sábado, 10 de marzo de 2012

Esclavizado en un campamento de verano - (9)


Capítulo 9 – Perdiendo las buenas costumbres

               Unos calcetines rojos que me resultaban familiares aparecieron frente a mi cara. Su dueño también, Mario estaba delante de mí de cuclillas con un pantalón corto y sin camiseta sosteniendo por un dedo las esposas.
-Así que ahora Dani y tu dormís juntos, ya me parecía a mí que era un poco marica, ¡levanta!
               Salí de la improvisada cama poniéndome en pie, el rocío depositado sobre la hierba no tardó en calarme las plantas de los calcetines, la pradera estaba empezando a iluminase y todo el mundo dormía aún. Apenas estuve levantado Mario me colocó con rapidez las esposas a la espalda y me empujó para que caminase hacia los arboles.
-Luego me ocuparé del maricón de Dani, pero ahora vas tú puto perro.
               Caminaba por la hierba sorteando las piedras hasta que me mandó parar detrás del primer árbol.
-Quieto aquí, no tengo ganas de caminar más, ¡de rodillas!
               Obedecí sin rechistar y me puse de rodillas, Mario se sacó la polla, estaba morcillona, con una clara erección mañanera.
-Lo Primero es lo primero – dijo con una sonrisa.
               Un chorro amarillo y caliente salió de su polla, apuntando a mi cabeza y cara, me fue calando la camiseta hasta dejármela completamente pegada al cuerpo, la meada continuó hasta mis pantalones que ofrecieron aún menor resistencia y mi polla y huevos quedaron empapados también.
-Mmm que ganas tenia – dijo en lo que parecía una meada interminable – por cierto las llaves de las esposas las tiene Roberto, que está durmiendo con Erika al otro lado de la pradera, tendrás que pedírselas a él jajajaa.
-Pero …
         Mario aprovechó que abrí la boca para meterme dentro los últimos chorros de meada. Tosí y escupí tratando de no tragar nada, pero algo se coló.
-Abre la boca, que me apetece una mamada puto perro.
            La abrí obedientemente y enseguida tuve su polla en mi boca, comencé a lamer,  de reojo vi como algunos compañeros empezaban a levantarse y a desperezarse. Continué lamiendo como era habitual, pero muchos empezaban a caminar hasta donde estábamos, posiblemente con la idea de echar la primera meada del día.
-Sigue así, eso es, ahora van a ver todos lo putita que eres.
            Un pequeño grupo de cinco compañeros llegaron al lugar, miraban la escena divertidos, uno de ellos llevaba unos calcetines rosa fucsia.
-Tenemos que mear, ¿nos dejas?- preguntó uno dirigiéndose a Mario
-Claro claro, es todo vuestro – dijo Mario secándosela de mi boca.
             Se colocaron alrededor de mí y se sacaron la polla de los pantalones, cinco chorros cálidos hicieron diana en mi cara, yo cerré los ojos.
             Abrí los ojos y vi hierba moverse. La pradera estaba tranquila, había bastante luz, el sol comenzaba a elevarse tras las montañas, me giré, Dani no estaba, su toalla tampoco. Me froté los ojos, la luz me molestaba bastante. La gente poco a poco se iba levantando, estirándose, y caminando hacia los árboles como zombis con intención de mear, uno de ellos era Mario, con sus calcetines amarillos y sus adidas blancas. Yo también debía hacerlo, me meaba.
            Cuando estuvimos todos levantados nos repartieron a cada uno un pequeño tetra brik de cacao y un paquetito de galletas. No era gran cosa pero como desayuno improvisado en mitad de ningún sitio servía. La mañana transcurrió en la pradera haciendo diversos juegos de orientación con uso de brújulas, yincanas, y actividades similares. A la hora de comer nos mandaron recoger todo, debíamos ir al aparcamiento donde nos dejó el autobús la mañana anterior.
-Genial – me dijo Javi, con el que compartía el paseo – me apetece comer caliente y sentado en una mesa para variar, y una cama tampoco estaría mal.
-No estaría mal, no. – le dije pensando en que yo ya acumulaba dos noches durmiendo en el suelo.
               Cuando llegamos el autobús no estaba, y eso hizo que más de uno se quejase.
