Capítulo 7 – Viejos recuerdos
-¡Hola perros!
La
luz y aquella frase me despertaron, el amo Pablo estaba bajando por las
escaleras, llevaba un chándal adidas y unas deportivas de la misma marca,
estaba sudado y visiblemente cansado, parecía que venía de correr o de un
gimnasio.
-¡Hola amo! Buenos días – dijo
Aarón con una sonrisa aunque entornando levemente los ojos deslumbrado aún por
la luz.
Al
levantar el cuello un crujido sonó. Me dolía muchísimo, había estado dando
cabezadas toda la noche dándole vueltas a todo lo que estaba pasando, y era el
menor de los dolores, también me dolían las piernas y los brazos, el culo por
llevar un consolador de 18 centímetros, y por supuesto los huevos que seguían
sujetando un peso de algo más de dos kilos.
-¿Qué tal has dormido eh, chucho
malo? – dijo mirándome.
-No demasiado bien… amo – dije
forzado.
-¿Y tú, perrito? – dijo mirando a
Aarón, que estaba tumbado cómodamente en la cama, aunque con los pies atados a
sendas cadenas.
-Muy bien amo, muchas gracias.
-Bueno, ahora voy contigo perrito
tengo que encargarme de este – dijo con tono despectivo mirándome.
Se
acercó a los pulsadores que estaban encima de la jaula pequeña y tocó uno, el
ruido del motor comenzó y la cadena que me sostenía inició lentamente el
descenso. Por fin mis pies tocaron de nuevo el suelo y la cadena se destensó.
-Como has visto no es muy cómoda
esa postura.
-No, no lo es amo – dije tratando
de imitar al rubio.
Sin
soltarme las manos, me desató el peso de los huevos y me lo quitó.
-Muchas gracias amo – dije
instantáneamente, por fin mis pobres huevos descansaban de semejante martirio.
A
continuación, me quitó la barra de los pies y pude juntarlos un poco, aunque me
empezó a doler más el consolador del culo. Se la llevó a la estantería y volvió
con el taser maldito. Me desató las manos,
fue hasta la puerta del baño que permanecía cerrada con llave y la
abrió.
-Venga, date una ducha, hueles
peor que un perro de verdad – me dijo desde el otro lado de la habitación
sujetando la puerta del baño – tienes cinco minutos.
Yo
miré la escalera, no me ataba nada en aquel momento, pero prefería no
arriesgarme a comprobar si la puerta de arriba estaba abierta o cerrada, caminé
hasta el interior del baño y la puerta se cerró tras de mí.
Aproveché
de nuevo para mear, aunque no tenía demasiadas ganas, no sabía cuánto tiempo
volvería a pasar hasta que pudiera hacerlo, me quité los calcetines y me duché,
bebí algo de agua, estaba sediento del todo, me sequé, me coloqué de nuevo los
calcetines y me quedé esperando. La verdad es que le estaba cogiendo cariño a
esos calcetines, eran normales y corrientes, blancos y finos, por el tobillo,
pero era lo único mío que tenía en aquel momento.
Un
chasquido de la cerradura y la puerta nuevamente se abrió.
-Venga, sal de ahí – me ordenó el
amo.
Caminé
hasta salir del baño, Aarón estaba desatado y esperaba sentado en la cama.
Pablo cerró la puerta del baño y me dio un empujón.
-Ve al potro y colócate.
Estaba
arto del potro, pero era mejor que ser colgado del techo con un peso en los
huevos. Me coloqué de nuevo en la posición habitual y el amo no tardó en atarme
de pies y manos a las patas.
-Bueno perrito – dijo
dirigiéndose a Aarón – aquí tienes tu regalo, un culito para ti, por haberte
portado ayer bien.
Otro
que se apuntaba a la fiesta – pensé-, aunque preferí callarme, cada vez que
abría la boca para quejarme el castigo subía de intensidad respecto del
anterior.
-Gracias amo, pero no era
necesario –le respondió el otro perro –
-Será lo necesario que yo diga
que sea ¿está claro? – dijo Pablo subiendo el tono.
-Por supuesto amo.
-Os dejaré solos, cuando venga
espero que te lo hayas follado o te castigaré a ti – dijo dirigiéndose a la
escalera-
-Si amo.
Cuando
la puerta se cerró miré Aarón que estaba sentado en la cama, parecía confuso
por su nueva orden.
-Oye tío por favor no lo hagas –
le dije en tono de súplica.
-Lo siento tengo que hacerlo – me
dijo incorporándose.
Había
empezado a frotarse el paquete cubierto por el suspensorio, y era visible que
su polla estaba empezando a animarse.
-No, no, no tienes porqué, venga
hombre, hazme ese favor, le diremos que lo hiciste y ya está.
-Lo comprobará, y si no lo hago
me castigará, los siento pero tengo que hacerlo.
Se
acercó a mi culo y agarró el consolador, empezó a girarlo y a moverlo en el
interior.
-AAAAAah tioo por favor no me
hagas eso.
-Así te dolerá memos cuando lo
saque.
