sábado, 10 de marzo de 2012

Esclavizado en un campamento de verano - (11)


Capítulo 11 – La última curva 
          Me faltaba el oxigeno, no me llegaba apenas aire, aquello hizo que me despertase sobresaltado, con el corazón desbocado, pasó todo en décimas de segundo pero me parecieron largos minutos. Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue algo amarillo, era sin duda un calcetín de Mario, y el resto del pie estaba sobre mi boca y nariz presionando con tanta fuerza que apenas me entraba aire y el poco que conseguía pasar olía a pies. Con ambas manos agarré su tobillo y se lo aparté, giré la cabeza al lado contrario y empecé a respirar y a toser a la vez.
-Mira ya se ha despertado el perrito, te dije que este método no fallaría – dijo Mario dirigiéndose a Roberto que estaba tirado en la cama medio tapado.
-Sí, tenías razón, la verdad, tengo que probarlo algún día –hizo una mueca llevándose la mano a la cabeza – joder que puta resaca de mierda, que coño paso ayer.
-El perro y yo te trajimos, estabas muy borracho.
               Mario hablaba sentado cerca de mis pies, desde donde había perpetrado mi brutal amanecer. Aún no me había recuperado de la sensación de falta de oxigeno, y tosía a veces, aunque parecía no estar ahí.
-¿Y qué coño hago en bolas? –preguntó Roberto mirando debajo de las sábanas.
-Le dije al chucho que te desnudase, empezó a chupártela pero se cansó y te dejó a medias.
-Pero si no me dej…. –dije mirando a Mario.
-¡Serás desagradecido! – estalló Roberto interrumpiendo mis justificaciones –encima que te dejamos dormir en una cama, ¿me haces esto?
-Pero si…
               No me dejó terminar, saltó de la cama y se puso delante de mí, me agarró del pelo y me obligó a abrir la boca.
-Vas a terminar lo que empezaste ayer – dijo visiblemente enfadado
               Mario miraba a través de sus ojos azules y con el pelo a los lados la escena desde el otro lado de mi cama, su sonrisa malévola lo decía todo. Me vi con la polla de Roberto apuntando a mi cara, estaba bastante empalmado.
-Eso que te la chupe ahora, el muy cabrón dijo que tenía sueño y que eras un borracho.
               No tuve siquiera la oportunidad de defenderme, mi palabra valía menos que los calcetines que llevaba puestos. Roberto me clavó la polla en la boca y empecé a chupársela aunque con dificultad porque me tiraba del pelo con ambas manos para follarme la boca con el menor esfuerzo posible de su parte.
-Chupa marica de mierda, o sea que me desnudas y me dejas a medias.
               De repente dio dos pasos atrás y me arrastró de la cabeza hacia él, le seguí como pude para evitar el tremendo dolor que me estaba ocasionando en la cabeza y caí al suelo casi de rodillas, y todo sin que su polla saliese de mi boca.
-Esta es la última noche que duermes en una cama perro, se terminaron las buenas maneras contigo – dijo mientras aumentaba el ritmo.
               Mario seguía mirando la escena, se había acomodado en la cama poniendo ambos pies sobre ella y una sonrisa burlona en su cara reflejaba lo bien que se lo estaba pasando a mi costa. La polla de Roberto no hacía más que lubricar, y yo apenas podía concentrarme me dolía la cabeza por motivos distintos a los suyos.
-¿Quieres que él te pajee? – le preguntó Roberto a Mario
-No, no, gracias, yo ya me he aliviado hoy.
               No entendí nada, pero sin mediar palabra se sacó la polla de mi boca comenzó a pajearse, me soltó el pelo y empezó a correrse en mi cabeza y cara.
-Mmmmm eso es, cabrón, y hoy no te duchas, para que vuelvas a hacerme la putada.
-Pero si yo no te dejé a medias – balbucee mientras me chorreaba lefa de la nariz.
               Estaba tan enfadado que se fue al baño sin decir nada más, yo tenía el pelo y la cara completamente lefados. Mario me golpeó con su pie en el hombro para llamar mi atención.
