Capítulo 6 – El que faltaba
Aquella
mañana fui yo el primero en despertarme, un último sueño recurrente sobre Mario
y su enorme polla me había hecho despertar con una erección. Miré a la cama de
mi compañero y ahí estaba, exactamente como lo dejé por la noche, tirado boca
abajo, vestido y con los pies colgando. Salí de la cama y sin hacer ruido me
propuse despertarle de la misma forma que conseguí que se durmiese.
Me
coloqué a cuatro patas delante de sus calcetines y comencé a acariciarlos, y
después a lamérselos con delicadeza. Me senté sobre mis talones y aprovechando
que no me podía decir nada empecé a pajearme. Lamía y me pajeaba, estaba
disfrutando de los fantásticos pies de mi compañero, además tenía trabajo
pendiente, ya que las horas de jugar al futbol los habían ensuciado y mi
obligación era que estuvieran limpios.
Empezó
a mover los pies, vi cómo se daban la vuelta y con ellos el resto del cuerpo.
Su polla al igual que la mía se había levantado de buen humor aquel día.
-¿Qué haces? – dijo
incorporándose con cara de sueño y entornando los ojos.
-Dejando tus calcetines
perfectos, como me dijiste – le dije tímidamente.
-Bien, bien, así me gusta – dijo tumbándose
para atrás y magreándose el paquete.
Yo
seguí lamiendo, me estaba gustando la sensación, era una de las primeras veces
que lo hacía porque quería y no porque me obligaban coaccionado y además había
conseguido poner de buen humor a Roberto y me hacía sentir bien. Desde mi
privilegiada posición vi como se sacó la polla, sus magníficos 15 centímetros
estaba ahí dispuesto a darlo todo. El empezó a pajearse mientras yo miraba y le
pasaba la lengua por todas partes, tenía los calcetines tan húmedos que casi se
transparentaban. Aumentó el ritmo de la paja y cerró los dedos de los pies.
-¡Ven aquí! – me ordenó
sentándose en la cama.
Yo
gatee a toda prisa y me puse delante de él, y nada más colocarme en posición
esperando que me pidiese una buena mamada empezó a correrse en mi cara, pelo y
espalda.
-Mmmmmmm, esto era lo que
querías, ¿no?
-No exactamente – dije un poco
sorprendido.
Esperaba
poder al menos chuparle los restos de corrida pero no me dio ni ese pequeño
placer, se levantó y me metió en la ducha. Yo esperé junto a mi cama con su
corrida encima, me limpié con la mano lo que pude y luego me la lamía,
saboreando su leche, era cuanto menos un premio de consolación. Cuando salió me
sacó la ropa como hacia siempre, esta vez sacó las zapatillas, se visitó y se
marchó sin decir más.
En
el comedor muchos miraban curiosos si aquel día también había bajado en
calcetines, decepcioné a más de uno. Sin embargo, uno de los que no me buscaron
con la mirada fue Mario, aunque yo si le busqué a él, llevaba los mismos
calcetines amarillos de nike que tanto esmero puse en limpiar.
A
la salida del desayuno un autobús esperaba en la puerta de la instalación,
aquél día nos iríamos a una ciudad vecina a pocos kilómetros a hacer
básicamente turismo. Hasta la hora de comer todo fue más o menos como venía
siendo días atrás, Roberto y sus amigotes Mario y el moreno de las puma juntos,
en alguna ocasión nos cruzábamos miradas, pero no pasaba de ahí. Después de
comer en un céntrico parque de la ciudad los bocatas que habíamos llevado en el
autobús, la cosa pareció cambiar, pasamos la tarde visitando museos y lugares
turísticos de especial interés, pero Roberto ya no estaba con sus dos amigotes,
estaba de nuevo con Erika. Y parecían haber continuado donde lo dejaron la
última vez.
De
vuelta en el albergue y tras hora y media de autobús, la cena también fue algo
atípica, Roberto no cenó en la mesa habitual pero sin con su novia. Todos
comentábamos las anécdotas del día y lo que nos había parecido la excursión a
la par que expresábamos el profundo cansancio que llevábamos, ya que habíamos
pasado el día entero de pie caminando de un lado para otro.
El
anuncio para la sobremesa no era otro que tiempo libre, aquello parecía una
buena noticia para mí, con Roberto entretenido quizás pudiera descansar en la
habitación solo y tranquilo, pero no tardé en comprobar lo equivocado que
estaba. Justo cuando mi compañero se disponía a salir junto a su amiguita, me
dirigí a él.
-Que tal tío, ¿cómo te lo has
pasado? – le dije dirigiéndome directamente a él y sonriendo educadamente a
Erika, la cual me devolvió una tímida sonrisa.
