Capítulo 11 – La última curva
Me
faltaba el oxigeno, no me llegaba apenas aire, aquello hizo que me despertase
sobresaltado, con el corazón desbocado, pasó todo en décimas de segundo pero me
parecieron largos minutos. Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue algo
amarillo, era sin duda un calcetín de Mario, y el resto del pie estaba sobre mi
boca y nariz presionando con tanta fuerza que apenas me entraba aire y el poco
que conseguía pasar olía a pies. Con ambas manos agarré su tobillo y se lo
aparté, giré la cabeza al lado contrario y empecé a respirar y a toser a la
vez.
-Mira ya se ha despertado el
perrito, te dije que este método no fallaría – dijo Mario dirigiéndose a
Roberto que estaba tirado en la cama medio tapado.
-Sí, tenías razón, la verdad,
tengo que probarlo algún día –hizo una mueca llevándose la mano a la cabeza –
joder que puta resaca de mierda, que coño paso ayer.
-El perro y yo te trajimos,
estabas muy borracho.
Mario
hablaba sentado cerca de mis pies, desde donde había perpetrado mi brutal
amanecer. Aún no me había recuperado de la sensación de falta de oxigeno, y
tosía a veces, aunque parecía no estar ahí.
-¿Y qué coño hago en bolas?
–preguntó Roberto mirando debajo de las sábanas.
-Le dije al chucho que te
desnudase, empezó a chupártela pero se cansó y te dejó a medias.
-Pero si no me dej…. –dije
mirando a Mario.
-¡Serás desagradecido! – estalló
Roberto interrumpiendo mis justificaciones –encima que te dejamos dormir en una
cama, ¿me haces esto?
-Pero si…
No
me dejó terminar, saltó de la cama y se puso delante de mí, me agarró del pelo
y me obligó a abrir la boca.
-Vas a terminar lo que empezaste ayer
– dijo visiblemente enfadado
Mario
miraba a través de sus ojos azules y con el pelo a los lados la escena desde el
otro lado de mi cama, su sonrisa malévola lo decía todo. Me vi con la polla de
Roberto apuntando a mi cara, estaba bastante empalmado.
-Eso que te la chupe ahora, el
muy cabrón dijo que tenía sueño y que eras un borracho.
No
tuve siquiera la oportunidad de defenderme, mi palabra valía menos que los
calcetines que llevaba puestos. Roberto me clavó la polla en la boca y empecé a
chupársela aunque con dificultad porque me tiraba del pelo con ambas manos para
follarme la boca con el menor esfuerzo posible de su parte.
-Chupa marica de mierda, o sea
que me desnudas y me dejas a medias.
De
repente dio dos pasos atrás y me arrastró de la cabeza hacia él, le seguí como
pude para evitar el tremendo dolor que me estaba ocasionando en la cabeza y caí
al suelo casi de rodillas, y todo sin que su polla saliese de mi boca.
-Esta es la última noche que
duermes en una cama perro, se terminaron las buenas maneras contigo – dijo
mientras aumentaba el ritmo.
Mario
seguía mirando la escena, se había acomodado en la cama poniendo ambos pies
sobre ella y una sonrisa burlona en su cara reflejaba lo bien que se lo estaba
pasando a mi costa. La polla de Roberto no hacía más que lubricar, y yo apenas
podía concentrarme me dolía la cabeza por motivos distintos a los suyos.
-¿Quieres que él te pajee? – le
preguntó Roberto a Mario
-No, no, gracias, yo ya me he
aliviado hoy.
No
entendí nada, pero sin mediar palabra se sacó la polla de mi boca comenzó a
pajearse, me soltó el pelo y empezó a correrse en mi cabeza y cara.
-Mmmmm eso es, cabrón, y hoy no
te duchas, para que vuelvas a hacerme la putada.
-Pero si yo no te dejé a medias –
balbucee mientras me chorreaba lefa de la nariz.
Estaba
tan enfadado que se fue al baño sin decir nada más, yo tenía el pelo y la cara
completamente lefados. Mario me golpeó con su pie en el hombro para llamar mi
atención.
-Ponme las zapatillas que voy a
bajar a desayunar – me ordenó haciendo un gesto con la cara mirando a sus
zapatillas, que habían quedado desperdigadas por la habitación.
