Rubén y Jaime quedan por la tarde
“Oye tío, t hac kdr a ls 5 dnd siempr? M
aburro”
Pulsé
enviar, y seleccioné en la agenda Jaime Móvil. La pantalla me devolvió aquello
de. “Mensaje enviado”. Como eran poco
más de las cuatro de la tarde esperaba que mi amigo no estuviera durmiendo la
siesta. Esperé un poco y mi móvil sonó, “Llamada
de Jaime Móvil”, aunque solamente un tono. Eso era la forma económica de
decir que sí.
Me
había estado matando a pajas desde que Jaime y yo drogásemos al bueno de Adrián
y nos lo follásemos, además, tener un video con toda la escena, a pesar de que
me opuse en un principio fue una gran idea, en aquel momento me encontraba
delante del ordenador viéndolo por enésima vez, magreándome el paquete a través
del bóxer azul marino que llevaba, sin embargo, no quería que aquello acabase
en corrida, me apetecía reservarme para Jaime, tenía algo en mente que estaba
casi seguro de que a él le gustaría también.
No
quedaban ni quince minutos cuando salté de la silla, me tenía que dar prisa o no
llegaría, me puse un polo, unos vaqueros y mis reebok. Dejé todo recogido y
salí corriendo en busca de Jaime. Llegué unos cuatro minutos más tarde de la
hora, el primero, curiosamente. Estuve a punto de llamarle cuando llegaron las
5 y 10 de la tarde, pero en ese instante lo vi doblando la calle. Venía con
cara de sueño, vestía una camiseta verde oscura, unos vaqueros azul claros, y
las nike classic negras con el logo en blanco que bien sabía él, me volvían
loco.
-Llegas tarde – le recriminé
señalándome la muñeca, donde debería haber un reloj.
-Tío me despertaste de la siesta
con el mensajito y me he quedado dormido – se excusó.
-Bueno te perdonaré, pero por ser
tú – dije con una sonrisa.
-Gracias perdonavidas, pero para
qué coño querías quedar tan pronto, hace un calor de la hostia, solo apetece
dormir.
Aunque
eran finales de junio, el calor era más propio de mediados de julio, o de
agosto, lo normal era quedar más tarde, pero aquel día estaba muy cachondo.
-Es que abren ahora – le dije sin
más.
-¿Abrir?, ¿abrir el qué?.
-Ya lo sabrás, vamos – le dije
con una sonrisa pícara.
Comenzamos
a caminar calle abajo, buscando la sombra, no había ni un alma, se caían los
pájaros del calor que hacía, por si fuera poco con el calentón que llevaba.
Además mi polla hacía verdaderos esfuerzos por salir, desde que había salido de
casa iba empalmadísimo y Jaime se dio cuenta.
-Oye cabrón, la tienes dura, se
te nota el paquetón jajajaja – dijo mirándome la entrepierna.
-Bueno… un poco.
-Joe pero, ¿a dónde vamos?.
-Ahora lo ves pesado.
Entramos
en unas viejas galerías comerciales, se estaba fresquito, había varias tiendas,
algunas aún estaban cerradas como bazares, pequeños comercios de ropa, alguna
tienda de deportes, y sobre todo, mi objetivo, que por supuesto, estaba abierto,
un sex-shop, frente al cual me paré.
-¿Qué hacemos aquí? – me dijo
Jaime mirando es escaparate.
-Se me ha ocurrido un juego - le
dije con una sonrisa de oreja a oreja, por fin le iba a revelar la idea a mi
buen amigo.
-Ardo en deseos… - dijo con un tono
sarcástico, haciendo un movimiento circular de ojos y finalizando en un gran
bostezo.
-¡Espabila coño! – le dije
pegándole un manotazo en el pecho.
-Aauuh, vale, vale, ¿cuál es el
juego? – dijo prestando atención.
-Verás, entramos, aquí…
-¿Entrar aquí? – me interrumpió
con cara de sorpresa.
-Sí, joder, déjame terminar –
dije frunciendo el cejo-, entramos, y cada uno elije algo, pero vamos por
libre, paseamos por los pasillos, y cogemos una sola cosa, yo pago.
Jaime
se quedó mirándome como si fuese un extraño bicho con antenas, verde y una
gigantesca verruga peluda en mitad de la frente.
-¿Estás de coña no?.
-Venga coño, será divertido –
dije abriendo la puerta del sex-shop.