-Bien, ha estado bien el día – me
dijo con una más que falsa sonrisa
-Oye, ¿me dejas la llave de la
habitación?, para subir a descansar un rato
La
anterior vez que había estado con Erika la llave la había tenido yo, y esto de
tener que pedírsela era algo nuevo, suponía que quizás Roberto tuviera planes
hasta tarde y realmente me apetecía descansar un poco, como el resto de gente.
-Yo no la tengo – me dijo sin más
-Pero… - la respuesta me había
dejado descolocado ¿no?
-Pídesela a Dani
-¿Dani? – dije con un gesto de
confusión que no pasó desapercibido a Erika
-Si, a Dani – y señalando a dos
chicos me hizo girar la cabeza, ahí estaba mi rubito de los calcetines
amarillos y adidas superstar hablando con el moreno de las puma – El que está
con Mario, a Mario ya lo conoces ¿no? – dijo con un cierto rin tintín.
- Si… si – dije sin más girándome
y mirándole a la cara, otra vez esa expresión burlona y una media sonrisa, ya
lo creo que le conocía, pensé.
-Pues se la pides a él, adiós – y
sin más, la pareja se dio media vuelta y salió del edificio.
Me
quedé con cara de tonto, no entendía nada, ¿por qué le había dejado la llave de
la habitación a uno de sus amigotes en vez de a mi?.
Caminé hacia
donde estaban ambos. Aquella situación no me agradaba lo más mínimo, pedirle la
llave de mi cuarto a un amigote de Roberto con el que nunca había cruzado una
palabra.
-¡Hola! Chicos, ¿Qué tal?
Ambos
dejaron de hablar de golpe y se dirigieron a mí.
-Hola Marquitos – dijo Mario con
una sonrisa cómplice
-Tú debes de ser Dani – le dije
al moreno extendiendo la mano.
-Sí, hola – dijo dándome un
cálido apretón de manos.
-Bueno chicos, os dejo, que os
divirtáis - dijo Mario con una sonrisita
y dejándome a solas con Dani.
Aquello
me dejó aun más desconcertado, ¿divertirnos? – pensé- . Hubo un silencio tenso
que aproveché para mirarle de arriba abajo, estaba realmente bueno, moreno pelo
corto, enormes ojos marrones, de mi altura aproximadamente, sobre el metro
sesenta y cinco, aquel día vestía una camiseta negra y un pantalón de chándal
negro que acababa en unas puma blancas, aunque muy sucias y gastadas.
-Supongo que has venido a buscar
esto – me dijo sacándose del bolsillo una llave adosada a un llavero con la
inscripción “213”
-Sí, sí, la verdad es que me
apetecería subir descansar ya, el día ha sido muy largo y estoy que me muero de
sueño.
-Pues subamos – me dijo haciendo
un gesto para que cogiese la llave.
Le
recogí la llave, y supuse que el también ser iría a dormir.
-¿Tu también te vas a dormir? –
le dije inocentemente
- No, no aún, nos vamos a tu
habitación, Mario me ha dicho que eres un excelente anfitrión.
Se
me aceleró el pulso y toda la sangre que en otras ocasiones parecía desaparecer
de mi cuerpo, se me agolpaba con fuerza en la cabeza. Me puse tan rojo que se
dio cuenta y esbozó una sonrisa.
-¿Subimos? – me dijo poniéndome
la mano en la espalda amigablemente.
-Si… si, vamos para arriba.
El
viaje hasta la habitación se me hizo más largo que la hora y media de autobús
para ir y venir de excursión de aquel día, a pesar de ser unos pocos escalones.
Esta vez era yo el que iba delante con la llave, era más que obvio que Roberto
y Mario le habían puesto al día al moreno de las puma, y ahora Dani, cómo
parecía llamarse, se había apuntado a la fiesta.
Abrí
la puerta e invité a mi nuevo amigo a pasar al cuarto y cerré con él una vez
estaba dentro. Daní pasó y se sentó en mi cama. Yo no sabía muy bien qué hacer,
y me quedé parado junto a la puerta.
-¿A qué esperas? – me dijo con un
tono que denotaba cierta impaciencia
-Pero es que – dije mirando al
armario
-¿Necesitas esto? – sostenía la
llave del armario que sin duda le había dado Roberto.
Fui
hasta donde él estaba y cogí la llave, abrí el armario y tratándome de tapar
con la puerta empecé a quitarme la camiseta, estaba muy nervioso, pero era lo
que debía hacer nada más llegar al cuarto y era evidente que Dani parecía estar
al corriente del protocolo. Cuando metí las zapatillas caí al sacar la mano un
par de esposas.
-¡Sácalas, sácalas! – oí desde la
cama.
