Capítulo 16 – Mayordomo
Por
orden de Samuel, fui a recibir tal y cómo me había indicado a Sergio que
llegaba de clase. Realmente no sabía si era Sergio o Víctor, pero debía esperar
junto a la puerta a que llegase el primero, y me tuvo esperando casi media
hora, una vez hube hecho la comida. Como si de un mayordomo se tratase, debía
cogerle la carpeta de clases y quitarle las zapatillas y llevárselas hasta su
cuarto.
-Hola Samu – dijo Sergio en
cuanto entró en el salón detrás de mí.
-Qué hay – le respondió este, que
estaba viendo la tele.
-¿Y esto del mayordomo a qué se
debe? – le preguntó Sergio.
-Bueno ya os pondré al día cuando
comamos. Ahora vete a descansar a tu cuarto, que el esclavo te dará un masaje.
-Genial – dijo Sergio.
Yo
le esperaba en su cuarto. Entró y cerró la puerta.
-¿Qué haces esposado? – me
preguntó mirándome las manos.
-Es una larga historia, que sin
duda te contará Samuel – le dije cabizbajo.
-Tengo tiempo – dijo tumbándose
boca abajo en la cama – dale con el masaje y me la cuentas.
Obedeciendo,
le di como buenamente pude un masaje en la espalda, brazos, piernas y pies, que
continuaban con sus calcetines amarillos y mi corrida de varios días. Parecía
que a Sergio le molaba llevarla, por alguna extraña y morbosa razón. Le conté
todo lo que me pasó, aunque omití el porqué le debía un favor a Lucas.
-¿Y por eso te tiene ahora así? –
dijo por lo bajo.
-Sí, pero da igual, no me
molesta, estoy aquí para eso…
-Que hijo de la gran puta,
tampoco es eso, fuera de aquí eres libre de hacer lo que te de la puta gana.
-Él no piensa igual –dije cuando
le masajeaba las pantorrillas.
-Y a mí qué tío, no es tu dueño…
-¡Esclavo! – sal de ahí ahora
mismo.
Salí
corriendo de la habitación, nuevas órdenes me aguardaban.
-Vete a recibir a Víctor, está
entrando ahora.
-Por supuesto.
Corrí
a la habitación de Víctor a por sus zapatillas de estar en casa, ya que sabía
que las prefería a andar descalzo. Quería de algún modo redimirme por la
jugarreta que le hice sin querer.
-Hola Víctor – dije cuando estaba
entrando.
-¿Qué haces aquí?, y ¿qué haces
esposado? – dijo sorprendido.
-Luego te lo cuento… Samuel me ha
ordenado que lleve tus zapatillas y carpeta a tu cuarto y te acompañe.
Se
sacó las zapatillas con los pies y me dio sus apuntes. Le puse las zapas de
estar en casa y fui hasta su cuarto con él siguiéndome. Por su cara aún seguía
enfadado conmigo.
-Bueno ahora que estamos todos,
vete sirviendo la comida –dijo Samuel en cuanto dejé las cosas de Víctor.
Con
una mesa más emperifollada de lo habitual, y con la dificultad añadida de estar
esposado les fui sirviendo a cada uno su comida. Samuel me obligó a ponerme de
rodillas junto a su silla. De vez en cuando me lanzaba trozos de pan y cosas
así para que las cogiese al vuelo, aunque no pillé ni una, y todo tenía que
comerlo del suelo. Mientras tanto se dedicó a contar con gran indignación cómo
Lucas me había follado el culo. Sergio simuló sorprenderse y le siguió el
rollo, y por su parte, Víctor parecía bastante indiferente, incluso soltó
alguna sonrisa que parecía más sincera que otra cosa.
-Muy buena la comida, hay que
felicitar al esclavo – dijo Samuel pasándose la mano por la barriga y dibujando
círculos.
-Sí, me ha encantado – dijo
Sergio.
-Hagamos una cosa, ya que te cae
tan bien Lucas, esta noche cocinarás para él, y le tendremos de invitado, ¿te
parece? – dijo mirándome y lanzándome un trozo de pan.
-Como desee Señor – dije
sumisamente recogiendo el que sería mi último trozo de pan del día.
Samuel
parecía estar disfrutando con eso, incluso, tenía la impresión de que lo
ocurrido con Lucas no era más que una excusa perfecta para tenerme así,
tratando de emular a lo que hizo conmigo Ángel.
-¿Necesitáis de los servicios del
esclavo? –dijo Samuel mirando a los otros dos chicos.
Víctor
negó con la cabeza. Sergio me miró, y por un momento parecía a punto de negar
también sin embargo saltó.