Entré
y mi amigo finalmente se decidió a entrar. Había un olor penetrante a cuero, el
vendedor nos saludó desde uno de los pasillos, era un chico joven, algo
amanerado.
-¡Hola chicos!.
-Hola – respondí educadamente.
No
así Jaime, que parecía estar viendo, no una, si no a dos extrañas criaturas con
verrugas feas.
-Yo voy a mirar por ahí, a ver si
me gusta algo, mira tú por ahí.
-Está bien – dijo por fin.
Yo
sabía exactamente lo que quería, incluso, sabía dónde estaba, ya había estado
en ese establecimiento mirando la mercancía. Fui al fondo y giré a la
izquierda, había de todos los tamaños, con distintas formas, pero finalmente me
decanté por lo más clásico, unas metálicas, sin pestaña de seguridad, como las
que llevaría cualquier policía.
Con
mi selección en las manos di una vuelta por la tienda en busca de Jaime, que
estaba en la sección de videos, mirando las carátulas.
-¿Qué haces?, esto lo puedes ver
en cualquier momento por internet – le dije quitándole el Dvd de las manos y
poniéndolo en el hueco al que pertenecía.
-Ya, no es que… ¿y eso? – dijo
fijándose en lo que portaban mi mano izquierda.
-¿Unas esposas? – dijo con cara
de sorpresa.
-Exactamente, ¿y la tuya?.
Se
quedó un poco pensativo, miró a su alrededor, y fijó la vista en algo, giró la
cabeza y me miró con una sonrisa.
-Bueno, pues si quieres fiesta…
Caminó
hasta el lugar en cuestión y cogió un gran consolador, era muy real, medía 18
centímetros, una réplica bastante buena de una polla de verdad.
-¿Eso quieres? – dije con cierta
cara de sorpresa.
Juraría
que su paquete había aumentado de tamaño, conocía bien a mi amigo y era un
auténtico salido.
-Pues ya está – le dije- vámonos.
Pagamos
la mercancía, no si una sonrisita cómplice del dependiente, que estaba seguro
que se habría apuntado si se lo hubiésemos pedido. Salimos de la tienda, cuando
volvimos a la calle los dos parecíamos nerviosos, mirábamos a ambos lados, como
si llevásemos el botín de un atraco en la bolsa.
-¿En tu casa o en la mía? – me
preguntó Jaime.
-En la mía, pero sólo si juegas
en serio y me sigues la corriente.
-¿A qué te refieres?
-Hoy serás mi perrito, ¿te hace?.
Se
quedó un poco descolocado al oír mis pretensiones finales, pero finalmente se
decidió a hablar.
-Vale, pero con una condición –
dijo misteriosamente.
Yo
seguía con la polla tan dura como un pan de pueblo en un ático en pleno verano
después de varios días, y estaba dispuesto a aceptar casi cualquier cosa.
-Lo que tú digas – dije
sonriendo.
-Luego serás tú mi perro.
-Es que…
-No, no, no hay esques – dijo
Jaime parándose en seco-, sino, si quieres llamas a Adrián, que seguro que se
apunta.
Dudaba
horrores que nuestro reaccionario amigo al que nos habíamos follado drogado en
lo que había sido el crimen perfecto se apuntase a la fiestecita, y aunque en
décimas de segundo se me llegó a pasar por la cabeza la idea de hablar con el
amable vendedor del sex-shop, finalmente acepté.
-Está bien… pero me sigues la
corriente ¿vale?.
-Por supuesto – me contestó
reanudando la marcha.
Ya
en mi portal esperamos silenciosos el ascensor, cuando las puertas permitieron
abrirse, entramos y pulsé el botón correspondiente a mi piso, sin embargo, a
los pocos segundos de trayecto, pulsé
otro botón, el que ponía STOP.
-Rubén tío, ¿qué haces? – me dijo
Jaime con cara de sorpresa.
Metí
la mano en la bolsa que había cargado desde el sex-shop, rebusqué y saqué las esposas,
dejándolas colgadas por un solo dedo.
-Pues empezar – dije con una
sonrisita.
-¿Pero aquí?.
-Sí, aquí - dije meneando las esposas.
-Está bien – dijo no muy
convencido y poniendo las manos juntas frente a mí.
-Atrás mejor – le dije llevándole
uno de los brazos a la espalda.