-Ponme las zapatillas que voy a bajar a desayunar – me ordenó haciendo un gesto con la cara mirando a sus zapatillas, que habían quedado desperdigadas por la habitación.
               Le miré con odio, cada vez me estaba jodiendo más aquel puto rubio, estaba buenísimo pero era un cabrón sin escrúpulos. Recogí sus dos zapatillas y se las puse, pensé en atárselas con mucha fuerza pero quizás bajase a desayunar con un patadón en la cara. Se levantó y fue hasta la puerta del baño.
-Oye no está mal esta habitación, es tranquila, tiene cuatro camas, y hasta putita. ¿te importa si me mudo aquí los días que quedan? – dijo dirigiéndose a Roberto.
-Claro tío, es tu casa, vente si quieres
-Gracias Robert, así dejo solo al quejica de Dani, está siempre tocándome los cojones, que si hago mucho ruido, que si no me cambio de calcetines, que si soy un pesado, que le jodan, parece mi madre, me vengo aquí y punto.
               Abrió la puerta y justo antes de salir se giró y me miró.
-Por cierto, tendríamos que hacer algo con los pies del chucho –dijo elevando al voz con el fin de ser escuchado por Roberto dentro del baño aunque sin quitarme ojo – le apestan.
               Yo me miré los pies, los calcetines después de once días, tenían un aspecto horrible, y todo gracias a corridas, sudor de varios días, deporte y marchas.
-Ya pensaré algo – dijo Roberto desde el baño.
               Mario se fue y la ducha se puso en marcha. Como aquel día yo estaba castigado sin ducha traté de secarme la corrida de mi compañero como pude, me limpié con la mano y me la lamí, pero al ver que conseguía poco más que extenderla decidí usar la manta de la cama en la que había dormido, a fin de cuentas, y si cumplía Roberto con su amenaza, y no dudaba que lo haría, ya no volvería a dormir en esa cama, ni en ninguna otra hasta que no me fuese a casa. Me sequé la cara, y como pude la cabeza y cuando terminé salió Roberto del baño, abrió el armario y comenzó a vestirse.
-Ven aquí a coger tus cosas, haz algo.
               Fui gateando hasta el armario, cogí una camiseta y un pantalón corto y mis zapatillas, que no estaban donde yo las recordaba, pero no me paré a pensar en eso. Me vestí ahí mismo debajo de Roberto, la camiseta, el pantalón y cuando me puse la primera zapatilla noté algo húmedo dentro, la observé y…
-¡Joder!, mierda
-Qué te pasa chucho, de qué te quejas ahora.
-No… nada, hay una corrida en mis zapatillas.
-Jajajajajajajajajajaja, ahora entiendo por qué dijo que ya se había aliviado, que tío, es un cachondo.
               Cachondo no era la palabra exacta, ni siquiera aproximada, que se me venía al a mente, y junto con esa palabra que sí que se me venía, acudían métodos de tortura de lo más eficientes. Otro día más con los pies empapados, y encima en una abundante corrida de Mario. Aquel día bajé a desayunar lefado literalmente de pies a cabeza.
-¿Qué te has puesto en el pelo? – me preguntó Javi, mi compañero de mesa
-Nada, nada ¿por?
-No sé, parece gomina, nunca te había visto bajar engominado.
-Sí, es cierto, parece gomina –dijo mi compañera de al lado-
               Yo reparé en el regalo que me había hecho aquella mañana Roberto, era su corrida, sin duda.
-Aaaaah, si, si, me puse un poco de Robert, por probar y eso – dije tratando de resultar normal-
-Pues no te queda mal – dijo mi compañera mientras apuraba su taza de cola cao.
               Me puse rojo como un tomate, aquello me había sonado a algo parecido a un cumplido, y encima la supuesta gomina, no lo era.
-A ver chicos – dijo un monitor-, el rumor era cierto, hoy iremos a un circuito de karting.
               El estallido de alegría fue mayúsculo, aunque mayor por parte del sector masculino. Llevaban días sonando rumores sobre aquello, pero se acababa de convertir en un hecho.