-Eh, sí, sí, me apetecería usarlo
un poco… - dijo.
-Vale, primero yo y luego te lo
paso – dijo con una sonrisa Samuel.
-Como quieras – le respondió.
No
entendía muy bien porqué Sergio se había lanzado de aquella forma, aunque
intuía que pretendía evitar que Samuel se pasase más conmigo de lo que lo
hacía.
-Arriba esclavo, vamos a mi
cuarto.
Le
seguí y nos encerramos. Me esperaba más sesión de polla y de follarme el culo
pero no iban por ahí los tiros. Se quitó el pantalón y se dejó caer sobre la
cama.
-Me apetece dormir la siesta, así
que cuando me quede dormido te vas a comerle el rabo a Sergio.
-Claro Señor – le dije.
Imitando
lo que le hice a Sergio, le fui dando un suave masaje en la espalda, piernas y
pies, que cada vez daban más asco tocar. A punto estuve de sugerirle que ya le
tocaba cambiarse de calcetines pero probablemente me habría ganado alguno sus
originales castigos. No estuve por más de cinco minutos hasta que por fin le
escuché roncar. Lentamente bajé la intensidad del masaje y me alejé. Salí de la
habitación. En el salón estaba sólo Víctor viendo la tele.
-¿Necesitas algo? – le pregunté.
-No, déjame, ¿quieres? – dijo
enfadado.
-Por favor, de verdad que siento
lo del otro día, si hay algo que pueda hacer, lo que sea, no me negaré, en
serio me siento fatal – le dije.
-Sí que puedes, déjame ver la
tele –dijo sin siquiera mirarme.
Derrotado
en mi intento, toqué la puerta de Sergio y pasé cuando me dio permiso. Estaba
tumbado sobre la cama leyendo sin camiseta ni pantalones, lucía únicamente,
además de sus manchados calcetines, un bóxer rojo.
-¿Ya te ha soltado ese hijo de
puta? – me preguntó.
-Sí, ya estoy disponible, qué
deseas.
-Bueno realmente no quería nada,
esperaba evitarte el trago de tener que chupársela por enésima vez a Samuel –
dijo dejando el libro sobre su pecho.
-Ah, no, bueno, gracias, no me ha
hecho hacerle nada de eso, solo un masaje y ya – dije.
-Mejor. Oye qué le pasa a Víctor
que está un poco borde contigo, y mira que es buen chico, yo creo que nunca le
había visto así con nadie.
-Pues… no sé.
Si
Víctor no había querido contarle el desagradable episodio de Fernando, al que
sin duda parecía ser su mejor amigo, yo no era quien para decir nada.
-Pues ya te digo, es raro…
-Tampoco pasa nada, ya se le
pasará lo que sea… que le pase – dije queriéndome creer mis palabras.
-Sí, sí, no te preocupes, si es
un cielo, seguro que en dos días se le pasa, no es nada rencoroso –dijo con una
sonrisa.
Eso
me tranquilizó sobremanera. Esperaba que fuese cierto y que Víctor volviese a
sonreírme, era junto con Sergio el que mejor me trataba de la casa.
-¿Deseas que haga algo aquí? –
dije mirando a mi alrededor.
-Pues descansa si quieres, seguro
que estás agotado si te ha tenido ese cabrón todo el día haciendo cosas. Yo en
un rato me iré a la biblioteca a estudiar, cuando me vaya a marchar te aviso.
-Vale, gracias – le dije.
Me
tumbé en el suelo sobre la alfombra al pie de su cama. Usé un cojín de almohada
y logré dormirme. Soñé cosas muy raras sobre mayordomos y criados,
probablemente influenciado por el día que llevaba.
Como
prometió, Sergio me despertó justo antes de marcharse. Salí de la habitación y
me puse a hacer cosas de la casa. Víctor se había encerrado en su cuarto y
Samuel aún no había terminado de dormir la siesta. Tras media hora Samuel me
interrumpió cuando fregaba los platos.
-Quiero la casa como la patena,
¿está claro?, y la cena más te vale que esté buena, luego llamaré a Lucas.
-Por supuesto Señor.
Se
marchó y me dejó con las tareas. A media tarde decidí hacer otra intentona con
Víctor, le preparé la merienda y se la llevé a la habitación. Me dejó entrar
contra todo pronóstico.
-¿Qué quieres? – dijo desde su
mesa, plagada de apuntes.
-Te traigo la merienda – dije
sumisamente.
-Ah… bueno vale, gracias ponla ahí – dijo señalando una silla de la
cual quitó una carpeta.
Le
dejé la bandeja con el bocata y me lancé.