Con
cuidado de no hacerle daño, pero asegurándome de que estaban bien puestas, le
coloqué las esposas. El ruido que hicieron al cerrarse provocó que mi polla
vomitase una gota más de lubricación.
-Será mejor que le des – dijo Jaime
señalando con la mirada el panel de botones del ascensor.
-Aun no – dije poniéndome delante
de él y agachándome a sus pies.
No
podía esperarme, necesitaba saber qué calcetines se había puesto mi gran amigo
aquel día, le levanté un poco el pantalón y vi que eran blancos, propios de
verano, cubriéndole solamente el tobillo y tenían una curiosa línea azul clara
en el borde.
-MMMM me encantan, estos no te
los conocía – dije mirándole con una sonrisa picarona a los ojos.
-Sí, bueno me los compré la
semana pasada… ¿le das ya? – dijo algo nervioso e incómodo por llevar las
esposas.
Quería
aguantarme pero no podía, empecé a desatarle los cordones de sus dos nike,
hasta que los dos pies se separaron de mis manos.
-¡EEEh!, ¿qué haces?.
-Vas a ser mi esclavo y como tal
no tienes derecho a entrar con zapatillas en mi casa – dije improvisando algo.
- Bueno, vale – dijo con una
sonrisa forzada, que indicaba que estaba haciendo verdaderos esfuerzos por
seguirme la corriente, como le había pedido.
Dejándose
hacer le agarré el tobillo, se lo elevé, y metí un dedo en la zapatillas.
Estaba caliente y algo húmeda. Lentamente haciendo fuerza con el dedo la
zapatilla fue cediendo dejando visible su calcetín, que tenía el talón y la
puntera en azul claro.
-Jajajajaaja cualquiera diría que
le has cogido los calcetines a tu hermana, me encantan.
Me
llevé la zapatilla del 43 a la cara y aspiré profundamente, era magnífico el
olor de Jaime, adoraba llevarme las
zapatillas recién quitadas de mi a migo a la nariz. La metí en la bolsa del
sex-hop y me fui a la otra zapa, cuando estaba en pleno disfrute unos ruidos me
distrajeron. Unos golpes me dieron a entender que alguien reclamaba impaciente
el ascensor. Rápidamente le di al botón y guardé la otra zapatilla en la bolsa.
Tanto Jaime
como yo estábamos brutalmente empalmados cuando el ascensor se detuvo en mi
piso. Fui a empujar la puerta para abrirla, portando la bolsa en la mano,
cuando esta se abrió de golpe, una vecina mía, más vieja que la tos, nos miraba
visiblemente enfadada.
-Buenas tardes – dije
educadamente, haciéndole un gesto a Jaime para que caminase.
La
vieja miró a Jaime de pies a cabeza y puso un extraño gesto.
-Estamos jugando – dije con una
sonrisa-
Con
una mueca de desaprobación y sin decir ni media palabra entró en el ascensor y
desapareció de vista. Miré a Jaime que estaba rojo como un tomate.
-Jajajaja tenías que verte la
cara – le dije.
-La que habrías puesto tu si una
vecina te ve salir de un ascensor esposado y descalzo.
Ya
frente a mi puerta, rebusqué en mi bolsillo, saqué la llave y por fin entramos
en mi piso.
-Vamos a mi habitación – le dije.
Vivía
en un pequeño apartamento, y mi cuarto, iba en proporción al resto de la
vivienda, tenía una cama pequeña, un armario y mesa con el ordenador, nada más.
-Joe que mal rato – dijo Jaime
sentándose en mi cama.
Parecía
más relajado y tranquilo, hasta le había vuelto el color normal, pero yo estaba
dispuesto a seguir en mi papel.
-¡Bájate ahora mismo de mi cama!
– le dije dándole una voz.
Me
miró con cara de sorpresa y de susto.
-Vamos, joder, ¿no te dejo entrar
con zapatillas y te subes a mi cama?
-Está bien está bien - dijo
poniéndose en pie, turbado por mi actitud.
Me
senté en la cama y comencé a magrearme el paquete, al cual Jaime no le quitaba
ojo.
-¡De rodillas!, me vas a quitar
las zapatillas – le ordené.
-Pero si tengo las manos atadas.
-Lo harás con la boca – le dije
con una leve sonrisa.
-Joee, que a mí ese rollo no me
mola mucho – me dijo poniendo cierta cara de asco.
