Rubén y Jaime tienen un plan
-Rubén, tío, ¿Estás seguro de que
no las trae él no? – dije con el móvil pegado a la oreja mientras escuchaba los
tonos.
-Sí tío, eso me dijo, llamad
sobre las 9 y os la llevo yo.
-Pues eso espero porque sino todo
se va a tomar por culo…
-Qué si hombre, tranquilo, además
sale a esta hora, así que será su última entrega – me dijo Rubén haciendo
zapping.
-Vale, vale te voy a cre…, si
hola.
Al
quinto tono me cogieron el teléfono, como mi amigo Rubén y yo habíamos
acordado, pediríamos una familiar de la casa.
-… no, gracias, no quiero
bebidas, ya tengo, ¿cuánto es?... vale, vale, en media hora entonces, ¡adiós!.
Colgué
el teléfono y miré a Rubén.
-Media hora para saberlo.
-Qué si joder, no seas pesado, ya
verás cómo nos la trae él.
-¿Estás seguro de querer
hacerlo?, si eso no funciona como dices, nos metemos en un lío gordo.
-Con dos será suficiente – dijo
dejando finalmente una película que ya habíamos visto.
Vi
cómo depositaba el mando sobre la mesa central, junto a mi móvil, estaba
pensativo, no las tenía todas conmigo, no sabía cómo me había dejado liar, pero
ya estaba en marcha, al menos la primera parte.
-Y si le ponemos una más – le
dije.
-Joder Jaime tío, eres pesado,
pues tres y ya.
-No te pongas así hombre – le
dije poniéndole la mano sobre el paquete.
Le
agarré la polla y se la apreté un poco, estaba lejos de los 17 centímetros a
los que llegaba cuando jugábamos, pero sabía de sobra cómo hacer que los
alcanzase con rapidez. El me miró con sus preciosos ojos verdes, era castaño
con el pelo algo largo, medía sobre el metro ochenta, y aquel día vino a mi
casa con unos vaqueros azules ajustados, una camiseta roja y unas zapatillas
reebook classic blancas que en ese momento descansaban en mi habitación, junto
a las mías. Era un chico guapo, tenía
como yo 24 años, pero aparentaba menos. Aunque los dos éramos activos, yo solía
ser más flexible y cambiar de rol, con lo que, como aquella tarde, había veces
que quedábamos para follar.
La
tranquilidad reinó en los instantes siguientes mientras veíamos la película que
daban en la televisión, hasta que un timbrazo al telefonillo nos sobresaltó a
los dos.
-Ya está aquí, vete a abrir – me
dijo Rubén.
-Voy – dije saltando del sofá.
Salí
del salón y corrí por el pasillo hasta llegar al telefonillo. La escasa
adherencia que me proporcionaban los calcetines que llevaba puestos hizo que me
lo pasase de largo al frenar.
-¿Quién es? – dije sujetando el
auricular.
-Soy yo, os traigo la pizza
chicos – dijo una voz que me era familiar.
-¡Sube! – dije pulsando el botón
de apertura de la puerta del portal.
Colgué,
abrí la puerta dejándola entornada y salí corriendo hacia el salón, aunque esta
vez frené a tiempo y entré.
-¡Es él!, ¡Es él! – dije
visiblemente nervioso.
-¿Seguro? –me preguntó Rubén.
-Sí, sí, totalmente, he
reconocido su voz por el telefonillo.
-De puta madre, pero lo hacemos
¿eh?, nada de rajarse ahora.
-Vale… de acuerdo – dije un poco
dubitativo.
-¿Hola? – se oyó desde la puerta.
Yo
me asomé al pasillo, allí estaba, nuestro plan iba viento en popa.
-Hola Adrian, pasa, vente para el
salón.
Portaba
la pizza que le habíamos pedido en una mano, y con la otra sujetaba el casco de
la moto. Era moreno, pelo corto de punta, ojos marrones, tan solo 20 deliciosos
años, le gustaba la estética skater y así lo demostraba con la indumentaria que
traía aquel día, sudadera, pantalones vaqueros anchos y unas zapatillas vans
enormes a pesar de tener un 43 de pie.