-Oye Víctor, quería contarte una
cosa.
-Tienes hasta que me acabe el
bocata, luego te piras –dijo con mal tono.
Aprovechando
mi oportunidad le conté lo que ocurrió con Fernando, y de cómo Lucas y yo le
habíamos tendido la trampa, conseguí arrancarle alguna sonrisa e incluso una
carcajada cuando describí la forma en que Lucas le introdujo un dedo en el
culo. Le aseguré que se mantendría en silencio y de que no volvería a pasar eso
jamás.
-Bueno, se lo merece es un cabrón
– dijo volviendo a ponerse algo seco.
-¿Me perdonas? – dije juntando
las manos a modo de súplica.
-Me lo pensaré, ahora déjame que
siga estudiando.
Algo
era algo. Recogí la bandeja y me fui a la cocina. Preparé la cena lo mejor que
pude y puse una mesa lo más elegante que me permitía el escaso menaje del que
disponía. La casa relucía, incluso me tomé la libertad de ordenarles el cuarto
a Sergio y a Samuel, aprovechando que estaban ausentes. Mi camiseta, bóxer y
calcetines aún estaban en una esquina tirados en el cuarto de Samuel, me limité
a dejarlos doblados en la misma esquina, aunque tuve tentaciones de
llevármelos, pero no lo hice.
Sobre
las nueve de la tarde-noche, ya que aún había sol, llegaron Sergio y Samuel de
estudiar. Repetí el protocolo de la mañana llevándoles las carpetas y las
zapatillas a sus respectivos cuartos.
-Lucas debe estar al caer – dijo
Sergio mirando el reloj – le dije a y media y ya son.
Cuando
sonó el timbre fui a abrir. Al preguntar quién era noté a Lucas sorprendido por
escuchar mi voz al otro lado del telefonillo. Al llegar arriba le saludé con
una media sonrisa.
-Hola tío – le dije dejándole
pasar.
-Pero qué haces tú aquí, ¿y por
qué estás esposado? – me preguntó en voz baja.
-Samuel… ya sabes, además me ha
pedido que te descalce y limpie tus zapatillas.
-Bueno, vale como quieras – dijo
un poco contrariado.
Me
agaché a sus pies y desaté los cordones de las que ya eran unas nike blancas
conocidas.
-Te advierto que Samuel está un
poco cabreado contigo – dije por lo bajo.
-¿Porqué? – me preguntó
levantando su pie derecho y permitiendo que su zapa saliese.
-Porque se entró de que me
follaste esta mañana, y llevo aquí castigado desde entonces.
-Joder será cabrón – dijo.
Terminé
de quitarle la otra zapatilla y le acompañé hasta el salón.
-Hola Lucas amigo –dijo Samuel.
-Hola como estáis – dijo mirando
a todos.
Dejé
las zapatillas de Lucas tan limpias como pude en la cocina y llevé la cena al
salón. Todos los comensales se sentaron alrededor de la mesa, aunque esta vez
no me obligaron a estar de rodillas, simplemente frente a ellos obedeciendo
cualquier orden, sal, más pan, cosas así. La cena transcurrió bastante menos
distendida de lo que pensé. Había un ambiente muy tenso que no terminaba de
entender, a pesar de que Lucas sabía lo del enfado de Samuel.
En
cuanto terminaron todos y recogí Samuel se fue a su cuarto.
-Lucas, ¿puedes venir?, y tú
también, esclavo –dijo dirigiéndose a mí.
Miré
de reojo a Lucas y también a Víctor y Sergio, que se miraron entre ellos. Algo
pasaba que generaba bastante nerviosismo. Entramos ambos en la habitación y
Samuel cerró la puerta, signo de que algo iba a ocurrir. Se traía algo entre
manos.
-¿Qué es lo que quieres? – le
preguntó Lucas a Samuel.
-Ver cómo lo hiciste.
-¿Hacer el qué? – preguntó Lucas
frunciendo el ceño.
-Follarte a mi esclavo.
-Venga Samuel tío porqué no me
dejas en paz ¿vale? - dijo dirigiéndose
a la puerta.
-Si sales de esta habitación lo
cuento todo – dijo Samuel con tono amenazante.
-¿Contar el qué? – dijo Lucas
desafiante.
-Cosas… cosas como lo mucho que
os queréis tu hermano y tú, o que eres la putita del marica de Sergio.
-Cómo te has enterado de eso
–dijo Lucas quedándose pálido.
-Tu hermano, que cuando va pedo
habla más de la cuenta.
-Serás hijo de puta – le dijo de
pronto Lucas.