-Te jodes, me importa poco que te
guste o no, cuando te lo he hecho yo a ti, poco te quejabas, además mal del
todo no te lo estás pasando – dije rozándole el paquete con el pie.
Pude
notar que la tenía durísima, estaba tan cachondo como yo, y estaba dispuesto a
aprovecharme de la situación. Por fin, Jaime se puso de rodillas, se agachó
hasta mis rebbook y torpemente me desató los cordones con los dientes. Levanté
ambos pies para facilitarle que me pudiera sacar las zapas. Cuando logró
hacerlo le puse ambos pies, enfundados con unos no poco currados calcetines
grises clarito, en la cara.
-Aaah tío qué pesteee – dijo
apartando la cara.
Se
los volví a poner junto a la cara y apreté.
-Un lametón en cada planta o no
te los quito de encima.
Me
miró con cara de estar pensándose si mandarme a hacer puñetas, pero finalmente
aceptó. Sacó la lengua y me la pasó desde el talón del pie izquierdo hasta la
puntera lentamente, mi polla volvió a escupir lubricación cuando hizo lo mismo
en el pie derecho.
-Mmm, qué gustito, a ti bien que
te gusta que te lo haga ¿eh?.
-Ya tío, pero no sé, no me mola.
Me
saqué los pantalones, mi bóxer reflejaba con una gran mancha la actividad
incesante de mi polla. En cuanto me lo quité bajo la atenta mirada de Jaime mis
17 centímetros salieron aliviados. La descapullé y se la mostré, que no tardó
en abalanzarse a ella.
-¡No! – le dije sujetándole la
cabeza sin que llegase a tocarme.
La
mirada que me regaló era comparable con la de un niño al que le han quitado un
delicioso caramelo de los labios.
-Vamos a jugar un rato antes – le
dije magreándole el paquete con mi pie derecho.
-Como quieras - dijo con una sonrisa.
-Ven, súbete a la cama – dije
poniéndome en pie y ayudándole a levantarle.
Se
dejaba hacer, le tumbé boca arriba y le observé.
-Qué pena que no te hayas traído
la cámara hoy jejejeej.
Le
desabroché el vaquero, lentamente se lo fui sacando, descubrí su bóxer en las
mismas condiciones que lo estaba el mío, lleno con un gran bulto y una gran
mancha al final. Me fui a sus pies y me puse de rodillas frente a ellos, le levanté
su pie derecho por el tobillo y me lo llevé a la nariz. Aspiré profundamente,
tenía el calcetín ligeramente húmedo y algo sucio por el breve paseo desde el
ascensor. Empecé a darle lengüetazos, sabía que tenía unas pocas cosquillas en
los pies y eso le volvía loco.
-MMMM – gimió cerrando los ojos.
-¿Ves?, cuando te lo hago yo si
te gusta cabronazo.
Me
agarré la polla, empecé a pajearme embriagado por el delicioso olor de los pies
de mi amigo. Hice lo mismo con el otro pie, contemplando cómo se retorcía de
placer.
-Ufff no puedo más tío, por favor
quítame los gayumbos – me pidió.
La
punta de su polla ya asomaba por el bóxer. Me senté junto a su cabeza y le
miré.
-¿Eso quieres? – dije sentándome
a su lado.
-Sí tío, por favor.
Le
puse mi pie sobre la barriga, fui deslizándolo hasta la entrepierna hasta que
mi dedo gordo tocó con la punta de su polla. Noté cómo se me calaba el calcetín
con su lubricación. Seguí bajando hasta tener todo su falo bajo mi planta, comencé a juguetear con sus huevos usando los
dedos de mis pies.
-Como sigas así me corrooo tíiooo
– dijo cerrando los ojos.
-Para no gustarte mis pies bien
que te lo estás pasando con ellos cabronazo.
Se
quedó callado, pero me apetecía putearle.
-Dime que te encantan o me voy a
ver la tele y te dejo así – dije metiendo el otro pie en su bóxer.
-Ufff sí sí, tío, me encantan
Empecé
a apretarle la punta de su polla con mis talones ya manchados.
-Aaaah para para.
Empujé
con los pies hacia abajo y le saqué por completo el bóxer. Su polla se quedó completamente
tiesa.
-Uff gracias tío, ya me dolía –
me dijo aliviado.
-De nada, abre la boca – dije
orientando mi polla a su boca.
