Capítulo 8 – El pedrusco
Dolor
fue lo que me despertó aquella mañana.
-Aaaaaayyyy
-Vaya, lo siento – dijo Mario
apartando el pie de mi mano – no estoy acostumbrado a tener perros a los pies
de mi cama.
Estaba
aún desorientado cargando en mi mente los recuerdos que justificaban el estar
sobre un montón de ropa sucia en el suelo de una habitación distinta a la
habitual, por no hablar de que dudaba de extraordinariamente que el pisotón recibido
hubiera sido accidental. Mario estaba sobre la cama a unos pocos centímetros de
mí desperezándose y bostezando, tenía el pelo revuelto y la almohada marcada en
la cara. La habitación, pese a estar la persiana más bien alta seguía estando
bastante oscura, quizá fuese por la orientación contraria a la mía, a la que
había tenido prohibido el paso la noche anterior.
-¡Aparta chucho! – dijo con un
tono despectivo.
Yo
me giré y le dejé pasar. Iba al baño con bastante rapidez. Aproveché para mirar
la otra cama, Dani parecía estar profundamente dormido. Me acurruqué de nuevo
entre la ropa sucia de Mario tratando de apurar unos minutos más de sueño, pero
a penas conseguí encontrar la postura de nuevo, Mario salió del baño duchado,
peinado y con la misma ropa con la que entró, su bóxer blanco y sus calcetines
amarillos. Abrió la puerta de su armario, se vistió y se acercó a mí.
-No te marches de aquí sin
recoger esto – dijo señalando con el dedo a mi alrededor, y tirándome la ropa
que había llevado el día anterior encima, salvo como no, los calcetines.
-Sí, sí, no te preocupes
Salió
de la habitación dando un portazo, que logró lo que no consiguió mi grito,
despertar a Dani.
-Joder, todos los putos días
igual – gruñó.
-Hola – dije tumbado desde el
suelo, su mirada se clavó en mí.
-Hola, ¿Qué tal has dormido?
-Bueno, he tenido mejores noches,
mejores despertares.
-Estúpido Mario, va a su bola y
pasa del resto de la peña, todas las mañanas la misma historia, se despierta y
hace el ruido que se le pone de los cojones importándole poco si yo estoy
durmiendo o no.
-Ya me he dado cuenta – dije
tratando de ser condescendiente
La
fama de gilipollas de Mario parecía ir en aumento con el paso de los días, que
su compañero de cuarto y supuesto me dijera eso dejaba pocas dudas al respecto.
Miré a Dani esperando que me mandase hacer algo, pero se levantó y se metió en
el baño a ducharse sin decir ni media palabra. Recogí toda la ropa sucia sobre
la que había dormido y la metí en la bolsa que la contenía hasta hacía pocas
horas. Dudé si quedarme con un par de calcetines rojos de la marca nike, como
no, que había tenido junto a la nariz, pero desistí por miedo a ser pillado.
Según me estaba tratando Mario las represalias por algo así preferiría no
sufrirlas.
-Dúchate si quieres – dijo Dani
nada más salir del baño con una toalla en la cintura.
-Eh… ah, ¡vale!, gracias.
Después
de aquella noche, realmente me hacía falta. Metí la bolsa en el armario y me
duché. Una vez lavado y vestido salimos juntos de la habitación, justo en ese
instante salía sola Erika de la 213.
A
diferencia de la noche anterior, Roberto no compartió mesa con nosotros,
desayunó con Erika y lo ambos parecían estar de lo más feliz. El anuncio de la
actividad del día fue de lo más novedoso, causó un gran revuelo. Nos llevarían
en autobús a un parque natural, y pasaríamos dos días de acampada. Como era
costumbre salí de los últimos del comedor, me dirigí a la habitación con la
intención de recoger la mochila con bañador y toalla y el saco de dormir que
hasta la fecha había sido un bulto inútil en la maleta.
-Hola – dije a Roberto nada más
entrar en el cuarto.
-¡Qué pasa perro! – dijo mientras
terminaba de doblar una toalla.
El
armario estaba abierto y procedí a sacar mis cosas de la maleta y a ordenar la
mochila con lo que nos habían dicho. Habían incluido una muda en la lista de
cosas, pero yo estaba exento de ese detalle.
-¿Fuiste tú el del grito? – me
preguntó de repente
-¿Grito? – dije frunciendo el
cejo
-Si ayer, por la noche, gritaste
tú, ¿verdad?, reconocí tu voz.
