Capítulo 14 – Las tres normas
Mi
amo me despertó cuando manipulaba el candado de mi pie derecho, parecía no
atinar con la llave que lo abría, por fin una quiso girar y se oyó un clic. Yo
miraba aún con los ojos entornados, mi amo vestía como la última vez que le vi.
Giró la cabeza y se percató de que le estaba mirando.
-Hola perrito ¿has dormido bien?
– dijo rebuscando entre las llaves.
-Si muy bien amo muchas gracias.
Pareció
encontrar la que buscaba y otro clic fue el resultado de abrir el candado del otro
pie, al principio pensé que simplemente me estaba bajando de las cadenas pero
no era eso. Con los candados fuera de los pasadores las correas se podían
quitar, y de hecho, así lo hizo mi amo, me quitó una y mi pie izquierdo cayó
hasta la cama, quedando la correa atada a la cadena. Hizo lo mismo con el pie
derecho y se incorporó de la cama.
Sin
decirme nada, fue hasta mis manos y tras pelearse de nuevo con las diminutas
llaves me quitó las correas de las muñecas, y por último el collar que llevaba
al cuello. Yo le miraba sin entender muy bien qué es lo que estaba pasando. Mi
amo se dirigió a la estantería, dejó el llavero y el collar y abrió la puerta
del baño.
-Te hace falta una buena ducha,
entra – dijo sosteniendo la puerta.
-Enseguida amo.
Me
levanté de la cama de un salto, me sentía algo extraño sin las correas puestas
atravesé el marco de la puerta y me giré tras oír la voz de mi amo.
-Tómate el tiempo que necesites,
no hueles muy bien que digamos.
-Gracias amo.
Cerró
la puerta dejándome solo en el baño, la verdad es que con brutal corrida reseca
que tenía encima no me extrañaba lo más mínimo que apestase. Me di una ducha,
aunque no fue mucho más larga de lo normal, había cogido ritmo duchándome y
tardaba más bien poco, aunque sí que me tomé algún que otro minuto extra,
viendo que la restricción de los cinco minutos había sido abolida.
Tras
no más de diez minutos salí del baño completamente aseado y aliviado, la
mazmorra estaba vacía, me resultó curiosa la escena de ver las correas que
había llevado durante tantísimo tiempo, colgadas de las cadenas y atadas a la
cama, sin nadie en su interior. Me miré las muñecas y comprobé que tenía una
leve marca aunque casi impredecible, con los días se habían ido dando de sí.
Estuve
durante un rato apoyado en la puerta del baño pensativo, hasta que unos pasos
me hicieron mirar, mi amo venía esta vez con zapatillas, y además una camisa y
unos vaqueros, clásica indumentaria de salir a la calle, como había deducido
tras tantos días, pero lo que me llamó la atención es que traía ropa doblada en
las manos. Cuando bajó la puso encima de la cama.
-Ponte esto – dijo apartándose de
la cama.
Yo
me acerqué dubitativo, como un gato que ve por primera vez algo, había un par
de zapatillas nike blancas, un par de calcetines y un bóxer blancos, unos
vaqueros normales y una camiseta blanca, todo parecía nuevo, a estrenar.
-¿Quieres que me ponga esto? –
dije sin mirar al amo.
-Exacto, y date prisa.
Cogí
el bóxer y me lo puse bajo la atenta mirada del amo, después la camiseta, cogí
el par de calcetines y me quedé parado, llevaba aún los míos puestos, así que
me senté en la cama y me los quité dejándolos en el suelo, estaban bastante
sucios aunque no olían prácticamente nada por haber ido descalzo. Me puse los
pantalones que me iban perfectos y por último las zapatillas, que eran de mi
número. Mientras me vestía se me pasó por la cabeza que quizás fuésemos a
visitar al amo de Carlo, o algo por el estilo, cosa que me hacía ilusión.
Llevar ropa me hacía sentir muy extraño,
llevaba tanto tiempo sin prácticamente nada que incluso me sentía incómodo.
Cuando terminé de atarme los cordones me puse en pie y miré al amo esperando
instrucciones.
-Bien… puedes irte –dijo haciendo
un gesto con la mano señalando la parte alta de la escalera.