Continuó
moviéndolo y empezó a sacarlo poco a poco, era verdad, no me dolía tanto como
cuando me lo sacaba el amo casi de golpe. Lo sacó y lo dejó caer al suelo.
-No te preocupes, tienes mucha
dilatación, no te dolerá, no me mide tanto como al amo.
-No lo hagas, por favor.
Pero
no me hizo caso, pegó su paquete a mi culo y se puso a frotarlo, notaba cómo su
polla crecía más dentro del suspensorio. Sin decirme nada se la sacó y me metió
la punta, debía medir unos 18 o 19 centímetros.
-AAAAh venga tío por favor no
sigas – dije notando su capullo en mi culo.
-Lo haré despacio – me dijo
bajando la voz.
Y
así fue, me la metió poco a poco, era algo más delgada que el consolador que
llevaba puesto, entraba sin problemas, y mis temores se estaban haciendo
realidad con cada centímetro, me estaba gustando.
-Ufff no no, no sigas por favor
por lo que más quieras, para- le dije.
Cuando
sus huevos pegaron con mi piel supe que estaba totalmente dentro. No solo no me
había dolido sino que había experimentado cierto placer. Aarón empezó a bombear
muy lentamente, me costaba reprimir los gemidos, no quería que supiese que me
estaba gustando pero no pude más.
-OOooh si, si, uffff.
-¿Ves?, no es para tanto – me
dijo aumentando el ritmo.
No
dije nada, estaba completamente desinhibido, cerré los ojos y disfruté de
aquella sensación que me había atormentado durante tanto tiempo, aquella polla
me estaba dando un placer que jamás antes había experimentado. Aarón continuo,
se agarró a mis caderas y cada embestida era más brutal, sus huevos golpeaban
con violencia mi culo, mi polla reaccionó tímidamente, aunque la jaula no le
permitía crecer.
-Sigue, sigue – le grité.
No
creí ser dueño de mis palabras, pero así era, no quería que acabase nunca.
Aarón me agarró con mucha fuerza las caderas y noté como un cálido líquido me
estaba llenando el culo. Se estaba corriendo.
-AAAAAAAAAah, aaaaaaaaaah, siii
siiiii ufffff mmmmm.
Seguía
corriéndose, era una eyaculación bestial, las embestidas fueron disminuyendo y
lentamente fue sacando la polla.
-Ufff dios llevaba semanas sin
correrme – me dijo de pronto.
-Y tenía que ser en mi culo –dije
con un deje de enfado.
-Perdona, no me deja correrme si
no es con su permiso, y esta era una de esas veces – dijo metiéndose la poya de
nuevo en el suspensorio- de todos modos no parece que te lo hayas pasado mal.
Me
quedé callado, tenía toda la razón esa experiencia había sido tremenda, me
había gustado, no cabía ninguna duda.
Tras
unos pocos minutos la puerta se abrió y bajó nuevamente el amo. Vestía pantalón
corto, camiseta de manga corta y calcetines blancos, y además, tenía el pelo
húmedo, parecía haber aprovechado el rato para darse una ducha y ponerse un atuendo
más cómodo. Fue directamente hacia mi culo, que se había cerrado por fin
después de tanto tráfico, me separó las nalgas y lo observó.
-Buena corrida perrito – dijo
mirando a Aarón.
-Gracias amo, tenía muchas ganas.
-Y a ti chucho, ¿te ha gustado? –
me preguntó.
Me
quedé callado, me negaba a dar mi brazo a torcer y a reconocerle al amo que
aquello me había gustado.
-Eso es que sí – dijo de pronto
con una sonrisa.
Siguió
con sus dos manos separándome las nalgas y se dirigió a Aarón.
-A ver perrito, trame el de 20,
que está en la estantería, hay que aprovechar que está bien lubricado este
culito.
El
otro perro, que permanecía inmóvil junto a la pequeña jaula, fue a la
estantería y regresó con el consolador en la mano, era negro y más grueso que
la polla de Aarón.
-Aquí está amo – dijo
tendiéndoselo.
-No, se lo vas a meter tú, así
que venga.
Por
un momento respiré aliviado, Aarón había sido más delicado metiéndome su poya
de lo que había sido el amo con todos los consoladores, y esperaba que fuese
así con el que tocaba ahora.
No tardé en
notar la punta del consolador en mi culo, presionó un poco me metió la suave cabeza de aquel pene de
plástico.
-Aaau – me quejé.
El
ojete se me había cerrado y la reapertura fue algo dolorosa, pero Aarón
continuó metiéndomelo. Esta vez ya no me estaba haciendo tanta gracia, era
bastante más grueso que el anterior consolador y por ende que la polla que
acababa de recibir. Pese a mis quejas continuó apretando hasta que de pronto un
noté un gran dolor.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAhhhhh
diooooooooooos joodeeer
Pablo
había apretado la mano del perro con el consolador en la mano hasta el final y
me lo había metido de un tirón.
-¡Así joder! – dijo el amo – que
no tengo todo el día.
-Lo siento amo – se disculpó
Aarón.
-Desátalo y mételo en la celda –
le ordenó Pablo.