-¡Hola chicos! – dijo desde la
puerta.
-Hola Adri – dijo Rubén.
-Pasa, pasa, siéntate, que hay
sitio de sobra – le dije.
Dejó
el casco sobre el otro sofá, la pizza en la mesa central y se sentó.
-Joe tíos, creí que no ibais a
pedir nada al final.
-Si hombre, estábamos esperando a
las 9 como nos habías dicho.
-Pues ha sido por los pelos, un
minuto más y me toca hacer un reparto a la otra punta de la ciudad – dijo
Adrián mirando la tele.
-Bueno, pues vamos a cenar ¿no?.
– dijo Rubén abriendo la caja de la pizza.
-Sí, voy a por algo de beber, que
si no esto a palo seco, va a costar más – dije levantándome.
Salí
del salón dejando a Adrián y a Rubén charlando, estaba muy nervioso por lo que
iba a hacer, pero le había prometido a Rubén que no me rajaría. Entré en la
cocina y saqué tres vasos limpios del lavavajillas. Me fui a la nevera, extraje
una botella de dos litros de coca cola que estaba recién empezada y serví los
tres vasos, la guardé, abrí el último cajón de una hilera vertical de cinco y
recogí un pequeño frasco de cápsulas que me había traído Rubén.
Saqué
tres como había acordado finalmente con mi compinche, las desencajé y vertí
todo el contenido en el vaso de la derecha.
-Date prisaaaa que se enfría –
gritó Adrián desde el salón.
-Yaaaa yaaaa ya voy.
Cogí
los dos vasos de la izquierda con una mano y el otro vaso con la otra. Fui al
salón y puse el vaso que llevaba en solitario frente a Adrián. Puse los otros
dos en lo que sería el lado de Rubén y mío y me senté.
-Hay más coca cola en la nevera,
que aquí se calienta – dije.
-Vale vale – dijo Rubén.
Empezamos
por fin a comer mientras veíamos la película de la tele.
-Joe siempre pedís la misma, la
de la casa y os he dicho que pica de cojones.
-Coño pues bebe coca cola y calla
– le dijo Rubén.
El
chico dio un largo trago y puso el vaso en la mesa de nuevo.
-Sabe rara – dijo con cara de estar
saboreándola.
-Si… bueno, es que es esa nueva
sin azúcar – le dije tratando de salir al paso.
- Pues no sé, no me convence.
-Oye tengo una peli de Dvd nueva,
¿la vemos?, es que esta ya la hemos visto.
-Vale - dijo Adrián.
Me
levanté a ponerla, mientras la ponía vi de reojo cómo nuestra pobre víctima
echaba otro trago de su vaso.
La
pizza se fue terminando así como el contenido de los vasos, Rubén y yo nos
mirábamos nerviosamente y observábamos a Adrián que comenzaba a cerrar los
ojos. De pronto vimos cómo torcía el cuello y se quedaba con la cabeza apoyada
sobre su hombro con los ojos cerrados.
Esperamos
durante un rato, y nuestro pobre amigo continuaba exactamente en la misma
postura.
-¿Se ha dormido ya? – me preguntó
Rubén en voz baja.
-Eso parece.
Me
levanté y me puse junto a él.
-Eh Adri despierta- le dije
meneándole el brazo.
No
hizo el menor gesto, y mi meneo fue lo suficientemente fuerte para despertar a
cualquiera. Le cogí su brazo izquierdo y lo levanté, lo dejé caer, y nada, no
daba señales de despertarse.
-Está totalmente dormido – le
dije a Rubén.
-Venga vamos entonces – dijo
poniéndose de pie.
-¿Estás seguro de querer hacerlo?
– le dije mirándole a los ojos.
-No te irás a rajar ahora,
¿verdad?.
-No, no… venga hagámoslo.
Rubén
rodeó la mesa central y cogió a Adrian de las axilas, lo movió y este hizo un
pequeño gesto, nos quedamos paralizados, mirándonos en silencio, pero parecía
seguir durmiendo.
