Capitulo 9 – Clímax
El
chico colgado de la gruesa cadena parecía haberse tranquilizado después de la
escena de las tijeras, yo también me había calmado, aunque no habían sido mis
pelotas las que habían estado amenazadas, fue un momento muy tenso, aunque quedó
en una broma pesada del amo, muy pesada.
-Bueno perrito – dijo el amo –
dime, cuanto medía la polla más grande que te han metido.
El
muchacho se quedó un poco cortado al principio, aunque al ver que el amo
hablaba en serio se decidió ponerse a rebuscar en su memoria.
-Puesss unos 18 o así Señor –
dijo tímidamente.
-No está mal – dijo el amo
dirigiéndose a la estantería – hoy batiremos ese record.
Recogió
un consolador de 12 centímetros y volvió donde estaba el muchacho.
-A ver qué tal está ese culito –
dijo el amo.
Se
puso detrás de él, el muchacho se puso visiblemente nervioso, me miró y trató
de mirar al amo, a ver que hacía, de pronto se quejó.
-Auuu.
-No está mal – dijo el amo – ha
entrado entero de una vez, eres realmente una putita, cuando te han petado por
última vez.
-Estuve con un tío antes de
quedar con usted, Señor.
-Así que por eso llegaste tarde
¿eh? – dijo poniéndose delante de él.
-Sí Señor, lo siento Señor.
El
amo se volvió al panel que controlaba la polea, el ruido del motor volvió a
escucharse en cuanto le dio al botón de bajar. Lentamente la cadena comenzó a
descender, poco a poco los pies del chico tocaron en el suelo de nuevo y las
manos le bajaron hasta la altura de la cabeza aproximadamente, el ruido cesó y
el amo fue hacia él. El muchacho respondió con un gran gesto de alivio al dejar
de estar tenso en el aire, yo me había pasado así una noche entera y sabía lo
que era.
En
cuanto paró el motor, Pablo fue hasta el nuevo perro, le desató las manos de la cadena y soltó la
barra que lo mantenía fijo al suelo, aunque no se la quitó.
-Ve hacia la cama – le dijo.
Qué
suerte – pensé- apenas llevaba un rato y ya iba a probar la cama, ya no era
capaz de recordar cuándo fue la última vez que dormí en una. Apenas dio dos
ridículos pasos por estar con la barra metálica atada a los pies y recibió una
patada en las piernas que lo llevó al suelo.
-AAAAAAh – gritó frotándose las
piernas donde había recibido el impacto.
-Te creí más listo– dijo el amo.
-No... no le entiendo Señor.
-¿Es que acaso no te has dado
cuenta que llevas un collar de perro?.
-Claro que sí, Señor – dijo un
poco confuso.
-Y cuando coño has visto tú
perros caminando sobre dos patas, que no estén en el circo ¿eh?
Por
fin lo entendió, y se colocó rápidamente a cuatro patas.
-Lo siento Señor – dijo
disculpándose.
-Yo también lo siento, tendré que
castigarte por eso.
Yo tampoco
entendí a donde quería llegar hasta que dijo lo del collar, y si el muchacho
quería una sesión con un amo cabrón, desde luego la estaba teniendo. Caminó hasta
la cama y se quedó junto a ella esperando instrucciones.
-Súbete y ponte boca arriba – le
dijo el amo.
Se
subió con algún que otro problema por llevar los pies atados y se tumbó boca
arriba, la cama parecía muy cómoda, desde luego más que el aspa en la que yo me
encontraba. El amo le ató las muñecas a los extremos de la cama, exactamente
igual que hiciese con el otro perro rubio, después, juntó las cadenas que había
encima de sus pies y le ordenó subir las piernas, ató las cadenas a la barra
que le separaba los pies y se fue hasta la estantería.
Empezaba
a conocerle, y sabía exactamente lo que iba a coger de aquella estantería, la
fusta, y así fue, tras recogerla se dio la vuelta y el chico perfectamente
atado cambió la expresión de la cara, que hasta ese momento, transmitía que no
se lo estaba pasando del todo mal.
