sábado, 10 de marzo de 2012

Esclavizado en un campamento de verano - (10)


Capítulo 10 – Literas

            Ni las molestas ataduras, ni el dolor de pies, ni la incomodísima postura, ni siquiera estar con una zapatilla atada a la cara me despertó aquel día, sin embargo si lo hizo el agua fría. Una sensación de fría humedad me invadía toda la parte del cuerpo en contacto con el suelo, y no era poca, abrí los ojos, todo estaba en calma, había menos luz que días atrás por lo que debía ser temprano, pero un charco de agua bañaba gran parte de la habitación. Estaba empapado y mis calcetines completamente calados, hasta el punto de transparentarse.
               Me incorporé y la zapatilla de Roberto cayó al suelo provocando un ruido similar al de un chapoteo. Recordé la advertencia de la noche anterior respecto a ese detalle pero parecía que esa mañana tanto mi compañero de habitación como yo teníamos un problema mayor.
-Roberto, Roberto – dije bajito, tratando de ser lo más suave posible.
               No logré despertarle, estaba profundamente dormido en su cálida cama.  El talón de su calcetín asomaba ligeramente.
-Roberto – dije dándole pequeños toquecitos con mi barbilla en su talón.
               La respuesta no fue otra que mover el pie lejos de mi alcance y un casi imperceptible gruñido. El agua parecía ir ganando terreno centímetro a centímetro, en pocos minutos no quedaría una baldosa seca.
-¡Despierta Robert!
-Duérmete perro – dijo con tono de dormido.
-No Rober, despierta, la habitación está encharcada, ha debido pasar algo en el baño.
               Se giró de repente con cara de sueño, el pelo alborotado y la almohada aun marcada en la cara. Me miró a mí primero y a continuación a mí alrededor, tardó unos segundos en ver que ocurría.
-Joder
               Rápidamente se destapó y puso los pies en el suelo, haciendo un ruido similar al que hiciesen instantes atrás sus zapatillas.
-¡Mierda, me cago en la puta! – dijo levantando rápidamente los pies.
               Había tanta agua que ese pequeño contacto fue suficiente para que chorreasen. Buscó sus zapatillas y se las puso. Afortunadamente no reparó en que una de ellas no colgaba de mi cara. Se levantó sin mirarme y caminó hacia el baño.
-Vaya putada – dijo desde el marco y mirando a un lateral – ha reventado una tubería de la pared y está saliendo el agua a chorros.
-No jodas, creí que había quedado un grifo mal cerrado o algo así  se había desbordado la ducha- le dije completamente sorprendido por la noticia.
               Entró al baño y a los pocos instantes y abrió el armario.
-He cerrado la llave de paso del agua pero tendré que ir a avisar a los monitores – dijo sacando mi ropa del armario.
               Me la tiró sobre la cama y abrió la puerta de la habitación.
-Vístete, voy a avisar a los monitores.
-Vale, pero… ¿me desatas?
-Ah, sí claro, eso
               Tras quitarme las esposas y guardarlas en el armario salió de la habitación, aproveché el agua del suelo para limpiarme un poco la cara,  el pecho y en general las zonas del cuerpo donde tenía lefa reseca. Me sequé como pude con mi manta y comencé a vestirme. Otro día con los pies empapados, pensé, al menos era de agua. Cuando estaba poniéndome las zapatillas apareció Roberto con un monitor.
-¡Hola Marcos!
-¡Hola, que tal!
               El monitor inspeccionó el baño, yo me acerqué y vi los daños, una tubería junto al plato de ducha había reventado y en su camino se había llevado por delante un par de azulejos.
               Fue sin duda el tema estrella del desayuno, yo tuve que inventarme una historia creíble en mi mesa sobre cómo había descubierto la avería, ya que la historia real no me dejaría en buen lugar, amanecer atado a los pies de una cama y empapado, aunque más emocionante era algo que quedaría entre Roberto y yo.
-A ver chicos – dijo una monitora – como ayer ha sido un día mu y largo, vamos ahora por la mañana a hacer talleres de manualidades como el otro día, juntaros los grupos de la anterior vez. Marcos y Roberto, quedaros un momento.