Le
miré con odio, cada vez me estaba jodiendo más aquel puto rubio, estaba
buenísimo pero era un cabrón sin escrúpulos. Recogí sus dos zapatillas y se las
puse, pensé en atárselas con mucha fuerza pero quizás bajase a desayunar con un
patadón en la cara. Se levantó y fue hasta la puerta del baño.
-Oye no está mal esta habitación,
es tranquila, tiene cuatro camas, y hasta putita. ¿te importa si me mudo aquí
los días que quedan? – dijo dirigiéndose a Roberto.
-Claro tío, es tu casa, vente si
quieres
-Gracias Robert, así dejo solo al
quejica de Dani, está siempre tocándome los cojones, que si hago mucho ruido,
que si no me cambio de calcetines, que si soy un pesado, que le jodan, parece
mi madre, me vengo aquí y punto.
Abrió
la puerta y justo antes de salir se giró y me miró.
-Por cierto, tendríamos que hacer
algo con los pies del chucho –dijo elevando al voz con el fin de ser escuchado
por Roberto dentro del baño aunque sin quitarme ojo – le apestan.
Yo
me miré los pies, los calcetines después de once días, tenían un aspecto horrible,
y todo gracias a corridas, sudor de varios días, deporte y marchas.
-Ya pensaré algo – dijo Roberto
desde el baño.
Mario
se fue y la ducha se puso en marcha. Como aquel día yo estaba castigado sin
ducha traté de secarme la corrida de mi compañero como pude, me limpié con la
mano y me la lamí, pero al ver que conseguía poco más que extenderla decidí
usar la manta de la cama en la que había dormido, a fin de cuentas, y si
cumplía Roberto con su amenaza, y no dudaba que lo haría, ya no volvería a
dormir en esa cama, ni en ninguna otra hasta que no me fuese a casa. Me sequé
la cara, y como pude la cabeza y cuando terminé salió Roberto del baño, abrió
el armario y comenzó a vestirse.
-Ven aquí a coger tus cosas, haz
algo.
Fui
gateando hasta el armario, cogí una camiseta y un pantalón corto y mis
zapatillas, que no estaban donde yo las recordaba, pero no me paré a pensar en
eso. Me vestí ahí mismo debajo de Roberto, la camiseta, el pantalón y cuando me
puse la primera zapatilla noté algo húmedo dentro, la observé y…
-¡Joder!, mierda
-Qué te pasa chucho, de qué te
quejas ahora.
-No… nada, hay una corrida en mis
zapatillas.
-Jajajajajajajajajajaja, ahora
entiendo por qué dijo que ya se había aliviado, que tío, es un cachondo.
Cachondo
no era la palabra exacta, ni siquiera aproximada, que se me venía al a mente, y
junto con esa palabra que sí que se me venía, acudían métodos de tortura de lo
más eficientes. Otro día más con los pies empapados, y encima en una abundante
corrida de Mario. Aquel día bajé a desayunar lefado literalmente de pies a
cabeza.
-¿Qué te has puesto en el pelo? –
me preguntó Javi, mi compañero de mesa
-Nada, nada ¿por?
-No sé, parece gomina, nunca te
había visto bajar engominado.
-Sí, es cierto, parece gomina
–dijo mi compañera de al lado-
Yo
reparé en el regalo que me había hecho aquella mañana Roberto, era su corrida,
sin duda.
-Aaaaah, si, si, me puse un poco
de Robert, por probar y eso – dije tratando de resultar normal-
-Pues no te queda mal – dijo mi
compañera mientras apuraba su taza de cola cao.
Me
puse rojo como un tomate, aquello me había sonado a algo parecido a un
cumplido, y encima la supuesta gomina, no lo era.
-A ver chicos – dijo un monitor-,
el rumor era cierto, hoy iremos a un circuito de karting.
El
estallido de alegría fue mayúsculo, aunque mayor por parte del sector
masculino. Llevaban días sonando rumores sobre aquello, pero se acababa de
convertir en un hecho.