-Venga tú cógele de los pies – me
dijo.
-Vale – dije aún un poco asustado
por el pequeño movimiento que había percibido.
Me
agaché, agarré de las piernas a Adrián y las levanté, Rubén hizo lo mismo y
conseguimos elevarlo. No era excesivamente pesado, medía poco más de metro
setenta y cinco y calculé que no debía pesar más de 70 kilos.
-Cuidado con la puerta – dijo
Rubén.
Tenía
que caminar de espaldas y casi no veía por donde iba.
-Vete orientándome – le dije.
Caminamos
por el pasillo cargando con nuestra dormida víctima hasta llegar a mi
habitación.
-Entra tu primero – le dije a
Rubén.
Ahora
el que iba hacia atrás era él, pero por la disposición de la cama era más fácil
hacerlo de esa manera. La cama era grande, le echamos sobre ella y descansamos
unos instantes tras el esfuerzo.
-Ufff creí que pesaría menos –
dijo Rubén poniéndose la mano sobre la espalda.
Me
quedé un rato observándole, ahí estaba nuestro amigo Adrián plácidamente
dormido sin saber lo que le iba a ocurrir
-Qué cabrones somos ¿no? – le
dije a Rubén.
-Más cabrón es él –dijo
sentándose en la cama.
Adrian
venía de una familia muy conservadora, y de tal palo, tal astilla. Era
tremendamente reaccionario en algunos temas, y especialmente duro con los gays
y todo lo que rodeaba el tema. Rubén y yo llevábamos lo nuestro con suma
discreción hasta el punto de seguirle el juego algunas veces, pero de un tiempo
a esta parte había llegado a molestarnos, y nos habíamos propuesto vengarnos de
él, a nuestra manera.
Me
fui a un cajón de mi mesa, lo abrí y saqué dos cuerdas.
-¿Crees que hace falta atarlo? –
le pregunté a Rubén sosteniendo las cuerdas.
Éste
miró a Adrián, de pronto, le dio dos fuertes tortazos, yo le miré con cara de
asombro, pero el chico ni se inmutó.
-Yo creo que no va a hacer falta
– dijo con una sonrisa.
Guardé
las cuerdas y cerré el cajón, la verdad es que casi prefería no atarle, si por
cualquier motivo se despertaba sería muy complicado explicárselo, sin embargo
abrí otro cajón y saqué mi cámara digital.
-Y si lo grabamos – le dije a
Rubén enseñándole la cámara.
Se
quedó mirándola, por un momento parecía no saber qué decir.
-No sé tío es que eso ya va a ser
pasarse ¿no?.
-¿Ahora eres tu el que te rajas?,
además es solo para verlo después, no tiene porqué salir de aquí, y será un
recuerdo divertido – dije tratando de justificarme.
-Bueno venga, lo que quieras – me
dijo.
Encendí
la cámara, la puse en modo vídeo y le di al botón de grabar.
-Aquí estamos con nuestro querido
amigo Adrian – dije imitando la voz de los comentaristas deportivos -, así que
Rubén, proceda a desvelar el misterio.
-Jajajajaja, se te va tío.
Adrián
siempre había ido de fanfarrón en lo que a su polla se refería, decía con
cierta frecuencia que las chicas sólo le querían por el tamaño descomunal de su
miembro, y ya que nunca habíamos tenido la oportunidad de vérsela, y aquella
actitud había despertado diversas opiniones entre Rubén y yo, habíamos
realizado una apuesta, él decía que no le medía ni 15 centímetros, y yo por el
contrario que superaría los 20.
Rubén
le desabrochó el botón del pantalón, le bajó la cremallera y se lo bajó hasta
la mitad de los muslos dejando al descubierto un bóxer negro con un paquete
bastante abultado.
-No pinta mal – dije con una
sonrisa.
-No cantes victoria aún.
Rubén
le bajó el bóxer y la primera sorpresa fue que estaba totalmente rasurado, yo
le di al zoom para captar el momento con más detalle.
-¿Ves?, ¡te lo dije!, enana –dijo
Rubén- me debes diez Euros.
