Capítulo 11 – No está nada mal
Unos
golpes en el costado me sacaron de un poco profundo sueño. Cuando abrí los ojos
lo primero que vi fueron un par de pies enfundados en unos blancos calcetines
con el logo de puma. Uno de los pies desapareció de mi campo de visión y noté
otros dos toques más.
-Vamos esclavo, levanta y ponte a
hacerme el desayuno – dijo la voz de Christian.
Miré
arriba y no vi a Christian en un primer momento, si no a Lucas. Mi cabeza aún
estaba cargando los recuerdos necesarios para entender cómo podía estar en el
suelo de una cocina esposado. Sin embargo, era más que evidente de que se
trataba de Christian, por la forma de tratarme, y también porque empezaba a
distinguir su tono de voz de el de su hermano gemelo. Lo que no había cargado mi
cerebro aún era que seguía llevando el cinturón de Ángel atado al cuello y este
fue utilizado por Christian para ponerme en pie.
-¡Arriba joder! - dijo Christian perdiendo la paciencia y
dándome un gran tirón.
Me
puse en pie a toda velocidad. Además de los calcetines llevaba un pijama de
manga corta de color gris, tenía el pelo revuelto y no había duda de que
acababa de levantarse. Busqué en la cocina el reloj, eran las poco más de las
dos de la tarde. El resto de la casa parecía en silencio, y no podía sino
extrañarme al ver a Christian el primero en estar de pie, ya que fue el último
en volver de fiesta.
-Qué cabrón el Ángel, no te ha
quitado las esposas ni para dormir… en fin, quiero un colacao y unas galletas,
me las llevas al salón ¿entendido?.
-Por supuesto Señor – dije
reprimiéndome un bostezo.
Con
la incomodidad de tener las manos atadas me puse a rebuscar entre los armarios
de la cocina en busca del colacao y las galletas. Con la leche lo tuve más
fácil, ya que estaba dentro de un desolado frigorífico. Mientras se calentaba,
empecé a caer en la cuenta de que me dolía todo, la espalda, el culo, las
muñecas, el cuello, no era plato de gusto en absoluto dormir en el frío suelo
de una cocina.
Cuando
tuve todo preparado en una bandeja lo llevé al salón, donde me esperaba
Christian sentado en la mesa, desde una posición privilegiada, ya que se podía
ver la tele.
-Aquí está señor – dije
servilmente.
-Muy bien – dijo con buen tono –
azúcar, tráeme azúcar.
-Enseguida.
Salí
de nuevo en dirección a la cocina. Estuve rebuscando por los armarios, pero no
daba con ella.
-¿Dónde coño guardan el azúcar? –
dije en voz baja.
-Al lado del tostador – dijo una
voz muy familiar.
Miré
a la puerta y vi a Lucas. Llevaba un viejo pantalón de chándal, una camiseta y
zapatillas de andar por casa.
-Ah, sí, gracias – dije cogiendo
el azucarero – voy a llevársela a tu hermano y enseguida vengo.
Salí
por el huevo que había entre Lucas y la puerta y regresé al salón.
-Su azúcar Señor, si me lo
permite voy a prepararle el desayuno a su hermano.
-Vale, vete – dijo Christian
haciéndome un gesto con la mano.
Cuando
regresé me encontré a Lucas preparándose el desayuno.
-Te lo hago yo si quieres – dije.
-No, deja, ya te putean demasiado
esos dos cabrones
-No es molestia – dije sinceramente.
-¿Te hizo daño ayer Ángel? – me
preguntó de repente.
Estaba
claro que se refería al episodio en que estuve gritando por la follada que me
pegó su compañero. Noté cómo se me subía la sangre a la cabeza y me ardían las
mejillas.
-¿Lo escuchaste? – dije un hilo
de voz.
-Creo que hasta los del primero
lo escucharon, y yo más, que esto pared con pared con Ángel.
-Vaya… es que… -dije tratando de
encontrar alguna justificación.
-No te preocupes, es un cabrón,
lo sé – dijo con tono condescendiente.
-Déjame que te lleve el desayuno
al salón – dije cogiendo la bandeja.
Salí
de la cocina. Necesitaba aunque fuese unos segundos de reflexión. Parecía que
al menos alguien dentro de esa casa no me haría la vida imposible y era de
agradecer, y más aún siendo un compañero de clase. Paradójicamente, era una
cara amiga, en una casa con una cara idéntica, no tan amistosa. Entré el salón
donde encontré a Christian despatarrado en el sofá frente al televisor. Dejé la
bandeja de Lucas y me llevé la otra.