-Tranquilos chicos, no vamos aún al albergue. Vamos a comer en aquel chiringuito de ahí unos bocatas que nos han preparado, y nos iremos de caminata hasta un pueblo que hay a unos pocos kilómetros de aquí, donde nos recogerá el autobús para llevarnos a cenar.
               Las quejas se multiplicaron, gestos de descontento recorrieron la expedición, pero era lo que había gustase o no.
-¿Cuánto durará la caminata? – preguntó una chica
-Nada, no os preocupéis, solo son dos horas.
            Eso pareció calmar la situación, aunque cuando llevábamos más de tres horas caminando bajo un abrasador sol de montaña, el monitor casi fue apedreado. Y sin casi. Tras cuatro horas y media de caminar cantando canciones de campamento y disfrutando de paisajes de montaña que merecían la pena sin duda alguna, el pueblo que teníamos como objetivo apareció bajo nuestros pies, casi sin darnos cuenta. La mitad de la comitiva retiró la palabra al monitor mentiroso, aunque él se defendía alegando que dos horas es lo que se tarda cuando no se lleva a rastras a una banda de niños quejicas.
           Me retrasé en subir al autobús, y los únicos sitios libres que quedaban era al fondo del todo. Allí, en los asientos centrales estaban Mario y Dani hablando, caminé hasta el fondo y el rubio me hizo un gesto con la mano para que ocupase el asiento que estaba a su lado, vacio, junto a la ventana. Yo miré a Dani que me devolvió una mirada cómplice, y me senté donde me indicó.
-¿Qué tal la marcha? – dije tratando de romper el hielo y darle normalidad.
-Yo estoy agotado – dijo Dani, creo que intentaré dormir este rato.
-Yo estoy bien – dijo Mario con un tono chulesco y de superioridad - pero tengo reventados los pies.
            Noté primero un intenso olor a pies que subía, y acto seguido un calor y humedad en mi pierna.
-¿Porqué no me das un masajito? – dijo frotando el pie hasta mi rodilla.
-Déjame que te lo haga en el albergue – le dije bajito- ahí había demasiada gente.
-No, me apetece ahora, así que venga
         Resignado levanté un poco su pie, el calcetín estaba totalmente empapado en sudor, el contorno de talón y dedos era evidente y tenía alguna mancha verde nueva desde mi último trabajo. Se lo masajee como pude, el empeine, el talón y cada dedo, pareció quedarse muy a gusto.
-Genial, siéntate aquí, yo me pondré aquí – dijo de repente – quiero estar cómodo mientras me masajeas el otro pie.
               Nos cambiamos y en la operación despertamos a Dani.
-¿Queréis estaros quietos joder? – dijo con enfado volviendo a cerrar los ojos.
           Cogí el otro pie que estaba exactamente igual, aunque con menos manchas verdes. El masaje surtió efecto porque llegó a quedarse dormido. Me olí las manos y olían a sus apestosos calcetines, lo que en parte me gustó. Estaba sentado entre Dani y Mario llevaba ropa, eso era nuevo.
            Estábamos llegando al albergue cuando Mario se despertó.
-Venga perro, ponme las zapatillas
-Pero…
-No me repliques y hazlo – dijo con tono serio mirándome a través de sus ojos azules.
               Dani también se había despertado y miraba cómo sin más remedio tenía que coger del suelo sus adidas apestosas y ponérselas en cada pie.
-Buen perro, luego te doy una galletita – dijo riéndose
               La verdad es que estaba empezando a fastidiarme de verdad, cuando ocurría dentro de una habitación cerrada todavía, pero en un autobús rodeado de compañeros tenía menos gracia. Afortunadamente ninguno tenía la suficiente energía en aquel autobús para hacer otra cosa que no fuese dormir, salvo yo que tuve unos pies que masajear, y la verdad es que tampoco podía con mi alma.
             Una vez en tierra, apenas tuvimos tiempo para dejar la mochila en las habitaciones y bajar corriendo a cenar. Se agradeció comer sentados y en platos después de tantos bocadillos.  No esperábamos anuncio de actividad después de la cena, pero lo hubo.
-Bueno chicos, el día ha sido muy largo y vemos que estáis cansados, pero vamos a poner una película, ya sabéis, levantad la mano los que os queráis quedar a ver película, el resto podéis hacer lo que os apetezca – dijo uno de los monitores, que parecía estar entusiasmado con la idea de la película.
               Y sin duda alguna él era el único interesado en verla, porque nadie en absoluto levantó la mano, yo lo pensé, a pesar de no estar Roberto junto a mí, como venía siendo costumbre, pero realmente me apetecía tumbarme en una mullida cama y descansar. Lentamente, fuimos abandonando el comedor donde el rancho que nos habían servido aquél día, a pesar de ser el mismo de otras ocasiones, nos había resultado especialmente rico.
               Al entrar en la habitación Roberto estaba tumbado en la cama ya sin zapatillas colocándose los cascos para escuchar música, el armario estaba abierto y procedí como era habitual a desnudarme y a meter todo dentro, a excepción de los calcetines, y a cerrarlo, aunque esta vez por cansancio olvidé algunos detalles. Dejé la llave puesta y caminé hacia la cama dejándome caer a plomo con la cabeza mirando hacia la pared, estaba reventado del todo, me dolían las piernas y los pies de tanto caminar.
-¡Eh, tú!, ¿y la puta llave?
-¿Qué llave? – dije girando la cabeza para mirarle
-La del armario idiota
               Joder, es verdad –pensé-, la llave. Me levanté y caminé hacia el armario, la saqué y se la llevé en la mano, cuando llegué junto a su cama se la ofrecí con dos dedos.
-¡Serás estúpido! – dijo dándome un manotazo que acabó con la llave en el suelo.
-¡Auu!, pero que pasa –dije mirándole con cara de asombro
-¿Estás un par de días en el campo y te asilvestras?. ¡Ponte a cuatro patas inmediatamente!
               Lo había olvidado por completo y el cansancio me hacía razonar molestamente despacio. Me puse rápidamente a cuatro patas, aquella postura era especialmente incómoda después de cuatro horas caminando.
-Busca la llave y dámela – me ordenó mientras se quitaba los cascos
               Me puse a buscar por donde la había oído caer, y una patada de Roberto en el costado aumentó mi eficiencia.
-Ayyyy, toma, toma aquí está – le dije extendiendo la mano
               Roberto se puso en pie y fue al armario, lo abrió y sacó mi pantalón vaquero, le quitó el cinturón y a continuación tras meterlo en el armario de nuevo, sacó las dos esposas que llevaba sin ver desde que Dani me dejase atado ya días atrás.
-Colócate de rodillas, ¡ya! – me dijo mientras cerraba el armario
-Rober porfa tio, que estoy muerto déjame hoy descansar
-Ya has descansado dos días, lo suficiente para que olvides las normas, ¡pon las manos atrás!
               Me puse tal y como me ordenó, y con violencia me esposó las manos, igual que hacía la policía en las películas golpeándome con las esposas la muñeca, y cerrándose posteriormente, sin duda alguna había estado practicando con ellas.
-Auuu están muy fuertes
-Te jodes perro
               Esposó también mis pies sin tener tanta delicadeza como en otras ocasiones, una de las esposas quedó rozándome la piel y encima estaba fuerte. Se puso delante de mi y con los pies juntó sus zapatillas.
-Ahora voy a enseñarte modales – dijo blandiendo mi cinturón
-No Rober, por favor, no – supliqué mirando con miedo aquél cinto
               Me cogió de la cabeza y me obligó a inclinarla hasta que mi nariz y boca estuvieron dentro de una de sus zapatillas, se sentía la humedad y el olor después de tantas horas de trabajo acumulado era espantoso, intenso y pestilente, pese a todo mi polla quiso salir a mirar. Roberto se colocó detrás de mí, no le veía por estar inclinado hasta que de repente noté un cintazo brutal en las plantas de mis pies.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah –me incorporé tras el brutal golpe, para para por favor, me duelen mucho de la caminata no me pegues.
-¡Te jodes perro! – y me soltó otro brutal cintazo – tanto no te dolerían cuando te has puesto a caminar por mi habitación.
-Aaaaaaaaah,  para para por favor, está bien, lo siento, me he equivocado, se me ha olvidado – dije sin pensar lo que decía, solo quería que cesase el dolor.