-Dejadme hablar, por favor – dijo tratando de recuperar el silencio en la sala – pasaremos el día entero, así que si queréis coger algo podéis subir, y si no, en quince minutos en la puerta, que no espera el autobús.
               El circuito en cuestión estaba a unos pocos kilómetros de donde nos encontrábamos, y no fue al principio tan divertido como todos creíamos, la primera mitad de la mañana la pasamos metidos en un aula con videos y charlas sobre seguridad vial. Algunos la pasaron durmiendo, especialmente los que habían llegado más bien tarde de fiesta la noche anterior. El rato antes de comer lo emplearon en darnos instrucciones de seguridad y consejos de cómo usar el kart.
               Nos habilitaron una especie de merendero a la sombra para poder comer, curiosamente se me sentó Dani al lado, que parecía haber roto con Mario.
-¿Qué tal? – me preguntó mientras comía su bocata.
-Bien, bien.
-¿Sabes que se muda Mario a tu cuarto?
-Eso me temo, ya lo he sufrido por la mañana.
-Vaya dos cabrones, te van a poner fino – dijo con una sonrisita – al menos me quito de encima al payaso del Mario, lo siento por ti.
               Y la verdad, es que no sabía en aquel momento cuánta razón tenía. Tras dejarnos un rato para bajar la comida, volvimos con los instructores que nos dividieron en cinco grupos de diez personas, tal y como a ellos les pareció bien. La cosa consistiría en que cada grupo participaría en una carrera, y los cinco ganadores se enfrentarían en una final entre ellos. La idea fue acogida con gran aceptación, a priori, daba las mismas oportunidades a todos.
               En la primera carrera corría Dani, que quedó cuarto, mi grupo era el siguiente, se acercó a mí, y me dio su casco.
-Joe esto es más difícil de lo que parece – dijo visiblemente cansado – ten cuidado con la última curva.
-Gracias.
               Aquella información fue vital, yo era un auténtico friki de los juegos de coches para ordenador y consola, y  a pesar de no tener nada que ver, me ayudó mucho esa experiencia a la hora de coger las trazadas, por no hablar que en la última curva casi todos se salían, menos yo, hecho que hizo que ganase aquella carrera.
               Las siguientes tres carreras se sucedieron y Roberto y Mario ganaron las suyas, aunque haciendo algo de trampa, especialmente Mario, que sacó de la pista a una chica cuando estaba a punto de adelantarlo. Así que la final fue de lo más familiar, Mario, Roberto, otros chicos, una chica, y yo.
               Roberto se pavoneaba delante de su chica, recordaba al típico chulito de las películas de carreras de coches que se cree ganador y que después de pulverizarte en la pista se irá con su increíble novia a echar un polvo. Se acercó a mí con el casco en la mano.
-Más te vale que no me estorbes.
               Destaqué desde el primer instante, incluso conseguí evitar que Mario me hiciese una de sus guarradas, y aunque estuvo muy ajustado, en la última curva estuvo a punto de adelantarme Roberto, incluso juraría que le oí gritarme, no pensaba en otra cosa que en ganar aquella carrera, estaba disfrutando de verdad. Llegué primero, seguido de Roberto, y tercera fue la chica.
               Disfruté, pero aquello tendría un precio sin duda alguna. Roberto estaba visiblemente enfadado. Hubo una ceremonia de entrega de premios simbólica, con una medalla a cada uno, y estando en el improvisado podio me dijo al oído:
-Esta noche te daré tu premio puto perro, te vas a enterar.
               Pese a que llevaba días bajo ese constante sometimiento, no pude quitarme de la cabeza aquellas palabras durante los pocos kilómetros que nos separaban del albergue camino de la cena. Parecía haberme ganado el respeto de gran parte del campamento, Marquitos había ganado y eso, para variar, no estaba mal del todo, pero la amenaza de Roberto pesaba más que todo aquello.