-Dejadme hablar, por favor – dijo
tratando de recuperar el silencio en la sala – pasaremos el día entero, así que
si queréis coger algo podéis subir, y si no, en quince minutos en la puerta,
que no espera el autobús.
El
circuito en cuestión estaba a unos pocos kilómetros de donde nos encontrábamos,
y no fue al principio tan divertido como todos creíamos, la primera mitad de la
mañana la pasamos metidos en un aula con videos y charlas sobre seguridad vial.
Algunos la pasaron durmiendo, especialmente los que habían llegado más bien
tarde de fiesta la noche anterior. El rato antes de comer lo emplearon en
darnos instrucciones de seguridad y consejos de cómo usar el kart.
Nos
habilitaron una especie de merendero a la sombra para poder comer, curiosamente
se me sentó Dani al lado, que parecía haber roto con Mario.
-¿Qué tal? – me preguntó mientras
comía su bocata.
-Bien, bien.
-¿Sabes que se muda Mario a tu
cuarto?
-Eso me temo, ya lo he sufrido
por la mañana.
-Vaya dos cabrones, te van a
poner fino – dijo con una sonrisita – al menos me quito de encima al payaso del
Mario, lo siento por ti.
Y
la verdad, es que no sabía en aquel momento cuánta razón tenía. Tras dejarnos
un rato para bajar la comida, volvimos con los instructores que nos dividieron
en cinco grupos de diez personas, tal y como a ellos les pareció bien. La cosa
consistiría en que cada grupo participaría en una carrera, y los cinco
ganadores se enfrentarían en una final entre ellos. La idea fue acogida con
gran aceptación, a priori, daba las mismas oportunidades a todos.
En
la primera carrera corría Dani, que quedó cuarto, mi grupo era el siguiente, se
acercó a mí, y me dio su casco.
-Joe esto es más difícil de lo
que parece – dijo visiblemente cansado – ten cuidado con la última curva.
-Gracias.
Aquella
información fue vital, yo era un auténtico friki de los juegos de coches para
ordenador y consola, y a pesar de no
tener nada que ver, me ayudó mucho esa experiencia a la hora de coger las
trazadas, por no hablar que en la última curva casi todos se salían, menos yo,
hecho que hizo que ganase aquella carrera.
Las
siguientes tres carreras se sucedieron y Roberto y Mario ganaron las suyas,
aunque haciendo algo de trampa, especialmente Mario, que sacó de la pista a una
chica cuando estaba a punto de adelantarlo. Así que la final fue de lo más
familiar, Mario, Roberto, otros chicos, una chica, y yo.
Roberto
se pavoneaba delante de su chica, recordaba al típico chulito de las películas
de carreras de coches que se cree ganador y que después de pulverizarte en la
pista se irá con su increíble novia a echar un polvo. Se acercó a mí con el
casco en la mano.
-Más te vale que no me estorbes.
Destaqué
desde el primer instante, incluso conseguí evitar que Mario me hiciese una de
sus guarradas, y aunque estuvo muy ajustado, en la última curva estuvo a punto
de adelantarme Roberto, incluso juraría que le oí gritarme, no pensaba en otra
cosa que en ganar aquella carrera, estaba disfrutando de verdad. Llegué
primero, seguido de Roberto, y tercera fue la chica.
Disfruté,
pero aquello tendría un precio sin duda alguna. Roberto estaba visiblemente
enfadado. Hubo una ceremonia de entrega de premios simbólica, con una medalla a
cada uno, y estando en el improvisado podio me dijo al oído:
-Esta noche te daré tu premio
puto perro, te vas a enterar.
Pese
a que llevaba días bajo ese constante sometimiento, no pude quitarme de la
cabeza aquellas palabras durante los pocos kilómetros que nos separaban del
albergue camino de la cena. Parecía haberme ganado el respeto de gran parte del
campamento, Marquitos había ganado y eso, para variar, no estaba mal del todo,
pero la amenaza de Roberto pesaba más que todo aquello.
Y
parecía ir en serio, para empezar se sentó a mi lado, como al principio a la
hora de la cena. No dejó de martirizarme diciéndome frasecitas al oído del
estilo “ya verás hoy”, “me has dejado en ridículo y te lo haré pagar”, o “nos
divertiremos Mario y yo contigo”. El anuncio de la actividad de la noche fue el
de ver una película, pero cuando había que levantar las manos yo no pude,
Roberto me sujetaba las dos, intenté soltarme pero me miraba sonriente.