De
vuelta a la cocina me crucé con el otro habitante de la casa que faltaba aún
por ver aquella mañana. Ángel, por supuesto. Lucas fue al salón a tomar su
desayuno y me quedé a solas con el último individuo en follarme el culo.
Llevaba la misma camiseta que la noche anterior, el mismo bóxer, y como no, los
mismos calcetines rojos de siempre, en esencia, la misma indumentaria que yo
llevaba, lo que sin tener el culo al aire, y por supuesto sin estar esposado.
-Hola Señor – dije educadamente -
¿desea desayunar?
-¿Eh? pufff no sé… si es que son
las dos ya… puta resaca…, bueno vale ponme el desayuno, un café y algo para
picar y me lo llevas al salón con una aspirina, y rapidito – dijo saliendo de
la cocina.
Pensé
en pedirle que me quitase las esposas pero no parecía el mejor momento para
decirle nada. A lo lejos, desde el salón la voz de Ángel resonó por toda la
casa, estaba quejándose de que no había manera de dormir en esa casa y que no
había respeto por nadie. Y lo decía él…
-Su desayuno Señor – dije
poniendo frente a él la bandeja con la comida.
Al
dejarle el desayuno pude ver que se extrañó de verme con las esposas, por un
momento pensé que quizás iba a quitármelas, pero pareció reprimirse en el
último momento, le encantaba verme así. Me quedé junto a él, esperando órdenes
aunque no fue buena idea.
-Qué cojones miras puto esclavo –
dijo visiblemente molesto.
-Lo siento Señor… ¿necesita
algo?
-No joder, que me dejes desayunar
en paz, lárgate a hacer algo, límpiame el cuarto por ejemplo.
-Claro Señor.
Entré
de nuevo en el cuarto donde había sido enculado brutalmente la noche anterior.
Por alguna razón me dio mucho morbo ver la cama y la ropa tirada por todos los
sitios, mi polla reaccionó recordando cómo me la había clavado y también, cómo
no me había permitido disfrutar de la follada. Recogí todo, hice la cama y
llevé la ropa sucia a la lavadora. Aunque tremendamente incómodo me estaba
acostumbrando a trabajar y a coordinarme las manos atadas. Por miedo a molestar
a Ángel preferí no regresar al Salón y me puse con la cocina. Estaba poco más o
menos como me encontré la del piso de Samuel el primer día que entré en ella.
Cuando apenas había empezado a fregar un grito me sobresaltó.
-Eeeeeeh esclavooooo, ven aquí
ahora mismo – se escuchó, la que sin duda, era la voz de Ángel.
Dejé
lo que estaba haciendo y fui a toda prisa al salón. Ángel había terminado de
desayunar y se había sentado junto a Christian, frente al televisor y Lucas
permanecía sentado en la mesa, manipulando su móvil.
-Ven, quiero que nos pongas una
película, está ahí, junto a la tele – dijo señalando con el dedo.
Me
acerqué y vi que había varías.
-¿Esta? - dije cogiendo la que
entendí que señalaba.
-Sí, esa, ponla.
Puse
el disco en el Dvd y me dispuse a marcharme de nuevo a la cocina.
-No te vayas, ponte a cuatro
patas y ven aquí.
Caminé
gateando hasta él. De pronto ambos levantaron los pies y me hicieron la señal
de que me colocase debajo. Lo hice y no tardaron en ponerme sus pies sobre mi
espalda.
-Así, muy bien, así estaremos más
cómodos – dijo Ángel mirando a Christian.
-Ya lo creo – dijo este.
No
podía creerme que fuesen a utilizarme de reposapiés, pero así fue. La espalda
me dolía por haber dormido de cualquier manera en la cocina, y sostener sus
pesadas piernas era justo lo que último que me apetecía, pero no tenía más
remedio que tragar. Después de unos diez minutos Lucas desapareció del salón.
Prefería tenerlo cerca, me sentía más seguro con si estaba él, sin embargo, a
los diez minutos apareció en el salón completamente vestido para despedirse.
-Me voy chicos, he quedado con
Ainoa – dijo mirándonos a todos.
-Que te lo pases bien – dijo
Christian.
-Venga adiós, salúdala de mis
partes – dijo Ángel.
-No dudes que no lo haré – dijo
Lucas.
Se
marchó confirmando mis peores temores, me iba a quedar solo con su hermano y
con Ángel.
