viernes, 9 de marzo de 2012

Esclavizado en un campamento de verano - (6)


Capítulo 6 – El que faltaba

               Aquella mañana fui yo el primero en despertarme, un último sueño recurrente sobre Mario y su enorme polla me había hecho despertar con una erección. Miré a la cama de mi compañero y ahí estaba, exactamente como lo dejé por la noche, tirado boca abajo, vestido y con los pies colgando. Salí de la cama y sin hacer ruido me propuse despertarle de la misma forma que conseguí que se durmiese.
               Me coloqué a cuatro patas delante de sus calcetines y comencé a acariciarlos, y después a lamérselos con delicadeza. Me senté sobre mis talones y aprovechando que no me podía decir nada empecé a pajearme. Lamía y me pajeaba, estaba disfrutando de los fantásticos pies de mi compañero, además tenía trabajo pendiente, ya que las horas de jugar al futbol los habían ensuciado y mi obligación era que estuvieran limpios.
               Empezó a mover los pies, vi cómo se daban la vuelta y con ellos el resto del cuerpo. Su polla al igual que la mía se había levantado de buen humor aquel día.
-¿Qué haces? – dijo incorporándose con cara de sueño y entornando los ojos.
-Dejando tus calcetines perfectos, como me dijiste – le dije tímidamente.
-Bien, bien, así me gusta – dijo tumbándose para atrás y magreándose el paquete.
               Yo seguí lamiendo, me estaba gustando la sensación, era una de las primeras veces que lo hacía porque quería y no porque me obligaban coaccionado y además había conseguido poner de buen humor a Roberto y me hacía sentir bien. Desde mi privilegiada posición vi como se sacó la polla, sus magníficos 15 centímetros estaba ahí dispuesto a darlo todo. El empezó a pajearse mientras yo miraba y le pasaba la lengua por todas partes, tenía los calcetines tan húmedos que casi se transparentaban. Aumentó el ritmo de la paja y cerró los dedos de los pies.
-¡Ven aquí! – me ordenó sentándose en la cama.
               Yo gatee a toda prisa y me puse delante de él, y nada más colocarme en posición esperando que me pidiese una buena mamada empezó a correrse en mi cara, pelo y espalda.
-Mmmmmmm, esto era lo que querías, ¿no?
-No exactamente – dije un poco sorprendido.
               Esperaba poder al menos chuparle los restos de corrida pero no me dio ni ese pequeño placer, se levantó y me metió en la ducha. Yo esperé junto a mi cama con su corrida encima, me limpié con la mano lo que pude y luego me la lamía, saboreando su leche, era cuanto menos un premio de consolación. Cuando salió me sacó la ropa como hacia siempre, esta vez sacó las zapatillas, se visitó y se marchó sin decir más.
               En el comedor muchos miraban curiosos si aquel día también había bajado en calcetines, decepcioné a más de uno. Sin embargo, uno de los que no me buscaron con la mirada fue Mario, aunque yo si le busqué a él, llevaba los mismos calcetines amarillos de nike que tanto esmero puse en limpiar.
               A la salida del desayuno un autobús esperaba en la puerta de la instalación, aquél día nos iríamos a una ciudad vecina a pocos kilómetros a hacer básicamente turismo. Hasta la hora de comer todo fue más o menos como venía siendo días atrás, Roberto y sus amigotes Mario y el moreno de las puma juntos, en alguna ocasión nos cruzábamos miradas, pero no pasaba de ahí. Después de comer en un céntrico parque de la ciudad los bocatas que habíamos llevado en el autobús, la cosa pareció cambiar, pasamos la tarde visitando museos y lugares turísticos de especial interés, pero Roberto ya no estaba con sus dos amigotes, estaba de nuevo con Erika. Y parecían haber continuado donde lo dejaron la última vez.
               De vuelta en el albergue y tras hora y media de autobús, la cena también fue algo atípica, Roberto no cenó en la mesa habitual pero sin con su novia. Todos comentábamos las anécdotas del día y lo que nos había parecido la excursión a la par que expresábamos el profundo cansancio que llevábamos, ya que habíamos pasado el día entero de pie caminando de un lado para otro.
               El anuncio para la sobremesa no era otro que tiempo libre, aquello parecía una buena noticia para mí, con Roberto entretenido quizás pudiera descansar en la habitación solo y tranquilo, pero no tardé en comprobar lo equivocado que estaba. Justo cuando mi compañero se disponía a salir junto a su amiguita, me dirigí a él.
-Que tal tío, ¿cómo te lo has pasado? – le dije dirigiéndome directamente a él y sonriendo educadamente a Erika, la cual me devolvió una tímida sonrisa.