Yo
hacía memoria, pero no lograba saber a qué se refería hasta que mi memoria
rebobinó hasta el momento en el que Mario la clavó.
-Ah, oh… si, fui yo – dije
poniéndome algo rojo - ¿se oyó aquí?
-¿Bromeas?, se debió oír hasta en
el comedor, ¿qué te hicieron esos dos?
-No… nada, no sé
-¿Prefieres que me entere por
ellos?, venga habla perro
-No, bueno, fue Mario, me petó el
culo – dije un poco avergonzado
El
rostro de Roberto se iluminó, hasta soltó una leve carcajada.
-Pues con el troncho que tiene el
muy cabrón no me extraña ese grito jajajajaaja, y con quien te gustó más, ¿eh
putilla?
-Contigo – dije sin dudar.
Conseguí
arrancarle una sonrisa. Terminó de hacer su mochila y yo la mía.
-Bueno, ya te daré más, ahora
Erika me tiene un poco exprimido – y sonrió.
Una
hora y poco de autobús nos llevaron hasta el parque prometido, era una zona de
montaña con gran cantidad de vegetación, hacía un día excelente. Después de repartir
los bocadillos para la comida y la cena que llevábamos en el maletero,
iniciamos una caminata de algo menos de una hora que nos condujo a una pradera
solitaria rodeada de árboles y bañada por un río cuyo nacimiento no estaba muy
lejos de allí.
Nos
instalamos y pasamos la mañana haciendo deporte y actividades de todo tipo,
similares al día en el bosque en la ciudad. Roberto y Erika seguían a lo suyo,
mientras que Mario y Dani aquel día no parecían hablarse. La sobremesa después
de comer fue de lo más tranquila, algunos como yo dormimos una breve siesta
bajo los árboles, cosa que me pareció del todo un lujo, otros jugaban a las
cartas, otros charlaban.
-¡A ver, un momentito, prestadme
atención! – dijo una monitora poniéndose las manos en la boca a modo de
megáfono - los que queráis bañaros ahora
podéis ir a cambiaros, aquel lado de ahí – dijo apuntando con el dedo a un
frondoso grupo de arboles – es para las chicas, y aquel otro – apuntó al lado
opuesto, señalando un lugar con gigantescas piedras y árboles-, para las
chicos.
La
idea llamó la atención de más de uno, yo entre ellos, cogí mi mochila y me
dirigí hacia el lugar indicado, cuando llegué a un pedrusco que me pareció lo
suficientemente grande como para guardar una cierta intimidad me paré.
-Continúa caminando – oí desde
atrás.
Me
giré y vi a Dani con su mochila.
-Pero si aquí está bien – le
dije.
-Continúa más allá – me dijo con
cierto tono de impaciencia.
Continué
caminando delante de Dani sorteando maleza y pequeñas piedras durante algunos
minutos, hasta que apareció otro inmenso pedrusco de similares características
a unos pocos metros de un riachuelo que debía desembocar en el rió de la zona
de acampada.
-Aquí– dijo dejando la mochila
sobre un pequeño rellano de hierba que había junto al pedrusco.
-¿No está demasiado alejado?
-No, que va, desnúdate ahora
mismo– dijo sacándose las zapatillas con los pies al mismo tiempo que la
camiseta.
Me
quedé un poco sorprendido por la orden al principio, pero al ver que iba en
serio le imité, y me quedé igual que en
la habitación, estaba claro que le apetecía jugar un rato, y yo tampoco la
opción de decir que no. Él empezó a pajearse, su polla ganó tamaño con gran
velocidad.
-Ponte de rodillas, venga
Me
coloqué de rodillas frente a él, y enseguida tuve en mi boca de nuevo aquella
polla, era la más pequeña de las tres que me venía trabajando pero tenía su
encanto. Era la primera vez que hacía una mamada en mitad de un bosque, entre
sol y sombra, y a solo un centenar de metros del resto de compañeros sí que
hubiera paredes de por medio.
-Eso es, muy bien mmmm que bien
lo haces – dijo mientras me acariciaba la cabeza.
Su
polla no tardó en babear, al ser más pequeña me permitía manejarla con más
rapidez y facilidad dentro de mi boca, y eso parecía gustarle mucho a Dani.
-Uffff, me encantaaa, mejor que
la anterior vez.
Seguí
y seguí, con la esperanza de tener mi ración de leche de aquel día.