Si,
sin duda estaba al tanto del protocolo. Las saqué, las puse en el suelo y metí
el pantalón en el armario. Cerré la puerta y me giré, ahí estaba Dani
mirándome. Muerto de vergüenza me agaché a por las esposas y me dispuse a
llevárselas caminando.
-Tengo entendido que tienes que
ir a cuatro patas.
-Sí, - le dije sin más
Me coloqué a
cuatro patas, me puse las esposas y la llave del armario en la boca. En los
pocos metros que me separaban de Dani se me debió caer la llave al menos dos o
tres veces, de lo nervioso que iba. Sacó de mi boca la mercancía poniendo la
llave sobre la mesilla y las esposas encima de la cama.
-¿Y la llave de las esposas?
-No sé, suele llevarla encima o
guardarla en el cajón suyo.
-No, no está aquí, ha debido de
olvidarse, bueno las dejaremos para el final.
-¿Para el final? – no entendía a
qué se refería
-¿Son esos los calcetines que
llevabas el otro día en el desayuno? – dijo haciendo oídos sordos a mi
pregunta.
Yo me miré a
los pies, cada vez tenían peor pinta, no tenían el mantenimiento que recibían
los de mi compañero.
-Sí, Roberto no me deja
quitármelos.
-¿Y eso porqué? – parecía estar
disfrutando con aquello
-Me pilló oliendo sus calcetines
y me castigó con esto y con tener que limpiarle los suyos todos los días.
-Eso explica porqué lleva los
mismos todos los días – dijo pensativo – ¿y se los limpias a diario?
-Sí – dije sin más.
-¿Te gustaría lamer otros para
variar?, además de los de Mario, digo jejejeej – rió con expresión de estar
paspándoselo en grande.
-Bueno – le dije pensando en que
no tendría tampoco alternativa.
Se
sacó las zapatillas con los pies sin dificultad, un 42 calculé, no las tenía
atadas, aquello hizo que mi polla diese signos más que evidentes de vida.
Llevaba unos calcetines blancos con el talón y la puntera en gris claro, y que
a pesar de la espantosa apariencia de las zapatillas no olían demasiado.
-Cuando quieras – dijo
expectante.
Tímidamente
le cogí de un tobillo y empecé a olerlo de arriba abajo, no olían mal, incluso
tenían un olor lejano a detergente aunque estaban húmedos y algo sucios por
todo el día de caminar y de estar de pie. Empecé lamiendo la puntera, que
siendo gris no tardó en oscurecerse por mi saliva, el empeine y el talón. Con
el otro pie hice lo mismo disfrutando cada centímetro de tela. De vez en cuando
miraba para arriba y le miraba mientras se los lameteaba enteros. Un bulto
empezó a aparecer en el pantalón de chándal que llevaba puesto que me
despistaba de mi trabajo.
-Lo haces muy bien, ahora
entiendo porqué Roberto y Mario han dejado de cambiarse de calcetines.
¿Mario?,
pensé, por eso había aparecido aquella mañana con los mismos calcetines
amarillos nike que tanto me habían gustado.
-Me los estas dejando empapados
jeejejej – dijo con un tono amigable
Yo
no dejaba de lamérselos aunque tampoco tenía demasiado trabajo.
-¿Te gustaría chuparme otra cosa?
– me preguntó agarrándose el paquete.
Me
sorprendió que me lo preguntase, con los dos anteriores no tenía opción, pero
Dani parecía desde el principio más agradable.
-Sí, me gustaría.
Se
bajó hasta los tobillos el pantalón de chándal y apareció directamente su polla,
no llevaba calzoncillos de ningún tipo, cosa que me gustó. Su polla era
parecida a la de Roberto, quizá algo más corta, pero muy poco más, no tenía
apenas vello aunque si un aspecto delicioso. Se la sacudió un par de veces y se
descapulló.
-Cuando quieras- dijo con una
sonrisa.
Me
senté sobre mis pies y se la agarré. La metí en la boca lamiéndola y
saboreándola. No todos los días tenía la oportunidad de chupársela a un tío tan
bueno, aunque llevaba posiblemente la mejor racha de toda mi vida. Se la chupé
poco a poco, con la otra mano y aprovechando que no estaba esposado le
masajeaba los huevos.
-Mmmmmmm es cierto que eres
fantástico chupando pollas – dijo cerrando los ojos.
Estaba
claro que me estaba labrando una reputación y que debía seguir así. Dejé de
lamérsela y le agarre los huevos, empecé a darle lametones mientras le miraba.
Había vuelto a abrir los ojos y me observaba con una sonrisa y la mirada
perdida. Subí con mi lengua desde los huevos hasta la polla y fui subiendo
lentamente hasta metérmela de nuevo entera.
-Ufffff que ricoooo, mmmmmm
Continué
lamiendo y exprimiendo cada gota que era capaz de sacar hasta que me cogió de
la cabeza y me sacó la polla de la boca.