-¿Irme? – dije extrañado.
-Sí, hoy estas duro de oído ¿eh?,
ya está puedes marcharte si quieres, eres libre, no te retengo más.
Me
quedé con la boca abierta y seguramente cara de bobo observando a mi amo, la
información que estaba procesando a pesar de ser de una gran sencillez, parecía
ser extraordinariamente compleja y pesada de digerir.
-Pero… soy tu perro amo… ¿he
hecho algo mal?... si es así lo siento..
-No, no has hecho nada mal, todo
perfecto, de hecho, así que puedes irte – dijo levantando la mano nuevamente.
Acababa
de comprender que no tenía donde ir, realmente quería quedarme con aquel amo y
seguir disfrutando, a pesar de estar atado o enjaulado.
-Amo por favor… pero y el dinero
que pagaste por mí –dije tratando de buscar excusas y razonamientos para que me
dejase quedarme.
-Eso para mí no es nada,
chatarra, tengo mucho dinero, más del que puedo necesitar en varias vidas, así
que no te preocupes por eso, puedes irte – repitió.
-No por favor, no me eches, haré
lo que quieras, lo que me pidas, pero por favor déjame seguir a tu lado- dije
poniéndome de rodillas.
-¡Levanta!, vas a estropear tus
pantalones nuevos… ¿de verdad quieres continuar conmigo? – dijo como si lo
estuviera pensando.
-Sí amo por favor, lo quiero de
verdad – dije poniéndome en pie – haré lo que sea, da igual el qué, viviré aquí
si es necesario.
No
quería renunciar a todas esas experiencias, había descubierto una parte oculta
en mí a la que le gustaba ser atado, sometido, utilizado, todo era distinto
ahora, incluso los orgasmos, recordando el último que había tenido a manos de
aquella persona se me hacía muy difícil pensar que tendría que separarme de
aquel amo.
-Esta solo es mi sala de juegos,
no puedes quedarte aquí, pero si de verdad quieres seguir conmigo…, está bien,
ven, nos vamos – dijo dirigiéndose a la escalera.
Yo
le seguí inmediatamente, subí la escalera que tantas veces había visto
transitada por mi amo, su primo y demás personas. Eché un último vistazo a lo
que por lo visto era una sala de juegos y no una mazmorra como torpemente
pensaba, con la celda, la cadena que colgaba, la jaula, la cama, el aspa… y
aquellos calcetines que me habían acompañado todo ese tiempo, única
reminiscencia de mi antigua vida que ahora quedaba atrás casi por completo.
Cuando
llegamos arriba pude fijarme en algo más que la primera vez que vi aquel sitio
asustado y atado, era un pequeño garaje para dos coches, con la puerta de
acceso a la calle abierta de par en par, se veía un jardín y al fondo chalets.
Al lado opuesto la que debía ser la puerta de acceso a la vivienda y en medio
dos coches, uno ya me resultaba conocido, una enorme berlina alemana gris plata
y a su lado un caro deportivo italiano de color rojo.
Mi
amo apagó la luz de la sala de juegos, cerró la puerta, que produjo un sonido
al que estaba muy habituado ya, y por último la ocultó con la estantería móvil
que la tapaba por completo. Mi mente se trasladó al día que fui conducido hasta
ahí atado, asustado, sin saber cuál sería mi futuro.
-¿Te acuerdas de cómo se lleva
uno de estos? – dijo abriendo la mano y ofreciéndome una llave.
-Sí… - dije mirando el inmenso
coche.
-Cógela, y vámonos.
Se
la cogí de la mano, mi amo abrió la puerta de atrás y se sentó dentro. Mi
cabeza aun funcionaba muy despacio.
-Es para hoy – dijo tras bajar la
ventilla.
-Si amo, enseguida.
Me
subí al lujoso coche, la anterior vez que había ido en el fue en el maletero y
ya me pareció que debía ser cómodo. Arranqué el motor y una gran pantalla
integrada con un GPS se iluminó.
-Pulsa destino en la pantalla y
luego selecciona el número 9 de la lista.
Yo
miré la pantalla, seguí las instrucciones y cuando encontré la lista pulsé el
destino correspondiente al número 9. Los primeros destinos eran números
acompañados de nombres como “casa”, “trabajo”, “chalet” y cosas por el estilo,
pero los últimos no tenían nada, sólo números.