-Para, para
Se
la saco de mi boca y empezó a pajearse.
-Túmbate boca a arriba.
-Claro – y obedecí al instante.
El
me separó las piernas y se arrodilló entre ellas.
-¿Qué vas a hacer? – le dije algo
asustado
-Levanta las piernas, si le has
dejado a Mario, a mí también me dejaras, ¿no, putilla?
Levanté
las piernas sumisamente, el me las puso encima de sus hombros con firmeza, me
obligó a que le chupase un dedo y me lo metió lentamente.
-Uffffff- me puse muy rígido,
otra vez esa sensación
-Tranquilo –se apresuró a decir -
sé cómo hacerlo
-Es que ayer me la clavó Mario y
aun me duele – le dije tratando de disuadirle
-No te preocupes
Sacó
el dedo y lo volvió a meter, lo movió ensanchando lo que pudo. Cuando el primer
dedo se movía con suficiente holgura me metió otro. Me dolió un poco pero
enseguida llegó el placer que no había tenido la noche anterior. Cerré los ojos
disfrutando.
-Mmmmm, joe gustitoo
-Ya te dije que no te dolería
Sacó
los dos dedos lentamente y sin dejar que perdiese la dilatación me metió la
punta del capullo que brillaba especialmente con la luz del sol.
-Ufffff, sigue sigue
Empezó
a apretar lentamente, poco a poco, mi culo parecía ir acostumbrándose a aquello
porque casi no noté dolor. Cuando me terminó de metérmela no té un lametazo en
el pie que me hizo abrir los ojos.
-Estos calcetines están muy
sucios eh – dijo con una sonrisa
-Ya sabes… Roberto
Me
sentía lleno, pero no me dolía, no tenía nada que ver con la brutalidad de la
noche anterior empleada por Mario. Lentamente empezó a bombear, cerré de nuevo
los ojos y me limité a disfrutar cada embestida.
-Mmmmm, si, si, sigue no pares
Poco
a poco fue aumentando el ritmo, sus huevos a veces tocaban con mi culo, y
curiosamente mi polla estaba menos animada que al noche anterior. El vaivén
aumentó más y más hasta que de pronto noté otra vez esa sensación de líquido en
mi culo. Abrí los ojos y vi los de Dani cerrados, disfrutando de su corrida. Me
la sacó y me metió la punta de nuevo y apretaba un poco, otra vez lo mismo,
hasta que finalmente la saco.
-Venga, chúpamela, seguro que te
apetece polla.
-Claro – le dije poniéndome de
nuevo de rodillas frente a él.
Se
la chupé hasta dejarla limpia, aprovechando los restos de corrida, que no
habían ido a parar a mi culo.
-Deberías aprovechar y lavarte
los calcetines en ese riachuelo, los tienes realmente cerdos.
La
verdad es que daban bastante asquito, ya no eran ni blancos, por abajo eran
prácticamente negros.
-Pero… es que si Roberto me
pilla….
-¿Te has fijado últimamente en
Roberto?, no se daría cuenta aunque te estuviese viendo hacerlo.
Nos
pusimos el bañador y lavé como pude los calcetines, dejándolos encima de una
pequeña roca al sol junto al riachuelo para que se secasen. Volvimos a la
pradera y pasamos la tarde bañándonos en las frías aguas de aquel río y
jugando. Un rato antes de cenar nos hicieron ir a cambiarnos para cenar, y pude
comprobar que los calcetines se habían secado y aunque seguían sucios y estaban
totalmente tiesos, no llamarían la atención si volvía a amanecer cualquier día
sin zapatillas.
Y
realmente fue el mejor acierto que pude tener, los monitores tuvieron la
brillante idea de que cenásemos todos como si fuese un gigantesco picnic. Nos
mandaron poner todas las toallas juntas como si fuese una gran manta de picnic,
y posteriormente descalzarnos y comer todos sentados dentro. Afortunadamente
mis calcetines estaban mínimamente presentables, pese a ello comí sentado sobre
mis pies ya que aquellos calcetines eran familiares para mucha gente. Comí más
por los ojos durante aquella cena que por la boca. Más de cincuenta pares de
pies algunos sin calcetines y otros con calcetines de todo tipo, desde los
amarillos de Mario, que resaltaba por encima del resto, hasta unos rosa fucsia
de una compañera.