-Nada de películas – me dijo con
un tono que no auguraba nada bueno- salvo que quieras que veamos tu película.
Sin
duda se refería a la que me grabó empalmado lamiéndole los calcetines a los dos
días de llegar. Tras despedirse de Erika
que había decidido ver película con sus amigas, subimos juntos a la habitación,
fueron tres pisos de escaleras en los que no nos dijimos ni media palabra.
Cuando
entramos en la habitación Mario ya se había instalado, había subido su maleta,
y se había quedado con la cama en la que amaneció aquella mañana. Nada más
entrar empecé a desnudarme rápidamente, y una vez estuve desnudo me coloqué a
cuatro patas sumisamente, esperando que no mi castigo por haber sido el mejor
al volante de un kart no fuese muy severo.
-Estuve pensando en lo que me
dijiste de los asquerosos pies del perro – dijo Roberto dirigiéndose a Mario.
-¿Si?, y que solución propones.
-Esta – dijo sacándose algo rosa
del bolsillo.
Observé
lo que se había sacado del bolsillo, pero mi mente tardó unos instantes en
asociar eso rosa con unos calcetines.
-Jajaajajajaaja ¿de dónde has
sacado eso? –le preguntó Mario.
-Se los he mangado a Erika de la
bolsa de ropa sucia -dijo girándose y tirándomelos al suelo donde yo estaba-
ahí tienes tu premio por ganar la carrera perrito, calcetines nuevos
¡póntelos!.
Ni
me plantee discutírselo, me senté en el suelo y me quité los míos, estaban tan
pegados a la piel que hicieron ruido al despegarse, por no hablar del mal olor.
Cogí uno de Erika, le di la vuelta y lo olí ligeramente, olía a detergente, no
a calcetín sudado. Me lo puse, y me sorprendió que aunque estirándolo un poco,
le iba como un guante a mi pie, y eso que tenía un 42, supusiera que Erika
tendría un 40. Hice lo mismo con el otro mientras mis dos compañeros de
habitación me miraban. Me los observé, y no solo eran rosas sino que encima
tenían el borde alrededor del tobillo con florecillas de colores, eran
realmente ridículos.
-Mira que mono – dijo Mario
conteniendo la risa
Roberto
pasó junto a mí y sacó las esposas del armario y me las tiró entre las piernas.
-Póntelas, aquí estarás atado
como perro que eres.
Las
cogí estando en el suelo y me las até a los tobillos, los calcetines eran un
poquito más cortos pero conseguí que no me rozasen la piel. Mario mientras
tanto se subió a la cama y se colocó con la misma postura que la noche
anterior, apollado contra la pared y con los pies colgando. Como no me dijeron
nada me até las esposas de las manos delante y me quedé mirando. Roberto se
subió a la cama con Mario e imitó su postura.
-Ponte aquí y límpianos las
zapatillas a los dos – me dijo Roberto
Me
puse de pie y caminé hasta ponerme frente a ellas, ya que me quedaban a cierta
altura. Ahí tenia los dos pares de zapatillas que más había visto en los
últimos días, las adidas superstar de Mario y las Nike blancas de Roberto.
Empecé a limpiar las de Roberto, me entretuve más de la cuenta y me llevé un
patadón de Mario en la cabeza.
-Aaaauuu
-Las mías también necesitan
limpieza perro.
Me
puse a lamer la parte de goma del frontal de una y luego la otra, sin previo
aviso recibí otro golpe, esta vez de Roberto.
-¿Qué pasa que no me vas a
terminar de limpiar las mías? – dijo con una sonrisa
Cambié
a las nike, lamiendo deprisa, de nuevo otra vez a las adidas, no quería darles
el gusto de tener que darme una patada para que les atendiese. Después de un
rato y en el turno de la zapatilla de Roberto empecé a desatarle los cordones a
Mario y se las quité dejándolas caer. Me pasé a lamerle los calcetines mientras
repetía la operación con las nike y acababan también en el suelo. Los dos pares
de pies aparecieron frente a mí, se juntaron los olores de aquellos nike
amarillos y calcetines blancos de Roberto que tanto trabajo me habían dado. Me
empecé a empalmar, la verdad es que me encantaban aquellos calcetines, y
trataba de tenerlos siempre atendidos, cuando lamía unos, masajeaba otros.
