sábado, 10 de marzo de 2012

Esclavizado en un campamento de verano - (8)


Capítulo 8 – El pedrusco

               Dolor fue lo que me despertó aquella mañana.
-Aaaaaayyyy
-Vaya, lo siento – dijo Mario apartando el pie de mi mano – no estoy acostumbrado a tener perros a los pies de mi cama.
         Estaba aún desorientado cargando en mi mente los recuerdos que justificaban el estar sobre un montón de ropa sucia en el suelo de una habitación distinta a la habitual, por no hablar de que dudaba de extraordinariamente que el pisotón recibido hubiera sido accidental. Mario estaba sobre la cama a unos pocos centímetros de mí desperezándose y bostezando, tenía el pelo revuelto y la almohada marcada en la cara. La habitación, pese a estar la persiana más bien alta seguía estando bastante oscura, quizá fuese por la orientación contraria a la mía, a la que había tenido prohibido el paso la noche anterior.
-¡Aparta chucho! – dijo con un tono despectivo.
           Yo me giré y le dejé pasar. Iba al baño con bastante rapidez. Aproveché para mirar la otra cama, Dani parecía estar profundamente dormido. Me acurruqué de nuevo entre la ropa sucia de Mario tratando de apurar unos minutos más de sueño, pero a penas conseguí encontrar la postura de nuevo, Mario salió del baño duchado, peinado y con la misma ropa con la que entró, su bóxer blanco y sus calcetines amarillos. Abrió la puerta de su armario, se vistió y se acercó a mí.
-No te marches de aquí sin recoger esto – dijo señalando con el dedo a mi alrededor, y tirándome la ropa que había llevado el día anterior encima, salvo como no, los calcetines.
-Sí, sí, no te preocupes
           Salió de la habitación dando un portazo, que logró lo que no consiguió mi grito, despertar a Dani.
-Joder, todos los putos días igual – gruñó.
-Hola – dije tumbado desde el suelo, su mirada se clavó en mí.
-Hola, ¿Qué tal has dormido?
-Bueno, he tenido mejores noches, mejores despertares.
-Estúpido Mario, va a su bola y pasa del resto de la peña, todas las mañanas la misma historia, se despierta y hace el ruido que se le pone de los cojones importándole poco si yo estoy durmiendo o no.
-Ya me he dado cuenta – dije tratando de ser condescendiente
               La fama de gilipollas de Mario parecía ir en aumento con el paso de los días, que su compañero de cuarto y supuesto me dijera eso dejaba pocas dudas al respecto. Miré a Dani esperando que me mandase hacer algo, pero se levantó y se metió en el baño a ducharse sin decir ni media palabra. Recogí toda la ropa sucia sobre la que había dormido y la metí en la bolsa que la contenía hasta hacía pocas horas. Dudé si quedarme con un par de calcetines rojos de la marca nike, como no, que había tenido junto a la nariz, pero desistí por miedo a ser pillado. Según me estaba tratando Mario las represalias por algo así preferiría no sufrirlas.
-Dúchate si quieres – dijo Dani nada más salir del baño con una toalla en la cintura.
-Eh… ah, ¡vale!, gracias.
               Después de aquella noche, realmente me hacía falta. Metí la bolsa en el armario y me duché. Una vez lavado y vestido salimos juntos de la habitación, justo en ese instante salía sola Erika de la 213.
               A diferencia de la noche anterior, Roberto no compartió mesa con nosotros, desayunó con Erika y lo ambos parecían estar de lo más feliz. El anuncio de la actividad del día fue de lo más novedoso, causó un gran revuelo. Nos llevarían en autobús a un parque natural, y pasaríamos dos días de acampada. Como era costumbre salí de los últimos del comedor, me dirigí a la habitación con la intención de recoger la mochila con bañador y toalla y el saco de dormir que hasta la fecha había sido un bulto inútil en la maleta.
-Hola – dije a Roberto nada más entrar en el cuarto.
-¡Qué pasa perro! – dijo mientras terminaba de doblar una toalla.
               El armario estaba abierto y procedí a sacar mis cosas de la maleta y a ordenar la mochila con lo que nos habían dicho. Habían incluido una muda en la lista de cosas, pero yo estaba exento de ese detalle.
-¿Fuiste tú el del grito? – me preguntó de repente
-¿Grito? – dije frunciendo el cejo
-Si ayer, por la noche, gritaste tú, ¿verdad?, reconocí tu voz.
