Capítulo 10 – Literas
Ni
las molestas ataduras, ni el dolor de pies, ni la incomodísima postura, ni
siquiera estar con una zapatilla atada a la cara me despertó aquel día, sin
embargo si lo hizo el agua fría. Una sensación de fría humedad me invadía toda
la parte del cuerpo en contacto con el suelo, y no era poca, abrí los ojos,
todo estaba en calma, había menos luz que días atrás por lo que debía ser
temprano, pero un charco de agua bañaba gran parte de la habitación. Estaba
empapado y mis calcetines completamente calados, hasta el punto de
transparentarse.
Me
incorporé y la zapatilla de Roberto cayó al suelo provocando un ruido similar
al de un chapoteo. Recordé la advertencia de la noche anterior respecto a ese
detalle pero parecía que esa mañana tanto mi compañero de habitación como yo teníamos
un problema mayor.
-Roberto, Roberto – dije bajito,
tratando de ser lo más suave posible.
No
logré despertarle, estaba profundamente dormido en su cálida cama. El talón de su calcetín asomaba ligeramente.
-Roberto – dije dándole pequeños
toquecitos con mi barbilla en su talón.
La
respuesta no fue otra que mover el pie lejos de mi alcance y un casi
imperceptible gruñido. El agua parecía ir ganando terreno centímetro a
centímetro, en pocos minutos no quedaría una baldosa seca.
-¡Despierta Robert!
-Duérmete perro – dijo con tono
de dormido.
-No Rober, despierta, la
habitación está encharcada, ha debido pasar algo en el baño.
Se
giró de repente con cara de sueño, el pelo alborotado y la almohada aun marcada
en la cara. Me miró a mí primero y a continuación a mí alrededor, tardó unos
segundos en ver que ocurría.
-Joder
Rápidamente
se destapó y puso los pies en el suelo, haciendo un ruido similar al que
hiciesen instantes atrás sus zapatillas.
-¡Mierda, me cago en la puta! –
dijo levantando rápidamente los pies.
Había
tanta agua que ese pequeño contacto fue suficiente para que chorreasen. Buscó
sus zapatillas y se las puso. Afortunadamente no reparó en que una de ellas no
colgaba de mi cara. Se levantó sin mirarme y caminó hacia el baño.
-Vaya putada – dijo desde el
marco y mirando a un lateral – ha reventado una tubería de la pared y está
saliendo el agua a chorros.
-No jodas, creí que había quedado
un grifo mal cerrado o algo así se había
desbordado la ducha- le dije completamente sorprendido por la noticia.
Entró
al baño y a los pocos instantes y abrió el armario.
-He cerrado la llave de paso del
agua pero tendré que ir a avisar a los monitores – dijo sacando mi ropa del
armario.
Me
la tiró sobre la cama y abrió la puerta de la habitación.
-Vístete, voy a avisar a los
monitores.
-Vale, pero… ¿me desatas?
-Ah, sí claro, eso
Tras
quitarme las esposas y guardarlas en el armario salió de la habitación,
aproveché el agua del suelo para limpiarme un poco la cara, el pecho y en general las zonas del cuerpo
donde tenía lefa reseca. Me sequé como pude con mi manta y comencé a vestirme.
Otro día con los pies empapados, pensé, al menos era de agua. Cuando estaba
poniéndome las zapatillas apareció Roberto con un monitor.
-¡Hola Marcos!
-¡Hola, que tal!
El
monitor inspeccionó el baño, yo me acerqué y vi los daños, una tubería junto al
plato de ducha había reventado y en su camino se había llevado por delante un
par de azulejos.
Fue
sin duda el tema estrella del desayuno, yo tuve que inventarme una historia
creíble en mi mesa sobre cómo había descubierto la avería, ya que la historia
real no me dejaría en buen lugar, amanecer atado a los pies de una cama y
empapado, aunque más emocionante era algo que quedaría entre Roberto y yo.
-A ver chicos – dijo una monitora
– como ayer ha sido un día mu y largo, vamos ahora por la mañana a hacer
talleres de manualidades como el otro día, juntaros los grupos de la anterior
vez. Marcos y Roberto, quedaros un momento.