-Mmm q masaje tan rico me está
dando – dijo Mario.
-Sí, la verdad es que la putilla
trabaja bien – le respondió Roberto.
Yo
seguí lamiendo ambos pares mientras ellos dos me miraban desde su cómoda
posición y se magreaban el paquete de vez en cuando.
-Para y túmbate boca abajo – me
dijo Roberto
Obedientemente
me tumbé boca abajo paralelo a la cama, no sabía para qué quería que me tumbase
así pero no tuve que esperar mucho para averiguarlo, Roberto se bajó de la
litera dejándose caer sobre mi espalda.
-Aaaaaaaaaaaaaahhh
En
cuanto sus pies pegaron con mi espalda noté la tela húmeda y luego presión, se
bajó y le dio paso a Mario.
-Venga, baja, que es muy cómodo
jajajajaja – le dijo a Mario haciéndole el gesto con la mano
-Aaaaaaaaaaaaaaah – grité, había
caído sobre mi culo y me había presionado las pelotas contra el suelo.
Roberto
me cogió del pelo y me obligó a ponerme de rodillas, se sacó la polla y me la
puso delante de la cara, Mario le imitó.
-Ahora nos la vas a chupar a los
dos putita.
Se
las agarré juntas y comencé a darles lametazos, la de Mario era visiblemente
más gruesa y larga que la Roberto, aunque no menos apetitosa, la primera en
empezar a babear fue la de Roberto, le pasé las babas de una polla a otra con
la lengua, ambos comenzaron a gemir.
-Mmmmm joder que rico – dijo
Mario
-Ya te digo tío – la mama mejor que
Erika
Yo
seguí chupándosela a los dos pero Mario quiso más y me la metió en la boca. Se
la chupé en exclusiva mientras Roberto se pajeaba mirando cómo lo hacía. Mario
me miraba con su pelo rubio tapándole un ojo con cara de estar pasándoselo en
grande. Roberto se puso detrás de mí.
-Ponte a cuatro patas, putita,
que hoy me apetece follar.
Sin
rechistar me coloqué a cuatro patas, dejé de mamársela a Mario por un momento,
que también cambió de postura y se sentó en el suelo quitándose los pantalones
cortos blancos que llevaba y poniendo una pierna a cada lado de mí, así podría
seguir mamando. No tardé en notar la punta de la polla de Roberto en la entrada
de mi culo.
-Ahora te vas a enterar cabrón –
dijo Roberto.
Apenas
terminó de decirlo me clavó la punta de un único golpe.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah,
paraaaaaaaaaaaaaaaa dueleeee
-Chilla cuanto quieras marica
aquí arriba no te oirá nadie, esto por haberte reído de mí esta tarde en el
circuito – dijo mientras presionaba más.
Mario
me agarró de la cabeza y me obligó a seguir chupándosela, al tiempo que Roberto
me taladraba sin ningún tipo de miramiento. Sin habérmela metido entera empezó
a dar embestidas, y a cada embestida aprovechaba para meterla un poco más,
hasta que me dio una brutal.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
Le
apreté la polla con los dientes a Mario, y eso no le sentó muy bien.
-Auuuuu maldito cabrón – dijo
levantándome la cabeza tirándome del pelo y soltándome un tortazo que me dejó
la cara incandescente.
-Aaaaaaaaaaaah, perdona, perdona
– me excusé rápidamente, y me puse a lamérsela.
Roberto
aumentó las embestidas hasta que empezó a correrse.
-Mmmmmmmmmmmmm eso es putilla,
aprieta el culito cabrón, que te va a chorrear lefa.
Se
la sacó tan rápido que alguna gota de leche salió y corrió por mi pierna. Mario
aprovechó para sacarla de mi boca, y apurando una paja también empezó a
correrse en mi cara.
-Uffffffff siiiiii, toma cabrón –
dijo lanzándome hasta cinco chorros de leche espesa.