               Yo hacía memoria, pero no lograba saber a qué se refería hasta que mi memoria rebobinó hasta el momento en el que Mario la clavó.
-Ah, oh… si, fui yo – dije poniéndome algo rojo - ¿se oyó aquí?
-¿Bromeas?, se debió oír hasta en el comedor, ¿qué te hicieron esos dos?
-No… nada, no sé
-¿Prefieres que me entere por ellos?, venga habla perro
-No, bueno, fue Mario, me petó el culo – dije un poco avergonzado
               El rostro de Roberto se iluminó, hasta soltó una leve carcajada.
-Pues con el troncho que tiene el muy cabrón no me extraña ese grito jajajajaaja, y con quien te gustó más, ¿eh putilla?
-Contigo – dije sin dudar.
               Conseguí arrancarle una sonrisa. Terminó de hacer su mochila y yo la mía.
-Bueno, ya te daré más, ahora Erika me tiene un poco exprimido – y sonrió.
               Una hora y poco de autobús nos llevaron hasta el parque prometido, era una zona de montaña con gran cantidad de vegetación, hacía un día excelente. Después de repartir los bocadillos para la comida y la cena que llevábamos en el maletero, iniciamos una caminata de algo menos de una hora que nos condujo a una pradera solitaria rodeada de árboles y bañada por un río cuyo nacimiento no estaba muy lejos de allí.
               Nos instalamos y pasamos la mañana haciendo deporte y actividades de todo tipo, similares al día en el bosque en la ciudad. Roberto y Erika seguían a lo suyo, mientras que Mario y Dani aquel día no parecían hablarse. La sobremesa después de comer fue de lo más tranquila, algunos como yo dormimos una breve siesta bajo los árboles, cosa que me pareció del todo un lujo, otros jugaban a las cartas, otros charlaban.
-¡A ver, un momentito, prestadme atención! – dijo una monitora poniéndose las manos en la boca a modo de megáfono -  los que queráis bañaros ahora podéis ir a cambiaros, aquel lado de ahí – dijo apuntando con el dedo a un frondoso grupo de arboles – es para las chicas, y aquel otro – apuntó al lado opuesto, señalando un lugar con gigantescas piedras y árboles-, para las chicos.
               La idea llamó la atención de más de uno, yo entre ellos, cogí mi mochila y me dirigí hacia el lugar indicado, cuando llegué a un pedrusco que me pareció lo suficientemente grande como para guardar una cierta intimidad me paré.
-Continúa caminando – oí desde atrás.
               Me giré y vi a Dani con su mochila.
-Pero si aquí está bien – le dije.
-Continúa más allá – me dijo con cierto tono de impaciencia.
               Continué caminando delante de Dani sorteando maleza y pequeñas piedras durante algunos minutos, hasta que apareció otro inmenso pedrusco de similares características a unos pocos metros de un riachuelo que debía desembocar en el rió de la zona de acampada.
-Aquí– dijo dejando la mochila sobre un pequeño rellano de hierba que había junto al pedrusco.
-¿No está demasiado alejado?
-No, que va, desnúdate ahora mismo– dijo sacándose las zapatillas con los pies al mismo tiempo que la camiseta.
               Me quedé un poco sorprendido por la orden al principio, pero al ver que iba en serio  le imité, y me quedé igual que en la habitación, estaba claro que le apetecía jugar un rato, y yo tampoco la opción de decir que no. Él empezó a pajearse, su polla ganó tamaño con gran velocidad.
-Ponte de rodillas, venga
               Me coloqué de rodillas frente a él, y enseguida tuve en mi boca de nuevo aquella polla, era la más pequeña de las tres que me venía trabajando pero tenía su encanto. Era la primera vez que hacía una mamada en mitad de un bosque, entre sol y sombra, y a solo un centenar de metros del resto de compañeros sí que hubiera paredes de por medio.
-Eso es, muy bien mmmm que bien lo haces – dijo mientras me acariciaba la cabeza.
            Su polla no tardó en babear, al ser más pequeña me permitía manejarla con más rapidez y facilidad dentro de mi boca, y eso parecía gustarle mucho a Dani.
-Uffff, me encantaaa, mejor que la anterior vez.
               Seguí y seguí, con la esperanza de tener mi ración de leche de aquel día.