Roberto
estaba en la que empezaba a ser su nueva mesa habitual con Erika, y por un
momento nos cruzamos la mirada. Había subido el encargado del albergue a
inspeccionar la habitación y ambos
parecíamos pensar lo mismo, ¿el armario con las esposas habría quedado abierto
con todo el lío?. Ambos fuimos a la mesa de los monitores, donde nos entregó la
llave de la habitación 301, la vieja 213 quedaría cerrada para reparar la
avería y debíamos mudarnos. Por un momento me pareció ver que Roberto recibía
la noticia con alivio.
El
armario estaba abierto, si, pero nadie pareció darse cuenta de su contenido, la
avería había eclipsado el brillante contenido del guardarropa. Recogimos
nuestras cosas de cualquier manera y nos disponíamos a salir.
-La habitación está en la planta
de arriba, no tardes en subir todo esto, voy a subir a verla- dijo dejándome
con su maleta junto a la mía.
Arrastrando
no sin dificultad las dos maletas conseguí llegar a la planta tercera, era la
última del edificio y estaba desierta, oscura, solo una luz que provenía de una
habitación con la puerta abierta daba algo de claridad al pasillo, que era
gemelo al del segundo piso, pero no había nadie, íbamos a ser los únicos habitantes
de aquella planta. La 301 estaba orientada al lado contrario de la que había sido
nuestra habitación, y quedaba casi encima de la de Mario y Dani.
Cuando
llegué al marco de la puerta, Roberto me esperaba con la puerta del armario
abierta.
-Mete las maletas ahí- dijo
haciéndome una indicación con la mano.
Cuando
lo cerró pude ver el resto de la habitación, que era idéntica por tamaño y luz
a la de Mario y Dani, a excepción de un pequeño detalle: cuatro camas en dos
literas.
-Yo dormiré arriba, por supuesto
– dijo Roberto - y tú… bueno, ya veremos jajaja.
Nos
reincorporamos a los talleres, la mañana fue más bien aburrida, y a pesar de la
variedad de actividades la hora de comer tardó en llegar más de lo habitual.
Finalizando la comida, como era costumbre, el portavoz de los monitores hizo el
pertinente comunicado.
-Hoy os dejaremos la tarde libre,
si queréis aprovechar para ir a comprar algo, como recuerdos o cosas por el
estilo tenéis a unos pocos minutos un centro comercial, después de cenar
¡fiestaaaa! – dijo con el fin de alegrar el ambiente que estaba algo apagado
tras una mañana de aburridos talleres.
De
compras, pensé, eso ya lo hice hace unos días y no compré precisamente
recuerdos.
-Levantad la mano – prosiguió el
monitor- los que queráis ver ahora película, ya que nadie quiso ayer, la
pondremos hoy.
Levanté
sin pensarlo, la alternativa sería estar bajo los pies de Roberto o con la polla
de Mario en el culo y no era algo que me entusiasmase para una tarde de sábado.
Curiosamente Erika y Roberto optaron también por la película.
La
película fue un viejo refrito en el que Will Smith trataba de salvar a la
tierra de alienígenas con mala leche acompañado de Tommy Lee Jones. Al salir de
la sala de audiovisuales Dani se me acercó.
-No ha estado mal la peli ¿eh?
-No, aunque ya la he visto un par
de veces – le dije
-Por lo visto habéis cambiado de
habitación, ¿por qué no me la enseñas?
-Eeeh, claro, claro, déjame que
le pida a Roberto la llave.
-¿Cuál necesitas? – dijo
sacándose tres llaves del bolsillo, la de la habitación, la del armario y la de
las esposas.
Al
menos ese día se había molestado en pedirle la llave de las esposas – pensé-
-¿Roberto no va a subir a la
habitación?
-Se va de compras, le ha obligado
Erika a que le acompañe, ya ves, es todo un calzonazos jajajajaj.
Nada
más entrar Dani se mostró sorprendido por la novedad de las literas.
-No sabía que había literas aquí
– dijo mientras abría el armario.
-Ya, no sé, las habitaciones de
abajo estaban todas llenas y esto es lo que nos han dado.
-Vete desnudándote, y saca las
esposas – me espetó de repente.