Una
corrida abundante, sin duda, como me tenía acostumbrado, pero no probé ni gota,
me resbalaba por la cara. Ambos pusieron de nuevo sus pollas juntas para que se
las lamiese y eso hice.
-Chupa zorra, que es lo que te
gusta – me dijo Mario
Tras
limpiárselas como es debido Roberto se fue al baño. Mario se quedó delante de mí
poniéndose el pantalón corto de nuevo.
-¿Qué hacemos con este? – dijo
Mario girando levemente la cabeza hacia el baño sin quitarme la vista.
-Habrá que ponerle cómodo, ¿no? –
dijo Roberto según salía.
No
entendía a que se referían. Roberto se acercó a mí y me quitó las esposas de
los pies, y un lado de las de las manos, me arrastraron entre los dos de los
pelos al centro de la habitación entre las dos camas, y me dieron la vuelta.
-Ya verás que ajustito duermes
hoy – me dijo Mario llevándome una mano junto a la litera de Roberto y
esposándola ahí.
Roberto
hizo lo mismo, esposándome a la litera de Mario. El suelo estaba frio y todo mi
pecho estaba directamente en contacto con él.
-No me atéis así, por favor,
perdóname Rober, tío, estábamos jugando
-Tráeme sus asquerosas zapatillas
–le dijo Roberto a Mario.
Mario
fue al armario y las sacó.
-¿Para qué las quieres? – dijo
sosteniéndolas con asco.
-Dame una, le quitaré los
cordones, quítale tú los cordones a la otra.
Cuando
se los quitaron, Mario no parecía saber muy bien que se proponía, pero en
cuanto Robert se inclinó a mi tobillo y empezó a atarme uno de los cordones
encajó las piezas. A los pocos segundos tenía los tobillos atados a las patas
de la cama y estaba hecho una X en mitad de la habitación.
-Rober, Mario, por favor – dije
sollozando – no me hagáis esto os haré lo que queráis, pero por favor no me
dejéis así toda la noche.
-Calla puta llorona - dijo
Roberto, aun no he terminado.
Miré
hacia atrás y le vi entrar en el baño, Mario seguía observando, parecía fuera
de juego desde hacía un rato, aunque aprobaba por completo aquella cabronada de
la que yo estaba siendo víctima. Cuando salió del baño llevaba el desodorante
con el que me dilató la primera vez.
-NOOOOOOooooooo, Roberto no no
por favor – dije pataleando y haciendo fuerza, hice tanta que llegué a mover un
poco las literas.
Roberto
se colocó detrás de mí y aprovechando que tenía el culo completamente lefado
empezó a meterme el improvisado dildo en el culo, era sorprendente lo bien que
entraba.
-Auuuuuu paraaaa
Aunque
no me dolía trataba de dar pena con la absurda esperanza de que desistiese de
su idea, cuando me lo metió del todo, cogió uno de mis calcetines y me lo metió
en la boca.
-Si mañana te lo has sacado te quedas
así el día entero – me dijo Roberto.
Y
yo pensando que el más cabrón era Mario. No conforme con la atroz situación en
la que estaba cogió el otro calcetín y me lo ató a las pelotas.
-MMMMMMMMMMMMMMMMMMMmmmmmmmmmmmm
– grité y me revolví.
Me
dolían horrores, pero no podía quejarme más alto mi apestoso calcetín tapaba
cualquier sonido que intentase emitir.
-Esto es lo que pasa cuando te
ríes de Roberto en público perro tonto – dijo Mario colocando su cama y
subiéndose a ella.
Roberto
apagó la luz y se subió a la suya. Yo no podía creer lo que me había pasado en
los últimos minutos, de estar disfrutando de un polvo con dos posiblemente los
dos tíos mas buenos del campamento, a estar atado boca abajo en mitad de la
habitación a dos camas en forma de X, con la cara lefada, mis huevos apretados
y doloridos y por si fuera poco un desodorante metido en el culo.
No
había entre muchas posturas para elegir, realmente dos, o mirar para un lado, o
para el otro, y tras lo que creo que fueron dos o tres horas de pequeños
forcejeos aquel día terminó.
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