-“Recalculando ruta” – dijo una voz femenina informatizada.
Cuando
terminó marcaba el destino a unos pocos kilómetros. Arranqué y salí del garaje.
En ese momento vi dónde había estado durante todo ese tiempo, era un gigantesco
y lujoso chalet, con una gran extensión a su alrededor emplazado en lo que
parecía un barrio rico con otras edificaciones similares.
Salí
por la calle y siguiendo instrucciones no tardé en incorporarme a una autovía,
estaba en una zona que no conocía absolutamente de nada, muy lejos de donde me
secuestró aquel tipo de la furgoneta.
-Písale joder que llevas a los
500 caballos aburridos – me dijo desde atrás mi amo.
Le
di un pisotón al pedal en respuesta a su petición y me pegué al asiento, cómo
corría aquel coche. Durante el viaje me sorprendió ver la temperatura exterior,
que marcaba más de 30 grados, miré las muchas pantallas que tenía aquel
salpicadero en busca de una que me dijese que día era, cuando di con ella no
podía creer lo que veía, 3 de julio, había transcurrido más de un mes desde que
me secuestrasen.
Las
indicaciones del GPS me llevaron a un barrio tranquilo de edificios modernos,
quedaban unos pocos metros para que el indicador de distancia restante marcase
cero.
-Entra por aquella puerta que se
está abriendo – dijo mi amo.
Por
el retrovisor pude ver que apuntaba con un mando a la puerta indicada. Cuando
me acerqué a la puerta el GPS volvió a hablar.
-Ha llegado a su destino.
Bajé
una rampa y paré, no sabía a dónde dirigirme.
-Gira aquí a la derecha, y lo
dejas en aquel hueco del fondo.
En
cuanto paré el coche en el lugar indicado mi amo salió. Yo le imité y le vi
portando un maletín de piel que no había visto anteriormente. Me fijé en el
lugar, era un gran garaje comunitario con muchos accesos posiblemente a los
portales que había visto al entrar en la calle. Cerré el coche con la llave y
se la entregué mirándole, en espera de saber qué vendría a continuación.
-Por aquí – me indicó caminando
hacia la entrada más próxima.
Yo
le seguí, sacó unas llaves de su bolsillo y abrió una puerta que daba a un
ascensor, justo en ese momento salía de él un hombre mayor, de unos 65 años
quizás.
-Buenos días Señor Prieto – dijo
el hombre.
-Hola buenas – respondió mi amo.
El
hombre se perdió tras la puerta posiblemente en busca de su coche y mi amo y yo
entramos en el ascensor, tocó el botón más alto del panel, el 12, las puertas
se cerraron y el aparato comenzó a subir. Me quedé pensativo tras haber visto
cómo aquel hombre mayor trataba con gran respeto a mi amo, y de usted, y eso
que no tenía ni 30 años.
-Planta doce – dijo otra voz informatizada y las puertas se
abrieron.
Mi
amo salió primero del ascensor y giró a la derecha, yo le seguí y observé que la planta solo tenía dos puertas,
la “A” y la “B”. Por lo visto nuestro destino era la “A”. Abrió la puerta y me
miró.
-Adelante.
Yo
entré, había un pequeño recibidor y un pasillo que se extendía con varias
puertas. Olía a nuevo, el piso desde luego parecía serlo, y los materiales
tenían una excelente apariencia.
-Bienvenido a tu nueva casa –
dijo mi amo tras cerrar la puerta.
Al
oír esas palabra no pude más que darme la vuelta y mirarle, tenía un atisbo de
sonrisa en la cara.
-¿Puedo vivir aquí? – le pregunté
extrañado.
-Así, es, pero hay algunas
normas, ven, te enseñaré tu habitación – dijo adentrándose en el pasillo.
Aún
llevaba la maleta y mi curiosidad por saber que llevaba dentro aumentaba.
Pasamos junto a dos puertas, una enfrente de otra, con cristales opacos,
estaban cerradas pero deduje que serían la cocina y el salón. Las siguientes
puertas estaban cerradas y tenían una cerradura, había hasta cuatro con esas
características, aunque una de ellas estaba abierta. Al transitar frente a ella
me fijé que había una cama hecha, un escritorio con una silla y un armario,
bastante sencilla.