-No por favor Señor, más fustazos
no – dijo asustado el muchacho.
El
amo puso la punta de la fusta en la planta del pie izquierdo del perro, este
dio un respingo y dejó escapar una leve carcajada.
-Pues si que tienes cosquillas –
dijo el amo.
Empezó
a cosquillearle la planta, vestida con un fino calcetín gris de deporte, y el
chico no pudo más.
-Noo jajaajajajajaja, no no
jajajaaajjaa, pare pare jajaajajaja.
Se
pasó a la otra planta y continuó, el chico lo estaba pasando realmente mal,
respiraba entrecortadamente, se movía tratando de retirar los pies aunque no
irían muy lejos estando atado.
-jajajajaaaj, por favor
jajaajajaj se lo suplico Señor.
-Está bien.
Pero
fue peor, paró y le arreó un tremendo fustazo en la planta del pie, generando
un sonido de reverberación en la mazmorra.
-AAAAAAAAAAAAAAAAh – gritó el
chico.
-¿Prefieres esto no? – dijo
dándole otra más, esta, aún más fuerte si cabe.
-AAAAAAAAAAAAAAAAah noooo pareee.
Otra
más y otra, y no conforme con eso, se pasó a la otra planta y empezó a darle
una batería de fustazos en las dos plantas.
-AAAAAAAAAAAAAy, noo Señor nooo
pare por favor.
Los
gritos pasaron a carcajadas, esta vez de forma histérica y desencajada, el
muchacho parecía no haber soportado nunca una cosa igual, el amo había dejado
la fusta y estaba haciéndole cosquillas con ambas manos sobre sus dos plantas
doloridas, y parecía que al estar más sensibles a causa de los golpes, las
cosquillas eran peor que el dolor de los fustazos.
-JAJAAJAJAJA HA HA HAHAAH PAREE
PAREEE NO PUEDO HAHAHAA.
El
amo se lo estaba pasando en grande del todo, su expresión era de total
diversión, como un niño jugando con su consola nueva. El chico empezó ponerse
rojo, casi no respiraba.
-JAAJAJAA PAREEE POR FAVOR
HAHAHAHAA.
No
habría querido estar en su pellejo, sin ninguna duda, tenía cosquillas, aunque
no en los pies, y desde luego una tortura así era del todo evitable. Cuando se
decidió a parar, cogió la fusta y se la llevó a la estantería, aún tenía esa
expresión de estar pasándoselo bomba. El chico, visiblemente cansado, respiraba
entrecortadamente, trataba de recuperar el aliento, y también el color.
-Bueno vamos a algo más
divertido, si cabe, que esto – le dijo el amo girándose sobre sus talones con el consolador negro de 18 centímetros que
yo ya había tenido el dudoso placer de probar.
Se
sacó las zapatillas con los pies, y se subió a la cama con el consolador en la
mano. Le sacó de un tirón el que tenía metido, y sin más dilación, le metió el
otro casi hasta la mitad.
-Uff, siga Señor, siga - le dijo el muchacho.
El
amo apretó esta vez con más suavidad el consolador, que entró sin ningún tipo
de dificultad. El perro estaba empalmadísimo, la punta de la polla parecía
húmeda aunque desde mi posición era incapaz de verla con detalle. Me resultó
extraño el hecho en sí de fijarme en su polla, pero no tanto, como la pregunta
que me pasó fugazmente por la cabeza, ¿sabría igual que la del amo?.
-¿Te ha gustado perrito? – le
preguntó el amo.
-Mucho Señor, pero querría polla
de verdad – le respondió.
-Bueno, si eso es lo que quieres…
– le respondió con tono complaciente.
Le
liberó los pies de la barra de metal que quedó colgada de la cadena. Después,
caminó de rodillas por la cama y le soltó también las muñecas. El muchacho
miraba cómo lo hacía, aunque transmitía la sensación de estar algo confuso por
estar siendo desatado de la cama. El amo se puso de pie y se dirigió a él.
-Bájate de la cama – le ordenó.
-Sí Señor.
