Capítulo 3 – De compras
Voces
desde el pasillo que gritaban ¡a desayunar!, ¡todos al comedor!, me sacaron del
más profundo de los sueños. Abrí los ojos y miré alrededor, la habitación
estaba vacía. Estaba helado, había dormido toda la noche medio húmedo por la
leche de Roberto y destapado, la piel me tiraba por la lefa reseca. Me senté en
la cama frotándome los ojos y en mitad de la habitación estaba mi ropa, una
camiseta, unos pantalones cortos y mis zapatillas. Otra voz, ¡vengaa todos a
desayunar!. Miré la hora, las 8.35, -mierda, pensé, me he dormido y necesito
ducharme. Entré en el baño rápidamente, me quité los calcetines que estaban
totalmente tiesos y me di una ducha lo más rápidamente posible. Me jodió no
tener tiempo ni para pajearme, pero es lo que había.
Sin
siquiera atarme las zapatillas y aun medio empapado, cerré la habitación
vestido con lo que me había dejado Roberto y bajé a toda prisa al comedor,
cuando llegué todos estaban terminando, cogí mi desayuno y me senté en la mesa
habitual junto a mi compañero.
-¿Ves lo que te decía?, si no le despiertas
por la mañana se queda dormido y mira con que pintas viene jejeej- dijo Roberto
dirigiéndose a otro chico enfrente de él.
El
otro chico esbozó una sonrisa cómplice y siguió desayunando.
-Gracias por despertarme- le dije
por lo bajo y con cierto tono de recriminación.
-Lo siento- me dijo de forma
falsa, -pero seguro que hoy no has tenido tiempo de lavarte los calcetines
jeejejej.
Cuando
estábamos próximos a terminar de desayunar, el monitor que habitualmente hacía
los anuncios, hizo lo propio.
-Hoy tendremos talleres,
concretamente un carrusel de talleres, desde ahora y hasta la hora de comer,
juntaros los grupos, que todos pasareis por todas las actividades.
Nos
juntamos todos en la entrada y salas anexas, los monitores fueron
distribuyéndonos por las distintas actividades. Había cinco talleres, dos de
manualidades, uno de marquetería, uno de
barro y otro más de informática, así que nos juntaron en grupos de 10, o lo que
es lo mismo dos de 5 para compartir taller e ir rotando juntos toda la mañana.
-¡Os distribuiréis el grupo 1 con
el 10, el 2 con el 9, y así sucesivamente! –anunció una de las monitoras.
Hice
cuentas… yo estaba en el 4, así que me tocaba con el … oh, no –pensé, con el 7,
el grupo de Roberto y sus amiguitos, el rubio de las adidas y el moreno de las
puma, como los llamaba para mí.
Ya
dentro de los talleres fue mejor de lo que pensé, me pasé la mañana observando
a los amigos de Roberto, estaban de muerte, siempre que podía les echaba un
ojo, su culo, sus piernas, mmm y unos calcetines frescos, en un momento determinado,
Roberto me pilló mirándolos de reojo, y se me acercó, yo estaba moldeando una
vasija de barro y estaba embadurnado.
-Luego hablamos tú y yo- me dijo
al oído, y continuó hasta el otro extremo de la estancia.
Me
puse tan nervioso que eché a perder la vasija y me gané una regañina del
monitor que nos estaba explicando. Era media mañana y procuré centrarme en las
actividades del día y no lanzar más miradas furtivas a los amigos de mi
compañero.
La
comida transcurrió normal, todos hablaban de lo que les había parecido el
carrusel de talleres, lo que les había gustado, lo que no, y alguna que otra
anécdota, como cuando a mí se me estropeó el barro. Esperaba que Roberto
hiciese algún comentario jocoso o me hiciese algún gesto pero no pasó nada.
Cuando estábamos acabando, el monitor que era jefe de mi grupo, desde la mesa
de los monitores se levantó.