               Y parecía ir en serio, para empezar se sentó a mi lado, como al principio a la hora de la cena. No dejó de martirizarme diciéndome frasecitas al oído del estilo “ya verás hoy”, “me has dejado en ridículo y te lo haré pagar”, o “nos divertiremos Mario y yo contigo”. El anuncio de la actividad de la noche fue el de ver una película, pero cuando había que levantar las manos yo no pude, Roberto me sujetaba las dos, intenté soltarme pero me miraba sonriente.
-Nada de películas – me dijo con un tono que no auguraba nada bueno- salvo que quieras que veamos tu película.
               Sin duda se refería a la que me grabó empalmado lamiéndole los calcetines a los dos  días de llegar. Tras despedirse de Erika que había decidido ver película con sus amigas, subimos juntos a la habitación, fueron tres pisos de escaleras en los que no nos dijimos ni media palabra.
               Cuando entramos en la habitación Mario ya se había instalado, había subido su maleta, y se había quedado con la cama en la que amaneció aquella mañana. Nada más entrar empecé a desnudarme rápidamente, y una vez estuve desnudo me coloqué a cuatro patas sumisamente, esperando que no mi castigo por haber sido el mejor al volante de un kart no fuese muy severo.
-Estuve pensando en lo que me dijiste de los asquerosos pies del perro – dijo Roberto dirigiéndose a Mario.
-¿Si?, y que solución propones.
-Esta – dijo sacándose algo rosa del bolsillo.
               Observé lo que se había sacado del bolsillo, pero mi mente tardó unos instantes en asociar eso rosa con unos calcetines.
-Jajaajajajaaja ¿de dónde has sacado eso? –le preguntó Mario.
-Se los he mangado a Erika de la bolsa de ropa sucia -dijo girándose y tirándomelos al suelo donde yo estaba- ahí tienes tu premio por ganar la carrera perrito, calcetines nuevos ¡póntelos!.
               Ni me plantee discutírselo, me senté en el suelo y me quité los míos, estaban tan pegados a la piel que hicieron ruido al despegarse, por no hablar del mal olor. Cogí uno de Erika, le di la vuelta y lo olí ligeramente, olía a detergente, no a calcetín sudado. Me lo puse, y me sorprendió que aunque estirándolo un poco, le iba como un guante a mi pie, y eso que tenía un 42, supusiera que Erika tendría un 40. Hice lo mismo con el otro mientras mis dos compañeros de habitación me miraban. Me los observé, y no solo eran rosas sino que encima tenían el borde alrededor del tobillo con florecillas de colores, eran realmente ridículos.
-Mira que mono – dijo Mario conteniendo la risa
               Roberto pasó junto a mí y sacó las esposas del armario y me las tiró entre las piernas.
-Póntelas, aquí estarás atado como perro que eres.
               Las cogí estando en el suelo y me las até a los tobillos, los calcetines eran un poquito más cortos pero conseguí que no me rozasen la piel. Mario mientras tanto se subió a la cama y se colocó con la misma postura que la noche anterior, apollado contra la pared y con los pies colgando. Como no me dijeron nada me até las esposas de las manos delante y me quedé mirando. Roberto se subió a la cama con Mario e imitó su postura.
-Ponte aquí y límpianos las zapatillas a los dos – me dijo Roberto
               Me puse de pie y caminé hasta ponerme frente a ellas, ya que me quedaban a cierta altura. Ahí tenia los dos pares de zapatillas que más había visto en los últimos días, las adidas superstar de Mario y las Nike blancas de Roberto. Empecé a limpiar las de Roberto, me entretuve más de la cuenta y me llevé un patadón de Mario en la cabeza.
-Aaaauuu
-Las mías también necesitan limpieza perro.
               Me puse a lamer la parte de goma del frontal de una y luego la otra, sin previo aviso recibí otro golpe, esta vez de Roberto.
-¿Qué pasa que no me vas a terminar de limpiar las mías? – dijo con una sonrisa
               Cambié a las nike, lamiendo deprisa, de nuevo otra vez a las adidas, no quería darles el gusto de tener que darme una patada para que les atendiese. Después de un rato y en el turno de la zapatilla de Roberto empecé a desatarle los cordones a Mario y se las quité dejándolas caer. Me pasé a lamerle los calcetines mientras repetía la operación con las nike y acababan también en el suelo. Los dos pares de pies aparecieron frente a mí, se juntaron los olores de aquellos nike amarillos y calcetines blancos de Roberto que tanto trabajo me habían dado. Me empecé a empalmar, la verdad es que me encantaban aquellos calcetines, y trataba de tenerlos siempre atendidos, cuando lamía unos, masajeaba otros.
