sábado, 10 de marzo de 2012

Esclavizado en un campamento de verano - (7)


Capítulo 7 – La habitación 202
             
           Acabábamos de superar el ecuador del campamento y una cosa tenía clara, no había dos mañanas iguales, o al menos por el momento. Fueron los vecinos de la habitación de al lado los que con una serie de portazos y baterías de carcajadas consiguieron despertarme, lo que era todo una hazaña debido a la profundidad de mi sueño. Me decidí por fin a abrir los ojos y aunque traté de dormirme de nuevo no logré mejorar la postura desde que Dani saliese de la habitación, realmente seguía igual, con los brazos esposados a cada lado de la cama.
             Había aproximadamente la luz de otros días, así que deduje que serían poco más de las 8 de la mañana, giré la cabeza con la esperanza o la idea de ver a mi compañero durmiendo, pero no lo vi, de hecho la cama estaba exactamente igual que por la noche, no había ido a dormir. No estaba por lo tanto y él era el único que tenía las llaves de las esposas. Hice fuerza con los brazos como si con ese ridículo e inútil gesto fuese a conseguir algo, pero como era previsible, nada de nada. Empecé a ponerme realmente nervioso, los minutos pasaban y la gente se iba despertando, duchándose y haciendo vida normal, la que debería haber hecho yo si no hubiera sido pillado infraganti con un calcetín sucio.
               Los gritos de cada mañana de los monitores llenaron el pasillo, ¡a desayunar!, ¡todos al comedor!. Por aquel momento estaba atacado de los nervios, llegué a hacerme daño en las muñecas de tanto forzar, pero me quedaba por intentar poco más que morderme la mano emulando a los lobos. Tras un rato de voces, carreras por los pasillos y portazos todo quedó en silencio.
          No me lo podía creer, esposado a una cama mientras mis compañeros desayunaban ajenos por completo a mi situación, posiblemente pensando que me habría dormido. Nunca me había parado a pensar cuánto tarda uno en desayunar pero hasta que volví a oír a gente pasó lo que me parecieron horas. De nuevo voces, portazos, y por fin la cerradura de la puerta sonó. Me giré para tratar de ver quién era, y mi compañero apareció en el cuarto, y se quedó mirándome con cierta cara de sorpresa.
-¿Qué haces así?, ¿no has bajado a desayunar? – dijo con una sonrisita.
-¿Tu qué crees? – dije con enfado – me dejó así Dani ayer y creí que vendrías a dormir.
-Aahhh, si, si Dani, jeejejej, qué tal la velada perrito ¿te portaste bien? – dijo mientras se sacaba las llaves de las esposas.
-No estuvo mal, ¿y la tuya?
-Ya veo que no estuvo mal, y parece que encontró otra forma de atarte jejeejej – ignoró por completo mi pregunta, pero no traía mejor humor que la última vez que estuvo con Erika.
           No dejaba de reírse mientras me quitaba las esposas. Cuando terminó abrió el armario y las metió dentro, después sacó mi maleta.
-Imagino que debido a tu ocupación mañanera no te has enterado de la actividad de hoy.
-No, ¿qué toca hoy? – pregunté con cierta curiosidad mientras me ponía en pie y recuperaba una postura más normal, me dolían las articulaciones de los brazos de estar tanto tiempo así.
-Iremos a una piscina que hay cerca de aquí, así que coge la toalla, el bañador, y lo metes en la mochila; y vístete.
               No me había percatado que estaba en pelotas sin más ropa que unos calcetines, empezaba a ser algo natural con lo que incluso me sentía a gusto. La idea de la piscina me hizo ilusión, llevábamos una semana de campamento y aún no habíamos ido a nunca, además, el calor de aquellos días le daba mayor validez a la actividad. Metí el bañador y la toalla en una mochila pequeña que tenía doblada en la maleta, me vestí eligiendo yo la ropa y metí la maleta de nuevo al armario.
               Cuando bajé a la entrada a reunirme con mis compañeros no faltaron las preguntas de porqué no había bajado a desayunar, aunque esta vez no me pillaron por sorpresa, había tenido tiempo más que de sobra para idear algo convincente. Me había quedado dormido, simple, sí, pero que ya le había pasado a alguien a lo largo de aquellos días, por lo que dieron por buena la explicación.