-Como ayer tuvo mucho éxito la
película después de cenar, ahora pondremos otra para los que queráis, los que
no, podéis iros a dormir la siesta o lo que queráis, como es sábado os dejamos
la tarde libre hasta la cena, y esta noche después de la cena, ¡nos vamos de
fiesta!
Una
explosión de júbilo y alegría surgió por todo el comedor, ya era sábado, cómo
pasaban los días, y la gente tenía ganas de divertirse.
-¡Calma, calma!- dijo
intentándose hacer de nuevo con el protagonismo –levantad ahora las manos para
ver cuántos queréis ir a ver la película.
Roberto
levantó la mano, no me lo podía creer, le miré con cara de incrédulo, pero no
me devolvió la mirada, así que levanté también la mano, me apetecía ver una
película y hacer algo distinto, para variar.
En
la sala de audiovisuales, me senté con mi grupo, con quien por cierto, había
hecho buenos amigos, y Roberto se sentó con sus dos guapos amigotes. La
película tenía algún que otro año, de Mel Gibson, una en la que secuestraban a
su hijo. Consiguió que más gente durmiese en la sala de la que se había ido a
dormir la siesta, aunque por alguna razón, Roberto no parecía perder detalle.
Cuando
acabó, salí de la sala y me puse junto con mis compañeros a charlar sobre la
película y alguna escena absurda, cuando noté cómo alguien me daba un golpe.
Era Roberto, cómo no, queriendo captar mi atención, y lo consiguió el
suficiente tiempo como para que viese el gesto que me hacía con la cabeza y un
dedo señalando hacia arriba, mientras caminaba hacia las escaleras.
Se acabó el
descanso, pensé. Me despedí de mis compañeros, quedando con ellos que por la
noche nos veríamos y lo pasaríamos bien de fiesta, y cogí el camino hacia mi
habitación.
Nada
más entrar en la habitación me encontré a mi compañero con el armario abierto
rebuscando en él, no presté mucha atención a qué hacía, cerré la puerta con
llave, como era costumbre, y me agaché a desatarme los cordones de las
zapatillas, para ir desnudándome.
-No te quites nada- me dijo de
repente
Yo
ya me había desatado los dos cordones y me disponía a sacarme las zapatillas y
paré en seco.
-Pero, cómo, ¿no quieres que me
desnude?
-No, ahora no
Como
me sobraba tiempo reparé en lo que hacía, rebuscaba entre mis cosas, como
buscando algo.
-¿Qué buscas?- le pregunté con
más curiosidad que otra cosa
-Esto- dijo enseñándome un objeto
-¿es tu cartera no?
-Si, si lo es, ¿vas a robarme?
Me
la tiró al suelo y cerró el armario con llave.
-¡Cógela!, nos vamos de compras
No
entendía nada, ¿de compras?, qué podía querer comprar, era algo que no podía
imaginarme, pero cualquier cosa mejor que quedarme toda la tarde a solas con
él, seguramente acabaría lefado de arriba abajo y quisiera salir de fiesta en
esas condiciones. Cogí la cartera, la metí en el bolsillo y salimos de la
habitación como dos buenos compañeros, la gente iba y venía por los pasillos,
algunos se acababan de despertar de la siesta, otros subían a continuarla
después de la película.
-Qué pena no estar ahí cuando te
des el tortazo- dijo un monitor dirigiéndose a mí con el que nos cruzamos por
el pasillo.
-¿Eh?
-¡Los cordonesss!, dijo según se
alejaba
-¡Aaah!
Me
paré en seco y me puse a atarme los cordones, Roberto continuó caminando hasta
que se percató que no iba a su lado y entonces paró y se giró.
-¡Serás idiota!
Salimos
a la calle, y aunque le pregunté qué quería comprar no me lo dijo, no sabía muy
bien si era porque no lo tenía muy claro, o porque quería realmente mantenerlo
en secreto hasta el último momento. Parecía saber dónde dirigirse, la ciudad
donde estábamos no era muy grande, y ya el día que nos conocimos en el autobús
fanfarroneó que se la conocía bien. Llegamos a un centro comercial, yo casi iba
detrás de él siguiéndole, me hizo entrar en un par de tiendas de deporte miraba
cosas de escalada, pero no terminaba de encajar las piezas.