               Roberto estaba en la que empezaba a ser su nueva mesa habitual con Erika, y por un momento nos cruzamos la mirada. Había subido el encargado del albergue a inspeccionar la habitación  y ambos parecíamos pensar lo mismo, ¿el armario con las esposas habría quedado abierto con todo el lío?. Ambos fuimos a la mesa de los monitores, donde nos entregó la llave de la habitación 301, la vieja 213 quedaría cerrada para reparar la avería y debíamos mudarnos. Por un momento me pareció ver que Roberto recibía la noticia con alivio.
               El armario estaba abierto, si, pero nadie pareció darse cuenta de su contenido, la avería había eclipsado el brillante contenido del guardarropa. Recogimos nuestras cosas de cualquier manera y nos disponíamos a salir.
-La habitación está en la planta de arriba, no tardes en subir todo esto, voy a subir a verla- dijo dejándome con su maleta junto a la mía.
               Arrastrando no sin dificultad las dos maletas conseguí llegar a la planta tercera, era la última del edificio y estaba desierta, oscura, solo una luz que provenía de una habitación con la puerta abierta daba algo de claridad al pasillo, que era gemelo al del segundo piso, pero no había nadie, íbamos a ser los únicos habitantes de aquella planta. La 301 estaba orientada al lado contrario de la que había sido nuestra habitación, y quedaba casi encima de la de Mario y Dani.
               Cuando llegué al marco de la puerta, Roberto me esperaba con la puerta del armario abierta.
-Mete las maletas ahí- dijo haciéndome una indicación con la mano.
               Cuando lo cerró pude ver el resto de la habitación, que era idéntica por tamaño y luz a la de Mario y Dani, a excepción de un pequeño detalle: cuatro camas en dos literas.
-Yo dormiré arriba, por supuesto – dijo Roberto - y tú… bueno, ya veremos jajaja.
               Nos reincorporamos a los talleres, la mañana fue más bien aburrida, y a pesar de la variedad de actividades la hora de comer tardó en llegar más de lo habitual. Finalizando la comida, como era costumbre, el portavoz de los monitores hizo el pertinente comunicado.
-Hoy os dejaremos la tarde libre, si queréis aprovechar para ir a comprar algo, como recuerdos o cosas por el estilo tenéis a unos pocos minutos un centro comercial, después de cenar ¡fiestaaaa! – dijo con el fin de alegrar el ambiente que estaba algo apagado tras una mañana de aburridos talleres.
               De compras, pensé, eso ya lo hice hace unos días y no compré precisamente recuerdos.
-Levantad la mano – prosiguió el monitor- los que queráis ver ahora película, ya que nadie quiso ayer, la pondremos hoy.
               Levanté sin pensarlo, la alternativa sería estar bajo los pies de Roberto o con la polla de Mario en el culo y no era algo que me entusiasmase para una tarde de sábado. Curiosamente Erika y Roberto optaron también por la película.
               La película fue un viejo refrito en el que Will Smith trataba de salvar a la tierra de alienígenas con mala leche acompañado de Tommy Lee Jones. Al salir de la sala de audiovisuales Dani se me acercó.
-No ha estado mal la peli ¿eh?
-No, aunque ya la he visto un par de veces – le dije
-Por lo visto habéis cambiado de habitación, ¿por qué no me la enseñas?
-Eeeh, claro, claro, déjame que le pida a Roberto la llave.
-¿Cuál necesitas? – dijo sacándose tres llaves del bolsillo, la de la habitación, la del armario y la de las esposas.
               Al menos ese día se había molestado en pedirle la llave de las esposas – pensé-
-¿Roberto no va a subir a la habitación?
-Se va de compras, le ha obligado Erika a que le acompañe, ya ves, es todo un calzonazos jajajajaj.
               Nada más entrar Dani se mostró sorprendido por la novedad de las literas.
-No sabía que había literas aquí – dijo mientras abría el armario.
-Ya, no sé, las habitaciones de abajo estaban todas llenas y esto es lo que nos han dado.
-Vete desnudándote, y saca las esposas – me espetó de repente.