Comencé
con el ritual, era la primera vez en aquella estancia. Dani estaba a un metro
de mí observando. Metí mi camiseta y zapatillas en el fondo del armario y
finalmente el pantalón quedándome, como era habitual en calcetines. Saqué las
esposas del armario y lo cerré, aunque quedó la llave puesta.
Me
cogió las esposas de las manos y se ató una muñeca con ellas, dejándome muy
sorprendido.
-Qué te parece si hoy jugamos a
algo distinto – dijo dirigiéndose a una de las literas con las esposas colgando
de una mano.
-Sí, si, como quieras – dije
completamente contrariado.
Aquello
era una novedad por completo, no ser yo el atado y ver a otro con las esposas
que me habían tenido prisionero tantas veces hizo que mi polla se pusiera
juguetona. Dani se subió a la cama, se quitó la camiseta y me la tiró a la
cara.
-¿Vas a venir o me pongo a hacer
sudokus?, y trate las otras esposas.
Aunque
por un momento dudé, subí por las escaleras que había en un lateral, que al
igual que el resto de la cama, eran de madera. Roberto esperaba sentado apollado
junto a la pared. Cuando estuve arriba, se tumbó y colocó las manos encima de
un listón de madera que tenía la cama.
-¿Me ayudas a atarme esto?
-Claro – dije sin pensarlo
Pasé
las esposas por debajo del listón y le até la otra mano. Dani me miraba
mientras lo hacía.
-Quítame el resto y termina de
atarme – me dijo con tono serio.
Me
coloqué junto a sus pies, sus juma lucían igual de sucias que otros días,
empecé a desatarle los cordones pero me mandó parar.
-Con boca, no iba a ser todo tan
fácil ¿no? – dijo con una sonrisita.
Acerqué
la cara a sus pies y con los dientes conseguí deshacer los lazos de los nudos
de las dos zapatillas, le levanté los tobillos y mordiendo el talón conseguí
sacárselas, primero una y luego la otra. Olían muy bien para lo que venían
siendo las últimas zapatillas que había tenido que trabajarme, como eran las de
Mario y Roberto. Aquel día Dani llevaba unos magníficos calcetines azul claros
por el tobillo, definitivamente no se había unido al club de los otros dos.
-Igual no están a tu gusto, pero
puedes limpiármelos – me dijo desde el otro lado de la cama.
Comencé
a lamerle la puntera, metiéndome cuanto me cabía en la boca, no olían mal del
todo, solo un poco a sudor del día aun fresco y algo húmedo. Lamí cuanto me
dejó, haciendo que las manchas de babas fuesen más visibles gracias al color de
la tela a medida que pasaban los minutos. Cuando estuvieron limpios, y un poco
más, me fui hasta el cordón que sujetaba sus pantalones, eran largos, como se
empañaba en usar, unos adidas azul marino con las rayas blancas. Le desaté el
cordón con los dientes como hiciese antes con sus zapatillas y ayudándome de
las manos se lo saqué dejando ver unos slips blancos. Tiré los pantalones al
suelo y aproveché para tirar también las zapatillas, que hicieron un aparatoso
ruido al caer desde aproximadamente un metro y medio.
El
tamaño del bulto del slip no engañaba, y al quitárselo su polla salió como un
resorte. Até sus pies a la cama dejándole como Roberto me dejó a mí la primera
vez.
-Cómemela un rato anda, se bueno.
Le
cogí la polla y tras descapullarla le lancé dos lametazos a la punta que hizo
que se estremeciese cerrando los ojos, a continuación, empecé a mamársela
lentamente.
-Que de puta madre tío, no pares.
Podría
haber parado, estaba atado y se habría jodido, pero aunque era yo el que estaba
libre me sentía preso de su polla lamiendo cada centímetro, no tardó en empezar
a babear.
-Ufffff eso eso
Gemía
de placer, estaba haciendo un buen trabajo, de vez en cuando paraba y le
pajeaba un poco para exprimirle hasta la última gota de lubricación secándosela
de dos lametazos.
-Para para tioo.
Aunque
deseaba seguir y castigarle de alguna forma por haberme dejado atado días atrás
perdiéndome el desayuno obedecí dócilmente y me quedé mirándole.
-Siéntate encima
-Pero… cómo – le dije temiéndome
la respuesta.
-Encima de mi polla, venga
siéntate, y hazlo mirando hacia mí.