A
la salida de la tienda tenía cara de frustración, me hizo caminar por los
pasillos del lugar hasta que se quedó clavado mirando un escaparate. Me puse a
su lado, miré, era una tienda de tatuajes, y piercings. No dejaba de ver algo,
yo miraba donde él.
-¿Te gustan los tatuajes?, está
chulo ese del dragón en la espalda- le dije haciéndole referencia a una foto a
la que parecía estar mirando.
-Me gusta eso- y apuntó con el
dedo, yo lo seguí
-¿El tatuaje de la serpiente en
la pierna?
-No, lo que está entre las dos
fotos.
Yo
miré, entre las dos fotos no había nada, solo unas esposas que parecían
decorativas.
-Si solo hay unas esposas- le
dije con incredulidad
-Exacto-
Y
por primera vez en toda la tarde me miró y esbozó una sonrisa, una de esas
sonrisas que tanto miedo me daban, después de cada sonrisa de esas nunca
acababa bien, o al menos seco.
-¿Quéeeeeee?- dije con susto,
-¿no estarás pensando en comprar eso?
-No
-Joe menos mal- dije aliviado
- Lo harás tu – me dijo de golpe,
- y yo te esperaré aquí viendo como lo haces
-Pero….
-¿Si? – dijo haciendo el gesto de
sacar una fotografía con los dedos…
-Nada, nada
Bajé
la cabeza y entré en la tienda, un hombre grande, vestido con cuero, perilla y
lleno de tatuajes estaba detrás del mostrador.
-Hola chico- dijo con una voz
ruda y grave, -en qué puedo ayudarte
-Hola- dije tímidamente, - me
gustaría unas esposas como las del escaparate
-Esas son de exposición, solo me
quedan esas y no te las vendo, pero tengo un pack manos y pies, las de los pies
son un poco más grandes, claro para los tobillos- dijo mientras sacaba de
debajo del mostrador una caja pequeña, -además, te salen mejor de precio, solo
30 euros
Joder,
pensé, me quedaba 50 euros después de la última excursión para el resto de los
días.
-Me las llevo- le dije
firmemente, poniendo el billete en el mostrador.
-¿Vas a atar a tu novia muchacho?
Jejejeje
-Si, si jeejeje es su cumpleaños,
le daré una sorpresa, - la que me habían dado a mí, pensé.
Me
metió la caja en una bolsa blanca y salí con ella reencontrándome con Roberto
que esperaba mirando el escaparate. En ese momento comprendí porqué estábamos
mirando las secciones de escalada de las tiendas de deporte, miraba las cuerdas
y sabía de sobra que no me llegaba el dinero para comprar ese tipo de cuerdas.
-Has tardado mucho –me recriminó
-Es que no tenían simples, como
las del escaparate, así que me ha vendido un pack para manos y pies
Miró
la caja dentro de la bolsa y le cambió la cara, otra vez esa sonrisa terrible
-¡Genial!, por fin haces algo
bien, volvamos al albergue.
Si
la ida fue prácticamente en silencio, la vuelta no fue mucho mejor, no dejaba
de pensar en las canalladas que podría hacerme ahora Roberto teniéndome
esposado, aunque realmente, y por mucho que pensara, ni podía acerarme.
Ahí
estaba otra vez, frente a la 213 esperando que mi compañero girase la llave y
entrásemos. Aún faltaba un rato para la cena y el rato prometía de todo menos
aburrido. Nada más entrar y tras cerrar con llave, abrió el armario y me quitó
de un tirón la bolsa con las esposas. No me dijo nada aunque sabía de sobra lo
que tenía que hacer, me empecé a desnudar mientras el abría la caja con las
esposas y desvelaba todos sus misterios. Me desaté los cordones, le miré como
esperando que de nuevo me dijera que no me quitase nada, pero estaba muy
ocupado con sus nuevos y caros juguetes. Metí como era costumbre mi camiseta,
pantalón y zapatillas en el armario y después de cerrarlo le acerqué la llave
gateando.