               Comencé con el ritual, era la primera vez en aquella estancia. Dani estaba a un metro de mí observando. Metí mi camiseta y zapatillas en el fondo del armario y finalmente el pantalón quedándome, como era habitual en calcetines. Saqué las esposas del armario y lo cerré, aunque quedó la llave puesta.
               Me cogió las esposas de las manos y se ató una muñeca con ellas, dejándome muy sorprendido.
-Qué te parece si hoy jugamos a algo distinto – dijo dirigiéndose a una de las literas con las esposas colgando de una mano.
-Sí, si, como quieras – dije completamente contrariado.
               Aquello era una novedad por completo, no ser yo el atado y ver a otro con las esposas que me habían tenido prisionero tantas veces hizo que mi polla se pusiera juguetona. Dani se subió a la cama, se quitó la camiseta y me la tiró a la cara.
-¿Vas a venir o me pongo a hacer sudokus?, y trate las otras esposas.
               Aunque por un momento dudé, subí por las escaleras que había en un lateral, que al igual que el resto de la cama, eran de madera. Roberto esperaba sentado apollado junto a la pared. Cuando estuve arriba, se tumbó y colocó las manos encima de un listón de madera que tenía la cama.
-¿Me ayudas a atarme esto?
-Claro – dije sin pensarlo
               Pasé las esposas por debajo del listón y le até la otra mano. Dani me miraba mientras lo hacía.
-Quítame el resto y termina de atarme – me dijo con tono serio.
               Me coloqué junto a sus pies, sus juma lucían igual de sucias que otros días, empecé a desatarle los cordones pero me mandó parar.
-Con boca, no iba a ser todo tan fácil ¿no? – dijo con una sonrisita.
               Acerqué la cara a sus pies y con los dientes conseguí deshacer los lazos de los nudos de las dos zapatillas, le levanté los tobillos y mordiendo el talón conseguí sacárselas, primero una y luego la otra. Olían muy bien para lo que venían siendo las últimas zapatillas que había tenido que trabajarme, como eran las de Mario y Roberto. Aquel día Dani llevaba unos magníficos calcetines azul claros por el tobillo, definitivamente no se había unido al club de los otros dos.
-Igual no están a tu gusto, pero puedes limpiármelos – me dijo desde el otro lado de la cama.
               Comencé a lamerle la puntera, metiéndome cuanto me cabía en la boca, no olían mal del todo, solo un poco a sudor del día aun fresco y algo húmedo. Lamí cuanto me dejó, haciendo que las manchas de babas fuesen más visibles gracias al color de la tela a medida que pasaban los minutos. Cuando estuvieron limpios, y un poco más, me fui hasta el cordón que sujetaba sus pantalones, eran largos, como se empañaba en usar, unos adidas azul marino con las rayas blancas. Le desaté el cordón con los dientes como hiciese antes con sus zapatillas y ayudándome de las manos se lo saqué dejando ver unos slips blancos. Tiré los pantalones al suelo y aproveché para tirar también las zapatillas, que hicieron un aparatoso ruido al caer desde aproximadamente un metro y medio.
               El tamaño del bulto del slip no engañaba, y al quitárselo su polla salió como un resorte. Até sus pies a la cama dejándole como Roberto me dejó a mí la primera vez.
-Cómemela un rato anda, se bueno.
               Le cogí la polla y tras descapullarla le lancé dos lametazos a la punta que hizo que se estremeciese cerrando los ojos, a continuación, empecé a mamársela lentamente.
-Que de puta madre tío, no pares.
               Podría haber parado, estaba atado y se habría jodido, pero aunque era yo el que estaba libre me sentía preso de su polla lamiendo cada centímetro, no tardó en empezar a babear.
-Ufffff eso eso
               Gemía de placer, estaba haciendo un buen trabajo, de vez en cuando paraba y le pajeaba un poco para exprimirle hasta la última gota de lubricación secándosela de dos lametazos.
-Para para tioo.
               Aunque deseaba seguir y castigarle de alguna forma por haberme dejado atado días atrás perdiéndome el desayuno obedecí dócilmente y me quedé mirándole.
-Siéntate encima
-Pero… cómo – le dije temiéndome la respuesta.