-Bien, ha estado bien el día – me dijo con una más que falsa sonrisa
-Oye, ¿me dejas la llave de la habitación?, para subir a descansar un rato
               La anterior vez que había estado con Erika la llave la había tenido yo, y esto de tener que pedírsela era algo nuevo, suponía que quizás Roberto tuviera planes hasta tarde y realmente me apetecía descansar un poco, como el resto de gente.
-Yo no la tengo – me dijo sin más
-Pero… - la respuesta me había dejado descolocado ¿no?
-Pídesela a Dani
-¿Dani? – dije con un gesto de confusión que no pasó desapercibido a Erika
-Si, a Dani – y señalando a dos chicos me hizo girar la cabeza, ahí estaba mi rubito de los calcetines amarillos y adidas superstar hablando con el moreno de las puma – El que está con Mario, a Mario ya lo conoces ¿no? – dijo con un cierto rin tintín.
- Si… si – dije sin más girándome y mirándole a la cara, otra vez esa expresión burlona y una media sonrisa, ya lo creo que le conocía, pensé.
-Pues se la pides a él, adiós – y sin más, la pareja se dio media vuelta y salió del edificio.
               Me quedé con cara de tonto, no entendía nada, ¿por qué le había dejado la llave de la habitación a uno de sus amigotes en vez de a mi?.
Caminé hacia donde estaban ambos. Aquella situación no me agradaba lo más mínimo, pedirle la llave de mi cuarto a un amigote de Roberto con el que nunca había cruzado una palabra.
-¡Hola! Chicos, ¿Qué tal?
               Ambos dejaron de hablar de golpe y se dirigieron a mí.
-Hola Marquitos – dijo Mario con una sonrisa cómplice
-Tú debes de ser Dani – le dije al moreno extendiendo la mano.
-Sí, hola – dijo dándome un cálido apretón de manos.
-Bueno chicos, os dejo, que os divirtáis  - dijo Mario con una sonrisita y dejándome a solas con Dani.
               Aquello me dejó aun más desconcertado, ¿divertirnos? – pensé- . Hubo un silencio tenso que aproveché para mirarle de arriba abajo, estaba realmente bueno, moreno pelo corto, enormes ojos marrones, de mi altura aproximadamente, sobre el metro sesenta y cinco, aquel día vestía una camiseta negra y un pantalón de chándal negro que acababa en unas puma blancas, aunque muy sucias y gastadas.
-Supongo que has venido a buscar esto – me dijo sacándose del bolsillo una llave adosada a un llavero con la inscripción “213”
-Sí, sí, la verdad es que me apetecería subir descansar ya, el día ha sido muy largo y estoy que me muero de sueño.
-Pues subamos – me dijo haciendo un gesto para que cogiese la llave.
               Le recogí la llave, y supuse que el también ser iría a dormir.
-¿Tu también te vas a dormir? – le dije inocentemente
- No, no aún, nos vamos a tu habitación, Mario me ha dicho que eres un excelente anfitrión.
               Se me aceleró el pulso y toda la sangre que en otras ocasiones parecía desaparecer de mi cuerpo, se me agolpaba con fuerza en la cabeza. Me puse tan rojo que se dio cuenta y esbozó una sonrisa.
-¿Subimos? – me dijo poniéndome la mano en la espalda amigablemente.
-Si… si, vamos para arriba.
               El viaje hasta la habitación se me hizo más largo que la hora y media de autobús para ir y venir de excursión de aquel día, a pesar de ser unos pocos escalones. Esta vez era yo el que iba delante con la llave, era más que obvio que Roberto y Mario le habían puesto al día al moreno de las puma, y ahora Dani, cómo parecía llamarse, se había apuntado a la fiesta.
               Abrí la puerta e invité a mi nuevo amigo a pasar al cuarto y cerré con él una vez estaba dentro. Daní pasó y se sentó en mi cama. Yo no sabía muy bien qué hacer, y me quedé parado junto a la puerta.
-¿A qué esperas? – me dijo con un tono que denotaba cierta impaciencia
-Pero es que – dije mirando al armario
-¿Necesitas esto? – sostenía la llave del armario que sin duda le había dado Roberto.
               Fui hasta donde él estaba y cogí la llave, abrí el armario y tratándome de tapar con la puerta empecé a quitarme la camiseta, estaba muy nervioso, pero era lo que debía hacer nada más llegar al cuarto y era evidente que Dani parecía estar al corriente del protocolo. Cuando metí las zapatillas caí al sacar la mano un par de esposas.
-¡Sácalas, sácalas! – oí desde la cama.
