, descuida –dije sonriendo.
Se
acercó a mí y nos besamos de nuevo. Cuando nos separamos, no lo vi venir, fue
tan rápido y desconcertante que ni me dolió al principio. El tortazo que me dio
debió oírlo la vieja chocha del piso de abajo. Con cara de sorpresa y
llevándome la mano a la mejilla miré a Noelia frunciendo el ceño y desconcertado.
-Esto es por haberme follado el
culo, cabrón, te dije que de culo nada y te has aprovechado. Nos vemos por la
noche.
Se
dio la vuelta y con el sigilo que le permitía ir en calcetines desapareció de
la habitación y se marchó a su casa.
-¿La conocías? –dijo de pronto
Jorge.
-Claro, es nuestra vecina –dije
frotándome aún la mejilla.
-No joder, la conoces, quiero
decir –dijo acercándose a mí.
-Salimos juntos. Es mi novia.
-Eres un puto cabrón –dijo
alzando la voz visiblemente enfadado.
-Eso ya lo ha dicho ella –dije
sonriendo- y por cierto me lo recuerda a menudo.
-Podías habérmelo dicho, lo he
pasado fatal todos estos días.
-Así ha tenido más gracia, además
supongo que preferirás esto a una habitación con barrotes y literas, ¿no?, o
que coño esperabas… -dije poniéndome los
calzoncillos.
-Sí, tienes razón..., pero ¿por
qué lo has hecho?
-Digamos que –hice una breve
pausa, esbocé una sonrisa algo malévola y le miré a los ojos-, no quería tener
un compañero de piso virgen si podía remediarlo. Y una cosa más, me debes una.
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