-Encima de mi polla, venga siéntate, y hazlo mirando hacia mí.
               Me quedé mirándole asimilando aquellas instrucciones. Coloqué los pies a cada lado de su barriga e inicié el descenso. Me miraba sonriente, sabiendo lo que iba a ocurrir. Cuando su polla hizo contacto se la agarré y la orienté a la entrada de mi culo. Bajé lentamente, al principio había algo de resistencia pero la cabeza entró en seguida, me dolió un poco pero no tardó en pasarse.
-Eso es, sigue, siéntate del todo.
               Fui bajando con cierta cara de preocupación y miedo, me había dolido algo la última vez. Centímetro a centímetro dejé que mis rodillas dejasen de sostenerme hasta que sus 14 centímetros estuvieron completamente dentro. Descansé unos instantes dejando que mi culo se adaptase.
-Venga, dale – me dijo impaciente.
               Puse los brazos para atrás para hacer fuerza y comencé a subir y a bajar, me dolió un poco al principio por la falta de lubricación pero la polla de Dani estaba segregándola a buen ritmo, y poco a poco la fricción comenzó a producirme placer.
-Eso es, dale, dale – dijo acompañando las embestidas con movimientos de cadera.
               Cerré los ojos y comencé a imprimir ritmo y velocidad, Dani aumentaba sus gemidos, hasta que no pudo más y empezó a correrse.
-Mmmmmmmmmmmm
               Yo seguí moviéndome más y más aun cuando le vi correrse, quería sacarle hasta la última gota.
-Mmmmm aaaaaah aaaaaah, paraaa tioo paraaa
               Paré y me quedé sentado encima de su polla con mi culo lleno de lefa caliente mirándole.
-¿Te ha gustado esto perrito? – seguro que no te lo esperabas.
               Sin decir ni una palabra me levanté lentamente notando como salía su polla, se la cogí y lamí entera, hasta dejarla reluciente, ya más morcillona.
-Mmm no ha estado nada mal, es cómoda esta litera.
               Tras desatarle se vistió, le despedí en la puerta y me vestí con una camiseta y un vaquero, aunque manteniendo los calcetines y el no llevar calzoncillos, la última tunda que me había dado Roberto me hizo ser más cuidadoso con lo que hacía. Justo antes de salir a cenar apareció para cambiarse y arreglarse un poco para salir de fiesta. Nada más verle entrar por la puerta me puse a cuatro patas.
-Ya iba a bajar a cenar – dije tratando de justificar mi indumentaria.
-Está bien está bien, vete- me dijo sin más.
               A la hora de la cena todos vestían con ropas más propias de bares de copas y el ambiente estaba algo cargado con olores a perfumes y colonias que tapaban el olor de la comida.
               Como animales de costumbres que somos acabamos pasando la noche en los mismos bares que una semana atrás, con la diferencia que Roberto estaba con sus amigotes y su novia con las suyas. Ya que era el último día que saldríamos todos de fiesta juntos nos dejaron algo de manga ancha y que volviésemos al albergue cuando quisiéramos, antes de una hora determinada. Estando a mi bola con mis amigos en uno de los bares, ya entrada la noche Mario se me acercó, vestía unos Jeans y una camisa negra con los dos primeros botones abiertos, además de sus adidas y presumiblemente, sus calcetines amarillos.
-Oye perro – me dijo cerca del oído, el volumen de la música hacía imposible que la conversación la oyesen mis amigos, aun así, no me hizo mucha gracia- tienes que ayudarme con Roberto.
-¿Porqué, qué le pasa?
-Está muy borracho, se ha pasado con los calimochos y los chupitos y va que no ve – dijo con un tono que desvelaba que él también iba algo cocido- y tienes que ayudarme a llevarle al albergue.
-Pero me apetece quedarme un rato más, que te ayude Dani – le dije de forma impertinente.
               Su reacción fue darme un pequeño golpe en las pelotas. Yo me arqueé ligeramente.
-Te jodes ¡vamos!.
               Me despedí de mis amigos con la excusa de que me encontraba un poco mal, cosa que no era del todo falsa después de aquel golpe de Mario, y fui a la barra a buscar a Roberto que estaba apurando una jarra de calimocho visiblemente borracho.