Hizo
el mismo movimiento que haría cualquiera para levantarse de una cama, se giró y
puso ambos pies sobre el suelo.
-Aaauuu – gimió el chico,
poniendo los pies en el aire.
-Ese dolor te recordará que no
puedes ponerte de pie – le dijo el amo con un tono de indiferencia.
Volvió
a poner los pies en el suelo y rápidamente se colocó a cuatro patas, aunque
llevaba calcetines, y no se le veían las plantas de los pies, debía tenerlas al
rojo vivo después de haber recibido tantos fustazos.
El
amo se sacó un llavero, repleto de pequeñas llaves y con una seleccionada entre
sus dedos caminó hacia mí, introdujo la llave en el candado que cerraba la
jaula de mi polla y tras oír un clic, noté como me la quitaba, al menos la parte que había contenido mi polla dentro
durante días.
-¡Ven aquí perro! –le gritó al
chico.
El
perro caminó y se puso frente a mí.
-Ahí tienes polla, chúpasela.
-Pero… yo quería la suya Señor.
-La mía te la tienes que ganar –
le dijo cogiendo la fusta de la estantería - ¿tienes algún problema con esa?,
¿es una polla no?.
El
chico al ver la fusta reaccionó con rapidez, se puso de rodillas para poder
llegar mejor y me la agarró. Me estremecí en cuanto sus manos me la tocaron,
estaban frías, aunque desde el luego eran expertas. Empezó a pajearme
lentamente, aunque se me hacía raro y no quería que me hiciese eso aquel chico
no tenía elección, y mi polla tenía vida propia en aquel momento, no tardó en
crecer hasta los 19 centímetros.
-No te podrás quejar de tranca
¿eh perro?.
-No Señor –le respondió mirando
de reojo la fusta.
Me
descapulló y se la metió en la boca. Comenzó a chupármela con delicadeza, lo
hacía de miedo, me estaba encantado. Cerré los ojos y me dejé llevar,
disfrutando de cada lametazo que me daba aquel chico, nunca una tía se había ni
siquiera acercado a proporcionarme el placer que estaba recibiendo de esa boca.
-Mmmm –gemí de forma visible.
Con
una mano estaba jugando con mis huevos y con la otra me la sostenía. Empezó a incrementar la velocidad de los
lametazos, estaba a punto de correrme cuando…
-AAAAAAAAAAAAAAaahhh –gritó el
chico sacándose la polla de mi boca.
El
amo le había soltado un terrible fustazo en la espalda que le había dejado una
tenue marca roja. El muchacho le miró desconcertado, y a mí me había sacado
bruscamente del camino hacia un placentero y ya casi inmediato clímax.
-Ya está bien perro, ya has
tenido tu ración de polla por hoy– dijo blandiendo la fusta en la mano.
-Cla… claro Señor – dijo algo
asustado.
El
amo se movió, el chico cerró los ojos y bajó un poco la cabeza, como esperando
a recibir otro golpe de fusta, pero no fue así, se dirigió hacia donde estaba
la pequeña jaula, que no mediría más de un metro, quitó un gran candado que
tenía sin cerrar en el pasador de la puerta y la abrió.
-Ven aquí perro.
El
chico caminó a cuatro patas recorriendo los pocos metros que le separaban de
los pies del amo y se paró junto a él.
-¿Acaso quieres que te meta yo?,
¡Entra! – le gritó armando el brazo para pegarle de nuevo con la fusta.
-Sí, sí Señor – dijo entrando a
toda prisa a cuatro patas.
No
tenía espacio ni tan siquiera para sentarse en su interior, el techo de la
jaula casi le tocaba en la cabeza. Pablo
cerró la cerró de un fuerte portazo y rebotó.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAUuuuu
-Mete los pies dentro ¡joder! –
le gritó.
El
chico se apretó un poco más metiendo sus doloridos pies en el interior de la
jaula y por fin el amo cerró la puerta, colocó el candado en el pasador y el
característico clic indicó que había quedado cerrado.
-Bueno por hoy está bien, estoy
cansado – dijo el amo yendo a la cama.