Me
quedé mirándole asimilando aquellas instrucciones. Coloqué los pies a cada lado
de su barriga e inicié el descenso. Me miraba sonriente, sabiendo lo que iba a
ocurrir. Cuando su polla hizo contacto se la agarré y la orienté a la entrada
de mi culo. Bajé lentamente, al principio había algo de resistencia pero la
cabeza entró en seguida, me dolió un poco pero no tardó en pasarse.
-Eso es, sigue, siéntate del
todo.
Fui
bajando con cierta cara de preocupación y miedo, me había dolido algo la última
vez. Centímetro a centímetro dejé que mis rodillas dejasen de sostenerme hasta
que sus 14 centímetros estuvieron completamente dentro. Descansé unos instantes
dejando que mi culo se adaptase.
-Venga, dale – me dijo
impaciente.
Puse
los brazos para atrás para hacer fuerza y comencé a subir y a bajar, me dolió
un poco al principio por la falta de lubricación pero la polla de Dani estaba
segregándola a buen ritmo, y poco a poco la fricción comenzó a producirme
placer.
-Eso es, dale, dale – dijo
acompañando las embestidas con movimientos de cadera.
Cerré
los ojos y comencé a imprimir ritmo y velocidad, Dani aumentaba sus gemidos,
hasta que no pudo más y empezó a correrse.
-Mmmmmmmmmmmm
Yo
seguí moviéndome más y más aun cuando le vi correrse, quería sacarle hasta la
última gota.
-Mmmmm aaaaaah aaaaaah, paraaa
tioo paraaa
Paré
y me quedé sentado encima de su polla con mi culo lleno de lefa caliente
mirándole.
-¿Te ha gustado esto perrito? –
seguro que no te lo esperabas.
Sin
decir ni una palabra me levanté lentamente notando como salía su polla, se la
cogí y lamí entera, hasta dejarla reluciente, ya más morcillona.
-Mmm no ha estado nada mal, es
cómoda esta litera.
Tras
desatarle se vistió, le despedí en la puerta y me vestí con una camiseta y un
vaquero, aunque manteniendo los calcetines y el no llevar calzoncillos, la
última tunda que me había dado Roberto me hizo ser más cuidadoso con lo que
hacía. Justo antes de salir a cenar apareció para cambiarse y arreglarse un
poco para salir de fiesta. Nada más verle entrar por la puerta me puse a cuatro
patas.
-Ya iba a bajar a cenar – dije
tratando de justificar mi indumentaria.
-Está bien está bien, vete- me
dijo sin más.
A
la hora de la cena todos vestían con ropas más propias de bares de copas y el
ambiente estaba algo cargado con olores a perfumes y colonias que tapaban el
olor de la comida.
Como
animales de costumbres que somos acabamos pasando la noche en los mismos bares
que una semana atrás, con la diferencia que Roberto estaba con sus amigotes y
su novia con las suyas. Ya que era el último día que saldríamos todos de fiesta
juntos nos dejaron algo de manga ancha y que volviésemos al albergue cuando
quisiéramos, antes de una hora determinada. Estando a mi bola con mis amigos en
uno de los bares, ya entrada la noche Mario se me acercó, vestía unos Jeans y
una camisa negra con los dos primeros botones abiertos, además de sus adidas y
presumiblemente, sus calcetines amarillos.
-Oye perro – me dijo cerca del
oído, el volumen de la música hacía imposible que la conversación la oyesen mis
amigos, aun así, no me hizo mucha gracia- tienes que ayudarme con Roberto.
-¿Porqué, qué le pasa?
-Está muy borracho, se ha pasado
con los calimochos y los chupitos y va que no ve – dijo con un tono que
desvelaba que él también iba algo cocido- y tienes que ayudarme a llevarle al
albergue.
-Pero me apetece quedarme un rato
más, que te ayude Dani – le dije de forma impertinente.
Su
reacción fue darme un pequeño golpe en las pelotas. Yo me arqueé ligeramente.
-Te jodes ¡vamos!.
Me
despedí de mis amigos con la excusa de que me encontraba un poco mal, cosa que
no era del todo falsa después de aquel golpe de Mario, y fui a la barra a
buscar a Roberto que estaba apurando una jarra de calimocho visiblemente
borracho.