Con Mario sujetándolo de un lado y yo de otro recorrimos la distancia que separaba la zona de marcha del albergue en el doble de tiempo que el necesario en condiciones normales. Por no hablar de que hacer subir a un borracho tres pisos por las escaleras mientras balbucea no es nada fácil ni agradable y más apeteciéndote estar de fiesta.
-Ya me encargo de él – le dije a Mario cuando estuvimos enfrente de la puerta de la habitación.
-De eso nada, quiero asegurarme de que tratas bien a mi amigo, venga abre
               Rebusqué en el bolsillo del pantalón y saqué la llave del cuarto, una vez dentro, entre los dos conseguimos tumbarle en la cama. Roberto era incapaz de articular una palabra y a Mario parecía estar subiéndosele aún más el pedo.
-Desnúdate putilla, y ponte presentable.
               Me quité la ropa como hiciese por la tarde con Dani en la habitación. Mario me miraba tambaleándose entre las dos camas.
-¡Vamos, ven aquí!, o es que vas a dejar que tu pobre compañero duerma así, quítale la ropa – me dijo tratando de que la lengua le patinase lo menos posible.
               Fui gateando hasta la cabecera de la cama y le saqué el polo negro que ya usase el sábado anterior, se lo puse en la cama de arriba y me dirigí a sus pies. Le desate las nike blancas y se las saqué, los calcetines no olían demasiado mal, pero estaban empapados en sudor, quizá fuese por el baño que recibieron por la mañana.
-¡Venga, quítale los pantalones! – dijo dándome una patada en el culo.
               Se los desabroche y no con poca dificultad conseguí sacárselos, llevaba un bóxer negro y no parecía estar muy animado su habitante. Yo me quedé mirando a Mario con la esperanza de que se marchase y nos dejase dormir a los dos, pero no tuve tanta suerte.
-¿A qué esperas para quitarle los gayumbos?
               Con menores complicaciones que los pantalones conseguí sacárselos, su polla parecía estar más abatida que él si cabía. Mario había decidido subirse a la litera donde Dani y yo habíamos estado por la tarde, apoyándose contra la pared y con los pies colgando y acerté en el bar, llevaba los calcetines amarillos nike.
-Hazle una mamada, quiero ver cómo se la haces, a ver si eres tan bueno con él como lo eres conmigo.
-Pero… si está completamente borracho, no se entera de nada.
-¡Que no me repliques puto perro de mierda! – dijo quitándose una zapatilla y tirándome con ella.
-Auuu, vale vale ya voy
Me incliné sobre él y se la empecé a chupar, al principio no parecía estar dispuesta a cooperar, pero tras varios lametones empezó a ganar tamaño. Roberto seguía sin lograr articular palabra y con mis chupadas se reía y  gemía a la vez. Mario miraba desde arriba de la cama del otro lado la escena sin perder detalle. Poco a poco la polla de Roberto fue babeando más y más, y él gemía más y más deprisa, estaba a punto de correrse.
-Aaaaaaaaaaaaaaauuuuuuuu , me giré y vi a Mario sin zapatillas, me había tirado la otra que le quedaba directamente a la cabeza.
-Para ya, déjalo a medias jajajajajaj que se joda y que aprenda a beber, y ponte con mis calcetines, que están muy sucios.
               Dejé a Roberto a puntito de correrse, aunque incapaz de protestar por el estado tan lamentable en el que estaba. Me puse frente a los pies de Mario, estaban húmedos de sudor y calientes, aun con alguna mancha verde de la última excursión al campo, le cogí uno del tobillo y comencé a masajearle la planta del pie. Vi como cerraba los ojos, parecía gustarle, así que continúe con unos buenos lametazos mientras le masajeaba el otro, hasta que la cabeza se le cayó a un lado. Se había quedado profundamente dormido, y no era el único, Roberto ya roncaba, se había quedado frito con la mano en la polla en un intento fallido por concluir la paja que yo le había comenzado.
               Apagué la luz y me metí en la cama bajo la que descansaba ya Mario, y viendo en la penumbra la silueta de sus pies colgando me quedé dormido.

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