               Tras hacer cola para cambiarnos en los vestuarios salimos a la zona ajardinada, la piscina era de tamaño olímpico y estaba rodeada de césped y árboles. El día prometía. Además de varias actividades acuáticas como juegos en equipo y competiciones de natación, en las que destacaba ligeramente por encima del resto, tuve otras ocupaciones durante la mañana, como seguir con la mirada a Roberto y Erika, cuya relación parecía gozar de una excelente salud.
-¿Está jamona eh?  - me dijo Javi, uno de los amigos de mi grupo y que compartía conmigo mesa en el comedor – vaya suerte ha tenido tu compañero de habitación llevándose a la más guapa.
-Sí que lo es, sí – dije distraído, aunque ni me fijaba, ni me refería exactamente a Erika, que en verdad era una chica muy guapa, como una Megan Fox de cara pero de nuestra edad.
               Otro de mis objetivos fue Mario, en mi anterior encuentro con él pude disfrutar de sus pies, piernas y polla, pero no me permitió ver ni un centímetro de su torso, y no tenía desperdicio, con un moreno fantástico y unos abdominales que no tardarían en ser una tableta de chocolate, aquel rubio de ojos azules era de largo el mejor ejemplar del campamento. Mi falta de disimulo me llevó a alguna otra pregunta comprometida por parte de Javi, con el que compartía vecindad en la colocación de las toallas.
-¿Te debe pasta el rubio? , no le quitas ojo.
-Jajajaaj, no no, que va – dije disimulando un poco.
-Ese tío es idiota, es un chuleta y un pijo de mierda que se cree David Beckham - me dijo con aire despectivo.  
           Ya quisiera Beckham, pensé para mí. Tampoco faltó un vistazo en la lejanía a Dani, aunque a él le tenía más reciente, y eso que no me había gustado nada la guarrada de dejarme atado a la cama sin tener las llaves.
            La hora de comer estaba próxima, y ese día yo la esperaba con especial impaciencia, la actividad en la piscina daba hambre de por sí, pero no digamos si lo uníamos a no haber desayunado aquel día. Los monitores nos mandaron dirigirnos a los vestuarios para cambiarnos y esperar a la entrada. Yo me rezagué y cuando llegué estaban todos ocupados, esperé pacientemente, y en el momento en el que salió un compañero y me dispuse a entrar, Mario entró tan rápidamente que ni lo vi venir.
-¿Lo compartimos? – me dijo a punto de cerrar la puerta.
Otros compañeros también habían optado por compartir cabina para tardar menos, aunque no por ello dejó de sorprenderme que Mario se mostrase tan cortés.
-No te preocupes, cámbiate tú, que ya saldrá alguien.
-¡Venga pasa! – me dijo cambiando a un tono menos amigable que me dejaba ver entre líneas que no era una propuesta altruista.
               Con al menos cuatro compañeros observando la escena a la par que esperaban su turno, decidí entrar con él. Cerró la puerta y me indicó que me sentase en el único taburete con el que estaba amueblado aquel pequeño espacio.
-¿Te lo has pasado bien hoy eh? – me dijo muy bajito – no has dejado de mirarme en toda la mañana, o que te creías, ¿que no me iba a dar cuenta?
-Yo….
-Shhhh – me mandó callar con un dedo en los labios, mientras con la otra mano se quitaba el bañador deportivo.
               Yo miré su polla, no estaba tan glamurosa como en nuestro anterior encuentro, pero sabía exactamente cómo conseguir que aquello se solucionase.
-Creo que hoy no has bajado a desayunar –prosiguió con un tono bajo, inaudible para las cabinas anexas debido al griterío y portazos- así que tendrás hambre.
               Desde luego que sí, pensé. Se la cogí y me la metí en la boca, comencé a lamérsela y poco a poco fue ganando tamaño y poniéndose como la recordaba. Mario me acariciaba la cabeza mientras me miraba a través de su melena con una cara de placer y satisfacción.
-Llevabas deseando esto toda la mañana ¿eh, putilla?
               Sin duda alguna, y no iba a desperdiciar un solo instante en entablar una ridícula conversación, sólo chupaba y chupaba. La algarabía de los vestuarios fue reduciéndose hasta que pude percibir que estábamos solos. Yo chupaba lentamente disfrutando aquel momento hasta que….