               Si, sin duda estaba al tanto del protocolo. Las saqué, las puse en el suelo y metí el pantalón en el armario. Cerré la puerta y me giré, ahí estaba Dani mirándome. Muerto de vergüenza me agaché a por las esposas y me dispuse a llevárselas caminando.
-Tengo entendido que tienes que ir a cuatro patas.
-Sí, - le dije sin más
Me coloqué a cuatro patas, me puse las esposas y la llave del armario en la boca. En los pocos metros que me separaban de Dani se me debió caer la llave al menos dos o tres veces, de lo nervioso que iba. Sacó de mi boca la mercancía poniendo la llave sobre la mesilla y las esposas encima de la cama.
-¿Y la llave de las esposas?
-No sé, suele llevarla encima o guardarla en el cajón suyo.
-No, no está aquí, ha debido de olvidarse, bueno las dejaremos para el final.
-¿Para el final? – no entendía a qué se refería
-¿Son esos los calcetines que llevabas el otro día en el desayuno? – dijo haciendo oídos sordos a mi pregunta.
Yo me miré a los pies, cada vez tenían peor pinta, no tenían el mantenimiento que recibían los de mi compañero.
-Sí, Roberto no me deja quitármelos.
-¿Y eso porqué? – parecía estar disfrutando con aquello
-Me pilló oliendo sus calcetines y me castigó con esto y con tener que limpiarle los suyos todos los días.
-Eso explica porqué lleva los mismos todos los días – dijo pensativo – ¿y se los limpias a diario?
-Sí – dije sin más.
-¿Te gustaría lamer otros para variar?, además de los de Mario, digo jejejeej – rió con expresión de estar paspándoselo en grande.
-Bueno – le dije pensando en que no tendría tampoco alternativa.
               Se sacó las zapatillas con los pies sin dificultad, un 42 calculé, no las tenía atadas, aquello hizo que mi polla diese signos más que evidentes de vida. Llevaba unos calcetines blancos con el talón y la puntera en gris claro, y que a pesar de la espantosa apariencia de las zapatillas no olían demasiado.
-Cuando quieras – dijo expectante.
               Tímidamente le cogí de un tobillo y empecé a olerlo de arriba abajo, no olían mal, incluso tenían un olor lejano a detergente aunque estaban húmedos y algo sucios por todo el día de caminar y de estar de pie. Empecé lamiendo la puntera, que siendo gris no tardó en oscurecerse por mi saliva, el empeine y el talón. Con el otro pie hice lo mismo disfrutando cada centímetro de tela. De vez en cuando miraba para arriba y le miraba mientras se los lameteaba enteros. Un bulto empezó a aparecer en el pantalón de chándal que llevaba puesto que me despistaba de mi trabajo.
-Lo haces muy bien, ahora entiendo porqué Roberto y Mario han dejado de cambiarse de calcetines.
          ¿Mario?, pensé, por eso había aparecido aquella mañana con los mismos calcetines amarillos nike que tanto me habían gustado.
-Me los estas dejando empapados jeejejej – dijo con un tono amigable
            Yo no dejaba de lamérselos aunque tampoco tenía demasiado trabajo.
-¿Te gustaría chuparme otra cosa? – me preguntó agarrándose el paquete.
         Me sorprendió que me lo preguntase, con los dos anteriores no tenía opción, pero Dani parecía desde el principio más agradable.
-Sí, me gustaría.
         Se bajó hasta los tobillos el pantalón de chándal y apareció directamente su polla, no llevaba calzoncillos de ningún tipo, cosa que me gustó. Su polla era parecida a la de Roberto, quizá algo más corta, pero muy poco más, no tenía apenas vello aunque si un aspecto delicioso. Se la sacudió un par de veces y se descapulló.
-Cuando quieras- dijo con una sonrisa.
               Me senté sobre mis pies y se la agarré. La metí en la boca lamiéndola y saboreándola. No todos los días tenía la oportunidad de chupársela a un tío tan bueno, aunque llevaba posiblemente la mejor racha de toda mi vida. Se la chupé poco a poco, con la otra mano y aprovechando que no estaba esposado le masajeaba los huevos.
-Mmmmmmm es cierto que eres fantástico chupando pollas – dijo cerrando los ojos.
            Estaba claro que me estaba labrando una reputación y que debía seguir así. Dejé de lamérsela y le agarre los huevos, empecé a darle lametones mientras le miraba. Había vuelto a abrir los ojos y me observaba con una sonrisa y la mirada perdida. Subí con mi lengua desde los huevos hasta la polla y fui subiendo lentamente hasta metérmela de nuevo entera.
-Ufffff que ricoooo, mmmmmm
          Continué lamiendo y exprimiendo cada gota que era capaz de sacar hasta que me cogió de la cabeza y me sacó la polla de la boca.