-Eeeh no es justo, no está
empalmado, y la apuesta era empalmado.
-Está bien – dijo Rubén
agarrándole la polla – pues comprobémoslo.
Comenzó
a pajearle lentamente, yo abrí el zoom para tener también encuadrado a Rubén.
-Joder tío, no se empalma en tres
años, más deprisa – le dije.
Consciente
de que su apuesta agonizaba aumentó el ritmo de la paja. Tras unos instantes la
polla de Adrian fue ganando centímetros hasta quedar completamente empalmada.
-¡Gané! – dije acercando la
cámara.
-Eeeh no le mide más de 20 ni de
coña dijo Rubén visiblemente molesto.
Cogí
de mi mesa una regla y se la tiré.
-Salgamos de dudas – dije.
Rubén
cogió la regla y se la puso en la polla a Adrian.
-Pues no has ganado, 19
centímetros.
-Pero tú tampoco, le dije con una
sonrisa.
Dejé
la cámara grabando sobre la mesa, me aseguré que tenía perfectamente encuadrada
la cama y todo lo que ocurría en ella.
-Porqué no me encargo yo de esa
diminuta polla mientras tú le quitas la ropa – le dije a Rubén subiéndome a la
cama.
-Está bien.
Me
agaché y agarré la polla, empecé a darle lametazos mientras Rubén le quitaba la
sudadera y la camiseta. Entre tanto, me metí el miembro de Adrian entero en la
boca y comencé a mamársela con cierta velocidad, hasta que un gemido me hizo
parar en seco. Me fijé en su cara, miré a Rubén que también se había quedado
paralizado. Durante unos instantes no pasó nada, no se despertó.
-Parece que le está gustando –
dijo Rubén.
Le
moví la cabeza en señal de afirmación, no estaba dispuesto a sacarme la
suculenta polla de Adrian de la boca tan pronto. Rubén se fue hasta los pies,
le quitó sin ningún esfuerzo las gigantescas zapatillas vans y a continuación
los vaqueros y el bóxer, dejándole únicamente con los calcetines que estaban
súper currados después de haber estado todo el día trabajando repartiendo
pizzas con la moto.
-MMMM me encanta – dijo Rubén
quitándose los pantalones y el bóxer- que calcetines tan ricos.
Rubén
era un fetichista extremo de los calcetines, cuanto más currados mejor, y
aquellos hizo que su polla llegase con facilidad a los 21 centímetros. Se puso
de rodillas, le juntó los pies e incrustó la nariz entre ellos mientras se
pajeaba. Yo seguí disfrutando de la polla que había comenzado a babear. Me la
saqué de la boca, le pajee hasta que lubricó lo suficiente como para empaparme
un dedo y mirando a Rubén de reojo disfrutar a su manera.
Metí
la mano entre los muslos de Adrian y con el dedo empapado en su propia lubricación
se lo metí en el culo lentamente. Dio un pequeño gemido, pero tras comprobar
que no se había despertado apreté un poco más. Cuando mi dedo logró moverse con
cierta facilidad le metí otro, muy despacio. De vez en cuando le daba un
lametazo a la polla para que no perdiese fuelle.
Rubén
decidió ir un paso más allá, se puso de pie y manteniendo juntos los pies de
Adrian con ayuda de sus manos, comenzó a hacerse una paja con ellos.
-Tío ten cuidado no te vayas a
correr – le dije mirándole.
-Tranqui, que controlo – dijo con
gran cara de satisfacción- es que puff están de cine, aun están calientes y
algo húmedos, y huelen lo justo.
Le
sonreí, ver a Rubén hacerse una paja con los pies de otro me daba mucho morbo,
otras veces había usado los míos y sabía cómo acababa aquello. Continué
dilatándole el culo muy despacio a Adrian, que de vez en cuando daba algún
gemido seguramente de placer, aunque eso no podía saberlo.
Viendo
que Rubén estaba lubricando demasiado, y que incluso le había comenzado a
manchar los calcetines a Adrian decidí pararle.