-Qué cabronazo – dijo de pronto
Ángel, se va a pasar la tarde follando.
-Sssh calla que no oigo –dijo
Christian tratando de seguir la película.
Esa
era la única distracción que tenía, la película, pero únicamente de reojo y
poco más. No quería que me viesen mirando a la tele por miedo. Permanecí
cabizbajo contemplando el cinturón de Ángel atado a mi cuello las casi dos
horas que duró. Los brazos me dolían. La espalda me molestaba horrores y más en
la zona donde Christian había apoyado sus pies.
-Vaya puta basura – dijo Ángel
cuando terminó.
-Pues a mí me ha gustado –dijo
Christian.
-Vaaah qué dices, si no ha pasado
nada, cuatro tiros una persecución… nada, ni si quiera un polvo.
-Tú siempre pensando en lo mismo
– dijo Christian son cara de asqueo.
-Tienes razón, tú, perro – dijo
Ángel retirando sus pies de mi espalda y agarrando la que estaba siendo mi
correa – venga, que me la vas a chupar.
Se
la sacó. Estaba tristona y más bien pequeña, me coloqué frente a ella y me la
metí en la boca.
-¿Ves?, lo que yo decía, siempre
pensando en lo mismo – le recriminó Christian.
-Qué más da tío, tenemos a la
putita aquí, vamos a aprovecharla, además mira a tu hermano, seguro que ahora
se está zumbando a la zorrita de su novia.
-Es posible – dijo Christian con
aire pensativo.
Yo
continué mi lameteo. No tardé en notar crecer su polla dentro de mi boca,
cuando alcanzó un tamaño razonable le descapullé y me puse a lamerle la punta
con delicadeza mientras le masajeaba los huevos.
-Mmmm que bien lo haces – dijo
Ángel.
-Yo también quiero – dijo
Christian.
De
reojo vi cómo éste, se la había sacado y estaba pajeándose. Con permiso de Ángel me pasé a su polla y me
puse a mamársela.
-¿Te follaste a la rubia de ayer?
– le preguntó Ángel.
-Uffff sí tío, en su casa, me ha
dado el teléfono mmmm.
No
tardó en empezar a babear, sin embargo, cuando me lo estaba pasando bien con la
polla que tenía entre manos, el cuello tiró de mí y me coloqué sobre la de
Ángel de nuevo so pena de acabar con alguna lesión cervical.
-¿Y tú?, ¿follaste anoche? –le
preguntó a Ángel.
-Pues mmm ufff, sí, aunque no a
la morenita aquella.
-¿No?, ¿y entonces?, si estuviste
toda la noche con ella, pensé que…
-Ya pero fue una puta estrecha –
dijo Ángel con mal tono – así que me vine a casa – dijo señalándome con la
cabeza.
-No jodas jajajaaj ¿te has
follado al esclavo?, ¿no tenías suficiente con que te comiese la polla y te
lamiese esos repugnantes calcetines?.
-Le encanta que se la metan,
prueba, lo tienes dispuesto – dijo Ángel- además tiene buen culo.
-Bueno, porqué no, total si mi
puto hermano folla hoy, yo también.
Se
levantó, y pude ver por el rabillo del ojo que se ponía de rodillas frente a mi
culo. Apenas me había recuperado de la follada de la noche ya iba a tener de
nuevo una polla metida en el culo, al menos no era tan grande como la última.
De pronto noté cómo un dedo húmedo me entraba en el culo. Por un instante paré
la mamada que le estaba haciendo a Ángel. Desde luego el hermano de Lucas
estaba siendo más delicado que Ángel, o incluso que Samuel.
-No te andes con tantos
prolegómenos coño, clávasela y punto – le arengó Ángel.
-Joder que bestia eres tío, no me
extraña que no te puedas follar a tías – le recriminó Christian.
Después
de todo Christian parecía menos cabrón que Ángel. Me metió otro dedo y con
delicadeza me fue abriendo el culo. Era evidente que no era la primera vez que
hacía eso. Continué trabajándome la polla que tenía en la boca, ahora era Ángel
el que marcaba el ritmo. No tardé en notar la húmeda polla de Christian rozarme
el culo. Tras la dilatación inicial me la metió suavemente agarrándome de las
caderas.
-Mmmmm – gemí.
-Mira a la putita le ha gustado
tu polla – dijo Ángel.
Suavemente
me la fue metiendo toda hasta que noté sus huevos tocarme mi culo. Realmente notaba
que era más pequeña que la de Ángel, no me dolía e incluso me resultaba
placentera.