-¿Probamos las esposas?
-Pero no tenemos llave – le dije
con cierto tono de preocupación.
-Entonces procuraremos que estés
cómodo, túmbate en la cama
Le
obedecí sin rechistar, estaba cachondísimo y además de estar tratándome bien me
estaba gustando. Cogió las dos esposas y se puso delante de mí.
-Así que dos, me dijo desde
arriba
-Sí, estaban de oferta jejejejej
-Imagino que unas son para los
pies, pero yo no te ataré los pies.
Me
cogió de un brazo y lo llevó al extremo de la cama, ató las esposas al somier y
luego a mi muñeca, hizo lo mismo con las que hasta el día anterior habían
estado en mis tobillos. La tuvo que apretar un poco más debido a que eran más
grandes pero me dejó finalmente atado con los brazos separados a cada extremo.
Era una postura un poco más cómoda que la habitual.
-Te lo estas pasando bien ¿eh? –
dijo mirándome la polla
Estaba
completamente empalmado, me dolía pero era algo ya habitual, tenía la punta
completamente empapada.
-Separa las piernas que me voy a
sentar ahí.
Yo
lo hice sin rechistar y mirando sin perder detalle, se terminó de quitar el
pantalón y la camiseta. Tenía un torso marcado y bonito y mi polla lo agradeció
con una gota extra. Una vez sentado me miró y me sonrió.
-Te ayudaré con esto – y colocó
sus dos pies empapados en mi saliva uno a cada lado de mi polla y presionó.
-Uffff ¿qué haces? – dije con
total sorpresa, no estaba acostumbrado a aquel tipo de cosas.
-Pues ayudarte, ya te lo he
dicho.
Empezó
a pajearme lentamente, limpió con la puntera mi polla babeante quedando
visiblemente más oscurecida la parte gris del calcetín.
-Ufff tio tio tio para para
Pero
no paró, siguió pajeándome lentamente y magreándome los huevos con sus pies
enfundados en unos recién lavados calcetines. Cerré los ojos y comencé a
disfrutar más aun cuando se reclinó y empezó a masajearme las plantas de los
pies. No entendía nada estaban asquerosos y aún así no le importaba aquello. La
paja fue aumentando más y más, el cabrón sabía cómo hacerlo.
-Para para de verdad tío que me
corroo
-Pues hazlo – me dijo sin más
-Mmmmmm aaaaaaaaaaaah
Hasta
cuatro chorros de le lancé a sus ya empapados calcetines, uno detrás de otro.
Él me restregó la corrida por la polla y los huevos, aunque la gran parte quedó
en sus pies. Es entonces cuando se sentó encima de mí y me los colocó en la
cara.
-Yo te he hecho el favor, pero me
los tendrás que limpiar ¿no?
Mi
respuesta no se hizo esperar y fue en forma de lametazo, comencé a lamer toda
mi corrida de sus calcetines, el me miraba y se pajeaba a la vez con una
sonrisa. Tardé un rato y varias pasadas pero conseguí dejarlo más o menos
limpio.
-Eres todo un experto, con razón
habla tan bien Robert de ti.
Eso
me gustó, me hizo sentir bien, al menos era valorado todo aquel gratificante
trabajo.
-¿Me ayudas con esto también? –
dijo señalándose la polla
-Claro – y abrí la boca
Me
la metió y comencé a chupársela como lo había hecho antes, esta vez soltaba más
y más babas, parecía a punto de correrse. Sus gemidos eran ya evidentes y no se
hizo esperar.
-Mmmmmmmmm
Cerró
los ojos y comenzó a lefarme la boca, estaba deliciosa, de largo la mejor leche
de los tres, aunque no muy abundante, me tragué toda la corrida sin dejar
escapar una sola gota. Le limpié hasta el menor de los restos y disfruté de los
gemidos que emitía aun con los ojos cerrados.
-Hacía tiempo que no me la
chupaba un tío tan bien como tú.
Aunque
no le di en un principio importancia a esas palaras me gustó oírlas. Le devolví
una sonrisa. Había disfrutado realmente de esa sesión que me había hecho
olvidar a Roberto e incluso la magnífica polla de Mario.
Se
sentó en la cama poniendo los pies sobre las zapatillas. Giró la cabeza y me
miró.
-No ha estado mal, nada mal, dijo
mientras se ponía los pantalones.
-Gracias – le dije sonriendo.
Se
terminó de calzar y de poner la camiseta y se dirigió hacia la puerta.
-Te tengo que dejar encerrado, y
atado, quedé con Roberto que pasaría por nuestra habitación a buscar la llave,
así que procura dormirte.
Salió
por la puerta, apagó la luz, y se marchó.
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