-Lo que quieras, pero ya me estás
enseñando cómo te follaste a mi esclavo, quiero que lo hagáis delante de mí, o
Ángel se enterará de todo, y si yo soy un hijo de puta, Ángel no te quiero ni
contar, si no pregúntale al esclavo que está detrás de ti – dijo mirándome.
Desde
luego sabía a lo que se refería cuando hablaba de las capacidades de Ángel para
putear. Sin embargo, no pude sentir si no morbo al imaginarme a Lucas y
Christian, gemelos, follando. También empecé a comprender de qué se conocían
Sergio y Lucas tan bien.
-Cuando quieras – dijo Samuel
sentándose en una silla.
Tomé
la iniciativa y me puse de rodillas frente a Lucas, que parecía estar
paralizado. Samuel parecía ir muy enserio y no quería bajo ninguna
circunstancia joder le la vida también a Lucas, ya que Ángel era capaz de eso y
de mucho más. Le saqué la polla y me la metí en la boca. Comencé a chupársela
lo más deprisa que pude, hasta que ganó la erección necesaria. De re ojo podía
ver cómo Samuel no perdía detalle ni tampoco su expresión burlona de la cara.
-Mmmm – gimió Lucas, que por fin
se dejó llevar.
-Es bueno chupándola ¿eh? –dijo
de pronto Samuel.
Lucas
no respondió. Continué mamándosela con toda la rapidez que pude, quería pasar
el trago lo más deprisa posible. No tardaron en aparecer las primeras babas en
su polla, y fue en ese instante que Lucas me hizo una señal para que me diese
la vuelta.
-Ahora empieza lo divertido ¿eh
Lucas? – dijo Samuel con tono de burla.
Me
incliné y apoyé las manos sobre la cama y con poca o ninguna suavidad me la
clavó casi entera.
-Aaaauu – me quejé.
-De qué te quejas esclavo, si ya
estás acostumbrado – dijo Samuel.
Con
la misma velocidad que yo se la chupé, Lucas empezó a follarme, me dio unas
embestidas brutales. Omití la parte en que me masturbaba ya que Samuel
desaprobaba por completo esa conducta de su esclavo. Si no hubiese sido por la
presencia de Samuel incluso podría haber disfrutado de aquel polvo.
-Así debe ser como te folla tu
hermano, ¿no? – preguntó Samuel.
Por
un momento pensé que iba a parar y a salirse, pero en vez de eso aumentó más y
más la velocidad hasta que no pudo más.
-MMMMM
Otra
vez tenía el culo lleno de leche, aunque era menor cantidad que por la mañana.
Leche que había causado esa situación. Lucas se la sacó y me obligó a
limpiársela, cambiando lo que había ocurrido realmente, ya que había sido al
revés, pero de eso Samuel no tenía porqué enterarse.
-Así que era verdad, también
sabes follar, no solo dejarte… -dijo Samuel.
-Ya ves… - dijo Lucas con tono de
indiferencia guardándose la polla en el pantalón.
-Ya te puedes ir si te da la gana, o hacerle una visita a
Sergio, lo que te pida el cuerpo jajajaa.
-Adiós – dijo Lucas dirigiéndose
a mí.
-Y una cosa más… vuelve a tirarte
a mi esclavo sin mi permiso y te juro que Ángel se enterará de todo, ¿lo
pillas? – le preguntó Samuel con tono amenazante.
-Sí – dijo escuetamente.
Salió
de la habitación y declinando la oferta para quedarse con Sergio pude escuchar
cómo abandonaba la casa dando un portazo. Me pregunté si se habría acordado de
recoger sus zapatillas, pero ese era el menor de mis preocupaciones.
-¿Puedo marcharme ya, Señor? – le
pregunté con vagas esperanzas.
-Pues no, ya te dije esta mañana
que dormirías aquí esclavo – dijo sacándose la llave de las esposas.
Me
las abrió sólo de un lado y me las volvió a cerrar pasándolas antes por el
somier de su cama obligándome a sentarme en el suelo.
-Hoy dormirás conmigo, para
asegurarme de que no te vas a zorrear por ahí, que no me fío – dijo mientras se
sacaba la camiseta.
-Está bien Señor –dije resignado.
Se metió en la cama si más ropa
que un bóxer y sus apestosos calcetines y se cuidó de que sus pies colgasen por
fuera de la cama, de forma que los tenía al lado de la cara y no podía
separarme de ellos. Traté de acomodarme lo más que pude, sin embargo no era
fácil sentado. Finalmente caí de puro cansancio, se confirmaba que el día había
ido de mal en peor, aunque al menos, no tendría que darle explicaciones a mi
odioso compañero de piso por no ir a dormir aquella noche.
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