Desenganchó
la barra metálica de separación de pies de la cadena de la cama y la colocó en
la estantería. Cogió mi cinturón de castidad y se acercó a mí.
-Bueno, para que veas que también
he pensado en ti – dijo colocándomelo en mi ya relajada polla.
Otro
clic se escuchó, esta vez más débil procedente del pequeño candado que llevaba
aquel terrible invento que me evitaba las erecciones.
-Me marcho, portaros bien ¿eh
perritos? – dijo recogiendo sus zapatillas del suelo y también las adidas del
chico.
Nos
echó un último vistazo más, imagino que para comprobar si había quedado todo en
su sitio y lo perdí de vista escaleras arriba. El cierre metálico de la puerta
sonó de nuevo, y la luz quedó encendida.
El
silencio que se sucedió al cierre de la puerta no tardó en verse invadido por
un ruido que no identifiqué hasta ver lo que pasaba, aquel chico, en su jala
estaba tratándose de poner más cómodo, desde mi perspectiva se le veía el culo,
con el consolador negro en su interior, e intentaba darse la vuelta para
ponerse echado boca arriba con las piernas muy encogidas, desde luego no
parecía un sitio cómodo para estar, aunque el mío distaba mucho de serlo.
Cuando
terminó de ponerse en la posición menos incómoda posible me miró.
-Jo tío, que polla tan rica
tienes – dijo mirándome.
Noté
cómo me ponía rojo, aunque no era la primera vez que me decían esa frase, sí
era la primera vez que me la decía un tío.
-Me habría encantado saborear tu
corrida, qué pena que el Señor no me haya dejado terminar. ¿Duele llevar eso puesto?
–me preguntó
Indudablemente
me preguntaba por la jaula que encerraba mi polla, y ya que no podía hablar, le
hice un gesto negativo con la cabeza.
-Qué guay, me gustaría que me
pusieran uno.
No
creo que le hubiera gustado que se lo pusieran en las mismas circunstancias en
las que me lo colocaron a mí –pensé-.
-Joe tío me lo he pasado genial,
es justo lo que estaba buscando, ¡y me lo encontré en un chat!, aunque la
verdad lo eh pasado un poco mal con lo de las cosquillas y los fustazos – dijo
tocándose la planta de los pies – aún me arden, y no digamos cuando creí que me
iba a cortar las pelotas uffff que miedo he pasado, al principio no me lo creí,
al verte a ti, tú las tienes en su sitio, pero cuando me apretó con las tijeras
me cagué vivo.
Yo
tampoco es que pasase buen rato, si hubiera ido en serio se me pasó por la
cabeza que las mías irían detrás, aunque pensándolo fría mente, el otro perro
rubio también las conservaba.
Me habría
encantado hacerle unas cuantas preguntas, como por ejemplo dónde estábamos, y
qué era el sitio en el que nos encontrábamos, pero con la mordaza era del todo
imposible. Sin embargo, el chico parecía ser hablador.
-Me encantaría comerle la polla
al Señor, ¿cómo es? , ¿es muy grande?
Unos
22 centímetros para mí era tenerla razonablemente grande, así que hice un gesto
de afirmación con la cabeza.
-¿Más que la tuya?
Volví
a hacerle un gesto afirmativo, era curiosa la conversación que estábamos
manteniendo, aunque yo solo pudiera dar respuestas afirmativas o negativas.
-Moolaa.
No
era exactamente la idea que tenía de la polla del amo, más tarde o más temprano
acabaría en mi culo y algo me decía que no sería tan placentero como cuando me
folló el rubito.
-Bueno tío, voy a intentar dormir
un rato, estoy agotado del todo, qué suerte tenemos de tener a alguien tan
bueno como el Señor. Hasta mañana – dijo girándose un poco y dándome la
espalda.
No terminaba de tener muy claro
si la situación en la que me encontraba era fruto de la buena suerte, y ni
siquiera si aquel tío, el amo Pablo era realmente tan bueno. ¿Lo sería de
verdad?.
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