-Esta será la tuya – dijo
parándose en la siguiente puerta y sacando de nuevo las llaves.
La
abrió y me indicó con la mano que pasase. El cuarto era de similares
características al que ya había visto, no tenía la cama hecha y había poca luz
al tener la persiana a casi bajada. Mi amo entró y la subió, permitiendo que el
lugar quedase completamente iluminado.
-Bien cuando llegues a casa te
desnudarás y meterás tu ropa en este armario –dijo abriéndolo de par en par.
Esperaba
verlo vacío, pero todo lo contrario, estaba perfectamente surtido de todo tipo
de ropa pantalones, camisetas, camisas, zapatillas, zapatos, incluso un traje.
-Por supuesto amo – dije sin
perder detalle.
Abrió
uno de los cajones de abajo y estaba repleto de calzoncillos, bóxers, y
calcetines perfectamente doblados.
-No este no es – dijo cerrándolo.
Abrió
el de abajo y lo primero que pensé es que aquello que había dentro eran slips,
sacó uno y comprendí lo que realmente eran, suspensorios.
-Desnúdate y póntelo – dijo
tirándolo sobre la cama.
-Enseguida amo.
Me
quité la camiseta mientras me sacaba las zapatillas con los pies y la dejé
encima de la cama, me desabroché el pantalón dejándolo caer al suelo, y a
continuación el bóxer, puse la ropa sobre la cama y cogí el suspensorio, al
principio no sabía muy bien ni cómo ponérmelo, aunque no tardé en resolver el
misterio. Era una sensación muy extraña, tener la polla recogida y el culo al
aire, aunque desde luego mucho menor que llevarla encerrada en una jaula.
-Muy bien, esta será la primera
norma, lo harás siempre que llegues a casa, la ropa la deberás guardar en el
armario, pero luego lo haces, ven, te enseñaré el resto.
Salimos
de la habitación y me señaló dos puertas.
-Esos son dos baños, espero que
los utilices, recuerda, me gustan los perros limpios.
-Por supuesto amo- dije
siguiéndole.
Deshicimos
el camino andado por el pasillo me abrió
una de las puertas con el cristal opaco, no hizo falta presentación, era la
cocina, muy amplia y perfectamente equipada, enfrente.
-Y este es el salón comedor –
dijo abriendo la puerta que faltaba.
Un
enorme estancia se ocultaba tras la puerta, dos grandes sofás de piel, muebles
caros, con todo tipo de aparatos, desde una televisión de gran tamaño, hasta
una consola de juegos de las últimas, también habrá una gran mesa con seis sillas.
Me
encontraba en mitad del salón observando la gran terraza que tenía cuando oí el
ruido de una puerta, no estaba familiarizado con él pero debía ser el de la perta
de entrada, instintivamente me tapé el culo al ver que una persona se situaba
en el marco de la puerta, aunque aparté mis manos del culo en cuanto la vi, la
conocía.
-Hola amo – dijo a Aarón.
-Hola perrito- dijo el amo.
Aquel
chico rubito que me había descubierto el placer del sexo anal estaba ante mí,
venía con una camiseta sudada y unos pantalones cortos, visiblemente fatigado,
supuse que venía de correr.
-Voy a cambiarme, ahora vengo
amo- dijo perdiéndose de vista.
-Se me había olvidado comentarte que
compartirás el piso con mi otro perro de momento, supongo que no te importará –
dijo poniendo por el maletín sobre la mesa.
-En absoluto amo – dije con una
leve sonrisa.
-Segunda norma, te digo lo mismo
que le dije a él, tienes prohibido correrte, si te pillo a ti o a él, os pondré
esa jaula para la polla que llevabais al principio ¿está claro?.
-Por supuesto amo – dije
sumisamente.
-Como tercera norma, ni que decir
tiene, que nada de traer a aquí a nadie que no autorice previamente, ni
organizar fiestas, ni nada por el estilo, o te irás a la calle ¿lo has
entendido?.
-Totalmente, amo.
-Eso espero, son tres normas bien
sencillas – dijo mi amo enseñándome tres dedos.