-Definitivamente le ha gustado tu
polla, ayer no veas que gritos daba.
Mientras
Christian inició un leve mete saca, Ángel, por su parte no me daba un respiro.
Durante un rato parecían estar sincronizados, uno follándome el culo y el otro
la boca.
-Mmm que mamada más buena – dijo
Ángel.
Me
obligó a aumentar el ritmo por la fuerza, casi no me dejaba concentrarme en
disfrutar lo más mínimo de la polla de Christian, que por extensión debía
trabar igual de bien que la de su hermano. De repente, empecé a notar cómo la
polla de Ángel me llenaba la boca de leche.
-UFFffffffffffffff mmmm eso es
chúpala bien zorrita, y te la tragas toda ¿me oyes= – dijo apretándome la
cabeza contra él.
Esta
era la primera corrida de Ángel que podía saborear, las dos anteriores habían
acabado en mi cara y en mi culo, y era una pena porque sabía realmente bien.
Lamí y tragué hasta la última gota que pude extraerle, mientras disfrutaba de
la follada que me estaba metiendo Christian. Cuando no quedaba ni una gota se
la guardó en el bóxer y se puso en pie. Agarró su cinturón y lo tensó. Noté
como me faltaba el aire, por si fuera poco puso uno de sus pies sobre mi
espalda.
-Dale fuerte que yo te lo sujeto
– le dijo a Christian.
Se
había propuesto con gran éxito hasta el momento arruinarme cualquier posible
disfrute. Justo cuando estaba empezando a disfrutar de la polla de Christian,
Ángel consiguió dejarme casi sin aire y con gran dolor de espalda por estar
haciendo presión con su pie.
-Po po por favor Señor me hace
daño – dije tratando de que Ángel aflojase el cinturón.
-Mira la putita se queja, dale
más fuerte – dijo apretando un poco más.
-Auuu.
Christian
obedeció y aumentó el ritmo. Podía notar cómo sus pelotas golpeaban una y otra
vez con mi culo. Cualquier mínima sensación de placer era tapada por el inmenso
dolor de espalda y sensación de asfixia.
-Ufff – dijo Christian
apretándome las caderas con sus manos.
Noté
cómo reducía el ritmo y otra nueva corrida me poblaba el interior del culo.
Continuó bombeando a medida que bajaba la velocidad hasta que finalmente la
sacó. Sentí cómo levantaba mi pie derecho y limpiaba los restos de la corrida
en mi calcetín. Era justo lo que le hacía falta a ese pobre calcetín. No tardé
en notar cierta sensación de humedad también en el pie.
-Es verdad, no está nada mal,
tiene mejor culito que muchas a las que me he tirado – dijo Christian.
-¿Ves?, te lo dije – dijo Ángel
soltando el cinturón y quitando su pie de encima.
-Sí, estoy de acuerdo – dijo
Christian guardándose la polla en el interior del pantalón de pijama.
-Hay que hablar con Samu, para
que nos lo deje más días – dijo Ángel.
-Por mí perfecto, oye y si vamos
a tomar algo, estoy cansado de estar en casa.
-Sí, vale. Vamos esclavo – dijo
tirando de la correa.
A
cuatro patas me hizo volver hasta su habitación. Se mostró gratamente
sorprendido por el trabajo que había hecho limpiándole el cuarto. Posiblemente
nunca la había visto tan limpia.
-Levanta – me dijo con la llave
de las esposas en la mano.
Me
abrió las esposas y me quitó del cuello su cinturón. Me froté las muñecas, las
tenía marcadas y me dolían.
-Tómalas, se las devuelves a
Samuel – dijo entregándomelas junto con la llave – vístete y te largas.
-Enseguida Señor – dije.
Salí
de la habitación, pasé junto a la de Christian en la que estaba vistiéndose y
me fui al salón, donde permanecía la mochila de Samuel. Me puse mis vaqueros,
camisa y zapatillas y guardé las esposas junto con la llave en uno de los
compartimentos y lo cerré con la cremallera.
-¡Adiós! – grité antes de salir
por la puerta.
-¡Hasta luego! – oí de boca de
Christian.
Bajé
a la calle, por fin era libre, el tiempo había mejorado mucho, para mi
desgracia, hacía bastante calor y la camisa que tapaba la lefada camiseta
sobraba. Mi cautiverio había durado casi veinticuatro horas en casa de los
amigos de Samuel, sin embargo, y aunque estaba terriblemente dolorido me moría
de ganas por volver.
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