-¡Vamos chicos, deprisa, que nos vamos a comer, sois los últimos! – dijo un monitor golpeándonos la puerta de la cabina.
-Sí, sí, ya salimos un segundito – dijo Mario alzando la voz, al tiempo que se sacaba la polla de mi boca.
-Vístete, ¡rápido!- me dijo Mario
               Me quité a toda prisa el bañador y me puse la ropa que tenía guardada en la mochila, Mario hizo lo mismo, terminándose de poner las zapatillas adidas que tanto me gustaban, y los calcetines amarillos habituales. Yo me quedé mirándolos con cara de deseo.
-Ya tendrás tiempo luego – me dijo como si hubiera leído mis pensamientos.
               Abrió la puerta y salió atusándose el pelo. Yo terminé de meter la tolla y el bañador en mi mochila y me uní al resto de compañeros, que aún esperaban por algunas chicas que se demoraban.
               En el comedor presté poca atención a la conversación, aunque en esencia orbitaba sobre la mañana de piscina que habíamos tenido, estaba demasiado ocupado con mi plato de macarrones. Roberto no estuvo a mi lado tampoco en aquella ocasión, el placer lo tenía Erika, con la que pasaba la gran parte de las horas. Tampoco faltó alguna mirada furtiva hacia la mesa de Dani y Mario. En cuanto los platos estuvieron vacíos en su mayoría, el anuncio de la actividad de la tarde, no se hizo esperar.
-Esta tarde iremos al casco histórico de la ciudad, donde han instalado un mercado medieval y pasaremos la tarde hasta la hora de la cena. –dijo el monitor que se encargaba habitualmente de los anuncios - Eso será después de la película o de la siesta, así que levantad la mano los que queráis película.
               Yo no dudé en levantarla, no tenía a nadie que evitase que mi brazo subiese así que conseguí guardarme una silla en la sala de audiovisuales. No tenía en absoluto ganas de pasar la siesta atado, con toda la noche me había quedado satisfecho.
-¿Vosotros dos os decidís? – dijo el monitor dirigiéndose a Roberto y a Erika.
-No, no, no queremos ver película -le dijo mientras Erika parecía ponerse un poco roja.
               Roberto pareció cambiar de opinión en cuanto yo subí el brazo. No entendí porqué en un principio, y no le di más importancia.
               La película mejoró la calidad de las anteriores y aunque no pasaba de ser una comedia americana más, nos hizo llevadera la sobremesa. Ya en el mercado medieval y debido a la cantidad de gente que había nos obligaron a que fuésemos por grupos para mayor seguridad. Los puestos eran la gran mayoría de objetos artesanales, y aunque quise adquirir alguna cosa a modo de recuerdo, mi economía aún no se había repuesto de la compra de las esposas, compra que por otro lado, estaba siendo amortizada; y preferí guardar algo de dinero, a fin de cuentas aún quedaban algunos días.
               La mayor novedad aquella noche en la cena fue sin duda la presencia de Roberto en la mesa, junto a mí, como era habitual.
-Qué pasa Robert, ¿has roto y vuelves con el rabo entre las piernas? Jajajajaja –le preguntó Javi, con el que parecía tener una relación normal.
-Jejejeej, no no que va, para nada, pero le apetecía cenar hoy con sus amigas – le respondió
-Sabrás que te estarán poniendo verde ahora mismo ¿no? – le dijo la compañera que estaba a mi lado.
-Ya, bueno, que le vamos a hacer – dijo Roberto algo contrariado y dirigiendo una mirada con un halo de sospecha hacia la mesa de su novia.
               No hubo anuncio alguno sobre la actividad de después de cenar, así que todos interpretamos que no habría nada y que tendríamos tiempo libre. Todos se habían levantado de la mesa sólo quedamos Roberto y yo apurando unas magníficas natillas caseras.
-Hoy no subas a la habitación – me espetó de repente.
-¿Cómo dices? – le pregunté con gran sorpresa
-Que hoy no subas, ¿estás sordo?.
-No, no, perdona, está bien, pero ¿y yo donde duermo? – le pregunté completamente desconcertado.