-¿Probamos las esposas?
-Pero no tenemos llave – le dije con cierto tono de preocupación.
-Entonces procuraremos que estés cómodo, túmbate en la cama
        Le obedecí sin rechistar, estaba cachondísimo y además de estar tratándome bien me estaba gustando. Cogió las dos esposas y se puso delante de mí.
-Así que dos, me dijo desde arriba
-Sí, estaban de oferta jejejejej
-Imagino que unas son para los pies, pero yo no te ataré los pies.
            Me cogió de un brazo y lo llevó al extremo de la cama, ató las esposas al somier y luego a mi muñeca, hizo lo mismo con las que hasta el día anterior habían estado en mis tobillos. La tuvo que apretar un poco más debido a que eran más grandes pero me dejó finalmente atado con los brazos separados a cada extremo. Era una postura un poco más cómoda que la habitual.
-Te lo estas pasando bien ¿eh? – dijo mirándome la polla
           Estaba completamente empalmado, me dolía pero era algo ya habitual, tenía la punta completamente empapada.
-Separa las piernas que me voy a sentar ahí.
           Yo lo hice sin rechistar y mirando sin perder detalle, se terminó de quitar el pantalón y la camiseta. Tenía un torso marcado y bonito y mi polla lo agradeció con una gota extra. Una vez sentado me miró y me sonrió.
-Te ayudaré con esto – y colocó sus dos pies empapados en mi saliva uno a cada lado de mi polla y presionó.
-Uffff ¿qué haces? – dije con total sorpresa, no estaba acostumbrado a aquel tipo de cosas.
-Pues ayudarte, ya te lo he dicho.
           Empezó a pajearme lentamente, limpió con la puntera mi polla babeante quedando visiblemente más oscurecida la parte gris del calcetín.
-Ufff tio tio tio para para
          Pero no paró, siguió pajeándome lentamente y magreándome los huevos con sus pies enfundados en unos recién lavados calcetines. Cerré los ojos y comencé a disfrutar más aun cuando se reclinó y empezó a masajearme las plantas de los pies. No entendía nada estaban asquerosos y aún así no le importaba aquello. La paja fue aumentando más y más, el cabrón sabía cómo hacerlo.
-Para para de verdad tío que me corroo
-Pues hazlo – me dijo sin más
-Mmmmmm aaaaaaaaaaaah
            Hasta cuatro chorros de le lancé a sus ya empapados calcetines, uno detrás de otro. Él me restregó la corrida por la polla y los huevos, aunque la gran parte quedó en sus pies. Es entonces cuando se sentó encima de mí y me los colocó en la cara.
-Yo te he hecho el favor, pero me los tendrás que limpiar ¿no?
             Mi respuesta no se hizo esperar y fue en forma de lametazo, comencé a lamer toda mi corrida de sus calcetines, el me miraba y se pajeaba a la vez con una sonrisa. Tardé un rato y varias pasadas pero conseguí dejarlo más o menos limpio.
-Eres todo un experto, con razón habla tan bien Robert de ti.
               Eso me gustó, me hizo sentir bien, al menos era valorado todo aquel gratificante trabajo.
-¿Me ayudas con esto también? – dijo señalándose la polla
-Claro – y abrí la boca
               Me la metió y comencé a chupársela como lo había hecho antes, esta vez soltaba más y más babas, parecía a punto de correrse. Sus gemidos eran ya evidentes y no se hizo esperar.
-Mmmmmmmmm
               Cerró los ojos y comenzó a lefarme la boca, estaba deliciosa, de largo la mejor leche de los tres, aunque no muy abundante, me tragué toda la corrida sin dejar escapar una sola gota. Le limpié hasta el menor de los restos y disfruté de los gemidos que emitía aun con los ojos cerrados.
-Hacía tiempo que no me la chupaba un tío tan bien como tú.
               Aunque no le di en un principio importancia a esas palaras me gustó oírlas. Le devolví una sonrisa. Había disfrutado realmente de esa sesión que me había hecho olvidar a Roberto e incluso la magnífica polla de Mario.
               Se sentó en la cama poniendo los pies sobre las zapatillas. Giró la cabeza y me miró.
-No ha estado mal, nada mal, dijo mientras se ponía los pantalones.
-Gracias – le dije sonriendo.
               Se terminó de calzar y de poner la camiseta y se dirigió hacia la puerta.
-Te tengo que dejar encerrado, y atado, quedé con Roberto que pasaría por nuestra habitación a buscar la llave, así que procura dormirte.
               Salió por la puerta, apagó la luz, y se marchó.

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