-Para, para
               Se la saco de mi boca y empezó a pajearse.
-Túmbate boca a arriba.
-Claro – y obedecí al instante.
               El me separó las piernas y se arrodilló entre ellas.
-¿Qué vas a hacer? – le dije algo asustado
-Levanta las piernas, si le has dejado a Mario, a mí también me dejaras, ¿no, putilla?
               Levanté las piernas sumisamente, el me las puso encima de sus hombros con firmeza, me obligó a que le chupase un dedo y me lo metió lentamente.
-Uffffff- me puse muy rígido, otra vez esa sensación
-Tranquilo –se apresuró a decir - sé cómo hacerlo
-Es que ayer me la clavó Mario y aun me duele – le dije tratando de disuadirle
-No te preocupes
               Sacó el dedo y lo volvió a meter, lo movió ensanchando lo que pudo. Cuando el primer dedo se movía con suficiente holgura me metió otro. Me dolió un poco pero enseguida llegó el placer que no había tenido la noche anterior. Cerré los ojos disfrutando.
-Mmmmm, joe gustitoo
-Ya te dije que no te dolería
               Sacó los dos dedos lentamente y sin dejar que perdiese la dilatación me metió la punta del capullo que brillaba especialmente con la luz del sol.
-Ufffff, sigue sigue
               Empezó a apretar lentamente, poco a poco, mi culo parecía ir acostumbrándose a aquello porque casi no noté dolor. Cuando me terminó de metérmela no té un lametazo en el pie que me hizo abrir los ojos.
-Estos calcetines están muy sucios eh – dijo con una sonrisa
-Ya sabes… Roberto
               Me sentía lleno, pero no me dolía, no tenía nada que ver con la brutalidad de la noche anterior empleada por Mario. Lentamente empezó a bombear, cerré de nuevo los ojos y me limité a disfrutar cada embestida.
-Mmmmm, si, si, sigue no pares
               Poco a poco fue aumentando el ritmo, sus huevos a veces tocaban con mi culo, y curiosamente mi polla estaba menos animada que al noche anterior. El vaivén aumentó más y más hasta que de pronto noté otra vez esa sensación de líquido en mi culo. Abrí los ojos y vi los de Dani cerrados, disfrutando de su corrida. Me la sacó y me metió la punta de nuevo y apretaba un poco, otra vez lo mismo, hasta que finalmente la saco.
-Venga, chúpamela, seguro que te apetece polla.
-Claro – le dije poniéndome de nuevo de rodillas frente a él.
               Se la chupé hasta dejarla limpia, aprovechando los restos de corrida, que no habían ido a parar a mi culo.
-Deberías aprovechar y lavarte los calcetines en ese riachuelo, los tienes realmente cerdos.
               La verdad es que daban bastante asquito, ya no eran ni blancos, por abajo eran prácticamente negros.
-Pero… es que si Roberto me pilla….
-¿Te has fijado últimamente en Roberto?, no se daría cuenta aunque te estuviese viendo hacerlo.
               Nos pusimos el bañador y lavé como pude los calcetines, dejándolos encima de una pequeña roca al sol junto al riachuelo para que se secasen. Volvimos a la pradera y pasamos la tarde bañándonos en las frías aguas de aquel río y jugando. Un rato antes de cenar nos hicieron ir a cambiarnos para cenar, y pude comprobar que los calcetines se habían secado y aunque seguían sucios y estaban totalmente tiesos, no llamarían la atención si volvía a amanecer cualquier día sin zapatillas.
               Y realmente fue el mejor acierto que pude tener, los monitores tuvieron la brillante idea de que cenásemos todos como si fuese un gigantesco picnic. Nos mandaron poner todas las toallas juntas como si fuese una gran manta de picnic, y posteriormente descalzarnos y comer todos sentados dentro. Afortunadamente mis calcetines estaban mínimamente presentables, pese a ello comí sentado sobre mis pies ya que aquellos calcetines eran familiares para mucha gente. Comí más por los ojos durante aquella cena que por la boca. Más de cincuenta pares de pies algunos sin calcetines y otros con calcetines de todo tipo, desde los amarillos de Mario, que resaltaba por encima del resto, hasta unos rosa fucsia de una compañera.