-Con Dani y Mario, ellos te acogerán esta noche, a fin de cuentas, has hecho buenas migas con ellos, ¿no? – dijo levantándose de la mesa.
               De eso no cabía la menor duda, pero no dejaba de preguntarme por qué no podría subir a mi habitación. Según salía vi cómo se juntaba con Erika en la puerta y se daban un pico. Parecía claro que querían la habitación para ellos dos solos, y no era la primera vez que subían. Me estaba costando cara la película de después de comer, les había dado un lugar más cómodo que un lejano bosque. Justo antes de perderlos de vista, mi cabeza recuperó algo de razonamiento.
-¿Qué habitación es? – le grité, me di cuenta que no tenía ni idea de en qué habitación dormían Dani y Mario.
-¡202! – me gritó a lo lejos.
               Cuando salí del comedor me quedé un rato hablando con mis compañeros de grupo y tratando de que se me pasase el cabreo por haberme echado de mi propio cuarto, traté de hacer tiempo con ellos y alargar la conversación, pero poco a poco fueron cayendo y marchándose a sus respectivas habitaciones. Suerte, pensé, al menos tenían.
               Subí las escaleras y enfilé el pasillo, iba puerta por puerta en busca de la 202, resultó ser la penúltima del fondo al lado contrario de la mía. Fui a entrar directamente pero preferí llamar a la puerta.
-¡Pasaa! – era la voz de Mario sin duda.
               Entré y cerré la puerta con llave, era ya la costumbre. Mario estaba solo, tumbado en la cama boca arriba, sin camiseta ni zapatillas, escuchando música exactamente igual que lo estuviera Roberto días atrás, aunque el escenario en ese momento era otro, aunque similar. Ni rastro de Dani.
-Usa el primer armario, en el hueco de abajo del todo – me dijo sin más
-¿Cómo dices?
-Que te desnudes como lo harías con Roberto, perro tonto.
               Siguiendo el protocolo habitual metí la camiseta en el hueco indicado, las zapatillas, y finalmente el pantalón corto.
-¿Y ahora?  - dije sin saber muy bien qué hacer.
-Ven aquí, a cuatro patas, por supuesto – dijo con una sonrisa.
               Me puse a cuatro patas y me fui junto a su cama esperando instrucciones. Mario me observó todo el rato con expresión divertida.
-A mis zapatillas les hace falta un repaso – me dijo señalándomelas con la mirada – y ya pueden quedar bien.
               Cogí una de sus adidas y me la llevé a la cara. Aspiré con toda mi fuerza, ahí estaba otra vez ese magnífico olor, me empecé a empalmar un poco. Justo en ese instante recibí un pescozón que me hizo soltar la zapatilla.
-Te he dicho que las limpies, no que las huelas, y nada de cogerlas, a cuatro patas, no olvides que eres un perro.
               Desde luego se lo estaba tomando más en serio aun que Roberto. Me agaché y empecé a lamerle la zapatilla que se me acababa de caer, trataba de trizarla con la mano para que no se me escurriera. Mario cerraba los ojos disfrutando de su música, sólo a veces los abría para supervisar el encargo. Continué haciendo mi penoso trabajo hasta que de pronto noté presión en la espalda. Mario había cambiado de postura, esta vez se apoyaba contra la pared y clavaba sus talones en mi espalda.
-Eres un reposapiés de lo más cómodo – dijo haciendo algo de fuerza con las piernas para captar mi atención.
               Continué lamiendo a pesar de que había conseguido dejarlas, como mínimo como la vez anterior que tuve la ocasión de limpiarlas, no quería que se enfadase si me veía parar teniendo sus pies sobre mi espalda.
-Porqué no sigues con los calcetines – dijo empujándome con los pies hasta dejarme sentado en el suelo- estoy siguiendo la teoría de Roberto, para qué cambiármelos cuando me los pueden lavar in situ.
-Claro, como tu digas – le dije sin más.
               Le sujeté ambos pies por los talones, acerqué la nariz a su planta y olfatee, luego la otra, era delicioso.
-¡Limpiar!, no lamer – dijo haciendo un amago de darme una patada.
               Saqué la lengua y comencé a lametearle la planta, estaba algo más sucia y se adivinaba el contorno del pie por la suciedad. La tela del calcetín facilitaba mucho la tarea, no se calaba con facilidad y permitía que deslizase la lengua rápidamente de arriba abajo. Aquel día, a pesar de que el pantalón corto de Mario era azul oscuro, se podía notar el bulto que escondía. Cuando hube terminado con una planta continué con la otra con la misma meticulosidad, aspirando y lamiendo cada centímetro de aquel fantástico calcetín amarillo. De repente, quiso coger una postura más cómoda y se me cayó el pie, pegando en mi polla. El se incorporó rápidamente y me miró.
-¿Has dejado que mi pie toque tu miserable rabo de perro? – dijo visiblemente irritado
-Perdona, perdona, se me ha caído, te has movido … y
               Con el pie que aun tenía en mis manos me soltó un patadón en el pecho que me tumbó. Se quitó los cascos apresuradamente y se puso de pie frente a mí.
-Eres un perro repugnante –dijo con cara de asco- y ahora vas a terminar lo que empezaste esta mañana.
               Se sacó el pantalón y el bóxer luciendo sus 19 centímetros y me cogió del pelo.
-Auuuuuuuu paraaa por favor
-Abre la boca de puta que tienes
               La abrí y me metió la polla de golpe. Me la metió tan profunda que me provocó una arcada.
-Venga, chupa como sabes – me ordenó
               Empecé a chupársela. Lentamente fui cogiendo ritmo, me encantaba chupar aquella polla era larga y cabezona. Me miraba sin perder detalle, de vez en cuando se apartaba el pelo que le tapaba los ojos con la mano.
-Esssso  es, así me gusta – dijo mojándose los labios con la punta de la lengua
               Seguí mamando y succionando, las primeras gotas de lubricación no tardaron en aparecer y yo no estaba dispuesto a desperdiciarlas. Aumenté el ritmo, consiguiendo sacarle algún leve gemido. Sin mediar palabra tiró de mi pelo hacia atrás haciendo que su polla saliese de mi boca babeada.
-Súbete a esa cama y ponte a cuatro patas – y me apartó la cabeza hacia atrás.
               Yo me subí a la cama que por eliminación debía ser de Dani sin rechistar.
-Así no idiota, ponte mirando a la pared, Roberto no va a ser el único que folle hoy.
-No por favor Mario, la tienes enorme, no me hagas esto – le supliqué
-No te hagas el estrecho perro asqueroso, sé de sobra que ya te han petado el culito.
               Aunque era cierto, la polla de Roberto era sensiblemente más pequeña que la de Mario, además se tomó la molestia de dilatarme, cosa que Mario no parecía ni contemplar. Me giré mirando a la pared, mis pies colgaban del borde de la cama, esperando lo peor.
-Qué creías, ¿que ibas a dormir aquí gratis?
             Colocó su enorme capullo babeante en la entrada de mi culo y empezó a apretar.
-Aaaaaaaaay, ¡para, para!
-Calla zorra – dijo mientras seguía apretando
             Apreté los dientes tanto que me dolían. Él continuó presionando ajeno a mi dolor, hasta que consiguió meterme la punta después de un empujón brutal.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaaaaaah
-Joder cállate de una puta vez, vuelve a gritar y te echo a la calle desnudo maricón.
-Me dueleeeeeeeeee
-Te aguantas, eres una putilla, acostúmbrate – me dijo con notable tono de superioridad –una lástima no tener las esposas aquí, seguro que las está usando con esa zorrita suya ahora mismo.
               Empezaba a creerme lo que me dijo Javi por la mañana, era realmente un gilipollas. Empezó a apretar lentamente, sentía cómo me taladraba centímetro a centímetro. De repente me la sacó y el dolor se calmó levemente.
-Esto va demasiado despacio – me lanzó un escupitajo al ojete mientras me mantenía las nalgas abiertas.
               Volvió a clavármela, yo traté de no hacer ruido, pero el dolor era insoportable, la tenía demasiado grande. Apretó poco a poco.
-Esto te gusta, os gusta a todos los maricas
-Noo, para por favor, para – dije dejando caer una lágrima.
               Pero nada más lejos, apretó y apretó, cada centímetro era una odisea, hasta que entró entera. Mi polla empezó a ponerse muy dura. No entendía nada, me estaba doliendo horrores y mi polla iba por libre. Empezó a bombear lentamente
-Auuuuuu por favoooor, paraaa, paraaa
               Siguió y siguió, me cogió de las caderas para hacer más fuerza. Cada vez eran más brutales las envestidas, esta vez no hubo placer ninguno solo dolor, era demasiado grande esa polla y mi culo muy estrecho, y me ardía por falta de lubricación.
-Mmmmm que culito tan prieto, me encanta – dijo mientras aumentaba el ritmo
               El dolor solo paraba cuando él paraba, y eso no ocurría, me siguió follando y follando, las embestidas cada vez eran más brutales y rápidas, hasta que no pudo más.
-Voy a preñarte entero perra mmmmm aaaaaaaaaaaaaaaaaah, siiiiii
               Me apretó con mucha fuerza las caderas y noté mi culo llenarse de líquido caliente, más aún que la vez que me petó Roberto. Las corridas de Mario eran brutales. Esperaba que me obligase a chupársela, pero se la sacó y fue corriendo al baño. Noté como una gota de lefa me caía del culo y me pasaba por los huevos, la recogí y la chupé con vicio.
               De repente, la puerta quiso abrirse, pero estaba convenientemente cerrada. Mario salió del baño con una toalla en la cintura y la abrió, no me dio tiempo absolutamente a nada, por suerte o por desgracia el que intentaba abrir era el otro ocupante legítimo de la habitación.
               No pareció sorprenderse lo más mínimo de verme en la habitación, aunque sí de que estuviera a cuatro patas, chorreando lefa del culo y encima de su cama.
-¿No podías habértelo tirado en tu cama, puto cabrón? – le recriminó a Mario
-Perdona tío, estaba demasiado cachondo –dijo con tono de arrepentimiento – pero oye, lo tienes perfecto, tíratelo.
-La verdad es que me apetece dormir – dijo Dani cortante caminando hacia mí.
               Yo le observé, estaba igual de rico que la noche anterior, vestía una camiseta blanca y un pantalón de chándal verde oscuro, a pesar de tener unas bonitas piernas, y como no, sus puma.
-¿Te importaría bajar de ahí?  - me  dijo con buen tono
-Sí, sí, claro perdona – dije poniéndome rápidamente a cuatro patas en el suelo.
               En ese instante reparé en que solo había dos camas, y éramos tres en aquella habitación.
-¿Y yo donde duermo? – pregunté mirándolos a los dos.
           Mario ya se había puesto un bóxer blanco que estaba sacando del armario.
-Pues no lo sé – dijo Dani con una cara que mostraba un atisbo de preocupación.
-Ahora arreglamos eso – dijo Mario desde el armario sacando una bolsa llena.
               Se acercó al espacio entre las dos camas donde me encontraba yo, y la vació encima de mí. Comenzó a caerme ropa sucia de varios días, bóxer sucios, calcetines de la época en la que se los cambiaba, camisetas, pantalones cortos...
-Ahí tienes tu cama – dijo sonriente.
-Mario tío, eres un puto cerdo, sácale una puta manta - dijo Dani con tono recriminatorio
-¡Nada de mantas!, es un perro, y como tal que duerma en el suelo, y mucho que le dejo mi magnifica ropa – esto último lo dijo con una sonrisita malévola.
               Mario se metió en la cama, se tapó y se giró dándonos la espalda. Dani se quitó las zapatillas y me las puso cerca de la cabeza. Pude observar que no se había unido al club de Roberto y Mario, ya que llevaba unos calcetines completamente distintos a la noche anterior. Aunque también es cierto que acabaron completamente lefados y babeados.
-Úsalas de almohada si quieres – me dijo muy bajito guiñándome un ojo.
               Se metió bajo las sábanas, se quitó la camiseta y se dio la vuelta. Yo hice un montón con la ropa de Mario, la verdad es que alguna prenda aún olía a detergente, todo ropa de marca. La extendí tratando de evitar el frio suelo. Me tumbé hecho un ovillo tapándome con una cara camiseta, y apoyando la cabeza sobre las zapatillas de Dani me quedé dormido oliendo un calcetín de Mario de varios días atrás sobre un lecho de ropa sucia.

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