Con Mario
sujetándolo de un lado y yo de otro recorrimos la distancia que separaba la
zona de marcha del albergue en el doble de tiempo que el necesario en
condiciones normales. Por no hablar de que hacer subir a un borracho tres pisos
por las escaleras mientras balbucea no es nada fácil ni agradable y más
apeteciéndote estar de fiesta.
-Ya me encargo de él – le dije a
Mario cuando estuvimos enfrente de la puerta de la habitación.
-De eso nada, quiero asegurarme
de que tratas bien a mi amigo, venga abre
Rebusqué
en el bolsillo del pantalón y saqué la llave del cuarto, una vez dentro, entre
los dos conseguimos tumbarle en la cama. Roberto era incapaz de articular una
palabra y a Mario parecía estar subiéndosele aún más el pedo.
-Desnúdate putilla, y ponte
presentable.
Me
quité la ropa como hiciese por la tarde con Dani en la habitación. Mario me
miraba tambaleándose entre las dos camas.
-¡Vamos, ven aquí!, o es que vas
a dejar que tu pobre compañero duerma así, quítale la ropa – me dijo tratando
de que la lengua le patinase lo menos posible.
Fui
gateando hasta la cabecera de la cama y le saqué el polo negro que ya usase el
sábado anterior, se lo puse en la cama de arriba y me dirigí a sus pies. Le
desate las nike blancas y se las saqué, los calcetines no olían demasiado mal,
pero estaban empapados en sudor, quizá fuese por el baño que recibieron por la
mañana.
-¡Venga, quítale los pantalones!
– dijo dándome una patada en el culo.
Se
los desabroche y no con poca dificultad conseguí sacárselos, llevaba un bóxer
negro y no parecía estar muy animado su habitante. Yo me quedé mirando a Mario
con la esperanza de que se marchase y nos dejase dormir a los dos, pero no tuve
tanta suerte.
-¿A qué esperas para quitarle los
gayumbos?
Con
menores complicaciones que los pantalones conseguí sacárselos, su polla parecía
estar más abatida que él si cabía. Mario había decidido subirse a la litera
donde Dani y yo habíamos estado por la tarde, apoyándose contra la pared y con
los pies colgando y acerté en el bar, llevaba los calcetines amarillos nike.
-Hazle una mamada, quiero ver
cómo se la haces, a ver si eres tan bueno con él como lo eres conmigo.
-Pero… si está completamente
borracho, no se entera de nada.
-¡Que no me repliques puto perro
de mierda! – dijo quitándose una zapatilla y tirándome con ella.
-Auuu, vale vale ya voy
Me incliné
sobre él y se la empecé a chupar, al principio no parecía estar dispuesta a
cooperar, pero tras varios lametones empezó a ganar tamaño. Roberto seguía sin
lograr articular palabra y con mis chupadas se reía y gemía a la vez. Mario miraba desde arriba de
la cama del otro lado la escena sin perder detalle. Poco a poco la polla de
Roberto fue babeando más y más, y él gemía más y más deprisa, estaba a punto de
correrse.
-Aaaaaaaaaaaaaaauuuuuuuu , me
giré y vi a Mario sin zapatillas, me había tirado la otra que le quedaba
directamente a la cabeza.
-Para ya, déjalo a medias
jajajajajaj que se joda y que aprenda a beber, y ponte con mis calcetines, que
están muy sucios.
Dejé
a Roberto a puntito de correrse, aunque incapaz de protestar por el estado tan
lamentable en el que estaba. Me puse frente a los pies de Mario, estaban
húmedos de sudor y calientes, aun con alguna mancha verde de la última
excursión al campo, le cogí uno del tobillo y comencé a masajearle la planta
del pie. Vi como cerraba los ojos, parecía gustarle, así que continúe con unos
buenos lametazos mientras le masajeaba el otro, hasta que la cabeza se le cayó
a un lado. Se había quedado profundamente dormido, y no era el único, Roberto
ya roncaba, se había quedado frito con la mano en la polla en un intento
fallido por concluir la paja que yo le había comenzado.
Apagué
la luz y me metí en la cama bajo la que descansaba ya Mario, y viendo en la
penumbra la silueta de sus pies colgando me quedé dormido.
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