-Oye, ayúdame, vamos a darle la
vuelta que ya está suficientemente abierto.
-Vale ya voy – dijo queriendo
ganar tiempo.
-No, venga ya – dije poniendo de
lado a Adrian y fastidiándole la postura a Rubén.
Aunque
algo cabreado me ayudó a ponerle boca abajo y le colocamos la cabeza hacia un
lado para que pudiera respirar sin problemas y le abrimos las piernas.
-Voy primero como acordamos –
dije quitándome los pantalones.
Yo
la tenía algo más pequeña que Rubén, unos 15 centímetros, y habíamos acordado
que yo le petaría primero. Me puse de rodillas frente a su culo, me incliné y
cuando se la iba a meter Rubén me detuvo.
-Eh tío, ¿qué haces?
-¡Y tú qué crees! – dije un poco
molesto por la interrupción.
-Hemos dicho que usaríamos condón
para no preñarle – dijo enseñándome uno.
-Mierda, es verdad jejeejeje, es
la costumbre.
Me
lo puse, lo empapé con un lubricante que solíamos usar Rubén y yo en nuestras
divertidas tardes y empecé a metérsela. Estaba algo cerrado aún, pero fui muy
lentamente.
-Voy a ver qué tal la chupa –
dijo Rubén.
-Ten cuidado tío, no se vaya a
despertar.
Seguí
empujando con cuidado, mi compañero de fechorías se fue hasta la cara de
Adrian, le abrió la boca y se la metió.
-No la mama nada bien – dijo de
pronto.
-Jajajajajaja ¿y qué esperabas?.
Tanto
él como yo empezamos un mete saca, nuestra venganza se estaba consumando.
Aceleré el ritmo, normalmente tenía más aguante pero la excitación y los
nervios por lo que le estábamos haciendo a nuestro amigo hicieron que me
corriese.
-MMMMMmmm oooooh.
-¿Ya te has corrido?, joder no
aguantas nada – dijo Rubén.
No
le contesté, aún me estaba reponiendo. Me la saqué y me quité el condón, lo até
y lo dejé en el suelo, bajo la cama.
-Venga aprovecha, ponte uno y
zúmbatelo – le dije.
Se
sacó la polla de la boca de Adrian, se puso un condón y algo de lubricante, y
fue hasta la entrada de su culo.
-Que culito más rico tiene ¿no?.
-Sí tío, está delicioso, dale.
Cogí
la cámara de la mesa y me acerqué para lograr mayor detalle, Rubén le metió la
cabeza de la polla en el ya dilatado culo de Adrian. El chico dio un pequeño
espasmo acompañado de un gemido que hizo que nos asustásemos. Viendo que nada
había cambiado Rubén continuó metiéndosela hasta que sus huevos tocaron con su
culo. Poco a poco empezó a follárselo como sólo él sabía.
-Ufff tío que culito más rico.
-Ya te lo dije – le respondí.
Siguió
aumentando el ritmo, cerró los ojos, parecía que estaba a punto de correrse.
-Rubén, tío, para, no te corras –
le dije poniéndome en pie.
-¿Porqué? – dijo parando en seco
– tu lo has hecho.
-¿Y si hacemos una especie de
trío? – dije pensativo.
-Pero cómo.
-Ayúdame a darle la vuelta.
Aunque
rezongando por no haberle dejado correrse le dimos la vuelta entre los dos,
curiosamente Adrian tenía la polla aun dura y babeante. Me puse a cuatro patas
sobre la cama, agarré la polla de nuestro callado amigo y miré a Rubén.
-Mi culo está libre – le dije con
una sonrisa.
-Jejejeje, entiendo, está bien,
pero nada de condón.
Rubén
se fue hasta mi culo con su polla ya libre del condón, me la metió sin
dificultad y me agarró las caderas.
-Empecemos tu trío – dijo
apretando más.
Me
metí la polla de Adrian en la boca y comencé a chupársela con gran dedicación,
acompañando la mamada de una paja, mientras tanto Rubén me follaba el culo con
gran diligencia.