-Déjala en mi mesita
Le
sortee no sin mirar de reojo las esposas, y la dejé donde me indicó, y me quedé
observándole.
-¿Qué te parece si las probamos?,
ponte de pie y date la vuelta, manos atrás
Enseguida
me levanté y le di la espalda. Dejó las más grandes encima de su cama y me
agarró una muñeca, torpemente me cerró un lado de las esposas. Después me cogió
el otro brazo y terminó de atarme.
-Siempre he querido hacer esto-
me dijo
Por alguna
extraña razón, al oír las esposas cerrarse y sentirme atado por primera vez mí polla
reacción alegremente. Roberto se colocó delante de mí y al verla sonrió.
-¡Vaya, también te gusta que te aten!,
vaya putilla estas hecha, seguro que te encantaría que esto te lo hiciera
alguno de mis amigos, que te vi como los mirabas
No
dije absolutamente nada, pero acertaba de lleno. Cogió las otras esposas, y se
arrodilló delante de mí, y cuidándose de que las esposas siempre pillasen el
calcetín, me las colocó.
-No quiero dejarte marcas- dijo
con un tono condescendiente.
-Gracias- dije tímidamente.
Se
sentó en la cama como observándome.
-Arrodíllate y límpiame las zapas
No
sin dificultad me puse de rodillas, aquello empezaba a ser incómodo de verdad,
me tiraban los brazos y apenas podía separar los tobillos unos pocos
centímetros. Comencé a lamerle la
puntera de ambas zapatillas, los cordones, ambos empeines, dejándoselas
limpias, como solía hacer, aunque esta vez con una postura desconocida,
incómoda y a la vez excitante.
-No está mal, ¿te gusta así?
Yo
seguí lamiendo sin hacerle mucho caso a lo que me estaba diciendo, pero esta
vez quería respuesta. Me cogió del pelo y me levantó la cabeza.
-Auuuu
-Te he preguntado, si te gusta
-Si, si, me gusta
Me
miró la polla que estaba a reventar, no había tenido tiempo en el día ni para
aliviarme por lo de la noche anterior, y ya estaba otra vez.
-Claro que te gusta, no ha estado
tan mal el paseo ¿no crees?
Se
levantó y con el mi cabellera que seguía entre sus manos. Aguantando el grito
me puso en pie, y se colocó detrás de mí. Empezó a manipular las esposas hasta
que las abrió de un lado.
-Túmbate en tu cama- me dijo sin
más.
Medio
a dando saltos de una forma ridícula conseguí recorrer los pocos centímetros
que me separaban de mi cama y sentarme en ella, subí los pies y me recosté.
Roberto tiró del brazo que aun tenía las esposas y me lo llevó a la cabecera de
la cama, donde había barrotes, yo sin que me dijese nada subí el otro brazo.
-Bien, eso es, que no te tenga
que decir nada
Pasó
las esposas por detrás de los barrotes y me la volvió a atar, comprobó que todo
estaba bien atado y se dirigió a mis pies, me soltó las esposas de un tobillo
de un lado y las pasó por los barrotes.
-¿Sabes lo que me dio la idea de
atarte?
-No- le dije mientras miraba como
manipulaba las esposas
-La película que nos han puesto,
esa donde secuestraban al chico, y el chico se pasa la mitad de la peli atado a
una cama, me hizo pensar jajajaja
No
dije nada, la verdad es que la escena a mí también me había dado mucho morbo,
lo que no podía imaginarme es que acabaría igual que el crio de la peli.
Roberto acabó de cerrar las esposas.
-Intenta moverte- me ordenó
Moví
los brazos y patalee un poco pero las esposas aguantaban, era lo menos que
esperaba después de pagar 30 euros por ellas. Roberto sonrió.
-Bueno no está mal del todo.