-Mmm q masaje tan rico me está dando – dijo Mario.
-Sí, la verdad es que la putilla trabaja bien – le respondió Roberto.
               Yo seguí lamiendo ambos pares mientras ellos dos me miraban desde su cómoda posición y se magreaban el paquete de vez en cuando.
-Para y túmbate boca abajo – me dijo Roberto
               Obedientemente me tumbé boca abajo paralelo a la cama, no sabía para qué quería que me tumbase así pero no tuve que esperar mucho para averiguarlo, Roberto se bajó de la litera dejándose caer sobre mi espalda.
-Aaaaaaaaaaaaaahhh
               En cuanto sus pies pegaron con mi espalda noté la tela húmeda y luego presión, se bajó y le dio paso a Mario.
-Venga, baja, que es muy cómodo jajajajaja – le dijo a Mario haciéndole el gesto con la mano
-Aaaaaaaaaaaaaaah – grité, había caído sobre mi culo y me había presionado las pelotas contra el suelo.
               Roberto me cogió del pelo y me obligó a ponerme de rodillas, se sacó la polla y me la puso delante de la cara, Mario le imitó.
-Ahora nos la vas a chupar a los dos putita.
               Se las agarré juntas y comencé a darles lametazos, la de Mario era visiblemente más gruesa y larga que la Roberto, aunque no menos apetitosa, la primera en empezar a babear fue la de Roberto, le pasé las babas de una polla a otra con la lengua, ambos comenzaron a gemir.
-Mmmmm joder que rico – dijo Mario
-Ya te digo tío – la mama mejor que Erika
               Yo seguí chupándosela a los dos pero Mario quiso más y me la metió en la boca. Se la chupé en exclusiva mientras Roberto se pajeaba mirando cómo lo hacía. Mario me miraba con su pelo rubio tapándole un ojo con cara de estar pasándoselo en grande. Roberto se puso detrás de mí.
-Ponte a cuatro patas, putita, que hoy me apetece follar.
               Sin rechistar me coloqué a cuatro patas, dejé de mamársela a Mario por un momento, que también cambió de postura y se sentó en el suelo quitándose los pantalones cortos blancos que llevaba y poniendo una pierna a cada lado de mí, así podría seguir mamando. No tardé en notar la punta de la polla de Roberto en la entrada de mi culo.
-Ahora te vas a enterar cabrón – dijo Roberto.
               Apenas terminó de decirlo me clavó la punta de un único golpe.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah, paraaaaaaaaaaaaaaaa dueleeee
-Chilla cuanto quieras marica aquí arriba no te oirá nadie, esto por haberte reído de mí esta tarde en el circuito – dijo mientras presionaba más.
               Mario me agarró de la cabeza y me obligó a seguir chupándosela, al tiempo que Roberto me taladraba sin ningún tipo de miramiento. Sin habérmela metido entera empezó a dar embestidas, y a cada embestida aprovechaba para meterla un poco más, hasta que me dio una brutal.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
               Le apreté la polla con los dientes a Mario, y eso no le sentó muy bien.
-Auuuuu maldito cabrón – dijo levantándome la cabeza tirándome del pelo y soltándome un tortazo que me dejó la cara incandescente.
-Aaaaaaaaaaaah, perdona, perdona – me excusé rápidamente, y me puse a lamérsela.
               Roberto aumentó las embestidas hasta que empezó a correrse.
-Mmmmmmmmmmmmm eso es putilla, aprieta el culito cabrón, que te va a chorrear lefa.
               Se la sacó tan rápido que alguna gota de leche salió y corrió por mi pierna. Mario aprovechó para sacarla de mi boca, y apurando una paja también empezó a correrse en mi cara.