Sumisamente
la abrió, comencé a rozarle mi polla babeante por sus labios, torpemente, él me
la buscaba con la lengua, aunque durante un rato no dejaba que me alcanzase.
Empecé a darle golpecitos en las mejillas en la nariz, evitando por todos los
medios que se la metiese en la boca. Tras un breve jugueteo consiguió
chupármela. El premio fue el resto de la polla.
-MMMMMMMM que bien.
Jaime
hacía unas mamadas de escándalo, estaba disfrutando de su boca como un loco,
viviría con mi polla en su boca si eso fuese posible. Sin embargo, cuando
estaba a punto de correrme se la saqué.
-Quiero más – dijo ansiosamente.
-Pues no hay más – dije con una
media sonrisa.
Le
agarré su polla con mi mano izquierda, y me empapé el dedo índice con sus babas
hacendando círculos.
-AAAAAaaaah uffffff, Rubén
tíoooo.
Con
el dedo bien mojado fui a la entrada de su culo y se lo metí lentamente.
-Sí, sí, sigue – dijo con los
ojos cerrados.
Me
coloqué de rodillas frente a su culo, saqué el dedo y le metí la punta de mi
polla.
-MMMMM gimió.
Aún
con ganas de putearle se la saqué, no hice nada, solo le observaba. Estuvo unos
instantes hasta que se dio cuenta de que pasaba algo. Abrió los ojos y me miró.
-¿Qué pasa?, fóllame.
-¿Y si no quiero?.
-Joder por favor tío, no me dejes
así.
-Está bien – dije sonriendo.
Puse
sus tobillos sobre mis hombros y se la clavé hasta la mitad, Jaime reprimió un
quejido cerrando los ojos y apretando la mandíbula. Comencé un leve bombeo al
tiempo que le pajeaba.
-Síii síii sigue sigue.
Ambos
estábamos pasándolo en grande, decidí apurar mi trabajo sobre su polla, al
tiempo que le volvía a darle lametazos en la planta de los pies.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaaaaaaahhh
siiiiii.
De pronto dos grandes chorros de lefa salieron
disparados, empapándose el torso, e incluso la cara.
-Ala, cómo te has puesto marrano
jajajajaa.
No
me dijo nada, pero era mi turno, quería follármelo sin resistencia. Aumenté muy
gradualmente la velocidad, las nalgadas eran bestiales. Jaime se dejaba hacer
completamente exhausto por la corrida que acababa de tener, además de por estar
esposado.
-Tóma, tóma, cabronazo – le
grité.
Apenas
le saqué una sonrisa, pero ya no podía más.
-OOOOOOOooh mmmmm.
Una
larguísima corrida se sucedió, cerré los ojos y con la boca entreabierta y la
cabeza mirando al techo fui reduciendo la velocidad hasta parar del todo. Me la
saqué despacio, bajé sus pies de mis hombros y me limpié con sus calcetines los
restos de lefa.
-¡Serás cabrón! – me dijo algo
ofendido.
-Qué más te da, si estás todo
lefado ya jajajajaaj.
-¿Me sueltas ya?.
-Claro – le dije bajando de la
cama.
Rebusqué
en la bolsa del sex-shop, y aunque vi las llaves bajo sus zapatillas, me
apetecía seguir puteando un poco a mi pobre amigo.
-Hostia tío, no te lo vas a
creer, alá que putadón tronco – dije cogiendo las llaves sin que se diese
cuenta.
-¿Qué pasa?, ¿qué pasa?.
-Las llaves de las esposas tío,
que no me las ha dado.
-¿Quéeeee? – dijo con cara de
sorpresa –, no me jodas tío, quiero quitarme eso ya, y ahora qué hacemos.
-Bueno tranquilo joder, mira,
quédate ahí descansado un rato, ¿vale? – dije comenzando a vestirme.
-¿Qué me quede tranquilo?.
-No te preocupes, mira aun está
abierta la tienda, me bajo y se las pido, y ya está, ¿vale?, no tardo, será un
momento.
-Bueno, está bien, pero date
prisa ¿eh?.
-Enseguida vuelvo.
Con
las zapatillas en la mano salí de la habitación y cerré la puerta. Fui por el
pasillo, y simulando un portazo, para hacerle pensar que me había ido, me metí
sigilosamente en el salón, me tumbé en el sofá sin hacer ruido y descansé un
rato, estaba agotado después de tanto folleteo.
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