El
chico comenzó por mis pies soltándomelos de las patas del potro y después las
muñecas, me puse en pie muy incómodo con el consolador y caminé hasta la celda,
donde me esperaba Aarón con la puerta abierta, entré y la cerró tras de mí sin
decir ni una sola palabra.
-Bueno perrito, ya está bien por
hoy, venga, vámonos – le dijo dirigiéndose a las escaleras.
-Por supuesto, amo.
Aarón
le siguió y los dos desaparecieron. Mi situación no había cambiado demasiado,
aunque por lo menos podía sentarme cómodamente, si es que un consolador de 20
centímetros permite semejante lujo. Me miré la polla, a la que le sobraba
jaula, había tenido un intento de erección frustrado por aquel dichoso
artilugio cuando me estaban follando el culo y cada vez estaba más confuso, no
había estado mal, se me venían a la cabeza viejos recuerdos de conversaciones
con mis amigo, metiéndonos con los gays, y el sexo anal, y ahora estaba siendo
yo uno de los que disfrutaban con aquello.
Me
quedé dormido un rato apoyado sobre la pared de la celda, el polvo me había
dejado exhausto del todo y durante la última noche no había podido dormir
mucho, ni muy bien a causa de estar colgado de una cadena. La puerta metálica
de acceso a la mazmorra se abrió una vez más. El amo, esta vez solo, bajó de
nuevo.
-Bueno ya he despedido al otro
perrito –dijo mirándome - ¿te ha caído bien?
-Si amo, es majo – le respondí
escuetamente.
-Majo ¿eh? jejejeej, y su polla
te ha gustado ¿no?.
-Si amo – dije en tono más bajo y
mirando al suelo.
-Me costó bastante, demasiado,
incluso, hacerlo entrar en razón, la verdad, era un chulito engreído, pero como
has podido ver se ha convertido en un perro excepcional, – dijo caminando hacia
mí – y espero que tomes ejemplo de él.
No
le respondí nada, lo que me estaba contando encajaba con lo que me había dicho
Aarón, y cómo también había sido castigado como yo, pero estaba claro que ahora
era dócil y sumiso.
-¿Tienes hambre? – me preguntó.
-Si amo, muchísima hambre – dije
levantando la mirada.
Cuando
le miré, su poya colgaba fuera de sus pantalones cortos a través de los
barrotes de la celda.
-Pues aquí tienes, una buena
mamada y tendrás comida.
Miré
su polla, y dudé por un momento, pero el hambre gobernaba sobre mí, me coloqué
de rodillas frente a ella y se la cogí con cierta torpeza. Le descapullé y me
la metí no sin algo de asco en la boca, no estaba muy empalmado, pero tras dos
lametazos noté cómo crecía en mi boca.
-Mmmm, así así – dijo mirándome a
través de los barrotes.
Con
una mano me sujetaba y con la otra le sostenía la su polla mientras se la
chupaba más y más. No tardó en empezar a lubricar, y recordé la amenaza de días
atrás, si no me tragaba su corrida seguiría sin poder comer, así que comencé a
saborear las gotitas que salían de la punta con el fin de prepararme para lo
que vendría después, me sorprendió sin embargo que no tenía un sabor malo, algo
saladas, pero más bien insípidas.
-Cada vez lo vas haciendo mejor,
así me gusta –me dijo.
Empecé
a pajearle y a lamérsela, sus gemidos eran síntoma de que lo estaba haciendo
bien, estaba, ni más ni menos, haciéndole lo mismo que una ex novia me había
hecho tiempo atrás, y a mí, por lo menos, me había gustado. Aumenté el ritmo de
la paja y los lametazos en la punta hasta que empezó a correrse.
-Mmmmmm eso esss si si oooh que
bien, me encanta – dijo cerrando los ojos e inclinando la cabeza a un lado con
la boca entreabierta.
Mi
boca se llenó nuevamente con su leche caliente, el sabor era algo distinto al
de las pequeñas gotas de lubricación, más intenso, pero tampoco era
desagradable del todo, me lo tragué haciendo un esfuerzo y le lamí los restos
para dejarle la polla completamente limpia y reluciente.
-¡Bien hecho perro! – dijo
sacándose la polla de mi boca.
La
inspeccionó con detenimiento, comprobando mi trabajo y se la guardó bajo sus
pantalones deportivos.
-No ha estado mal, vas mejorando,
tendrás comida – dijo dándose la vuelta.
-¿Me la traerás ahora?, por favor
amo, tengo mucha hambre – dije juntando las manos.
Estaba
de rodillas y mi posición suplicante era obvia, me dolía el estómago y quería
comer cualquier cosa.
-No, hoy ya has cenado, ¿te ha
parecido acaso insuficiente? – dijo con cierto rin tintín.
Viendo
que me estaba tendiendo una trampa le contesté.
-No, amo, claro que no, es
suficiente – dije mirando al suelo y separando las manos.
-Eso me parecía, mañana te traeré
algo.
Y dicho
lo cual volvió a subir las escaleras y a dejarme solo en aquel cuarto encerrado
en la celda, aunque había olvidado apagar la luz. Bebí algo de agua del
bebedero para perros, me acurruqué a
contraluz en la celda, en posición fetal, y traté de dormirme.
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