-Ya estoy listo amo – dijo Aarón
desde la puerta.
Se
había quedado igual que la primera vez
que le vi, de hecho iba exactamente como yo, con un suspensorio y unos
calcetines.
-Bueno yo tengo que irme ya –
dijo el amo – te dejo que el expliques el resto, está toda la documentación en
el maletín.
-Así lo haré amo – dijo Aarón.
-Adiós perritos – se despidió el
amo.
-¡Adiós amo! – le dijimos al
unísono ambos perros.
La
puerta se cerró y nos quedamos solos. Yo le observé con detenimiento, pese a
que ya le había visto en la sala de juegos no había reparado en o guapo que
era, sus ojos de color azul llamaban la atención, el pelo rubio cayéndole por
la cara le daba un toque muy atractivo, y tenía un cuerpo extraordinario.
-Siéntate – me dijo señalando una
silla.
Me
senté a la mesa, él cogió el maletín y se sentó justo enfrente de mí, lo abrió
después de rebuscar sacó una carpetilla de la que extrajo unos documentos.
-Verás, el amo tiene varias empresas y mañana empezarás a
trabajar en una de ellas, conmigo, ya te diré mañana por la mañana, que es
lunes, en qué consiste exactamente tu labor. Tendrás tu sueldo, tus vacaciones
y cualquier cosa que tengan el resto de compañeros.
-Vale… genial – dije un poco
sorprendido por la noticia.
-Toma, este es el contrato – dijo
extendiéndome un bolígrafo y el montón de hojas- lo firmas y ya está.
Cogí
el contrato y lo leí por encima, un contrato normal y corriente con el número
de horas y el sueldo, que desde luego no estaba nada mal, aunque sí que había
una cosa incorrecta.
-Oye, pero yo no me llamo Héctor,
me llamo Diego – dije sin separar la vista del documento.
-Ah, si eso – dijo Aarón
revolviendo en el interior del maletín-, ahora te llamas Héctor.
Extrajo
un documento de identidad y uno de conducir a nombre de Héctor, con la misma
foto que tenía mi anterior documentación y la que debía ser la dirección en al
que nos encontrábamos.
-¿Héctor? – dije con cara de
sorpresa.
-Sí, al amo le gusta que sus
perros se llamen como él quiere, así que ese es tu nuevo nombre.
Me
quedé parado por un momento, era quizás, junto con mis recuerdos, lo único que
me quedaba de mi antigua vida, mi nombre, y acababa de ser cambiado, sin
embargo una curiosidad, aunque irrelevante apareció en mi cabeza.
-Y tú, ¿cómo te llamabas tú
antes? – le pregunté.
-Mario.
-Ah… - dije quedándome con cara
de tonto.
-Pero ahora soy Aarón, y tu Héctor
– dijo con una leve sonrisa.
Firmé
los papeles de mi nuevo trabajo y recogí la que era mi nueva documentación.
Tenía muchísimas preguntas más que me asaltaban en la cabeza.
-¿Y esto de los suspensorios?.
-El amo viene aquí de vez en
cuando y quiere teneros así, sin más.
-¿Viene aquí a follarte? – le
pregunté con gran curiosidad.
-De vez en cuando, aunque lo
normal es que me llame para ir su chalet, a la sala de juegos, que ya conoces,
además de que tenemos que estar disponibles siempre, en cualquier momento puede
requerir de nuestros servicios.
-Claro – dije pensativo – pero…
-Ya está bien de preguntas – dijo
interrumpiéndome con una sonrisita-.
De pronto noté cómo su pie
enfundado en su húmedo calcetín por el sudor de haber corrido hacía poco, subía
por mi pierna y jugueteaba con mis huevos. Miré a Aarón con cara de sorpresa y
le sonreí. Apenas había empezado mi nueva vida y ya íbamos de cabeza a
quebrantar la segunda norma que nos había impuesto nuestro amo.
Agradezco cualquier comentario,
Un saludo,
soy gran fan tuyo!
ResponderEliminaraunque me habría encantado que se encontrara con Carlos!
Es el final¡¡¡ OMG noooo
ResponderEliminarque me oy a jugar como esclavo a SL
Gracias
Leam Moonkill