               La luz diurna poco a poco fue marchándose y dejó paso a la luz que reflejaba la luna, estaba en cuarto creciente a pocos días de luna llena y la pradera entera estaba iluminada. Tras recoger las toallas se hicieron juegos, cantamos canciones y cosas por el estilo, aunque algunos, como Erika y Roberto, disfrutaban cambiándose el chicle en un lejano árbol.
               Los monitores aprovecharon la oscuridad que iba ganando el cielo al ir ocultándose la luna con un color rojizo tras el horizonte para tenernos a todos tumbados boca arriba contemplando las constelaciones y explicándonos cosas curiosas. Pocas veces pude contemplar tantas estrellas. Cuando comenzaron a oírse los primeros ronquidos nos mandaron dormir. Dani se me acercó, apenas se veía ya.
-¿Oye te importa si compartimos el saco?, no sé donde lo he puesto.
               Yo estaba junto a mi mochila y me disponía a alejarme un poco, cerca de los árboles.
-Claro, vamos, pero es un poco pequeño no se…
               Después de ver que era imposible meternos juntos, por no hablar de que la escena por la mañana daría que hablar optamos por otra solución.
-¿Llevas la toalla ahí? – le pregunté pensativo.
-Sí, aquí la tengo, para que la quieres- me dijo mientras me hacia señales con ella para que la cogiese.
-Si las extendemos juntas podemos tener algo parecido a un colchón, y con el saco abierto algo parecido a una manta.
             Así lo hicimos, antes de meterme puse mis zapatillas a modo de almohada como hiciese la noche anterior con las de Dani. Nunca creí que usaría unas deportivas como almohada, y mucho menos que ocurriría dos noches seguidas. Dani me copió y al rato estábamos ambos metidos en la improvisada cama. Yo me giré dándole la espalda con intención de dormirme, pero enseguida noté cómo la punta de su pie enfundado en un calcetín húmedo, me recorría desde los tobillos hasta la parte alta de los gemelos.
-¿Qué haces? – le dije girándome y poniendo mi cara a escasos centímetros de la suya.
-Divertirme un poco, ¿a ti no te apetece? – dijo agarrándome el paquete de repente – te he visto a la hora de la cena cómo te ponías morado con tanto calcetín.
               Comenzó a apretarme un poco el paquete y a rozar sus pies con los míos.
-Si… bueno… pero ¿aquí?, estamos delante de todos.
-Vah, esto está totalmente a oscuras y estamos a por lo menos a veinte metros del tío más próximo.
               Cogió mi mano y me la metió en su pantalón. Tenía la polla tan dura como a medio día. Se la agarré con delicadeza y comencé a pajearle mientras él seguía jugando con mis huevos y mis pies.
-Lo haces muy bien perrito
-Gracias- le dije sin más
               Estaba tan rojo que creí que se me vería en la oscuridad, me costaba concentrarme viendo compañeros enfundados en sacos de dormir a tan pocos metros. Seguí pajeándole hasta que me bajó un poco los pantalones con la mano con la que me estaba magreando las pelotas, y empezó a empaparse los dedos con las gotas que salían de mi polla.
-Date la vuelta – me dijo al oído.
               Yo me giré con cuidado, tratando de evitar destaparme, noté como con los mismos dedos comenzaba a dilatarme el culo igual que lo hizo detrás del pedrusco por la tarde. Aguanté el gemido, aquella sensación me estaba gustando de verdad.
-Prepárate que voy
               Puso su polla en la entrada y apretó. Entró sin ninguna dificultad. Cerré los ojos tratando de relajarme mientras me pajeaba lentamente.
-¿Sabes qué? – me dijo al oído – sí sé dónde está mi saco de dormir, lo he escondido yo.
                Y acto seguido comenzó a follarme el culo con más fuerza, me estaba encantando, aquella revelación había hecho que casi me corriera encima por lo que dejé de pajearme, no quería pringar la toalla ni el saco. Dani continuó y continúo hasta que la sensación de cálida humedad en el culo me volvió.
-Mmmmmm, que rico, es mi primer polvo en un saco de dormir – me dijo muy bajito.
-Y el mio.
               Sacó la polla, se la guardó, y se dio la vuelta dándome la espalda. Me subí los pantalones y me quedé mirando al cielo, viendo el incesante tintineo de las miles de estrellas que poblaban aquella noche el firmamento. El día había sido tranquilo para lo que venía siendo pero la calma no duraría mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario