Capítulo 5 – Todo queda en
familia
Apretaba
los ojos con fuerza, la luz había retornado con la misma velocidad con la que
se fue. Llevaba despierto un rato pero la negrura era total. Oí unos pasos
bajando por las escaleras, lentamente fui abriendo de nuevo los ojos dándole
tiempo para que se acostumbrasen a la luz. Giré el cuello para ver quien
bajaba, aunque me lo imaginaba, era el que se había autodenominado mi amo.
Bajaba con una bata y unas zapatillas de estar en casa. Se acercó al potro en
el que había pasado la noche atado no si n antes pasar por la estantería a
recoger el taser.
-¿Qué tal has dormido, eh
perrito? – dijo con cara de sueño
-¿Qué hora es? – le dije tratando
de ubicarme.
-Eso no te importa, para ti el
tiempo ha desaparecido.
Tenía
la sensación de haber dormido muchísimas horas llevaba dos días sin casi pegar
ojo. Empezó a desatarme del potro, cuando estuve suelto se sacó el taser del
bolsillo y caminó hasta la puerta que había debajo de la escalera, metió una
llave en la cerradura y la abrió, abría para fuera, de modo que no vi en ese
momento lo que ocultaba aquella misteriosa puerta.
-Ven aquí perro.
-¿Qué es lo que quieres? – le
dije con miedo.
-He dicho que vengas ¡ahora!.-
gritó.
Me
incorporé, mis brazos me dolían de estar estirados y las piernas igual, el
consolador del culo no había dejado de molestarme. La piel de mi torso se había
pegado completamente al potro, haciendo un ruido característico, me estiré
arqueándome, gozaba de algo de libertad de movimientos y no quería desperdiciarlo,
me crujió la espalda por completo, me dolía. Me acerqué hasta donde estaba él,
miré la escalera y tuve una fugaz idea de escapar, pero me encontraría con la
puerta cerrada, ya al bajar de nuevo un fuerte calambrazo estaría esperándome.
-¡Entra ahí! –me dijo apuntando
con el taser al interior del cuarto.
Cuando
llegué miré lo que había, era un pequeño cuarto de baño, con un plato de ducha,
un lavabo y un váter. Me quedé mirando aquello un poco sorprendido, durante la
noche había pensado que quizás una de mis posibilidades de huir pasaría por
tener que subir en algún momento a la planta de arriba para hacer uso del baño,
pero mi amo se había adelantado.
Entré
obedeciendo y me quedé parado mirándole.
-Tienes cinco minutos para
lavarte, apestas, y me gustan los perros limpios, ah, y no se te ocurra sacarte
el consolador.
Acto
seguido cerró la puerta y me dejó encerrado dentro. Miré alrededor y había gel
y champú, incluso una toalla. Lo primero que hice fue mear, estaba casi al
límite y creí que por un momento tendría que hacérmelo encima. Me costó
manejarme la polla con dentro aquel artilugio transparente, pero estaba bien
pensado para que aquella función fuese posible. Cuando terminé me quité como
pude los calcetines ya que estaban trizados con las correas, me duché a toda
prisa y me sequé con una toalla grande, aunque las correas de cuero habían aún
estaban algo húmedas. Volví a ponerme los calcetines, era lo único que me
quedaba de mi anterior vida y quería conservarlos.
-¿Ya estás limpito perro? – dijo
mi amo abriendo la puerta de aquel minúsculo baño de par en par.
-Sí, ya está.
-Bien, sal de ahí – me dijo
mirándome de arriba a abajo.
Salí
del baño reparando en sus manos, que aún portaban el taser. Él cerró el cuarto
alicatado y se guardó la llave en la bata.
-Muy bien, estás presentable, así
me gusta, hoy vendrá alguien a verte y
quiero que estés decente.
-¿Alguien?, ¿cómo que alguien? –
dije algo asustado.
-Ya lo sabrás puto perro, no
tengo porqué darte explicaciones, vamos camina – dijo señalándome el potro.
Me
quedé por un momento parado desafiante, pero un leve movimiento de la mano
portadora del taser me hizo reaccionar y caminar hacia el potro.
-Colócate en él – me dijo desde
atrás.
Sin
más remedio me volví a poner sobre él, aún estaba caliente. Se paré las piernas
y dejé caer mis brazos. Mi amo me ató de nuevo al potro, primero las manos y
después los pies.
-Vamos a continuar abriéndote el
culito – dijo dejando el taser en la estantería y rebuscando en ella.
-¡Noo! Por favor, amo, no me
hagas eso, aún me duele.
Mi
petición cayó en saco roto como era de esperar y regresó con otro consolador
también color carne, algo más grande que el que ya portaba en aquel momento,
unos 16 centímetros aproximadamente debía tener. Sin mediar palabra empezó a sacarme
del culo el de 14 con más rapidez de la deseada.
-Aaaaaah duele.
-Ya te acostumbrarás – dijo mi
amo terminando de sacármelo.
Noté
cómo mi culo trataba de cerrarse rápidamente pero no tuvo esa oportunidad, la
gorda cabeza del consolador ya estaba dentro.
-AAAAAAAAAAhhhh, para no me metas
ese por favoooor.
-SSsssssh calla.
Apretó
un poco más, este era algo más grueso y apenas conseguía entrar.
-Va a necesitar lubricación –
dijo sacándome de golpe lo que había logrado introducir.
Se
colocó detrás de mí y me lo puso en la boca.
-Venga chúpalo un poco.
Lo
miré con asco giré la cabeza negándome. Sin embargo, la cabeza me volvió al
lado opuesto en cuanto recibió un brutal tortazo.
-Aaaauuuuuuu.
-Te pones a chuparlo ya o te pego
otro.
Saqué
la lengua y lo chupé un poco, mi amo aprovechó para metérmelo entero y
empaparlo con mis babas. Con la misma rapidez que me lo metió lo sacó. Se fue
hasta mi culo que se había cerrado por fin y de un tirón metió la punta.
-AAAAAAAAAAAAaaah –grité haciendo
fuerza con los brazos y piernas.
Siguió
apretando centímetro a centímetro fue entrando entero, los últimos fueron
especialmente dolorosos, era terreno inexplorado aún y me dolía horrores.
-Por favor, no metas más, me
duele muchísimo –le supliqué.
-Esto es muy pequeño todavía,
cuando acabemos este te parecerá un palillo.
Dio
un último empujoncito y el consolador entró del todo.
-¡Perfecto! – dijo con aire
triunfal, y colocándose delante de mí.
Se
agachó y me desato del potro las manos y
los pies, de nuevo estaba libre. Aquella operación había sido simplemente para
dilatarme más el culo. Yo le miraba con miedo, con ganas de abalanzarme sobre
él pero siempre que me desataba tenía preparado el taser. Caminó a la celda y
la abrió.
-¡Entra!.
Entré
a la diminuta celda y la puerta se cerró tras de mí.
-Me voy a marchar un rato, si
cuando regrese te lo has sacado no te gustará nada lo que te haré ¿está claro?.
-Sí, sí, muy claro – dije
mirándole con cierto recelo.
-Muy bien, adiós perro.
Se
dio la vuelta y se marchó escaleras arriba. Parecía ir en serio la noche
anterior cuando me advirtió que no me daría de comer en castigo por no tragarme
su corrida. Me senté con mucho cuidado en el suelo, el culo me dolía aún,
aproveché las migas que había dejado del trozo de pan que había que había
tenido la suerte de degustar la pasada noche.
No
supe cuanto tiempo estuve encerrado en aquella pequeña celda sin más compañía
que mis propios pensamientos, trazando algún plan para poder escapar de
aquello, aunque todas las posibilidades chocaban con el taser, las ataduras y
puertas cerradas. Tras más que probablemente varias horas, la puerta volvió a
abrirse. Aunque esta vez había novedades, no era una única presencia silenciosa
la que bajaba, sino al menos dos.
-Qué ganas tengo, ¿y dices que
está bien? – dijo una voz joven que jamás antes había oído.
-Sí tío, está muy bien, ahora lo
ves, lleva todo día esperándote – dijo la más que conocida voz de mi amo.
Cuando
por fin vi algo, fue a un chico moreno de unos 18 ó 19 años, con el pelo de
punta, mediría en torno al metro ochenta y algo y tenía buen cuerpo, venía con
una camiseta negra, unos vaqueros y unas zapatillas deportivas nike también de
color negro. Detrás venía mi amo con una camisa blanca abierta por dos botones,
un vaquero de marca y unas deportivas blancas que ya me eran familiares. Clavó
su mirada en mí, yo miré al suelo y me encogí un poco más, queriendo hacerme
transparente.
-Bueno primito, que te parece mi
nuevo perro – le preguntó mi amo al otro chico poniéndole la mano sobre el hombro.
-¡Genial!, y no está nada mal, ¿y
dices que no está estrenado aún?.
-Nada de nada, solo los
consoladores como hago siempre, pero este te lo he reservado para ti como
habíamos quedado.
-¿De qué coño estáis hablando? –
irrumpí de repente en aquella conversación.
Estaba
empezando a asustarme con lo que estaba oyendo y me costaba mucho mantenerme
callado escuchando cómo hablaban de mí como si yo no estuviera.
-Perdona primo, aún estoy
domesticándolo y es un maleducado, pero te prometo que cuando vuelvas otras
veces estará perfectamente educado, como sabes que suelo hacer.
El
supuesto primo le devolvió una sonrisa cómplice.
-Me vale así – le dijo el moreno.
-A ver perro, – dijo m amo dando
un paso hacia la celda y sacando una llave del bolsillo- este es mi primo Eric,
al que deberás respetar igual que me respetas a mí.
Me
quedé callado mirándole desafiante, le respetaba solo bajo el yugo de su
estúpida arma y las ataduras.
-Tráeme la correa de la
estantería – le dijo a Eric, mientras abría mi celda.
Cualquier
plan por cogido de los pelos que tuviera para intentar una hipotética huida se
me acababa de venir abajo, con dos no tendría nada que hacer. Eric volvió con
la correa y mi amo ya me esperaba con el taser en la mano.
-Sal, pero a cuatro patas, venga
–me ordenó Eric.
Yo
sorprendido por haber recibido la orden del aquel niñato me quedé parado como
si no hubiera oído nada.
-¿Qué pasa perro? ¿no ha oído a
mi primo? ¡que salgas de ahí a cuatro patas! – me gritó mi amo.
Me
coloqué a cuatro patas con dificultad, me dolía el culo por el enorme
consolador que me había metido rato atrás y empecé a caminar, cuando llegué a
la puerta donde está el, Eric se acercó a mí y me colocó el collar.
-¿Me dejas que pasee con el
perrito? – le pregunto a mi amo.
-¡Claro, haz lo que quieras!
Recibí
un fuerte tirón de la correa y Eric comenzó a andar, yo le seguí a cuatro
patas, la postura era humillante e incómoda, me hizo caminar en círculos
durante un rato por toda la habitación, aproveché para echarle un vistazo a la
estantería aunque desde tan abajo no pude ver nada. Mi amo miraba apoyado en el
potro cómo su primito pequeño se divertía conmigo.
-Oye Pablo, ¿y qué le has
enseñado a hacer? – le preguntó Eric a mi amo.
Luego
aquel cabrón se llamaba Pablo, pensé, prefería tener un nombre en quien pensar
que amo, hacía que me sintiese algo mejor.
-Pues aún no he tenido tiempo de
enseñarle prácticamente nada, pero prueba a ver – le respondió Pablo.
Terminamos
de dar otra vuelta más y me hizo parar junto al a cama, donde se sentó y me
quitó la correa y se la dejó en la mano.
-¡Quítame las zapatillas! – me
ordenó.
Empecé
a desatarle los cordones de aquellas nike negras que debían ser aproximadamente
un 42, le cogí de un tobillo y le saqué una de ellas, una peste tremenda me subió
a la nariz, un calcetín blanco y currado apareció. La dejé en suelo y le saqué
la otra exactamente igual y me separé unos centímetros tratando de huir de
aquel hedor
-Mira eso si sabe hacerlo –dijo
mi amo Pablo.
-Venga perrito lámeme un poco los
calcetines que después de dos días los tengo un poco sucios.
-No, por favor - dije mirando
aquellos calcetines con cara de asco - no me obligues a eso
La
respuesta no tardó en aparecer en forma de un tremendo correazo sobre mi
espalda.
-Aaaaaaaaauuuuu.
Me
agarró del pelo y me plantó un pie en la cara. Estaba empapado en sudor, debía
hacer calor fuera, todos los dedos se marcaban y olían aún peor que las
zapatillas.
-¡Vamos perro obedece a mi primo!
– dijo mi amo desde el potro.
Abrí
la boca con tremendo asco y nada más tocarle la planta del calcetín la retiré
de nuevo, me daba mucha repugnancia no podía, pero Eric parecía empeñado en que
lo hiciese con otro correazo.
-AAAAAAAAAAaaauuu, vale vale,
para para ya lo hago.
Esa
fue la buena, sin duda le cogí del tobillo y le lamí la planta, mi saliva se
juntaba son su sudor empapando todo el calcetín. Después de un rato me puso el
otro pie y repetí el proceso exactamente igual hasta que, para mi alivio, se
aburrió y me retiró de la cara ambos pies.
-Quítame los pantalones chucho –
me dijo de pronto.
Con
el regusto a sus calcetines aún en la boca, me puse a desabrochar el pantalón,
le bajé la cremallera y tiré de ellos para atrás. Él colaboró elevando el culo
para que pudieran salir con mayor facilidad hasta quitárselos por completo.
Llevaba puestos unos bóxer blancos con un bulto que certificaba mi buen trabajo
en sus pies.
-Sácame el bóxer perrito – dijo
acariciándome la cabeza.
Por
un momento desee ser un perro de verdad y lanzarme a su cuello, pero no era
así, así que le cogí el bóxer de ambos lados de la cintura y tiré de él para
atrás, su polla salió como un resorte, debía medir unos 15 centímetros
aproximadamente, aunque quizás le faltase algo para estar a tope del todo. Lo
dejé junto a sus zapatillas y pantalón y aproveché a mirar a mi amo, que estaba
magreándose el paquete apoyado cómodamente sobre el potro.
Eric
se cogió la polla y empezó a pajearse unos instantes hasta que se descapulló,
su brillante glande lucía hinchado por la erección.
-¿A qué esperas? – me dijo
orientando su polla hacia mí.
Vacilé
por un instante pero la correa de su mano me puso en marcha, me acerqué a la
polla y me la metí en la boca, no me creía lo que estaba haciendo hasta hace
tres o cuatro días aquello me parecía horrible, y ya llevaba tres pollas en mi
haber. Empecé a lamérsela al igual que lo hiciese la noche anterior con la de
Pablo, no tardó en comenzar a lubricar, y aunque me daba asco, no tenía un
sabor malo.
-Uffff que bien lo hace el hijo
puta – dijo Eric cerrando los ojos.
Empezó
a gemir, yo lamía y lamía hasta que de pronto mi cabeza se desprendió de su
polla. Me costó unos instantes saber qué pasaba, Pablo me había cogido de mi
collar y me estaba arrastrando por todo el lugar hasta el potro.
-EEeeeeei Pablo tío, ¿qué haces?
– dijo Eric visiblemente molesto por haberle interrumpido.
-Recuerda a lo que has venido, si
te dejo un segundo más así te corres – le respondió mi amo mientras me colocaba
de nuevo sobre el potro.
-Vaaale está bien.
Yo
no entendía todavía qué juego se traían pero aquello pintaba muy pero que muy
mal. Decidido a no darme un minuto de respiro, el amo me ató nuevamente al
potro.
-Por favor dejadme ya – les
supliqué a ambos.
-Venga ven – le ordenó a Eric.
De
reojo pude ver como el muchacho, que estaba pajeándose, se puso en pie y caminó
hacia mí. Pablo se colocó frente a mi culo y noté cómo el consolador que
llevaba empezó a moverse.
-AAAAAAAAh
-Ponte aquí – le indicó a su
primo mientras terminaba de sacármelo.
Apenas
había salido, la polla de Eric me penetró casi por completo.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaahhhh
paraaa tioo paraaaaaaaa qué haces.
La
sensación era completamente nueva, de llevar algo frio y duro a tener dentro
una polla, aunque dura, caliente y con otra textura completamente distinta.
-Venga dale – dijo Pablo.
Eric
empezó un mete saca torpe, parecía poco experimentado, yo gracias a la
dilatación del consolador lo pude soportar con los ojos cerrados y los dientes
apretados.
-Eso es, dale fuerte primito.
-Sí, si tío, ufff que ricooo, umm
está genial, graciassss
Aumentó
el ritmo, se sujetó a mis caderas y me dio más y más fuerte, podía notar cómo
sus huevos pegaban en mi escroto. Bajó un poco el ritmo y me clavó un poco las
uñas.
-MMMMMmm siiiii oooooh que
agustooo – dijo de pronto.
Noté
algo extraño dentro de mi culo.
-Noooooo joooder te has corrido cabrón – dije con tono
de lamento.
Ese
insulto me costó un brutal pescozón por parte de Pablo.
-AAaaaauu – grité mirándole.
-Mañana te quedas sin comer, eso
por llamar cabrón a mi primito.
Mientras
tanto, el primito se había salido de mi culo y había comenzado a vestirse.
-Gracias tío por dejarme
desvirgar a uno de tus perros, ha sido el mejor regalo de cumpleaños que podías
hacerme.
-De nada hombre – dijo Pablo
mientras me introducía de nuevo el consolador que había tenido puesto. –
subamos a celebrarlo por todo lo alto.
Entró
sin ninguna dificultad, entre la dilatación y la excelente lubricación que me
había proporcionado Eric con su lefa, no hubo problema incluso un lejano y
fugaz sentimiento de gusto me recorrió el cuerpo. La luz se apagó y los dos
primos se marcharon dejándome a solas con unos pensamientos y unas reflexiones
que no me estaban gustando nada.
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