De
repente, Adrian se puso a gemir y a moverse, llenándome la boca de leche,
estaba corriéndose abundantemente, tragué todo evitando que escapase ni una
gota, a pesar de que no era nada fácil debido a las grandes embestidas que me
estaba propinando Rubén.
-OOOOOOoooooh siiiii –gritó
Rubén.
Noté
cómo un chorro caliente me empapaba el interior del culo por segunda vez aquel
día. A pesar de eso siguió dándome embestidas hasta que por fin paró. Yo
terminé de limpiarle la polla a Adrian y me tumbé a su lado.
-No ha estado nada mal – dije
mirando al techo con la mirada perdida.
-Sí tío, hay que repetirlo más
veces – dijo Rubén.
-Jajaajaja, creo que habrá que
conformarse con verlo repetido –dije poniéndome en pie.
Me
dirigí a la mesa y apague la cámara, teníamos todo grabado. Me fijé en Rubén
que no le quitaba ojo a los pies de Adrian.
-Oye, ¿tú no tienes unos
calcetines iguales que esos?.
Me
acerqué a ellos y los miré.
-Pues sí, yo creo que son iguales
– le dije sin entender muy bien dónde quería llegar -¿porqué lo dices?.
-¿Me los enseñas?.
Me
fui hasta el cajón donde los guardaba, revolví un poco y por fin los encontré,
se los lanché hechos una bola a Rubén que los cogió en aire.
-¡Gracias!, a ver…, si son iguales,
ayúdame – dijo yendo hacia los pies de Adrián.
-Ayudarte a qué – pregunté
extrañado.
Le
quitó el calcetín del pie derecho y le empezó a poner el mío, comprendí que
quería darle el cambiazo y le cambié el calcetín del otro pie.
-Estos me los quedo de recuerdo –
dijo olisqueando los que hasta ese momento habían sido los calcetines de Adrian
-, además así no lo notará.
-Como quieras, me debes un par de
calcetines – le dije con cierta indiferencia.
Nos
vestimos después de unos pocos minutos de descanso y entre los dos logramos
ponerle también la ropa a Adrian. Aunque no me costó demasiado, tuve que
convencer a Rubén de que darle el cambiazo también con las zapatillas era una
idea absurda.
Una
consecución de pequeños movimientos de Adrian nos hizo ver que comenzaban a
pasársele los efectos de las pastillas.
-Será mejor que lo llevemos al
salón – le dije a Rubén.
Entre
los dos, y repitiendo la misma operación que para traerle al cuarto,
conseguimos llevarle al salón y sentarle en el sofá. Pese a que la película que
habíamos puesto en Dvd ya había terminado la pusimos de nuevo en su parte
final, y nos sentamos, cuando terminó y los créditos comenzaron a salir, Adrian
se despertó.
-Qué ha pasado – dijo de pronto.
-¿Cómo que qué ha pasado? – dije
con indiferencia – no ha pasado nada, que te has quedado dormido viendo la
película, era mala pero tampoco tanto.
Miró
la tele, y luego a sí mismo, como buscando algo. Su cara tenía una expresión un
tanto extraña pero Rubén y yo estábamos exactamente igual que la última vez que
nos había visto, además habíamos hablado que evitaríamos en lo posible las
miraditas y actuaríamos como si nada hubiera ocurrido.
-Bueno, no sé, tengo un poco de
sed, la boca me sabe rara – dijo poniendo cierta cara de asco.
-Espera hombre, ahora te traigo
la coco cola que está en la nevera – dije levantándome y dándole un pequeño
pisotón a Rubén, que había hecho un conato de reírse.
Fui
a la cocina y le traje la misma botella que había empleado para llenar los
vasos antes de la cena.
-Toma, aquí tienes, todavía queda
algo de antes - dije poniéndola encima de la mesa central.
-Pero… ¿no decías que no era coca
cola normal? – dijo mirándome con cara extrañada.
-Qué va tío, ya ves que es normal
y corriente… lo habrás soñado jajaajaja – le dije sin darle mayor importancia.
-Sí, será eso, - dijo llenándose
su vaso- lo habré soñado.
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