-Uffffffff siiiiii, toma cabrón – dijo lanzándome hasta cinco chorros de leche espesa.
               Una corrida abundante, sin duda, como me tenía acostumbrado, pero no probé ni gota, me resbalaba por la cara. Ambos pusieron de nuevo sus pollas juntas para que se las lamiese y eso hice.
-Chupa zorra, que es lo que te gusta – me dijo Mario
               Tras limpiárselas como es debido Roberto se fue al baño. Mario se quedó delante de mí poniéndose el pantalón corto de nuevo.
-¿Qué hacemos con este? – dijo Mario girando levemente la cabeza hacia el baño sin quitarme la vista.
-Habrá que ponerle cómodo, ¿no? – dijo Roberto según salía.
               No entendía a que se referían. Roberto se acercó a mí y me quitó las esposas de los pies, y un lado de las de las manos, me arrastraron entre los dos de los pelos al centro de la habitación entre las dos camas, y me dieron la vuelta.
-Ya verás que ajustito duermes hoy – me dijo Mario llevándome una mano junto a la litera de Roberto y esposándola ahí.
               Roberto hizo lo mismo, esposándome a la litera de Mario. El suelo estaba frio y todo mi pecho estaba directamente en contacto con él.
-No me atéis así, por favor, perdóname Rober, tío, estábamos jugando
-Tráeme sus asquerosas zapatillas –le dijo Roberto a Mario.
               Mario fue al armario y las sacó.
-¿Para qué las quieres? – dijo sosteniéndolas con asco.
-Dame una, le quitaré los cordones, quítale tú los cordones a la otra.
               Cuando se los quitaron, Mario no parecía saber muy bien que se proponía, pero en cuanto Robert se inclinó a mi tobillo y empezó a atarme uno de los cordones encajó las piezas. A los pocos segundos tenía los tobillos atados a las patas de la cama y estaba hecho una X en mitad de la habitación.
-Rober, Mario, por favor – dije sollozando – no me hagáis esto os haré lo que queráis, pero por favor no me dejéis así toda la noche.
-Calla puta llorona - dijo Roberto, aun no he terminado.
               Miré hacia atrás y le vi entrar en el baño, Mario seguía observando, parecía fuera de juego desde hacía un rato, aunque aprobaba por completo aquella cabronada de la que yo estaba siendo víctima. Cuando salió del baño llevaba el desodorante con el que me dilató la primera vez.
-NOOOOOOooooooo, Roberto no no por favor – dije pataleando y haciendo fuerza, hice tanta que llegué a mover un poco las literas.
               Roberto se colocó detrás de mí y aprovechando que tenía el culo completamente lefado empezó a meterme el improvisado dildo en el culo, era sorprendente lo bien que entraba.
-Auuuuuu paraaaa
               Aunque no me dolía trataba de dar pena con la absurda esperanza de que desistiese de su idea, cuando me lo metió del todo, cogió uno de mis calcetines y me lo metió en la boca.
-Si mañana te lo has sacado te quedas así el día entero – me dijo Roberto.
               Y yo pensando que el más cabrón era Mario. No conforme con la atroz situación en la que estaba cogió el otro calcetín y me lo ató a las pelotas.
-MMMMMMMMMMMMMMMMMMMmmmmmmmmmmmm – grité y me revolví.
               Me dolían horrores, pero no podía quejarme más alto mi apestoso calcetín tapaba cualquier sonido que intentase emitir.
-Esto es lo que pasa cuando te ríes de Roberto en público perro tonto – dijo Mario colocando su cama y subiéndose a ella.
               Roberto apagó la luz y se subió a la suya. Yo no podía creer lo que me había pasado en los últimos minutos, de estar disfrutando de un polvo con dos posiblemente los dos tíos mas buenos del campamento, a estar atado boca abajo en mitad de la habitación a dos camas en forma de X, con la cara lefada, mis huevos apretados y doloridos y por si fuera poco un desodorante metido en el culo.
               No había entre muchas posturas para elegir, realmente dos, o mirar para un lado, o para el otro, y tras lo que creo que fueron dos o tres horas de pequeños forcejeos aquel día terminó.

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