La
luz diurna poco a poco fue marchándose y dejó paso a la luz que reflejaba la
luna, estaba en cuarto creciente a pocos días de luna llena y la pradera entera
estaba iluminada. Tras recoger las toallas se hicieron juegos, cantamos
canciones y cosas por el estilo, aunque algunos, como Erika y Roberto, disfrutaban
cambiándose el chicle en un lejano árbol.
Los
monitores aprovecharon la oscuridad que iba ganando el cielo al ir ocultándose
la luna con un color rojizo tras el horizonte para tenernos a todos tumbados
boca arriba contemplando las constelaciones y explicándonos cosas curiosas.
Pocas veces pude contemplar tantas estrellas. Cuando comenzaron a oírse los
primeros ronquidos nos mandaron dormir. Dani se me acercó, apenas se veía ya.
-¿Oye te importa si compartimos
el saco?, no sé donde lo he puesto.
Yo
estaba junto a mi mochila y me disponía a alejarme un poco, cerca de los
árboles.
-Claro, vamos, pero es un poco
pequeño no se…
Después
de ver que era imposible meternos juntos, por no hablar de que la escena por la
mañana daría que hablar optamos por otra solución.
-¿Llevas la toalla ahí? – le
pregunté pensativo.
-Sí, aquí la tengo, para que la
quieres- me dijo mientras me hacia señales con ella para que la cogiese.
-Si las extendemos juntas podemos
tener algo parecido a un colchón, y con el saco abierto algo parecido a una
manta.
Así
lo hicimos, antes de meterme puse mis zapatillas a modo de almohada como
hiciese la noche anterior con las de Dani. Nunca creí que usaría unas
deportivas como almohada, y mucho menos que ocurriría dos noches seguidas. Dani
me copió y al rato estábamos ambos metidos en la improvisada cama. Yo me giré
dándole la espalda con intención de dormirme, pero enseguida noté cómo la punta
de su pie enfundado en un calcetín húmedo, me recorría desde los tobillos hasta
la parte alta de los gemelos.
-¿Qué haces? – le dije girándome
y poniendo mi cara a escasos centímetros de la suya.
-Divertirme un poco, ¿a ti no te
apetece? – dijo agarrándome el paquete de repente – te he visto a la hora de la
cena cómo te ponías morado con tanto calcetín.
Comenzó
a apretarme un poco el paquete y a rozar sus pies con los míos.
-Si… bueno… pero ¿aquí?, estamos
delante de todos.
-Vah, esto está totalmente a
oscuras y estamos a por lo menos a veinte metros del tío más próximo.
Cogió
mi mano y me la metió en su pantalón. Tenía la polla tan dura como a medio día.
Se la agarré con delicadeza y comencé a pajearle mientras él seguía jugando con
mis huevos y mis pies.
-Lo haces muy bien perrito
-Gracias- le dije sin más
Estaba
tan rojo que creí que se me vería en la oscuridad, me costaba concentrarme
viendo compañeros enfundados en sacos de dormir a tan pocos metros. Seguí
pajeándole hasta que me bajó un poco los pantalones con la mano con la que me
estaba magreando las pelotas, y empezó a empaparse los dedos con las gotas que
salían de mi polla.
-Date la vuelta – me dijo al
oído.
Yo
me giré con cuidado, tratando de evitar destaparme, noté como con los mismos
dedos comenzaba a dilatarme el culo igual que lo hizo detrás del pedrusco por
la tarde. Aguanté el gemido, aquella sensación me estaba gustando de verdad.
-Prepárate que voy
Puso
su polla en la entrada y apretó. Entró sin ninguna dificultad. Cerré los ojos
tratando de relajarme mientras me pajeaba lentamente.
-¿Sabes qué? – me dijo al oído –
sí sé dónde está mi saco de dormir, lo he escondido yo.
Y acto seguido comenzó a follarme el culo con
más fuerza, me estaba encantando, aquella revelación había hecho que casi me
corriera encima por lo que dejé de pajearme, no quería pringar la toalla ni el
saco. Dani continuó y continúo hasta que la sensación de cálida humedad en el
culo me volvió.
-Mmmmmm, que rico, es mi primer
polvo en un saco de dormir – me dijo muy bajito.
-Y el mio.
Sacó
la polla, se la guardó, y se dio la vuelta dándome la espalda. Me subí los
pantalones y me quedé mirando al cielo, viendo el incesante tintineo de las miles
de estrellas que poblaban aquella noche el firmamento. El día había sido
tranquilo para lo que venía siendo pero la calma no duraría mucho.
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