Me
miró pensativo, como si estuviera decidiendo qué hacer conmigo, de repente, se
sacó las zapatillas con los pies y se subió a la cama y se sentó encima de mí
con sus pies a cada lado de mi cabeza.
-Me vas a limpiar ahora los
calcetines, que igual luego cuando lleguemos de fiesta estoy muy cansado y no
me apetece.
Dicho
lo cual me puso ambos pies con los ya más que conocidos calcetines, encima de
la cara con la nariz en medio, húmedos y calientes y empezaban a no oler como
el primer día. Aun tenían restos de las experiencias pasadas y algo me decía
que los vería aun más sucios. Empezó a restregármelos por la cara y el pecho,
yo saqué la lengua y lamí tanto como me dejaba la poca movilidad que tenia,
casi era él el que pasaba sus pies por encima de mi lengua.
-Eso es, sé más concienzudo, no
quiero que me huelan nada cuando me quite las zapatillas.
Pues
cámbiatelos, pensé, aunque lamía con más ganas, estaban realmente ricos y la postura
me estaba gustando, no solo a mí, sino también a mi polla, que la notaba
durísima y ya goteaba. Roberto se acomodó y rozó con su culo mi polla, eso me
puso a 1000 pero a él le puso de mal humor. Se levantó de cuajo y me miró la polla
que babeaba, se tocó el pantalón corto y se lo había empapado, se lo quitó con
asco luciendo los mismos bóxer blancos del día anterior y un enorme y marcado
paquete.
-Eres un perro baboso y
asqueroso, te dejo que me limpies los calcetines y me lo pagas así
-Perdón no quería- le dije, -de
verdad ha sido sin querer
Mi
polla goteaba como un grifo estropeado, me dolían los huevos de tanta
excitación, desde el día anterior, sus dos amigotes y esto último, era la gota
que colmaba el vaso, y nunca mejor dicho.
Roberto
cogió la llave del armario y lo abrió sacó mis zapatillas y lo dejó abierto. Se
acercó y me puso una en la cara.
-Las tuyas también apestan,
deberíamos enjabonarlas ¿no crees?
Me
metió la polla en una zapatilla y empezó a frotármela.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah para para-
le supliqué, -no quiero pringar la zapaaa
-Si necesitas aliviarte te
ayudaré, para eso están los amigos – dijo con sorna mientras aceleraba el
ritmo.
-AAAAAaaahh, nooo
Aunque
intenté aguantar todo lo que pude empecé a lanzar chorros de lefa llenándome la
zapatilla con mi leche.
-Eso es, vacíate del todo
Dejó
la zapatilla visiblemente empapada por dentro y cogió la otra.
-Creo que aún queda algo
-No, no para, para por favor – le
imploré
Me
colocó la zapatilla seca en la polla y empezó a frotar de nuevo. Me había
bajado un poco la erección después de correrme pero el insistió hasta que la
recuperé casi toda, y la verdad es que tenía ganas de más.
-Ufffff no sigas, por favor no sigas, otra vez no
Como
vio que esta vez tardaba más, se sentó en la cama mientras me pajeaba con la
zapatilla empezó a restregarme el calceto húmedo por la cara y el pecho, mi polla
recuperó todo su tamaño y él lo notó porque aumentó el ritmo.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaah
Cerré
los ojos mientras me volvía a correr como un loco, una corrida brutal, casi tan
grande como la primera, incluso se escapó un hilillo que me mojó los huevos.
Estaba exhausto del todo, no podía más. Roberto dejó la zapatilla en el suelo y
se quitó el bóxer, su polla salió disparada en busca de libertad.
-Ya te he aliviado, espero que
ahora no vayas goteando como una perra, y ahora devuélveme el favor.
Se
subió a horcajadas encima de mí y empezó a golpearme los labios con la punta
del capullo, yo abría la boca y sacaba la lengua intentando que me pegase con
la polla en la lengua. De repente me la metió, yo chupaba como un loco cada
gota que conseguía extraerle.
-Mmmm si si joder que rico, sigue
sigue
Seguí
mamándosela con total dedicación, hasta
que decidió apollarse en los barrotes y empezar a follarme la boca largo
rato mientras gemía, de repente le vi abrir los ojos y luego la boca, y empezó a correrse de forma
brutal, llenándome mi boca con su leche.
-Oooooooooooooooh mmmmm,
trágatela toda.
No
pensaba desperdiciar ni una gota, tragaba, succionaba y limpiaba y así hasta
que quedó completamente exprimido.
Se
la sacó de mi boca y se puso de pie.
-No está mal, me voy a dar una
duchita que esta noche salimos de fiesta
-Pero suéltame ya ¿no?
-No, te vas a quedar ahí un rato,
amortizando tú compra jajajaja
Caminó
hasta que le perdí de vista y se metió en el baño. Me quedé atado saboreando
los últimos restos de lefa que quedaban en mi boca. Al rato salió y se vistió
poniéndose elegante, con un polo negro y un pantalón vaquero blanco, estaba de
miedo, me acababa de follar y ya me apetecía otra vez. Se acercó sin decir
nada, olía genial, le miré, pero pasaba del todo de mí, me quitó las esposas y
se las llevó al armario, yo me bajé de la cama y me puse a cuatro patas. Me
sacó un pantalón vaquero de mi maleta y una camisa de manga corta y me las tiró
al suelo.
-¿Te vale con esto?
-Si, si, eso mismo – le dije sin
prestar demasiada atención
Cerró
el armario con llave, se calzó y se marchó sin más.
Me
puse de pie y me vestí, me senté en la cama para ponerme las zapatillas y
cuando las cogí recordé lo que había pasado hacia unos minutos. Estaban
completamente lefadas y el armario cerrado. Bueno, no me habría dejado sacar
otras igualmente…
En
la cena no dijo ni media palabra, le bajé la llave de la habitación, y al finalizar,
nos mandaron esperar en la puerta para salir de fiesta.
Pasé la noche
con los pies completamente empapados en mi corrida, sobre la 1 coincidimos los
que ya eran mis amigos y yo con Roberto en el mismo bar, pero él no estaba con
sus habituales amigos, si no con una chica del campamento dándose el lote en la
esquina. Me sorprendió verle así, pero no menos que cuando salió agarrado de la
mano y se paró a hablarme.
-¡Hola! Me alegro de verte - dijo
muy alegremente
-Hola –dije un poco cortado, la
verdad es que dudaba horrores que se alegrase de verme
Me
metió sin que nadie se diese cuenta la llave de la habitación y la del armario
en el bolsillo y me dijo al oído
-Hoy no duermo en la habitación,
-esbozando una sonrisa pícara
Pude
ver que iba muy borracho, de ahí el error de darme también la llave del
armario, o eso pensé. Se marchó con aire triunfal del bar.
De
vuelta en el albergue subí y abrí la habitación, se me hacía raro que no
estuviera Roberto esperándome. Abrí el armario y lo primero que pensé fue en
desnudarme, pero qué demonios no me obligaba nadie. Se me ocurrió coger la
cámara, quizás si pudiera borrarle el video… pero se había adelantado, la
tarjeta de memoria de la cámara no estaba. Derrotado por el intento fallido, me
quité la camisa y la guardé, me desaté las zapatillas y me las quité, los
calcetines estaban completamente empapados en lefa y sudor.
Seguro
que no se da cuenta pensé, me los quité y los tiré al fondo del armario y me
puse otros iguales que tenía en la maleta limpitos, que gusto, me saqué el
pantalón y lo metí en el armario quedándome en bolas. Entré en el baño para una
meada de última hora y me encontré los deliciosos bóxer blancos que Roberto
llevaba por la tarde tirados en una esquina. Dude si ponérmelos pero no creía
que fuese a venir por la noche, así que me metí en la cama con su bóxer y mis
calcetines limpios en lo que parecía sería una noche tranquila y seca.
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