-Mete la cabeza en la zapatilla, si te oigo gritar, el siguiente cintazo va a los huevos
           Metí la cabeza, y ahogué el siguiente grito, y el siguiente, hasta cuatro cintazos más con toda su energía me dio en mis ya doloridas plantas. Me ardían los pies, creí que me habría hecho sangre o algo pero gracias a los calcetines no me dejó ni marca. Afortunadamente no se percató de que aquellos calcetines habían sido lavados, aunque con la caminata ese lavado había perdido gran parte de la eficacia.
-Vuelve caminar por la habitación como si tal cosa y esto te parecerá una palmadita en la espalda comparado con la tunda que te daré, ¿está claro? – dijo rematando con un cintazo en el culo.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaau – si si, está clarísimo, no volverá a pasar – dije tembloroso.
-Más te vale – dijo tirando el cinturón sobre mi cama.
               Acto seguido se sentó en la suya y se colocó los cascos.
-Erika me dijo que me olían mal los pies, y eso es culpa tuya, más te vale que no me lo vuelva a decir – dijo restregándome los pies por la cara- empieza
               Estaban realmente ennegrecidos, empapados y apestaban, con razón su chica le había regañado, y es que diez días con los mismos calcetines es lo que tiene. Como estaba atado lo más que podía hacer era lamer y mover la cabeza y el cuerpo, me estaba matando la postura pero tenía que hacerlo, pasé la lengua bien por las plantas, el empeine –cosa que le hizo gracia- y por los dedos lameteando todo, conseguí hacer que una pequeña mancha verde casi desapareciese, y mi polla seguía creciendo poco a poco.
               De repente, me dio una patada en la cara que me hizo perder el equilibrio y caer al suelo, gracias a que su pie estaba a pocos centímetros de mi cabeza apenas me hizo daño, pero resultaba molesto.
-¡Déjalo ya, tendrá que valer! – dijo poniéndose en pie.
               Se colocó detrás de mí y tras manipular las esposas noté cómo se liberaban de un lado, lamentablemente no era la que estaba más apretada, me acercó hasta la pata de la cama trasera y las volvió a cerrar. Comprobé que me había atado a la cama. Roberto se puso delante de mí  se sacó la polla, que lucía como en otras ocasiones.
-Hoy no te han dado tu ración de polla, ¿verdad?, y eso te gustaría – dijo mientras comenzaba a pajearse.
-Sí, me gustaría – le dije simplemente mirando cómo se pajeaba
-Seguro que sí, los maricas como tú siempre quieren polla.
               Me acercó la polla a escasos centímetros de mi boca, comenzaba a segregar las primeras gotas, me acerqué como pude tratando de lanzarle un lametazo.
-No, nada de eso – dijo separándose lo suficiente para que mi lengua no llegase – hoy no te lo has ganado, has sido un perro malo.
               Yo le miré como si me hubiesen quitado un caramelo de los labios, él seguía pajeándose. De repente se acercó a mí comenzó a correrse, lanzándome chorros de leche caliente a cara y al pelo. Fue tan abundante que no tardó en deslizarse sobre mi pecho.
-Mmmmm, seguro que la echabas de menos ¿eh putilla?
              Me sentía completamente empapado por su corrida, me chorreaba por la cara hasta la barbilla y de ahí me caía al pecho y barriga, estaba atado de pies y manos y encima no podía separarme de las patas de su cama, era realmente lamentable aquella imagen. Por si fuera poco, empezó a restregar su polla con los restos de la corrida sobre mi brazo, que hasta aquel momento se había librado.
-Y ahora a dormir, que el día ha sido agotador – dijo quitándose la camiseta
-¿No me irás a dejar así? – le dije asustado
-Por supuesto que no.
            Cogió una zapatilla suya y me la ató alrededor de la cara quedándome la nariz dentro, apestaba, además de ser algo incómodo.
-Mañana por la mañana más te vale que la sigas teniendo atada a la cabeza o te quedarás sin desayuno.
-¡No, no!, por favor suéltame – dije con tono suplicante, aunque el sonido quedó amortiguado por la zapatilla.
-Shhh, a dormir – dijo metiéndose en la cama y apagando la luz.
               Yo estaba desesperado, agotado por el día tan largo, la caminata y encima con las plantas de los pies doloridas por los cintazos, lefado entero, en el suelo atado a la cama, y por si fuera poco con la nike apestosa de Roberto. Me recosté como pude tratando de conseguir una postura mínimamente cómoda, pero a pesar de todo, el cansancio me pudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario